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Vol. 19. Núm. S2.
Páginas 211-219 (Octubre 2018)
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Vol. 19. Núm. S2.
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Alfred Nobel y la medicina
Alfred Nobel and the medicine
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Blas Gil Extremera
Autor para correspondencia
blasgil@ugr.es

Autor para correspondencia.
Departamento de Medicina, Universidad de Granada, Granada, España
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Tabla 1. Los Premios Nobel de Medicina (1901-2016)
Resumen

Alfred Nobel dedicó su vida a la industria y la investigación como ingeniero, químico y descubridor de la dinamita. Su espíritu pacifista le llevó a emplear su fortuna (33 millones de coronas) en los premios que llevan su nombre. En 1901 se otorgó el primero a Emil Adolph von Behring, por el descubrimiento del suero antidiftérico. Desde entonces se ha concedido anualmente, salvo en los años de guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945 respectivamente). Los descubrimientos de Alfred Nobel estaban orientados a mejorar las comunicaciones: ferrocarriles, puertos, túneles, puentes y otras vías; pero él nunca imaginó que sus inventos se utilizarían con fines bélicos y homicidas. Han transcurrido 121 años desde su muerte y su nombre es conocido en todo el mundo gracias a los premios por él instaurados. Respecto a la medicina, hasta hoy, han sido 208 investigadores los laureados, término que la Fundación Nobel gusta emplear.

Palabras clave:
Alfred Nobel
Medicina
Investigación
Terapéutica
Historia
Abstract

Alfred Nobel devoted his life to the industry and research as an engineer, chemist, and was the discoverer of dynamite. His pacifist spirit led him to devote his fortune (33 million Swedish Kroner) to the awards that bear his name. The first Prize was awarded to Emil Adolph von Behring in recognition of his studies on diphtheria. Since then, the prize has been given annually, except during the first (1914-1918) and second World Wars (1939-1945), respectively. His findings were aimed at improving terrestrial communications such as railways, seaports, dams, tunnels, bridges, and other road networks. However, he never thought his discoveries would be used for military purposes. As 121 years have elapsed since this important “Maecenas”, whose name has spread across the world. As regards medicine, there are currently 208 Nobel Laureates, a term used by the Nobel Foundation.

Keywords:
Alfred Nobel
Medicine
Research
Therapeutics
History
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Semblanza histórica

Probablemente no hay otro personaje sueco tan conocido mundialmente como Alfred Bernhard Nobel —ni deportistas, ni actores ni músicos—, nacido en Estocolmo el 21 de octubre de 1833 en el seno de una familia acomodada, murió a los 63 años en la ciudad de San Remo, el 10 de diciembre de 1896. Tenía 9 años cuando la madre y los 4 hijos abandonaron la capital sueca para unirse al padre en San Petersburgo, donde los jóvenes recibieron una esmerada educación. A los 16 años Alfred Nobel (el apellido de pronunciarse acentuado en la segunda sílaba) hablaba con fluidez inglés, francés, alemán, ruso y sueco, y había alcanzado una sólida formación en ciencias naturales y humanidades. Parte de su juventud la pasó en San Petersburgo, donde el padre había instalado una fábrica de armamento, y en 1850 marchó a París para estudiar química; los 4 años siguientes trabajó en los Estados Unidos con el ingeniero y constructor de buques sueco John Ericson (1803-1889), artífice del acorazado de guerra Monitor. Tras la vuelta a Rusia se incorporó a la factoría paterna que duró hasta la quiebra de esta en 1859. En 1863, con 30 años, regresó a Suecia para completar la formación que había iniciado en el campo de los explosivos, pero no pudo llevarla a cabo porque el gobierno prohibió la reconstrucción de la fábrica. Su abuelo Immanuel Nobelius (1757-1839) modificó el apellido simplificándolo a Nobel. Su hijo, padre de Alfred llevaba también el nombre de Immanuel de profesión ingeniero, inventor y constructor de puentes y edificios en Estocolmo. La madre Andriette Ahlsell (1805-1889) pertenecía a una pudiente familia descendiente del naturalista sueco Olof Rudbeck (1660-1740). Por entonces, el joven Nobel tildado como «científico loco» (mad scientist) continuó sus experimentos en una barcaza para evitar los peligros del manejo de la nitroglicerina. En suma, Alfred Nobel dedicó su vida a la industria y la investigación como ingeniero, químico, inventor y fabricante de armas que le hicieron famoso especialmente por el descubrimiento de la nitroglicerina, que supuso un avance al desecarla mediante kieselguhr Sigma-Aldrich (tierra infusorio), material silíceo que permitía su transporte con mayor seguridad personal. Concedidas las patentes en Gran Bretaña (1867) y los Estados Unidos (1868) la siguiente prueba fue la obtención de dinamita al mezclar nitroglicerina con un cuerpo absorbente. Por medio de un detonador Nobel había controlado las deflagraciones del explosivo, y 2 años después perfeccionó el dispositivo empleando una espoleta de mercurio. El invento le supuso el reconocimiento internacional y amasar una gran fortuna, pero condicionó su pensamiento y la idea que los demás se formaron de él. En 1864 murió su hermano menor Emil y otras 4 personas tras una explosión accidental, y 2 años después un buque cargado con 200 barriles de dinamita saltó por los aires en el Canal de Panamá, ocasionando la muerte de 47 personas, otras 14 fallecieron en la ciudad de San Francisco y un navío se fue a pique en Sydney por deflagración del explosivo. Si bien la percepción de los beneficios civiles de la dinamita era un hecho, el temor tras las catástrofes ocurridas perjudicó gravemente la imagen de Nobel. El revolucionario invento puesto al servicio de la sociedad atrajo las miradas de otros por su aplicación en tiempos de conflicto. Por ejemplo, se utilizó por los bandos contendientes en la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871). El nuevo elemento, la dinamita, había pasado al lado oscuro de la paz y entrado en la aplicación bélica y homicida. Alfred Nobel con reiteración expresó el utópico deseo de producir un material o una máquina de efectos tan devastadores que las guerras fueran imposibles de declararse ante el temor de los países a llegar a su propio y total aniquilamiento.

