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Vol. 18. Núm. 9.
Páginas 59-62 (Octubre 2004)
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Halitosis
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MICAELA PÉREZ ALCÁZARa
a Farmacéutica comunitaria.
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La halitosis es un olor desagradable del aliento, muy común entre la población, cuyo origen se encuentra, en un 90% por ciento de los casos, en problemas localizados en la cavidad oral, si bien puede deberse a otras causas. Es una afección que, a lo largo de la historia de la humanidad, se ha presentado cubierta de un manto de disimulo, pero no por ello es menos importante para las personas que la padecen, dado el rechazo social que implica, y el hecho de que buena parte de quienes la sufren no son conscientes de ello, debido a la adaptación de su sentido del olfato.

Hasta tiempos relativamente recientes no se habían desarrollado métodos científicos para investigar y proporcionar tratamientos eficaces para el control de la halitosis.

ETIOLOGÍA

El mal aliento puede ser causado por alteraciones en distintas partes del organismo, por lo que suele clasificarse en función del lugar de origen.

 

Cavidad bucal

Como ya se ha señalado, el 90% de las causas de halitosis se halla en la boca. En la cavidad bucal existe una descomposición bacteriana de partículas presentes en alimentos (quedan entre los dientes), células, sangre y algunos componentes de la saliva.

Las proteínas y otros agentes químicos de estos materiales se van descomponiendo en componentes más simples como aminoácidos y péptidos, produciéndose muchas sustancias volátiles (ácidos grasos y componentes de sulfuro) relacionadas con su descomposición. Entre ellas cabe mencionar el ácido propiónico, el ácido butírico, el ácido valérico, la acetona, el etanol, el propanol y el diacil.

Otros productos de descomposición que pueden pasar a formar parte de las vías metabólicas de las bacterias en la boca y se van desdoblando en compuestos volátiles son algunos aminoácidos que contienen sulfuro, como metionina, cisteína y cistina.

Los compuestos sulfúricos volátiles resultantes, como el sulfuro de hidrógeno, el mercaptano de metilo, el sulfuro de dimetilo, etc. son los responsables del mal olor bucal. Se han hallado concentraciones más altas de estos compuestos sulfúricos volátiles en los gases emitidos por pacientes con enfermedad gingival, que en los pacientes sanos.

Los compuestos sulfúricos volátiles aumentan la permeabilidad de la mucosa oral, aceleran la degradación del colágeno y demoran la cicatrización de lesiones existentes, afectando también la función celular gingival y periodontal.

Las bacterias anaerobias gramnegativas implicadas en la halitosis también se encuentran en la capa de recubrimiento lingual, primordialmente en el dorso. La lengua es un refugio excelente para este tipo de bacterias, debido a su extensa superficie, que presenta papilas gustativas y grietas relacionadas con las glándulas mucosales y amígdalas linguales. El crecimiento bacteriano en la lengua se parece a una acumulación de polvo en una alfombra muy pilosa.

Pero entonces, ¿si la cavidad oral proporciona un ecosistema tan apropiado para el crecimiento de bacterias, por qué no está más difundida la halitosis crónica en la población?

La respuesta es que si bien el dorso de la lengua, los espacios interdentarios, y los espacios entre encía y dientes proporcionan un medio muy fértil para las bacterias, también la boca es, por sí misma, un ecosistema de oscilación térmica, mecánica, química e incluso biológica que frena su proliferación.

La saliva presenta proteínas apropiadas para la proteólisis bacteriana; contiene mucinas, oligosacarinas y otras sustancias expedidas continuamente a la boca y que facilitan la expulsión de bacterias. La oxigenación de la saliva también inhibe la formación de bacterias anaeróbicas. Se dice que la saliva es el mejor enjuague bucal.

Existen causas que pueden provocar sequedad bucal y que generarán frecuentemente halitosis:

 

­ Boca seca matutina. Durante el sueño se deja de producir saliva, resecándose la boca y adhiriéndose células muertas y bacterias a la lengua y al interior de la cavidad bucal. Este fenómeno es causante del conocido «mal aliento matinal».

