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Vol. 14. Núm. 12.
Páginas 55-57 (Diciembre 2000)
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Vol. 14. Núm. 12.
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Ansiedad Revisión
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JUAN ROMEU i BESa
a Doctor en Medicina. Especialista en Neurología y Psiquiatría
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Partiendo de una concisa definición del trastorno ansioso, el autor analiza la etiología, la clínica y el tratamiento del mismo, completando su revisión con una serie de consejos útiles que pueden ser de interés a la hora de tranquilizar e informar al paciente que refiere síntomas de ansiedad, para su posterior remisión al médico.

La ansiedad se define como una sensación de miedo indefinido, sin saber a qué. Es una reacción normal ante cualquier contingencia incierta que provoca inseguridad. Siempre que nos enfrentamos a lo desconocido, a lo anormal o a lo imprevisible, las personas sentimos una sensación de duda e inquietud que se conoce con el nombre de ansiedad.

ANSIEDAD PATOLÓGICA

La ansiedad deja de ser una reacción normal para convertirse en patológica si aparece en ausencia de unas causas lógicas. El término ansiedad deriva de la palabra latina ansia, con el mismo significado. Es sinónimo de angustia, del griego angor, constricción, con el que se denomina un malestar indeterminado acompañado de respiración anhelante. Precisamente el trastorno de la respiración (llamado disnea suspirosa) suele ser la más frecuente manifestación física ligada a la ansiedad.

Decimos la más frecuente, pero en absoluto la única. La ansiedad es una reacción de alarma ante lo desconocido, cuya respuesta es doble: psíquica --la preocupación o impaciencia-- y física --la múltiple de activación del organismo como defensa ante lo imprevisto--. El cerebro pone en marcha la respuesta de ansiedad como un estado de suma vigilancia, de alerta crispada, al tiempo que, a través de descargas de adrenalina, prepara al cuerpo para lo que pueda ocurrir.

ETIOLOGÍA

Hoy en día sabemos que la ansiedad en crisis y la agorafobia solamente acontecen en personas que tienen desarreglos en la utilización de un neurotransmisor cerebral: la serotonina. Cuando los neurotransmisores

se degradan en una proporción superior a la adecuada se generan diversos tipos de trastornos, que dependen del tipo de neurotransmisor y del lugar del cerebro donde ocurra ese proceso. Por ejemplo: la enfermedad de Parkinson, la depresión, la anorexia, la bulimia, la esquizofrenia, etc. son trastornos en los que se detecta un mal funcionamiento de los neurotransmisores.

El déficit de serotonina es también la principal contingencia bioquímica asociada a trastornos como la depresión, la anorexia nerviosa, la bulimia, las obsesiones, las fobias, etc.

Factores predisponentes

Las situaciones de estrés continuado y los antecedentes de haber padecido crisis de angustia los familiares cercanos aumentan la posibilidad de padecer crisis de ansiedad. La incidencia, en estos casos es del 21%, en contra del 3-4 % de la población general.

La producción en el cuerpo de lactato sódico (por ejemplo, en situaciones de esfuerzo físico inadecuado) acentúa la posibilidad de padecer una crisis de ansiedad. Se produce lactato sódico en personas poco entrenadas que realizan esfuerzos en deportes anaeróbicos

--aquellos en los que no se consume oxígeno o se respira poco o nada durante el esfuerzo como, por ejemplo, la halterofilia.

CLÍNICA

La descarga de adrenalina es la causa de las manifestaciones corporales de la ansiedad: taquicardia, respiración rápida y superficial (compensada con el suspiro de vez en cuando), sudación, sequedad de boca, temblor, escalofríos, sensación de «vacío» en la boca del estómago, aumento de la presión arterial, aumento de la combustión de la glucosa, contracción de algunos esfínteres (lo que puede causar necesidad de orinar o de defecar), dilatación de pupilas (lo que puede causar visión borrosa) y tensión muscular (lo que suele causar inestabilidad y, con el tiempo, dolores).

No todos los estados de ansiedad cursan con todos estos síntomas, pero un 3-4 % de la población general sufre las llamadas «crisis de ansiedad» o «crisis de pánico», que consisten en una brusca e inmotivada reacción de ansiedad con muchos de los síntomas anteriormente descritos. Tales crisis provocan una intensa conmoción en quien las padece, con grave sensación de estar perdiendo el control o incluso de estar muriéndose. Si acontecen en un lugar de donde es difícil o embarazoso salir (un túnel en la carretera, un transporte público, unos grandes almacenes, un cine, etc.) la persona sufre, además, la angustia añadida de estar perdido o de estar haciendo el ridículo. A partir de ahí, a las esporádicas crisis de pánico se añade el fenómeno llamado «agorafobia», término que se emplea para definir el miedo y la ansiedad que aparecen, de forma patológica, cuando uno está en algún lugar de donde cree que es difícil o embarazoso salir para hallar ayuda si apareciera la crisis de ansiedad.