Nuestro personaje realizó otras invenciones: gelignita (1875) y balistita (1887), precursor de la cordita —pólvora sin humo compuesta de nitroglicerina y algodón— que al combinarla con acetona forma una pasta prensada en forma de cuerda, de ahí su nombre. Tras patentar sus hallazgos en 1865 fundó las compañías idóneas para su fabricación y comercialización en Estocolmo, Hamburgo, Nueva York y San Francisco. Su adinerada situación la acrecentó con prospecciones petrolíferas en el Cáucaso y se hizo propietario de la empresa Bofors, dedicada a la producción de hierro, acero, cañones y otras piezas de artillería. En total Alfred Nobel registró 355 patentes y su nombre figura en las compañías Dynamit Nobel y Akzo Nobel. En 1895 fundó en Bengtsfors, Suecia, la empresa Elektrokeviskas Aktiebolaget, conocida por Eka, finalmente incorporada por Akzo Nobel dedicada a la producción y manufacturación de papel1–3.

El legado

En 1891 Alfred Nobel declaraba: «Quizás mis fábricas pondrán fin a la guerra, el día en que dos cuerpos de ejército puedan en un segundo aniquilarse mutuamente, todas las naciones civilizadas seguramente retrocederán con horror y disolverán sus tropas». Años más tarde trabajó en fomentar la paz mundial donando la mayor parte de su fortuna a crear los premios que llevan su nombre y según sus palabras deben concederse «a quienes hayan trabajado más y mejor en la fraternidad de los pueblos, a favor de la supresión o reducción de los ejércitos permanentes y en pro de la formación y propagación de Congresos por la Paz». Albert Einstein (1879-1955) en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial afirmaba: «Alfred Nobel inventó un explosivo más poderoso que cualquier otro conocido hasta entonces —un medio sumamente eficaz para la destrucción— y para aliviar su conciencia instituyó el premio a la promoción de la paz». No obstante, su invento permitió avanzar en las comunicaciones terrestres al abrir nuevos caminos en la agreste naturaleza: ferrocarriles, puertos, túneles, puentes y progresos en la minería. Su descubrimiento no acabó con las guerras —como su espíritu pacifista anhelaba—, sino que las hizo más crueles aún. Un periodista francés lo llamó «mercader de la muerte», agravio que le acarreó serios problemas de conciencia que intentó sublimar dirigiendo sus bienes a fines filantrópicos y de mecenazgo en la ciencia, la literatura y la paz mundial. Su legado económico fue principalmente para la Fundación Nobel, creada en 1900, para premiar anualmente a destacadas personalidades en beneficio de la humanidad: física, química, medicina o fisiología, literatura y paz. En 1969 se creó el Premio de Ciencias Económicas que concede el Banco Central de Suecia. El deseo último de Alfred Nobel está plasmado en testamento signado ante notario el 27 de noviembre de 1895 y de cuyas actuaciones derivadas son los célebres Premios Nobel. Han transcurrido 121 años de su muerte y las mentes más lúcidas siguen soñando con el prestigioso galardón. En la medicina, hasta el día de hoy, se han reconocido 208 laureados según la denominación que gusta emplear la Fundación Nobel (tabla 1). Los Premios —diploma, medalla y emolumento económico— se entregan en la ciudad de Estocolmo el 10 de diciembre de cada año: física y química por la Academia Sueca de Ciencias; medicina o fisiología por el Instituto Karolinska en Solna, Estocolmo; literatura por la Academia de Estocolmo y la paz por un jurado formado por 5 miembros elegidos por el Storthing o Cámara Legislativa Sueca. Como ejecutores de las disposiciones testamentarias fueron designados: Ragnar Sohman, domiciliado en Befors Verlandia, Rudolf Lilljequist residente en Malmskildnadsgatan 31 Estocolmo y Bengtfors en las proximidades de Uddevalla.

