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Vol. 28. Núm. 1.
Páginas 52-56 (Enero - Febrero 2013)
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La Salpêtrière antes de Charcot: una visita de Pedro González Velasco
La Salpêtrière Hospital before Charcot: a visit described by Pedro González Velasco
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S. Giménez-Roldán
Servicio de Neurología, Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Madrid, España
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Resumen
Introducción

Bajo su dirección, Charcot fue capaz de convertir La Salpêtrière en centro puntero de la neurología mundial. Sin embargo, es escasa la información sobre las condiciones asistenciales que pudo encontrar a su llegada en 1862.

Desarrollo

El artículo publicado en 1860 por el español Pedro González Velasco tras visitar al famoso hospicio representa un valioso testimonio sobre los cuidados que recibían los pacientes poco antes de la llegada de Charcot. Aunque esencialmente encomiástico, el artículo describe también la situación, bastante menos satisfactoria, de pacientes con trastornos mentales graves, epilepsia y parálisis confinados en jaulas, con un simple lecho de paja sobre el suelo como única cama y un desagüe para recoger sus deyecciones. Velasco no era alienista, sino un cirujano de prestigio y defensor apasionado del positivismo. Como amigo personal, compañero de hospital y correligionario político de José María Esquerdo, conocía de primera mano la lucha de este por mejorar la asistencia neuropsiquiátrica en Madrid.

Conclusiones

El artículo de Velasco, en última instancia, sirve de pretexto para denunciar las deplorables condiciones asistenciales de esta clase de pacientes en el Hospital General de Madrid. Por otro lado, Charcot tendrá que afrontar no solo el desarrollo de la neurología, sino mejorar también las condiciones de vida de los enfermos en La Salpêtrière

Palabras clave:
La Salpêtrière
Charcot
Pedro González Velasco
Hospital General de Madrid
Abstract
Introduction

Under Charcot's leadership, La Salpêtrière was transformed into one of the world's top neurology centres. However, there is little information regarding the patient care facilities which Charcot would have encountered upon his arrival in 1862.

Development

A paper published in 1860 by Spanish physician Pedro González Velasco following a visit to that famous hospital is a valuable testimony to the quality of patient care just prior to Charcot′s arrival. Although it essentially praises the institution, the article also describes the largely unsatisfactory conditions endured by patients with severe mental disorders, epilepsy and paralysis, who were locked inside cages with simple straw pallets on the floor for beds and open holes for toilets. Rather than an alienist, Velasco was a well-known surgeon and passionate advocate of positivism. As a personal friend and hospital fellow of Jose Maria Esquerdo's, with similar political affiliations, he had first-hand knowledge of the struggle to improve neuropsychiatric care in Madrid.

Conclusions

Publishing his paper ultimately provided Velasco with a pretext for denouncing the deplorable care conditions endured by similar patients in Hospital General de Madrid. Meanwhile, Charcot would go on to improve the living conditions of inpatients at La Salpêtrière and found the specialty of neurology.

Keywords:
La Salpêtrière Hospital
Charcot
Pedro González Velasco
Hospital General de Madrid
Texto completo
Introducción

Tras su paso fugaz por La Salpêtrière en 1852, en cumplimiento de uno de los 4 años preceptivos para el grado de Interne des Hôpitaux, Jean Martin Charcot (1825-1893) habrá de esperar 10 años hasta alcanzar un puesto hospitalario. Cuando en 1862 se le nombra «agrégé en exercise», tiene ya 37 años y no parecería un destino prometedor este inmenso hospicio de categoría menor entre los centros docentes de París. De la mano de su viejo amigo Alfred Vulpian, quedan al cuidado de ambos unas 500 mujeres, ancianas en su mayoría, acogidas de por vida por dolencias crónicas, colectivamente catalogadas como «indigentes y epilépticas no trastornadas»1. Bajo su dirección, y a lo largo de 30 años, este «gran asilo de la miseria humana»2, se transformará en una escuela neurológica de inmensa fama.