­ Estados de nerviosismo y tensión pueden hacer que la boca se seque.

- Una mala respiración nasal también puede originar sequedad bucal.

­ La ingesta de medicamentos (antidepresivos y antihistamínicos) puede presentar como reacción secundaria una sequedad bucal.

­ El síndrome de Sjögren, una alteración en las glándulas salivales que impide la secreción de saliva, es, asimismo, causa de halitosis.

 

Garganta o seno maxilar

Si hay infección de garganta, puede haber mal olor causado por bacterias y pus. En amígdalas con criptas --orificios superficiales en el tejido-- es muy fácil que queden restos de alimentos, que pueden provocar mal aliento.

Faringe y laringe

En casos de faringitis y laringitis crónica, suele aparece mal olor debido a la inflamación de estas membranas mucosas.

 

Problemas estomacales

En problemas estomacales como reflujo gastroesofágico, hernia de hiato, etc., los gases producidos pueden subir por el tracto digestivo y provocar mal olor.

 

Pulmones

Hay alimentos durante cuya digestión se forman vapores sulfonados que pasan a la sangre. Cuando ésta llega a los pulmones, algunos de estos vapores se expelen con la respiración. Los mejores ejemplos de este tipo de alimentos son el ajo y la cebolla, pero también está el brécol, el pepinillo, los cebollinos, las coles de Bruselas, el café y el alcohol.

Éstos pueden durar hasta 24 horas en la sangre. A medida que salen los vapores, parte de ellos se disuelve en la saliva y se digiere de nuevo.

Halitosis en la ovulación

Algunos estudios han demostrado que las mujeres en ovulación pueden presentar halitosis.

Esto se debe a que los tejidos orales se renuevan con frecuencia y las bacterias utilizan las células como alimento. Este proceso se ve potenciado por la elevación del estrógeno durante este período.

 

Otras localizaciones

Existen algunos tipos de halitosis, con olores característicos, que son signos de enfermedades. En la tabla I se describen algunos de los más comunes.

DIAGNÓSTICO

La primera prueba diagnóstica debe ir orientada a determinar el origen de la halitosis, diferenciando el motivo de la procedencia de esta afección. Durante siglos, el diagnóstico y la medición de la halitosis se hacían a través del propio sentido del olfato, del olor de la saliva o del aliento del paciente. El procedimiento era muy subjetivo y actualmente no se considera suficientemente riguroso como para servir de base a los diferentes tipos de diagnóstico.

El autodiagnóstico personal parece particularmente deficiente porque un sentido del olfato que funciona normalmente se desensibiliza ante los olores continuos. Además, algunos trastornos psicológicos como la paranoia, la esquizofrenia o los trastornos obsesivos pueden distorsionar el sentido del olfato del paciente ante su propio olor bucal, lo que puede conducir a una forma de hipocondría conocida como «halitosis engañosa o ilusoria».

Algunas investigaciones han llegado a la conclusión de que numerosos pacientes que consultan al médico por halitosis no padecen realmente esta afección, sino que se trata de un problema ilusorio, debido a suposiciones sobre las actitudes de otras personas.

Entre los métodos más objetivos de diagnóstico figura el uso de monitores portátiles de sulfuro, la cromatografía de gases, los detectores de llama fotométrica y los espectrómetros de masa. Últimamente se están haciendo estudios para la medición precisa de los compuestos de nitrógeno en las matrices orgánicas, que ayudarán a los investigadores a determinar en qué concentración están presentes los compuestos de nitrógeno en el mal aliento.

En la clínica diagnóstica, es muy importante, si se trata de halitosis procedente de la cavidad bucal, hacer una exploración de la situación dental, protésica y periodontal del paciente, así como una exploración de las zonas donde puede darse una acumulación bacteriana. Los cultivos microbiológicos y citológicos proporcionan datos importantes sobre la flora oral microbiana o sobre una posible enfermedad infecciosa.