Tabla 1.

Los Premios Nobel de Medicina (1901-2016)

1901.- Emil Adolf von Behring (1854-1917), Alemania  Suero antidiftérico 
1902.- Sir Ronald Ross (1857-1932), Gran Bretaña  Mosquito del paludismo 
1903.- Niels RybergFinsen (1860-1904), Dinamarca  Valor de la fototerapia 
1904.- Iván PetróvichPaulov (1849-1936), Rusia  Descubridor del reflejo condicionado 
1905.- Sir Robert Heinrich Hermann Koch (1843, 1910), Alemania  Descubridor del bacilo de la tuberculosis 
1906.- Bartolomeo Camillo Emilio Golgi (1843-1926), Italia  Estructura neuronal 
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), España  La neurona, unidad básica del sistema nervioso 
1907.- Charles Louis Alphonse Laveran (1845-1922), Francia  Descubridor del protozoo del paludismo 
1908.- Iliá Ilich Méchnikov (1845-1916), Rusia  Descubridor de la fagocitosis 
Paul Ehrlich (1854-1915), Alemania  Teoría de la inmunidad lateral 
1909.- Emil Theodor Kocher (1841-1917), Suiza  Antisepsia en la cirugía 
1910.- Ludwig Karl Martin Leonhard Albrecht Kossel (1853-1927), Alemania  Descubridor de los ácidos nucleicos 
1911.- Alivar Gullstrand (1862-1930), Suecia  Refracción de la luz a través del ojo 
1912.- Alexis Carrel (1873-1944), Francia  Pionero en el trasplante de órganos 
1913.- Charles Robert Richet (1850-1935), Francia  Conocimiento de la anafilaxia 
1914.- Robert Bárány (1876-1936), Hungría  El aparato vestibular 
1915 a 1918.- No se concedió   
1919.- Jules Vincent Bordet (1870-1961), Bélgica  Función bactericida del suero 
1920.- Schack August Steenberg Krogh (1874-1949), Dinamarca  La respiración tisular 
1922.- Sir Archibald Vivian Hill (1866-1977), Gran Bretaña  Termodinámica muscular 
Otto Fritz Meyerhof (1884-1951), Alemania  Metabolismo glucídico 
1923.- Sir Frederick Grant Banting (1891-1941), Canadá  Descubridor de la insulina 
John James Richard Macleod (1876-1935), Gran Bretaña   
1924.- Willem Einthoven (1860-1927), Holanda  Descubridor del electrocardiograma 
1925.- No se concedió   
1926.- Johannes Andreas Grib Fibiger (1867-1928), Dinamarca  El origen del cáncer 
1927.- Julius Wagner Ritter von Jauregg (1857-1940), Austria  Investigación de la sífilis 
1928.- Charles Jules Henri Nicolle (1866-1936), Francia  Descubridor del agente transmisor del tifus 
1929.- Christiaan Eijkman (1858-1930), Holanda  Descubridor de la vitamina B1 
Sir Frederick Gowland Hopkins (1861-1947), Gran Bretaña  Valor biológico de las proteínas 
1930.- Karl Landsteiner (1868-1943), Austria  Descubridor de los grupos sanguíneos 
1931.- Otto Heinrich Warburg (1883-1970), Alemania  Descubridor del fermento respiratorio 
1932.- Sir Charles Scott Sherrington (1857-1952), Gran Bretaña  Estudios sobre neurofisiología 
Edgar Douglas Adrian (1889- 1977), Gran Bretaña  Función de las neuronas 
1933.- Thomas Hunt Morgan (1866- 1945), EE. UU.  Cromosomas y herencia genética 
1934.- George Hoyt Whipple (1878-1976), EE. UU.  Describió la lipodistrofia intestinal 