Cabe, sin embargo, preguntarse sobre la realidad asistencial de La Salpêtrière a la llegada de Charcot, tal como para permitirle levantar sobre ello su gigantesca obra, un periodo del que apenas hay información3. Tiene interés en ese sentido el artículo que le dedica el médico segoviano Pedro González Velasco (1815-1882), cuando en 1860, es decir, un par de años antes de la llegada de Charcot, describe sus impresiones tras visitar el legendario hospital parisino. En este artículo, desapercibido hasta la fecha, se describe de primera mano la asistencia a alienados, epilépticos y paralíticos en el enorme asilo. Los amargos comentarios que le suscita al compararlo con lo que ocurre en el Hospital General de Madrid representan también una interesante fuente de información sobre la asistencia a los enfermos neuropsiquiátricos crónicos en nuestro país durante la segunda mitad del siglo xix4.

Ambiente de la Salpêtrière antes de Charcot

Se supone a veces que cuando Charcot llega a La Salpêtrière ha de enfrentarse a un almacén caótico de enfermos crónicos que subsisten en lamentable precariedad. No es exactamente el caso. Es cierto que en los siglos xvii y xviii el inmenso complejo hospitalario albergó entre 6.000 a 8.000 internos, con una misión en parte caritativa y en parte coercitiva. Acoge mendigas, ancianas, ciegas, huérfanas, epilépticas, retrasadas mentales y «les vénériennes» (prostitutas); también criminales. Entre el símbolo y el mito, «la rotura de las cadenas» por parte de Philippe Pinel, entre 1795 y 1828, sensibilizará a los legisladores en promover la «loi sur les aliénés» de junio de 1838, «la primera revolución psiquiátrica», que dará un vuelco a la situación5. Ahora, cientos de mujeres caminan cada mañana desde sus dormitorios hacia los talleres de costura, donde fabrican gorras y blusas, arreglan camisas, cosen lazos o trabajan en las lavanderías. Más aún, los discípulos de Pinel investigan sobre patología mental: Esquirol describe la monomanía y las psicosis depresivas, Jean-Pierre Falret se interesa por el suicidio y el retraso mental, mientras que Etienne Georget investiga la anatomía del cerebro3.

Sin duda, la situación mejoró bajo el autoritario mando de Charcot. La Biblioteca de la Facultad de Medicina de Madrid guarda la tesis doctoral de Boucher, discípulo de Bourneville, sobre la historia de La Salpêtrière ente 1616 y 17906 (fig. 1). En 1883, como colofón a su tesis, es decir, poco más de un año tras la creación para Charcot de la cátedra de Enfermedades del Sistema Nervioso, Boucher visita La Salpêtrière un domingo de primavera, dejándonos sus coloristas impresiones:

Figura 1.

La Salpêtrière en 1760, según un grabado de Regaud. Tomado de L. Brucher, tesis, 1883.

(0,15MB).

«La cofia bien colocada, el chal cruzado sobre el pecho, algunas buenas viejas pasean por los senderos del parque sus 80 años, rodeadas de parientes, de amigos, de nietos cuyos alegres gritos alegran este lugar de la decrepitud y del sufrimiento humano. Aquí y allá otras pensionistas […] sentadas en los bancos, se dan un baño de aire y de sol. Contrahechas, jorobadas, patituertas, agitadas por temblores, las hay de todo tipo y categoría […]. Entre las epilépticas y las idiotas, vemos frecuentemente escenas entrañables, las madres cuyo amor se sobrepone al horror de la enfermedad están allí, junto a sus queridos pequeños a los que traen golosinas y juguetes que se llevan los ahorros de la semana […]. Cuando todo el alboroto del día ha cesado, cuando los ruidos de la gran ciudad vienen a apagarse en las inmediaciones de esta casa del reposo y del dolor, el interno de guardia, llamado a la vera de algún pobre enfermo, podría creerse en una inmensa necrópolis, cuyo silencio es de tiempo en tiempo perturbado por unos gritos agudos y desgarradores en las secciones de las locas y de las epilépticas. Qué le importa, está en su puesto y es médico».

