El arte y la medicina han estado relacionados a lo largo de la historia del ser humano. La enfermedad o la muerte y su contexto han quedado reflejadas en las diferentes manifestaciones artísticas. Así mismo, la ilustración ha formado parte inseparable de la formación del profesional de la salud desde la aportación al estudio de la anatomía humana de los grandes artistas del Renacimiento.
Kochiro Matsuura, exdirector general de la UNESCO afirmaba: “La creatividad, la imaginación y la capacidad de adaptación son competencias que se desarrollan por medio de la educación artística y son tan importantes como las habilidades tecnológicas y científicas requeridas”.
El aprendizaje basado en las artes es una estrategia creativa con el potencial de involucrar a los estudiantes, fomentar la comprensión de múltiples perspectivas y conectar simultáneamente las áreas cognitivas y afectivas del aprendizaje. La utilización del arte como metodología de enseñanza y aprendizaje viene de décadas recientes y ha demostrado un impacto positivo en el rendimiento académico a través de la satisfacción y la motivación del estudiante, la ayuda en el desarrollo de algunos aspectos cognitivos, además de fomentar el pensamiento creativo.
El interés en las humanidades médicas ha generado una mayor conciencia sobre el papel que las artes pueden desempeñar en la educación en ciencias de la salud. Hay numerosas experiencias que abarcan desde el empleo, entre otras, de las artes visuales (las plásticas, las digitales, la fotografía, etc.), las artes escénicas, el cine o vídeos y la música o la literatura. Si nos centramos en las artes plásticas, como la pintura, la observación detallada de un cuadro requiere de un aprendizaje de la mirada y ello nos implica una conexión emocional y una comprensión intelectual de la obra. Trasladado a la enseñanza de la medicina, el arte puede facilitar el aprender a mirar al paciente, lo cual es una parte esencial en la formación del profesional de la salud dada la valiosa información que se obtiene de esa observación. Además, diferentes estudios han puesto de manifiesto que las artes fomentan el bienestar estudiantil, mejoran la enseñanza y el aprendizaje, así como las habilidades de observación y de diagnóstico, la reflexión, la comprensión y la promoción del humanismo.
En este número se expone la experiencia desarrollada por la Unidad Docente Multiprofesional de Atención Familiar y Comunitaria de Asturias (España) en talleres para la formación de tutores de Formación Sanitaria Especializada, al añadir un detalle novedoso en la metodología del arte y la docencia: relacionar los movimientos pictóricos con las tareas del tutor. Los autores destacan que esa metodología ha facilitado la participación y el trabajo de grupos multiprofesionales, fomentando el sentido de pertenencia, la reflexión, la comunicación, el compromiso y la autoconfianza o el pensamiento crítico.