George Richards Minot (1885-1950), EE. UU.  Estudios sobre la anemia perniciosa 
William Parry Murphy (1892-1987), EE. UU.  Control de la anemia megaloblástica 
1935.- Hans Spemann (1869-1941), Alemania  Pionero de la embriología 
1936.- Sirn Henry Hallett Dale (1875-1968), Gran Bretaña  Transmisión química de los impulsos nerviosos 
Otto Loewi (1873-1961), Austria  Transmisión nerviosa 
1937.- Albert von Szent-Györgyi de Nagyrápolt (1893-1986), Hungría  Descubrimiento del ácido ascórbico 
1938.- Corneille Jean François Heymans (1892-1968), Bélgica  Regulación de la presión arterial 
1939.- Gerhard Johannes Paul Domagk (1895-1964), Alemania
1940-1942.- No se concedió 
Descubridor de las sulfamidas 
1943.- Carl Peter Henrik Dam (1895-1976), Dinamarca, y  Descubridores de la vitamina K 
Edward Adelbert Doisy (1893-1986), EE. UU.   
1944.- Joseph Erlanger (1874-1965), EE. UU.  Las fibras axonales 
Herbert Spencer Gasser (1888-1963), EE. UU.  Los impulsos eléctricos del sistema nervioso 
1945.- Sir Alexander Fleming (1881-1955), Gran Bretaña  Descubridores de la penicilina 
Sir Ernst Boris Chain (1906-1979), Gran Bretaña, y Sir Howard Walter Florey (1898-1968), Australia   
1946.- Hermann Joseph Müller (1890-1967), EE. UU.  Radiación y mutación celular 
1947.- Carl Ferdinand Cori (1896-1984), EE. UU.,  Los hidratos de carbono 
Gerty Theresa Radnitz Cori (1896-1957), EE. UU., y Bernardo Alberto Houssay (1887-1971), Argentina   
1948.- Paul Hermann Müller (1899-1965), Suiza  La desinfección por DDT 
1949.- Walter Rudolf Hess (1881-1973), Suiza  Estudio del «mapa» cerebral 
António Caetano de Abreu Freire Egas Moniz (1874-1955), Portugal  Aplicación de la lobotomía 
1950.- Edward Calvin Kendall (1886-1972), EE. UU.  La hormona tiroidea 
Tadeus Reichstein (1897-1996), Suiza  Estudio de las glándulas suprarrenales 
Phillip Schowalter Hench (1896-1965), EE. UU.  Empleo de la cortisona 
1951.- Max Theiler (1899-1972), Sudáfrica  La fiebre amarilla 
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2009.- Elizabeth Blackburn, (1948-), Australia  Hallazgo de los telómeros 
Carolyn Widney Greider (1961-), EE. UU. y Jack W. Szostak (1952-), Gran Bretaña   
2010.- Robert Geoffrey Edwards (1925-2013), Gran Bretaña  «Padre» del bebé probeta 
2011.- Bruce Alan Beutler (1957-), EE. UU.,  Inmunidad innata 
Jules Alphonse Hoffmann (1941-), Francia, y Ralph Martin Steinman (1943-2011), Canadá   
2012.- Shinya Yamanaka (1962), Japón  Medicina regenerativa 
Sir John Bertrand Gurdon (1933), Gran Bretaña  Células reprogramadas 
2013.- Randy Schekman, (1948-), EE. UU.  Sistema de transporte 
James Rothman (1950-), EE. UU. y Thomas C. Südhof (1955-), Alemania   
2014.- John O’Keefe, (1939-), EE. UU.  Orientación espacial 
May Britt Moser (1963-), Noruega   
Edward I. Moser (1962-), Noruega   
2015.- William C. Campbell (1930-), Irlanda  Fármacos contra la malaria, elefantiasis 
Sathoshi Ömura (1935-), Japón y  y oncocercosis 
Tu Youyou (1930-), China
2016.- Yoshinori Ohsumi (1945-), Japón 