Agorafobia

El nombre de agorafobia (del griego: miedo a estar en una plaza pública) significa miedo a los espacios abiertos, y se emplea por razones históricas. La primera descripción médica que se hizo de un paciente con miedo tras una crisis de pánico era una fobia a los espacios abiertos. La verdad es que el miedo aparece en espacios abiertos o cerrados, grandes o pequeños, con gente o sin ella.

El tratamiento psicológico más habitual de la ansiedad consiste en educar el autocontrol

A pesar de que es una dolencia frecuente (recordemos que afecta a un 3-4 % de la población general) no era, hasta hace poco, muy conocida. Incluso las propias personas que la sufren tienden a disimularla o a mantenerla encubierta porque les da cierta vergüenza o reparo que los demás sepan que les ocurre algo que, en apariencia, es irracional. Quienes padecen agorafobia y ataques de ansiedad sufren extraordinariamente. Suelen presentar lo que se llama «conductas de evitación», es decir, evitan hacer cosas. Por ejemplo: ir a un restaurante, viajar en metro, comprar en un supermercado, etc. A la larga, hay quien deja de salir a la calle si no puede ir acompañado.

TRATAMIENTO

La agorafobia y las crisis de ansiedad o angustia son trastornos de tipo orgánico, que repercuten en el psiquismo. Requieren un tratamiento médico y un tratamiento psicológico (igual que el que se recomienda a un paciente que ha sufrido un infarto por estrés, por ejemplo).

Terapia farmacológica

El tratamiento farmacológico consiste en el empleo de fármacos precursores de la serotonina o inhibidores de su destrucción en el cerebro. Desde la década de los 70 numerosas publicaciones científicas atestiguan las ventajas de este tipo de tratamiento (tabla I). La farmacoterapia puede durar meses o años, en función de la gravedad del problema y del tiempo de evolución del mismo.

 

Psicoterapia

El tratamiento psicológico más habitual de la ansiedad consiste en educar el autocontrol. El paciente debe aprender técnicas de control emocional que le permiten afrontar (en vez de evitar) las situaciones que le despiertan ansiedad. La psicoterapia suele ser breve (entre cuatro y doce meses por término medio) dependiendo de la personalidad básica del individuo tratado y de su capacidad de aprendizaje.

Terapia de urgencia

Las crisis de ansiedad pueden aparecer sin ningún acontecimiento que las desencadene, sin más ni más. La respiración superficial y rápida --hiperventilación-- llega a provocar un exceso de eliminación de CO2 y alcalosis sanguínea, lo que desata la presencia de espasmos musculares, especialmente en las muñecas y las manos. El tratamiento de urgencias, en este caso, consiste en colocar una bolsa de papel o de plástico en boca y nariz y respirar de esta forma hasta que se compensa el pH sanguíneo alcalinizado.

Las crisis de ansiedad son inesperadas, involuntarias e incontrolables

CONOCIMIENTOS DE INTERÉS

Las crisis de ansiedad son, por definición, inesperadas. Es decir, aparecen sin causa aparente. Son también involuntarias, de modo que la persona no las puede provocar. Son también incontrolables: en otras palabras, no se pueden controlar una vez han aparecido.

Por otro lado, puede aparecer miedo intenso a padecer las crisis, ligado a contingencias concretas: por ejemplo, al subir a un metro, al pasar por un túnel. Estos estados de miedo no son verdaderas crisis de ansiedad, pero hacen sufrir mucho a quienes los padecen. Pueden presentarse en épocas en las que se padecen situaciones predisponentes como, por ejemplo, las crisis que aparecen tras un estrés laboral continuado.

¿Qué hacer ante una crisis de ansiedad?

El paciente que crea haber padecido una crisis de ansiedad debería solicitar un examen médico que descarte las enfermedades físicas posibles: disfunciones del tiroides y de las glándulas paratiroides, disfunción suprarrenal, disfunción vestibular, epilepsia, uso de sustancias estimulantes (cafeína, cocaína, anfetaminas, síndrome de abstinencia en consumidores de sedantes o alcohol), trastornos cardíacos e hipoglicemia.

Evidentemente, es deseable que la evaluación la haga un especialista en psiquiatría acostumbrado a ver, diagnosticar y tratar crisis de ansiedad.

Posteriormente, si procede, el paciente deberá seguir el tratamiento indicado --normalmente algún fármaco protector de la serotonina y una psicoterapia para mejorar el autocontrol-- y es recomendable que se integre en algún grupo de autoayuda. Estos grupos son gestionados por asociaciones de personas con problemas de crisis de ansiedad que, una vez curados, ayudan a otros pacientes a superar su trastorno y a vencer sus miedos. *

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