El doctor Velasco en La Salpêtrière

Pedro González Velasco (1815-1882) fue un entusiasta anatomista y célebre cirujano del siglo xix7 (fig. 2). Convencido del interés por conservar piezas patológicas que demostraran el aspecto real de las lesiones, dedicó inmensos esfuerzos y dispendios para crear un museo anatómico; se convertirá con el tiempo en el actual Museo Nacional de Antropología de Madrid, levantado enteramente a sus expensas. Apartado de la Universidad por su ideología republicana y su adscripción al positivismo decimonónico, se interesó por la docencia y organización hospitalaria más allá de los Pirineos. Las impresiones que escribe a la vuelta de sus numerosos viajes representan, en realidad, un pretexto para denunciar la situación de atraso en el que, comparativamente, se hallaba nuestro país8.

Figura 2.

Pedro González Velasco (1815-1882). Archivo fotográfico digital, Biblioteca Nacional de España.

(0,16MB).

El semanario La España Médica, Iberia Médica y Crónica de los Hospitales se edita a mediados del siglo xix como «Periódico oficial de la hospitalidad domiciliaria y provincial de Madrid». La última de las 6 partes en las que se fracciona el largo artículo de González Velasco sobre hospitales y establecimientos de beneficencia visitados en Francia, lo dedica expresamente a su visita a La Salpêtrière en el verano de 1860.

«Paris tiene 3 grandes hospitales destinados al socorro de los enagenados (sic); uno, Charentón, para los que pagan una cantidad para ser asistidos, y 2 gratuitos, uno para hombres, Bicêtre, y otro para mujeres, La Salpêtrière, o sea la antigua salitrería». La Salpêtrière, prosigue, «es hospicio de la vejez para mujeres incurables, epilépticas, locas, idiotas y necesitadas aunque no estén enfermas». Le impresiona la enorme extensión del complejo hospitalario, «vastísimo establecimiento con patios, jardines y galerías tan estensas (sic) que ha sido preciso numerar los pabellones y poner nombre a las calles y departamentos para evitar la confusión que podría resultar en un local donde ordinariamente hay de 4 a 5 mil acogidas. Los pacientes son albergados en la planta baja de los diferentes pabellones, todos ellos de escasa altura». Acostumbrado al inveterado anonimato, tan del gusto de directores y gerentes en nuestros hospitales, le sorprende que «todas las enfermerías llevan los nombres de médicos ilustres, como Pinel, Esquirol, Georget, etc.».

El departamento de hidroterapia «tiene baños magníficos, bien asegurados, con tapas hasta la mitad». Las pacientes cuyo estado se lo permite acuden a un taller «para hacer labores, hilas, vendajes y otras manufacturas […] que surte a los almacenes de sábanas, colchas y demás utensilios, dispuestos para satisfacer las necesidades de la vasta enfermería del establecimiento». Las internas reciben un estipendio —no se aclara su cuantía—, «que se las guarda en una caja cuyo importe se las entrega si se curan y salen con alta del establecimiento. A las que mueren, las hereda el establecimiento». La Salpêtrière dispone de escuela para «niñas necesitadas» y otra para «idiotas, imbéciles y epilépticas» cuya enseñanza se lleva a cabo mediante «métodos propios». El castigo al que se las somete «cuando lo merecen» es «ponerlas (sic) el vestido al revés».

Le sorprende el interés del centro por la investigación. Así, «hay una sección de niños epilépticos o idiotas, donde se pueden estudiar perfectamente las vesanias». Indica que son «17 los profesores que visitan; hay un jefe de servicio; internos convenientemente dotados, con buenas habitaciones y servicio esmerado», aunque omite dar nombres del personal facultativo. El centro cuenta con actividades culturales para los internos. Así, «hay una magnifica sala de recreo, donde tienen un órgano y un organista […] y donde bailan 3 veces por semana […]»; incluso ocasionalmente hay baile de máscaras y sesiones de teatro. El centro cuenta con sistemas de secado a vapor, matadero y horno de cocer pan. Asombrado, el médico segoviano comenta: «Los comedores, las cocinas, el menage, la cristalería, no las tiene mejores un rico propietario».

