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Vol. 30. Núm. 9.
Páginas 593-594 (Noviembre 2002)
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Congresos, universidad y otra serie de males
Congresses, university and other assorted evils
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MM. Ortega Marlascaa
a Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. España.
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Sr. Director: Resultó gratificante leer la carta al director de nuestro colega Medina i Bombardó1, puesto que ya era hora de que se fuera haciendo una especie de «acto de contrición» en el seno de nuestra sociedad. Debo hacer constar que en no pocas ocasiones he estado tentado de hacer este tipo de acertada reflexión, si bien creo que no habría podido expresarlo con mayor claridad y puntualización que nuestro mencionado colega.

Ha estado muy acertado a la hora de encuadrar en todo este movimiento de intereses meramente lucrativos la figura de la universidad española. No debemos olvidar que ella es la que nos lanza al mundo laboral y a la vorágine que el examen del MIR (médico interno residente) para todos nos supuso. Algunos nos planteamos si esta institución no ha dejado de ser en la actualidad la emisora del resguardo que te permite presentarte a tan temido examen.

Ella es la que en teoría debiera saber preparar, mentalizar y encauzar el futuro del incipiente y novato licenciado en medicina. Me refiero a su realidad teórica, puesto que en la realidad todos sabemos que el enfoque del médico en la universidad es parcial y surrealista: congrega a una serie de especialidades con enfoques parciales propios de cada especialidad y donde ellos intentan ser el centro de la medicina en el tiempo que están en la palestra del aula. La figura del médico de atención primaria, si no denostada o menospreciada, pasa por ser algo indicado para los que tienen escasa valía, pocas capacidades intelectuales o, desesperados por acceder a una especialidad, se apuntan al carro de la medicina de familia como vía fácil de entrada en una especialidad clínica. Seamos sinceros, pues por desgracia es así, muy a nuestro pesar.

Seamos, por tanto, realistas: hasta hace muy poco tiempo los exámenes del MIR exclusivos para plazas de medicina de familia se toman como un examen de prueba o calibración antes del «MIR de verdad». Como comprenderemos, con esas connotaciones menospreciativas, los estudiantes de medicina no podrían ­por más que quisiéramos­ ver en nuestra especialidad una salida digna ni mucho menos atractiva.

Tal vez medidas tales como la creación del «día del médico de familia» en la universidad ­como forma de difusión de lo que en realidad es nuestra especialidad­ podrían ser actos puntuales de cierta repercusión futura. Son llamadas de atención simple y de fácil realización que pueden facilitar la paulatina entrada de nuestra especialidad en ese medio tan cerrado, endogámico y delimitado.

Por otra parte, habría que ver el número de asistentes a nuestros congresos nacionales en el hipotético caso de que ninguno de los laboratorios farmacéuticos realizara inscripciones ni facilitaran ayudas o pagaran por su presencia en las zonas comerciales. Posiblemente se podrían celebrar los congresos anualmente en casa de cada uno de los asistentes de forma rotatoria, al igual que organizamos comidas en nuestras casas con los amigos. Se ganaría en confraternización, economía y rentabilidad de esfuerzos, ¿no? Bien pocos serían los que, si de su bolsillo dependiera, desembolsaran tan ingentes cantidades por la asistencia ni al congreso nacional ni al autonómico. Les saldría más económico el hacer sus «vacaciones anuales» de otra forma.

Algo que siempre me ha llamado la atención en este tema de los congresos es el hecho de la escasa o nula rentabilidad de la asistencia que se obtiene por parte de la empresa que nos paga. Toda esa ingente cantidad de conocimientos, información, contactos o experiencias se queda en nuestro pozo particular de sabiduría. Ello no se transmite al resto de los integrantes del equipo, puesto que nuestra misma empresa no se encarga de ello, con la considerable pérdida de inversión que ello puede suponer. De los congresos tan sólo se sacan los famosos pichigüilis o regalos de los laboratorios de la zona comercial, fotos de recuerdo y anécdotas a contar. Nunca se ha encargado (en mi experiencia) de realizar algún tipo de sesión clínica, charla o reunión donde poder traspasar al resto de los integrantes del centro de salud los «usufructos» del congreso. Hay que recordar que nuestra empresa nos ha facilitado una serie de horas remuneradas para nuestra formación y la misma no cae en el hecho de rentabilizar tal inversión con la difusión operativa de esos conocimientos en el resto de sus empleados.

Claro está, se me olvidaba que las empresas estatales deben caracterizarse por la pérdida de euros, el descontrol absoluto y la irresponsabilidad de sus dirigentes a los que tan sólo apremian los votos que facilitan la estancia en la poltrona y el acoso al médico de familia en el tema del control de gasto farmacéutico, mientras que al médico del medio hospitalario se le dota de toda suerte de medios técnicos y se le libera de la responsabilidad de una prescripción razonada mediada por genéricos (algunos de dudosa utilidad) y prescripciones por principio activo que inducen al incumplimiento terapéutico.

Bibliograf¿a
[1]
Congreso semFYC: ¿una inversión científica o una fuente de ingresos? Aten Primaria 2002; 29:389-90.
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