El programa SIGRE (Sistema Integrado de Gestión de Recogida de Envases de medicamentos) recogió el año pasado un total de 1.371 toneladas de envases de medicamentos.
La lectura de esta noticia admite dos interpretaciones completamente diferentes. La del periodista que la escribió es optimista y destaca lo positivo de esta cifra en tanto que revela el grado creciente de sensibilidad medioambiental del ciudadano. También pone de manifiesto que, gracias al sistema utilizado, un 31% de los envases recogidos ha sido reciclado (papel y cartón en un 80%; plástico en un 9,5% y metales y vidrios en un 10,5%). La noticia destaca, asimismo, que el papel y el cartón reciclados han evitado la tala de 4.000 árboles, lo que equivale a unos 32 km de calle arbolada en una ciudad.
La otra cara de la información está en la propia cifra de envases recogidos en los puntos blancos SIGRE habilitados en 20.000 farmacias de toda España. Las preguntas que nos podríamos formular hacen referencia no tanto a la cantidad de los envases contabilizados, sino a los envases en sí mismos, por lo que significan. ¿Qué medicamentos se tiran? ¿Cuántos envases están sin abrir, con su contenido íntegro, con lo que esto implica de desprecio o desconfianza hacia el medicamento prescrito y, en definitiva, hacia el diagnóstico efectuado por el médico prescriptor? ¿Cuántos están parcialmente incompletos por falta de cumplimiento del tratamiento prescrito? ¿Cuántos han sido prescritos a través del Sistema Nacional de Salud (les falta el cupón precinto) y cuántos han sido adquiridos en régimen de venta libre, ya sean de prescripción, OTC o EFP?
Quizá la respuesta a estas preguntas podría venir de un estudio pormenorizado de los envases de medicamentos recogidos. Tal vez las conclusiones extraídas nos servirían para conocer la magnitud y las causas de este absurdo derroche de medicamentos que no hace sino perjudicar la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario y, por ende, de nuestra red farmacéutica.