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Vol. 20. Núm. 10.
Páginas 32-34 (Noviembre 2006)
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Conciliación de la vida familiar y laboral
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Josep Maria Galía
a Profesor titular de ESADE. Socio de Axis Marketing Consultants.
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La unidad familiar cambia, las formas de trabajo también, la movilidad aumenta y las reglas de funcionamiento social en vigor devienen obsoletas con gran rapidez

Con la aprobación de la Ley de Igualdad a las puertas y contando ya desde 1999 con la Ley para la Conciliación de la Vida Familiar y Laboral, el autor de este artículo analiza las trabas que la sociedad actual pone a la armonía del tándem hogar-trabajo.

→ Estoy encantado. Trabajo para mí, la mayoría del tiempo desde casa, no tengo jefe, lo del divorcio es agua pasada, disfruto de mis hijos y además me queda tiempo para mí: juego al golf cada semana y encima ahorro...

Esa satisfacción traslucían las palabras que un conocido mío pronunciaba hace pocos días para resumir la marcha de su vida.

→ Eres un afortunado --le respondí--. Yo también trabajo para mí. Tengo un jefecillo metido en mi superyó que me hace trabajar más de la cuenta. No estoy separado. Mis hijas cuando se pelean (o sea, cada diez minutos) me cansan más que el trabajo y cuando tengo tiempo para mí estoy tan cansado que ni golf ni nada...

→Pues mi «ex», el 50% de su 50% de tiempo con los niños los tiene con los abuelos, de modo que le queda sólo un 25%. Viaja cuando quiere y de los críos de su marido pasa olímpicamente, con lo cual, me parece que con esto del divorcio hemos ganado todos... ¡menos los abuelos! --me dice.

→Vaya, que es para pensárselo --le digo--. Pero lo que veo es que al final todo el montaje depende de si tienes abuelos y de qué tipo --le respondo.

El tema es complejo donde los haya. La unidad familiar cambia, las formas de trabajo también, la movilidad aumenta y las reglas de funcionamiento social en vigor devienen obsoletas con gran rapidez.

Legislación en vigor

En el año 1999 entró en vigor la Ley para la Conciliación de la Vida Familiar y Laboral, una ley que vale la pena ser leída, ya que es el primer intento de promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras (claro, si no trabajan, no tienen derecho a conciliar la vida no laboral con la familiar. ¡Vaya por dónde! ¡Que se lo digan a una mujer que no trabaja, a ver lo contenta que se pone...!). El debate está abierto pero, sin querer ser aguafiestas, les diré que los estudios sobre la aplicación de esta ley en empresas reales dan resultados bastante insatisfactorios. Solamente algunas muy grandes han realizado y aplicado planes de conciliación y la inmensa mayoría de ellas lo único que han hecho es quedar sujetas a las disposiciones de la ley en lo relativo a los permisos y excedencias de paternidad y maternidad, las ausencias retribuidas, la flexibilización del derecho a la lactancia, los derechos de reducción de jornada y excedencia en personas que tengan que ocuparse de enfermos o menores, la posibilidad de que los hombres disfruten del permiso de maternidad, etc. En resumen, que si hablamos con empresarios (no con directores de personal de multinacionales) oiremos lo que piensan de esta ley: se les pasan las ganas de contratar a mujeres en edad fértil. A los farmacéuticos quizás también, pero la realidad es que los recursos humanos disponibles en el sector farmacéutico son mayoritariamente femeninos y relativamente jóvenes.

Un lujo al alcance de los grandes

Decía Carl Popper que «las consecuencias de nuestras acciones sociopolíticas son, a menudo, completamente distintas de lo que nos habíamos propuesto y de lo que podríamos prever». Hay sospechas bien fundadas de que en este caso se repetirá la máxima popperiana. En otras palabras: lo que se pretendía conseguir con la ley sólo se lo pueden permitir ciertas empresas (los casos que se explican en las escuelas de negocios son siempre los mismos: Vodafone, Hewlett Packard, Mercadona, Caja Madrid, etc.). Excepciones que, aunque son muy notorias, no dejan de ser excepciones.

Cierto es que estas empresas son importantes, pero recordemos la realidad del mercado de trabajo en España:

→1.350.000 empresas unipersonales ocupan a 1,3 millones de trabajadores.

→1.073.000 empresas con plantillas de 2-5 trabajadores ocupan a 2,68 millones de empleados.

→273.000 empresas con plantillas de 5-500 trabajadores ocupan a 9,3 millones de empleados.

