Justificación: La afectación neurológica es la complicación extracardiaca más frecuente en la endocarditis infecciosa (EI), ocurre en un 25% de los pacientes, siendo hasta el 80% asintomáticas. La manifestación neurológica más frecuente es el ACV (75,7%). Este puede ser el debut, lo cual puede conllevar un retraso en el diagnóstico y un aumento de la morbimortalidad. El riesgo mayor ocurre en las dos primeras semanas después del diagnóstico e inicio de tratamiento. El diagnóstico se realiza mediante TAC y/o RMN. El manejo en ocasiones es complejo. Es importante el diagnóstico temprano e inicio de tratamiento antibiótico adecuado. En el ACV isquémico agudo se debe evitar el uso de anticoagulación y trombólisis por el riesgo de hemorragia. Está indicado la trombectomía mecánica, que mejora el pronóstico y además puede apoyar el diagnóstico. La cirugía precoz en paciente de alto riesgo embolico es otro de los pilares del tratamiento y si el ACV no ha producido un daño neurológico grave, la cirugía no debe retrasarse.
Objetivos: Analizar las características y el manejo de los casos de ictus en endocarditis (EI) en un periodo de 7 años (2017-2023) en el Hospital Universitario de Cruces.
Método: Recogimos y analizamos los casos de EI diagnosticados en nuestro hospital según criterios de Duke modificados, con diagnóstico de ictus durante el episodio.
Resultados: Recogimos 21 casos de 207 pacientes con EI. La edad media fue de 74 años, el 57% fueron varones. La adquisición de la EI se consideró comunitaria en 17 casos (80,9%). Los gérmenes aislados fueron Staphylococcus epidermidis 7 casos, Enterococcus faecalis 3; Streptococcus gallolyticus 2, Staphylococcus aureus 2; Staphylococcus haemolyticus 1, Streptococcus mitis 1, Streptococcus sanguis 1. En 4 casos no se filió microbiológicamente. De los 21 casos de EI, 10 fueron sobre válvula biológica (47,61%), 2 sobre mecánica (9,5%), 6 nativa (28,5%) y 3 sobre TAVI (14,28%). Las válvulas afectadas fueron la aortica en 14 casos (66,6%), mitral en 5 casos (23,80%) y ambas (aortica y mitral) en 2 (9,52%). En 4 casos la EI fue precoz. De los 21 casos en 9 casos (42,85%) el ictus fue el debut. El resto fue en el periodo precoz del tratamiento (2 primeras semanas), excepto 1 caso que ocurrió a los 20 días. En 6 casos se realizó trombectomía mecánica, y en 1 de ellos se colocó un stent. Ninguno recibió trombolisis. 7 pacientes precisaron cirugía de recambio valvular, realizándose de forma urgente en 2 casos y el resto se realizó entre los 14 y 25 días del inicio del tratamiento. De los 21 casos, 10 tenían embolismos en otros territorios. El tiempo que se tardó en diagnosticar la endocarditis desde el ingreso fue de media 8,4 días, en los que debutaron con ictus fue de 9,1. La estancia media hospitalaria fue de 31 días. La mortalidad a los 6 meses fue de 14,28% (3 pacientes). El 42,85% de los pacientes presentaron secuelas neurológicas.
Conclusiones: En ocasiones la clínica neurológica como debut de EI puede suponer un retraso en el diagnóstico. Es importante tener presente la EI como posible diagnóstico etiológico en pacientes sin factores de riesgo cardiovascular o con prótesis valvulares, que presenten clínica neurológica aguda, sobre todo si existe un contexto infeccioso. No obstante, hay que tener en cuenta que la fiebre está presente en el 77,7% de las EI, por lo que la ausencia de esta no descarta el diagnóstico y debe considerarse dentro del diagnóstico diferencial en el ictus. El diagnóstico y tratamiento precoz de la endocarditis, la trombectomía mecánica y la cirugía de recambio valvular cuando está indicada, son las claves en el manejo de esta complicación.