FARMACOTERAPIA

El tratamiento de la halitosis consiste siempre en una actuación sobre el origen de la afección. En el caso de que sea una halitosis intraoral, debe tratarse la enfermedad de la cavidad oral, como caries, gingivitis o piorrea. La xerostomia debe de ser tratada cuando aparezca, mediante la utilización de técnicas de aumento de flujo o el uso de sustitutivos salivares.

Pero lo más importante en el tratamiento de una halitosis intraoral es la instauración de una buena higiene bucal y lingual. Para ello es preciso recomendar al paciente que realice un buen cepillado --mínimo dos veces al día--, usando cepillos con filamentos suaves y en perfecto estado, dentífricos y colutorios seguros y efectivos. Se deben cepillar tanto las superficies externas como las internas de los dientes, usando posteriormente hilo dental, y como ya se ha indicado, es muy importante la limpieza de la parte dorsal de la lengua, mediante limpiadores linguales.

Si el problema de halitosis tiene otra procedencia (estomacal, pulmonar, etc.) se deberá tratar la afección que provoca esta halitosis secundaria.

DERMOFARMACIA Y HALITOSIS

Para la eliminación de la halitosis se utilizan antisépticos que deben reunir una serie de características, entre las que se incluyen una baja toxicidad a dosis de uso habitual, de manera que en caso de ser ingeridos, no constituyan un peligro potencial.

Los principios activos más empleados con esta indicación, presentes en dentífricos y colutorios, se detallan a continuación:

 

Cloruro de cinc

Produce una interferencia en la generación y volatilización de los productos olorosos. El efecto del cinc es beneficioso en diferentes aspectos: posee capacidad de formar compuestos no volátiles, tiene actividad antimicrobiana, ya que produce precipitación no selectiva de proteínas, y reduce la degradación de elementos celulares en la saliva, ya que inhibe la acción de la tiolproteinasa.

 

Clorhexidina

A altas dosis se comporta como bactericida, alterando la permeabilidad de la membrana citoplasmática bacteriana. A bajas concentraciones es bacteriostática, siendo su actividad antimicrobiana rápida y duradera. Se ha comprobado que es activa frente a bacterias grampositivas y también, aunque algo menos, frente a gramnegativas. Tiene el inconveniente de que su uso prolongado presenta efectos adversos, entre los que destacan las tinciones extrínsecas de los dientes, la lengua y, en algunos pacientes, alteración transitoria del gusto.

 

Cloruro de cetilpiridinio y cloruro de bencetonio

Son compuestos derivados del amonio cuaternario con demostrada actividad antibacteriana in vitro. In vivo, su actividad antibacteriana es más limitada, debido a su rápida aclaración de la cavidad bucal, ya que no se adhieren a superficies y, por tanto, no tienen la propiedad de la sustantividad.

Se emplean en colutorios bucales, unidos a otros compuestos químicos que faciliten una farmacodinamia intrabucal más favorable.

 

Compuestos fenólicos

Su actividad no sólo es antibacteriana, sino también, en cierta medida, antiinflamatoria. Dentro de este grupo destaca el triclosan. Es un antibacteriano potente que actúa a bajas concentraciones como bacteriostático. Ejerce su acción sobre la membrana citoplasmática, evitando la llegada a ella de aminoácidos esenciales. En concentraciones mayores es bactericida y actúa desorganizando y destruyendo la membrana basal bacteriana. Su unión a otros compuestos como el cinc facilita una aclaración más lenta y una mayor eficacia in vivo.

 

Dióxido de cloro al 0,1%

Por su elevada capacidad de oxidación y reducción de compuestos azufrados, se emplea en el tratamiento de la halitosis. *

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

Alegret M. Halitosis. Panorama actual del medicamento 2000;24(235):649-50.

Arteagoitia I, Díez MA. Cepillos y accesorios. Limpieza bucal. Farmacia Profesional 2002;16(5):65-9.

Saura-Pérez M. RCOE 2001;6(2):159-69.

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