Mecanismo de la autofagia 

De otra parte, uno de los rasgos de la personalidad de Nobel fue su carácter pesimista, generoso y humanitario proclive a la soledad que le llevó a permanecer soltero. Sintió vivo interés por la literatura y como autor escribió en inglés Némesis, tragedia en 4 actos sobre torturas, agresiones sexuales, adulterio, corrupción y venganza; texto basado en el juicio por parricidio acaecido en la Roma posrenacentista en la persona de la noble italiana Beatrice Cenci (1577-1599). Obra que se inspiró, en parte, en The Cenci, drama en 5 actos del poeta inglés Percy Bysshe Shelley (1792-1822). La tirada completa de Némesis, salvo 3 ejemplares, fue destruida al ser considerada escandalosa y blasfema. En la actualidad además de la edición en sueco existe otra en lengua francesa.

El testamento

La senda de los próceres de la medicina ha sido ardua y difícil. No pocos hubieron de superar sufrimientos, engaños e injustas culpas. La serenidad y el constante trabajo fueron sus herramientas para avanzar, las desventuras de la vida no quebraron sus voluntades de combatir la enfermedad y ayudar al enfermo4–9. En cuanto a su última voluntad, Alfred Nobel dejó escrito que su fortuna sirviese para premiar a los máximos exponentes en los distintos campos del saber. Textualmente el documento testamentario reza así:

«La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses deberán ser distribuidos cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad. Dichos intereses se dividirán en cinco partes iguales, que serán repartidas de la siguiente manera: una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o el invento más importante dentro del campo de la física; una parte a la persona que haya realizado el descubrimiento o mejora más importante dentro de la química; otra a la persona que haya hecho el descubrimiento más importante dentro del campo de la fisiología y la medicina; una parte a quien haya producido la obra más sobresaliente de tendencia idealista dentro del campo de la literatura; y una más a la persona que haya trabajado más o mejor a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz. Los premios para la física y la química serán otorgados por la Academia Sueca de las Ciencias, el de Fisiología y Medicina por el Instituto Karolinska de Estocolmo; el de Literatura, por la Academia de Estocolmo; y el de los defensores de la paz, será otorgado por un comité formado por cinco personas elegidas por el Storting (Parlamento) noruego. Es mi expreso deseo que, al otorgar estos premios, no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban el premio, sean escandinavos o no. A partir de ahora, es este el único testamento con valor legal. Con él quedan sin efecto todas las disposiciones testamentarias anteriores que puedan aparecer después de mi muerte».

Alfred Nobel, cosmopolita y viajero incansable, cambió con frecuencia de país y de domicilio, después de Rusia y Suecia residió en Alemania y Francia. En cuanto a la atribución de los premios quedaron en manos de la Academia científica sueca y el Comité Nobel de Noruega (Premio de la Paz).

Respecto a la primera entrega de los Premios de Medicina tuvo lugar en 1901 en la antigua Real Academia de Música de Estocolmo. A partir del año siguiente el rey Oscar II (1829-1907) presidiría el acto. Inicialmente el monarca era contrario a galardonar a extranjeros, pero cambió de idea al entender la positiva proyección internacional que su país alcanzaría a través de acontecimiento tan importante. Desde entonces, la ceremonia tiene lugar el 10 de diciembre de cada año, aniversario de la muerte de Alfred Nobel, en la Sala de Conciertos de Estocolmo, cerrándose el programa de actos con el banquete ofrecido por el ayuntamiento de la ciudad. La asignación a los recipiendarios está establecida en 10 millones de coronas suecas (algo más de un millón de euros). Galardón para distinguir a quienes entran en el dédalo de la enfermedad para curar, aliviar o mejorar la salud de nuestros semejantes.