→1.600 empresas con plantillas de más de 500 trabajadores ocupan a 1,63 millones de empleados.

→2,4 millones de trabajadores son funcionarios.

Vista esta distribución de la población activa empleadas, nos preguntamos hasta qué punto es eficaz la aplicación de esta ley a la estructura empresarial de España y hasta qué punto las medidas que propone son eficaces para conseguir los objetivos que persigue, que son, por otra parte, perfectamente legítimos. Como señalábamos anteriormente, algunos expertos han llegado a decir --no sin fundamento-- que la aplicación de la ley en pequeñas y medianas empresas consigue lo contrario de lo que se había propuesto (recordemos la conciliación familiar y laboral en el colectivo de las mujeres trabajadoras). Muchos empresarios pequeños ven la incorporación de una mujer joven como una amenaza creciente, con lo que probablemente la ley no sólo haya sido ineficaz, sino contraproducente.

Error conceptual

Muchas de las políticas públicas no funcionan como se pretende por un motivo muy claro. Se basan en una confusión conceptual: confunden churras con merinas. Una cosa es luchar por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y otra distinta es intentar conciliar la vida familiar y la vida laboral. Evidentemente ambos objetivos tienen elementos en común, pero son básicamente cosas distintas.

Para intentar conciliar la vida laboral y la familiar, la primera cosa que hay que hacer es conocer cómo evolucionan la primera y la segunda en nuestro país e intentar entender cómo los poderes públicos pueden «conducir» a las empresas y a la sociedad en general a modificar sus conductas de manera que el resultado sea una mejor calidad de vida para todos. Desde el punto de vista de quien suscribe, el Estado, ese gran leviatán que marca los objetivos de nuestras vidas, pretende que:

→Trabajen tantas personas como sea posible (porque al Estado le interesa que la gente trabaje, cree valor, cotice a la Seguridad Social y pague impuestos, no nos engañemos).

→A la vez estas personas tengan tiempo para dedicar al cuidado de sus familiares (porque si no el Estado lo tendrá que pagar con los impuestos de todos).

Para conciliar estos 2 objetivos «sociales» (no vamos a profundizar, aunque es un ejercicio de imaginación muy instructivo, en un posible modelo en el que los objetivos fueran que nadie trabaje y que cada cual se ocupe de lo suyo), las cuestiones clave que están sobre la mesa no han sido objeto de ninguna política pública inteligente. A continuación los analizamos brevemente.

Vacaciones

Vaya pedazo de problema. Me gustaría saber qué le gustaría proponer al ministro del ramo si no tuviera miedo de las reacciones de los sindicatos de profesores. Sólo queremos apuntar algunas de las disfunciones que crea el sistema actual. Los padres (las familias enteras) están completamente sujetas a los mismos períodos vacacionales: Navidad, Semana Santa y agosto, períodos en los que se producen aglomeraciones rayanas al caos en carreteras, autopistas, zonas de «descanso» (estaciones de esquí, playas, etc.). Las consecuencias de esta estacionalidad tan acusada en la economía son enormes: imposibilidad de trabajar con calidad en períodos de tiempo tan cortos, imposibilidad de contratar a gente de forma estable, imposibilidad de asentamiento de personas en territorios que viven de un turismo demasiado estacional, colapsos en los medios y vías de transporte, en las infraestructuras, que están medio vacías en el 80% y saturadas en el 20% del tiempo, etc.

Lo del mes de agosto en España clama al cielo. Curiosamente, a menudo en agosto hace peor tiempo que en julio, por lo que no estaría mal empezar a trabajar antes, como en Europa del norte, y parar antes (sobre el 15 de julio). Los niños, a la escuela el 25 de agosto (¡qué descanso para los padres y qué conciliación para casi todos!).

Períodos de vacaciones y calendario de festivos

Otro tema candente. ¿Cuantos períodos de descanso deberíamos tener al año? Después de un trimestre de «4» meses sin parar, todo el mundo está agotado. Después, una desconexión total de 4 semanas y una vuelta al trabajo con síndrome posvacacional. Es una opción claramente disfuncional. ¿No sería mejor copiar a los vecinos del norte, hacer una buena semana entera a mediados de octubre, otra en Navidad, una en febrero, semana santa, y acabar el curso el 10 de julio? Y dejarnos de una vez de puentes y puentecillos, fiestas locales, regionales, autonómicas, astronómicas, nacionales e internacionales que sólo hacen que partir las semanas, romper el ritmo de trabajo y crear problemas a los padres que no saben qué hacer un día entre semana con unos niños que deberían estar en la escuela. Un ejemplo: los puentes de este otoño para alguien que trabaje en Barcelona, como es mi caso. Tuve fiesta el 11 de septiembre, fiesta el 25 de septiembre, fiesta el 12 de octubre (jueves) y puente el 13, claro. Seguimos con el serial. La segunda y cuarta semana de diciembre no habrá quien trabaje, entre el puente de la Purísima y Navidad. O sea, un mes divertido. ¿No sería más lógico trabajar semanas enteras y dejarse de tanta fiestecilla, para poder programar alguna cosa razonable con los críos? Irse de viaje una semana a Menorca, por ejemplo, que está preciosa en octubre y, además, haríamos un favor a la economía de la isla.

