Sr. Director: Recientemente se ha publicado en Atención Primaria un estudio sobre la prevalencia de disfunción tiroidea en personas de edad avanzada1. Sender Palacios et al1 han realizado, en un centro de atención primaria urbano, un estudio descriptivo transversal en el que se ha incluido una muestra de 192 personas representativa de toda la población atendida de edad >= 60 años. Los autores encuentran una prevalencia de disfunción tiroidea global del 13,01% y de disfunción tiroidea no diagnosticada previamente del 4,1%. Este estudio debe ser bien recibido por la comunidad científica española, ya que los estudios realizados hasta la fecha sobre prevalencia de disfunciones tiroideas en personas mayores en nuestro país han sido muy escasos2 y generalmente se han ocupado de poblaciones con características diferentes de los sujetos de la población general, como son los ancianos hospitalizados3,4 o los institucionalizados5,6.
Con objetivos parecidos a los de estos autores, llevamos a cabo hace 1 año un análisis de prevalencia de disfunción tiroidea no conocida en personas sanas, > 60 años, procedentes de la población general de una zona urbana de Madrid7. Nuestro estudio tiene ciertas similitudes y diferencias con el que ahora han publicado Sender Palacios et al1 que hacen interesante la comparación de resultados, dada la escasez de datos sobre prevalencia de hipotiroidismo e hipertiroidismo en la población ambulatoria en nuestro país. Ambos estudios tienen en común que fueron realizados en personas mayores procedentes de la población general, no hospitalizados ni institucionalizados, y en el ámbito de la atención primaria. En ambas muestras la edad de los sujetos era similar (media de 70 años en el estudio de Terrassa y de 68 años en el de Madrid). Entre las diferencias más llamativas destacan el porcentaje de mujeres (56 y 43%, respectivamente) y los criterios para el diagnóstico de la disfunción tiroidea. En el estudio de Terrassa se tomó como límite inferior de la normalidad de TSH 0,25 µU/ml1, muy similar al de 0,30 µU/ml de nuestro estudio7. Como límite alto nosotros tomamos 5 µU/ml, mientras que Sender Palacios et al1 elevan este valor a 6,7 µU/ml.
La prevalencia de nuevos diagnósticos de hipotiroidismo en el estudio de Terrassa fue de 7/192, es decir, del 3,6%. Este valor ha sido ligeramente superior al hallado en el estudio de Madrid (2,04%), a pesar de que el estudio de Terrassa define el hipotiroidismo con una concentración de TSH más elevada que el estudio de Madrid, es decir, es más exigente para el diagnóstico del hipotiroidismo. Este hecho podría tener su explicación en los diferentes métodos empleados para la cuantificación de TSH. En efecto, con el análisis empleado por Sender Palacios et al1 se obtienen concentraciones más elevadas que con el análisis de quimioluminiscencia utilizado por nosotros7. De hecho, la media de TSH hallada en el estudio de Terrassa fue de 3,55 µU/ml en mujeres y de 2,41 µU/ml en varones, cifras marcadamente superiores a las encontradas en nuestra población (mediana de 1,16 µU/ml en mujeres y 1,10 µU/ml en varones). Aunque las cifras de prevalencia de hipotiroidismo que se recogen en la bibliografía son muy variables dependiendo de los métodos y la procedencia de las poblaciones estudiadas8, la impresión general es que la mayoría de estudios españoles obtienen unos valores inferiores a los hallados en otros países. Así, en el estudio de Terrassa, la prevalencia total del hipotiroidismo, es decir, clínico y subclínico, conocido y de reciente diagnóstico fue del 10,93%. En el estudio de Colorado9, realizado en más de 25.000 personas procedentes de la población general, el porcentaje de sujetos con elevación de TSH fue de aproximadamente un 10% para los varones de 65-74 años y del 16% para las mujeres de esas mismas edades. En personas de más de 74 años, la prevalencia de elevación de TSH alcanzó cifras del 16% en los varones y del 21% en las mujeres.
La prevalencia del hipertiroidismo no conocido fue del 0,5% en el estudio de Sender Palacios et al1, mientras que nosotros objetivamos una prevalencia de un 6,46% (subclínico 6,12%, clínico 0,34%) cuando se tomó como umbral de TSH para el diagnóstico de hipertiroidismo 0,30 µU/ml, mientras que con el valor más exigente de 0,10 µU/ml la prevalencia fue del 1,36%. Esta notable diferencia entre ambos estudios podría tener su explicación en la distinta metodología empleada en los 2 trabajos, la edad y la procedencia de los sujetos estudiados, los métodos de laboratorio y la difícilmente cuantificable influencia de fármacos y enfermedades no tiroideas. Es también muy posible que esta diferencia responda, al menos en parte, a la diferente ingesta de yodo de las distintas poblaciones. En general, una deficiencia moderada de yodo se ha asociado con el desarrollo de bocio e hiperfunción tiroidea en personas mayores, mientras que en las poblaciones con ingesta de yodo relativamente alta la prevalencia de hipofunción tiroidea es superior10.
Hay distintas opiniones sobre la procedencia del cribado de disfunción tiroidea en personas ancianas. Sin embargo, los síntomas clínicos del hipotiroidismo y del hipertiroidismo en este grupo de población suelen ser inespecíficos, atípicos o, muchas veces, inexistentes. La realización de una determinación de TSH es simple, barata y tiene una elevada sensibilidad en el diagnóstico de la disfunción tiroidea. Su juiciosa utilización en el cribado de disfunción tiroidea en las personas mayores, en que, como señalan los autores1, es fundamental la participación del médico de atención primaria, permite el inicio precoz de medidas terapéuticas sencillas y de gran efectividad, y evita, en la mayoría de los pacientes, la morbilidad y la mortalidad11,12 que se asocian tanto con la hipofunción como con la hiperfunción tiroideas mantenidas sin tratamiento durante largo plazo. Tanto el estudio de Terrassa1 como el de Madrid7 llaman la atención sobre el potencial beneficio sanitario que podría tener en nuestro país la implantación de una medida preventiva simple, como es la determinación de la concentración sérica de TSH para el cribado de disfunción tiroidea en personas ancianas asintomáticas.