Modestamente y evocando a Aristóteles —«para decir la verdad pocas palabras bastan»— y a Friedrich Nietzsche (1844-1900): «Mi ambición es decir en 10 frases lo que otro dice en un libro, lo que ningún otro dice en un libro», intento compendiar la apasionante trayectoria personal, científica y la proyección en la medicina de Alfred Nobel. En semejante aproximación epistolar aporto, además, la relación nominal de todos y cada uno de los 208 galardonados con el Premio: nacionalidad, descubrimiento realizado, data del nacimiento y del óbito si lo hubiere.

Reflexiones sobre el premio

En oposición a la valetudinaria idea de que: «todo ha sido dicho ya» (nada nuevo bajo el sol, nihil movisub sole) o el aforismo de Cajal «no hay cuestiones agotadas sino hombres agotados en las cuestiones»10,11, estimo oportuno evocar a cuantos ofrecieron el fruto de su esfuerzo al servicio de los demás. Toda actividad humana ha contado con modelos previos porque la inspiración no brota ex novo: Jean Baptiste Poquelin, Molière (1622-1673) se basó en Platón (428a.C.-348a.C.) como Girolamo Frescobaldi (1583-1643) y Dietrich Buxtehude (1637-1707) sirvieron de modelo a Johan Sebastian Bach (1685-1750) y George Friedrich Haëndel (1685-1759) respectivamente. Los premios, motivo de esta crónica, han correspondido en su mayoría sensu stricto a protagonistas de materias no clínicas (biología, fisiología, microbiología, histología e inmunología) ocupando los primeros lugares Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña. Despierta la atención que tras 115 años de vigencia apenas figure profesional alguno que dedicara su vida a la atención —médica o quirúrgica— de miles de enfermos —curando, aliviando y mejorando su calidad de vida—, que impartiera docencia a miles de estudiantes, especialistas, doctorandos, becarios, desarrollado complejas tareas de investigación y dirigido, organizado o desempeñado labores de gestión científica en los ámbitos universitario o profesional. William Osler (1849-1919), figura señera que realizó una labor gigantesca —clínica, docente, investigadora y formativa— de amplia proyección internacional —convirtió por ejemplo la Facultad de Medicina Johns Hopkins en Baltimore en la primera del mundo— era el candidato idóneo al premio. Algunas de sus inquietudes personales las muestra esta sentencia: «La ambición de todos los médicos es arrancar a la naturaleza los secretos que han desconcertado a los filósofos de todos los tiempos, rastrear las causas de las enfermedades y aportar los conocimientos de forma inmediata para evitar y curar las enfermedades»12. El prestigioso catedrático canadiense, como otros grandes clínicos españoles —Marañón o Jiménez Díaz, por ejemplo— debieran haber sido nominados. Espero que no sea demasiado tarde. ¿Es tarea de la Academia valorar tan variada labor por los demás? ¿Qué decir si han realizado, además, encomiable labor en el humanismo y la cultura? ¿Tales héroes «anónimos» no merecerían ser reconocidos? ¿Estaría conforme Alfred Nobel? La respuesta a estas interrogantes debe ser afirmativa y adecuada, y más aún a la vista de los insólitos y sorprendentes premios recientemente concedidos.

En esta breve «travesía médica» estimo oportuno rememorar las dolencias orgánicas y psíquicas, observables desde la atalaya de una dilatada trayectoria como internista en los planos docente, asistencial, de investigación, gestión y organización profesional y universitaria. Según Claude Bernard (1813-1878): «conservar la salud y curar la enfermedad» es el objetivo a alcanzar, vencer el mal, aliviar el dolor, impartir el don de sanar y recorrer el largo camino desde el abismo de la ignorancia a la cima del conocimiento. La enfermedad y sus deletéreas consecuencias han originado grandes estudios, sistemas de pensamiento y vastas compilaciones enciclopédicas. El enfermar puede ser lento o insidioso, en otros casos es un rayo en la tormenta que en segundos lleva al abismo. Algunos procesos se reconocen por algún rasgo: hemoglobinuria paroxística nocturna (hemorragia en la orina), por la forma de presentación (paroxística); por el pronóstico, etiología o valor hematológico —trombocitopenia esencial benigna—, por la patogenia: enfermedad por reflujo digestivo, por la ubicación geográfica: fiebre de Malta, fiebre de las Montañas Rocosas o por el nombre de sus descubridores: enfermedad de Abrami (ictericia hemolítica) o enfermedad de Letterer-Siwe (reticulosis histiocitaria infantil) por ejemplo.