No todo es glamour, como la descripción que hace Velasco de los lugares destinados al confinamiento de mujeres con graves trastornos mentales, epilépticas y paralíticas. «[Sus habitaciones] están en forma de cajón, forradas de zinc, con vertiente y agujeros en el fondo para las acogidas que tienen grandes evacuaciones. Se rellenan de paja limpia que se renueva todos los días. Las jaulas son sumamente espaciosas, con doble luz, entarimadas […], tienen doble puerta, con grandes hendiduras por las que se ve muy bien y se examina al que las ocupa». Se admira de no percibir ningún mal olor. «¡A qué reflexiones tengo que renunciar —exclama, indignado— al ver esto y recordar el patio hediondo del departamento de enagenados (sic) del Hospital General de Madrid!».

Inicios de la psiquiatría en Madrid: José María Esquerdo

Hacia 1860 la neuropsiquiatría está dando en Madrid sus primeros pasos de manos de José María Esquerdo y Zaragoza (Villajoyosa, 1842-Madrid, 1912). Su nada abundante obra científica quedó eclipsada, aún más si cabe, por la enorme personalidad de su maestro, el polifacético Pedro Mata y Fontanet (1811-1877), defensor del origen cerebral de los síntomas mentales e interesado como catedrático de Medicina Legal en la imputabilidad penal de los alienados9–11. Un artículo firmado por «Dr. P» (con toda probabilidad, Ángel Pulido Fernández)12, filtra la compleja personalidad de Esquerdo y las pintorescas razones por las que se le encomendó el cuidado de los alienados. Tras fallecer su mujer, apenas 4 años tras ser celebrado el matrimonio, «la susceptibilidad exagerada y fácil impresionabilidad moral que siempre se había observado en él, se aumentó en extremo […], al punto que la más pequeña causa despertaba en él accesos de catalepsia». «Consagrado desde entonces al estudio de las enfermedades mentales, el decano del Hospital [General] le destinó a las enfermerías de alienados». «Hombre seco de carnes, nervioso hasta el grado que alcance una histérica, muy elocuente siempre […], su palabra brota a raudales de sus trémulos labios» (fig. 3).

Figura 3.

José María Esquerdo y Zaragoza (1842-1912). Tomado de Anfiteatro Anatómico Español. 1873;2:30.

(0,16MB).

Pese a la diferencia de edad —Velasco le llevaba 27 años—, mantuvieron una amistad de por vida; compartieron hospital, ideario político (Esquerdo llegaría a militar en el Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla y tampoco se recataba Velasco de proclamar su entusiasmo republicano) y solo lograron alcanzar un puesto oficial en la Facultad tras «La Septembrina» de 1868. Gran parte de las ideas de Esquerdo aparecieron en el Anfiteatro anatómico español, revista costeada por Velasco y fuente imprescindible para conocer la medicina española del siglo XIX13. Es muy probable que, conociendo Velasco la lucha de Esquerdo contra el trato violento y las medidas coercitivas que recibían los alienados, no fuera otra la razón para que el médico segoviano incluyera una visita a La Salpêtrière en uno de sus acostumbrados periplos veraniegos por Europa.

Iniciada la segunda mitad del siglo xix, otras voces claman en España por un cambio en la asistencia oficial a locos, epilépticos y dementes. Un artículo de 1859 defiende, por ejemplo, la conveniencia de mantener en el mismo pabellón enfermos «curables e incurables […] porque la medicina nunca debe hacer pública su impotencia confesando que una enfermedad es incurable», aunque se acepta separar a «los furiosos» y a aquellos «entregados al onanismo»14. De excepcional interés es la memoria —poco o nada conocida— que publica en 1877 el director del Hospital de Locos del Nuncio de Toledo, un asilo de incurables15. En 5 años ha fallecido la mitad de los 117 pacientes ingresados, la mayoría por enfermedades «de la cavidad abdominal» (casi todos por disentería); un tercio de los fallecidos, sin embargo, sufrían «efectos cerebrales como epilepsia […], y diversas formas de parálisis». Las condiciones de vida que describe son apocalípticas:

Los furiosos y agitados están alojados en «desapacibles celdas, oscuras, sucias y mal ventiladas, sus ángulos y oquedades llenos de insectos»; también «en dormitorios comunes con aspecto de calabozos, todos en espantable amalgama, un espectáculo repugnante». Faltan «mantas de cama […] en los crudos meses de invierno y el catre consiste en una sencilla tarima de madera que no levanta un pie de suelo […] que retiene la humedad en los meses de invierno y en verano multitud de insectos son el martirio de nuestros desgraciados enfermos». «Toman unas 4 onzas diarias de carne de carnero (incluido el hueso), para muchos incluso la mitad, cuando los presidiarios alcanzan a 8 o 9. Ningún quehacer, ninguna ocupación, ningún placer agradable tienen nuestros enfermos. Ni siquiera de un jardín disponen».

Conclusiones

Como en otras publicaciones de Velasco tras visitar por Europa museos anatómicos, universidades y hospitales, la intención última en el artículo dedicado a La Salpêtrière es denunciar, por comparación, la deplorable realidad de pacientes con trastornos neuropsiquiátricos crónicos en los lóbregos patios del Hospital General de Madrid. Cuando vierte sus acerbas críticas, se ha iniciado un nuevo marco político en España con la Unión Liberal en el poder (1858-1860); bajo la presidencia de O′Donnell se permite, siquiera tímidamente, cierta libertad de expresión16, circunstancias que aprovecha Velasco para escribir su duro alegato de clara intencionalidad política.

Pedro Mata, mentor de José María Esquerdo, ha conocido en París al mallorquín Mateo Orfila, catedrático de Medicina Legal. Establecido el primero más tarde en Madrid, desde la Dirección de Estudios del Ministerio de Fomento establece en 1840 2 cátedras de Medicina Legal, una en Barcelona y otra en Madrid, que se adjudica11. Quizás Velasco pensara que había llegado el momento para que se creara para Esquerdo una cátedra de psiquiatría. En todo caso, siempre defendió la creación de «un departamento especial para observar las enagenaciones (sic) mentales y cuanto se refiera al estudio de las vesanías, pues nuestros escolares salen de las facultades sin conocer ni haber visto un solo caso, ni mucho menos estudiado lo que se refiere a las alteraciones de textura del cerebro y demás órganos del sistema nervioso. ¡Fatal abandono —exclama— que refluye en perjuicio de los infelices a los que después habrán de tratar!»17. No lo consiguió pero, en todo caso, bien pudiéramos considerar a Velasco un pionero en reclamar la especialización en psiquiatría y neurología en España.

Pero no todo era esplendor en «Le Versailles de la douleur», como lo llamaba el propio Charcot. Ya en 1854, se acusa al vetusto edificio de presentar un estado «peux conformes aux lois de l¿hygiene» y del estado de malnutrición crónica de sus internos, donde en determinada sección un 32% presenta escorbuto18. El dibujante y pintor Armand D. Gautier (1825-1894) nos ha dejado una visión poco idílica de los patios de La Salpêtrière, con internos semidesnudos tirados por el suelo. No deja de ser paradójica, por otro lado, la impresión que saca Phillipe Pinel (1745-1826), tras visitar nuestro país: «España ha adoptado algunos pasos hacia adelante en este magno objetivo [de abolir las cadenas]; las personas dedicadas a los ingresados en un asilo público les trataban con la mayor delicadeza, ayudándoles a emprender un trabajo habitual lo que ha servido para curar a la mayoría de ellos»19.

Es claro que, desde el alegato de Pinel, se habían introducido en La Salpêtrière mejoras sustanciales que le llenan de admiración a Velasco. De otro modo, difícilmente hubiera sido capaz Charcot de llevar a cabo su gigantesca obra. En todo caso, a lo largo de una treintena de años, convertirá a La Salpêtrière en un centro modélico en el cuidado de las enfermedades neurológicas.

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

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