Horarios escolares

¿Cuántas escuelas realizan actividades hasta las 6 de la tarde? Acabar la jornada escolar a las 5 de la tarde y tener a los padres o madres «esperando» a la puerta de la escuela a las 16.45 es malgastar el tiempo. ¿No sería mejor para todos que los críos estuvieran en el colegio hasta las 18 h y el viernes acabaran a mediodía, para evitar los colapsos del viernes por la tarde? (Estas propuestas, evidentemente, serían de difícil aplicación a trabajadores que han de tratar directamente con el público, como sucede en la farmacia, pero aunque el farmacéutico/a titular o sus empleados/as tengan asumido, por las circunstancias del negocio, un horario extensivo o a turnos, no por ello van a estar menos interesados en que su pareja, si trabaja, por ejemplo, en una oficina, tenga un horario más racional y pueda dedicar algo más de tiempo a la casa o a los niños, sin agobios, porque ello redundará en una mejor organización del hogar.)

Horarios de la televisión y el ocio

¡Vaya problema! Se quejan de que la gente va menos al cine. Pongan la sesión de noche a las 21 h, en lugar de a las 22.30 h y verán. A las 20 h es demasiado pronto, los críos no están en la cama... Si sales al cine en un día laborable, entre que llegas a casa y te duermes, son las 2 de la mañana. ¡Al día siguiente, levántate a las 7!

Sales a cenar y muchos restaurantes no abren hasta las 21 h. Total, que empiezas a cenar a las 22 h y te acuestas tarde y con el estómago lleno. Mal. Se duerme mal.

A los que les gusta ver películas en la tele no les queda más remedio que esperarse a que acabe el telediario ¡de las 21 h!, tragarse los 20 minutos de incitación al consumo que tocan en este momento de prime time y resignarse a que les dosifiquen una película entre corte publicitario y corte publicitario (30 minutos más de incitación al consumo). Con suerte, la película acabará rondando la media noche. Agotador, ¿no es cierto? En resumen, que en este país en el que se come tarde y en exceso, se dedica demasiado tiempo al almuerzo y se cena muy tarde, la gente se acuesta tarde... y se levanta temprano.

Después dicen que el estrés es la primera causa de baja laboral. No nos extraña. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Uno se pregunta: ¿y para qué está el Gobierno?

En definitiva

Conclusión: la conciliación de la vida familiar y laboral pasa por la manera en que organizamos nuestro tiempo y espacio a fin de desarrollar nuestra existencia del modo más humano posible. Como decía Kant, tiempo y espacio son las condiciones básicas de la experiencia. A ver si actuamos sobre ellas de forma inteligente, de una vez. Sin que nos salga el tiro por la culata.

Tiempo y espacio

Los problemas de movilidad son otro de los temas al rojo vivo. El cáncer de nuestra sociedad son los coches y los embotellamientos. A esta disfuncionalidad algún día habrá que ponerle freno, pero freno de verdad. El automóvil tiene una característica que lo convierten en una auténtica bomba social: todo lo que tiene de útil y de bueno para el individuo lo tiene de inútil y malo para la sociedad como conjunto. Lo que es bueno para uno se convierte en malo para todos. No tiene sentido ninguno seguir invirtiendo en carreteras. Lo que hay que hacer de una vez es una apuesta decidida por el transporte público y el urbanismo sostenible, no estos monstruos de ciudades a los que parece que tendemos inexorablemente. Escribo este artículo desde Vitoria, donde he podido constatar como un tamaño de ciudad razonable y un urbanismo pensado para las personas y no para los grupos inmobiliarios hacen de la ciudad un espacio relajado de convivencia y actitud social ejemplar. No hay ruido, la gente pasea, se cuenta sus historias, se toma unos pinchos a las 19 h, se mueve en bicicleta, compra cuatro caprichos... algo que se parece a la polis hecha a la medida de las personas.  

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