Otras consideraciones

Tres hechos ofrecen interesantes datos sobre la medicina pretérita. En las postrimerías del siglo xviii el francés Pierre-Simon Laplace (1749-1827), conocido por su investigación del sistema solar, manifestó que los médicos deberían pertenecer a la Académie des Sciences «para que se encuentren y mezclen con los científicos». El galeno Louis Danis Jules Gavarret (1809-1890) publicaba en 1840 Principes géneraux de statistique médicale, primer intento de aplicar la probabilidad matemática a la medicina. Basándose en este pensamiento un siglo después el británico Austin Bradford Hill (1897-1991) dirigía en 1948 el primer ensayo clínico. La tercera aportación proviene de Claude Bernard (1813-1878): Introducción al estudio de la medicina experimental (1865), donde afirmaba: «…desgraciadamente estamos aún muy lejos de la época que entre los médicos reine el espíritu científico. Cuando un fenómeno oscuro o inexplicable se presenta en medicina, en lugar de decir: no lo sé, como todo científico debe hacer, los médicos acostumbran a declarar: es la vida, sin querer comprender que no pueden explicar una cosa oscura mediante otra aún más oscura»13. En el siglo xix el arte de curar se vio inmerso en la vorágine de aportaciones técnicas, teorías y descubrimientos, y la idea de entender la medicina solo como ciencia natural fue postergada porque el hombre no es solo cuerpo, ni siquiera solo materia. Gracias a Ernst von Bergmann (1836-1907) se consideraron las enfermedades además de por el carácter somático u orgánico por sus respuestas y conductas. Para la patología funcional el enfermar es un trastorno de la regulación del conjunto orgánico-funcional del individuo, concepto que alcanzaría pleno desarrollo tiempo después. A partir de los años 50 se continuó la búsqueda de nuevos agentes antimicrobianos. La resistencia bacteriana, en parte derivada del mal uso terapéutico, obligó a investigar nuevas moléculas para los problemas de la práctica diaria. La vacuna Bacillus Calmette Guerin (BCG) representó un hito en la prevención de la tuberculosis y la muerte de millones de personas. En 1908 Albert Calmette (1863-1933), discípulo de Pasteur, y Camille Guérin (1872-1961) consiguieron una cepa de bacilos tuberculosos atenuados que confería cierta inmunidad frente al bacilo bovino o humano utilizada en la vacunación infantil. Los avances han sido fruto de la tenacidad y el trabajo de una pléyade de investigadores que lucharon por doblegar la enfermedad y sus consecuencias. En esos tiempos duros y difíciles no había lugar para el relativismo, la tibieza y los espíritus vacuos, porque estos «…Atan pesadas cargas y las echan a la espalda de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y largas las ondas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que las gentes los llamen Rabbí» (Mateo, 23:16).

En el siglo xx los descubrimientos y avances han cambiado la faz de la medicina. La biología celular, la bioquímica y la fisiología abrieron las puertas a diagnósticos cada vez más precisos, terapéuticas más eficaces y procedimientos menos invasivos14. Se conoció mejor la microbiología y la transmisión de las enfermedades. Un número creciente de patógenos fueron descubiertos y clasificados: bacterias, rickettsias y protozoos responsables de la malaria y otras afecciones tropicales. Se identificaron los virus del sarampión, la parotiditis y la poliomielitis. En 1910 Francis Peyton Rous (1879-1970) descubrió los agentes responsables de los tumores malignos. En 1932, Gerhard Domagk (1895-1964) demostró que prontosil —primera sulfonamida— era eficaz frente al estreptococo que en 1939 le valió el Premio Nobel de Medicina. En 1945 Alexander Fleming (1881-1955) compartió el Premio con Ernst Boris Chain (1906-1979) y Howard Walter Florey (1898-1968) por aislar, purificar y obtener la penicilina. Selman Abraham Waksman (1888-1973) descubrió la estreptomicina, que le hizo obtener el galardón en 1952.

Como corolario es justo recordar las emotivas palabras del adiós y el último deseo de Alfred Nobel en testamento firmado el 27 de noviembre de 1895 en el Club Sueco-Noruego de París. Un año después sufrió el ictus hemorrágico que acabó con su vida. Su fortuna alcanzaba la cifra de 33 millones de coronas. A su familia legó solo una modesta cantidad.

Conflicto de intereses

El autor declara no tener ningún conflicto de intereses.

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