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Vol. 53.
Páginas 52-62 (Julio - Diciembre 2015)
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Sobre un documento olvidado de Carlos de Sigüenza y Góngora: la «Descripción de la Bahía de Santa María de Galve» (1693), contribución al proyecto de poblamiento del septentrión del Seno Mexicano
About a forgotten document by Carlos de Sigüenza and Góngora named “The Description of the Bay of Santa María de Galve” (1693); a contribution to the project of population of the Northern Mexican Gulf
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María Luisa Rodríguez-Sala
Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, México D. F., México
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Resumen

La travesía del almirante de la Armada de Barlovento Andrés de Pez a las costas septentrionales del Seno Mexicano (julio-septiembre, 1667) resultó exitosa. Momentáneamente puso fin a las inquietudes peninsulares y novohispanas sobre una invasión francesa a aquellos territorios. Sin embargo, originó nuevos proyectos: misional y exploratorio-geográfico-defensivo. Aquí, destaca Carlos de Sigüenza y Góngora, quien participó en el viaje y elaboró su «Descripción de la Bahía de Santa María de Galve». Hemos rescatado el documento original y estudiado en el contexto de las inquietudes proteccionistas españolas.

Palabras clave:
Travesía marítima
Seno Mexicano
Plano
Descripción
Sigüenza y Góngora
Rescate documental
Abstract

Maritime voyage of Andrés de Pez to the Northern costs of the “Seno Mexicano” (Gulf of Mexico), July-September, 1667, was an exit to the Spanish and New Spanish authorities unrest regarded a French invasion to those territories. But, at the same time, arose new projects: missional and exploratory-geographic-defensive. At this moment we find the participation of one of the most prestigious new-spanish scientist, Carlos de Sigüenza y Góngora. He took place at the voyage and elaborates his “Descripción de la Bahía de Santa María de Galve” (Panzacola Bay). We have recovered the original document and studied it in the Spanish protectionists unrest in regard to its East-northern possessions.

Keywords:
Maritime voyage
Gulf of Mexico
Map
Description
Sigüenza y Góngora
Documental rescue
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Antecedentes

El resultado de la travesía que el almirante de la Armada de Barlovento don Andrés de Pez realizó a las costas del Seno Mexicano durante los meses de julio a septiembre de 1667 fue sumamente exitoso, desde la perspectiva náutica1. Ese reconocimiento de parte del septentrión de la Nueva España puso fin a las inquietudes de las autoridades peninsulares y novohispanas acerca de una invasión de los franceses. Pero pronto, nuevas noticias volvieron a despertar el temor, especialmente del virrey Melchor Portocarrera y Lasso de la Vega, conde de la Monclova debido a las declaraciones de un inglés, Rafael Huylqui, en realidad, de apellido Wilkinson. Este personaje capturado en La Habana en septiembre de 1687 fue enviado a Veracruz y ahí aseguró a las autoridades portuarias que encontraría la entrada al río en donde habían desembarcado los franceses años atrás y establecido un poblado llamado St. Jean.

Se le remitió a la capital en donde fue nuevamente entrevistado y el virrey no quiso dejar sin comprobar estas noticias y encargó un viaje marítimo más, el cuarto de esta serie, si bien las contradicciones en lo relatado por el inglés no dejaron de despertar dudas. La expedición quedó, de nuevo en manos de Pez acompañado por el piloto Juan Enríquez Berroto, quienes salieron de Veracruz a principios de marzo de 1688. Llevaron consigo al inglés para que les señalara lo dicho. La travesía tomó rumbo directo a la Bahía de la Mobila y después a la entrada del Río de la Palizada, como sabemos el conocido Misisipi. Los reconocimientos no proporcionaron resultado alguno, Wilkinson confesó, que en realidad, no conocía la región y los navegantes retornaron a Veracruz el 27 de abril, en donde Pez presentó una breve relación de hechos, la primera parte firmada en el Cabo de Lodo el 5 del mismo mes2.

Ante este nuevo reconocimiento, las inquietudes se calmaron, pero no por mucho tiempo, ya que desde el septentrión oriental, el gobernador del Nuevo Reino de León, Alonso de León, envió novedades. Sus amigos y aliados, los indígenas tlaxcaltecas, asentados en la región, habían encontrado, poco más allá del Río Bravo, a un francés, Jean Géry, quien vivía como jefe de una tribu local. Lo llevaron ante el gobernador y sacaron en claro que, efectivamente, años atrás había existido un asentamiento francés. El capturado ratificó su dicho en la capital novohispana ante el virrey, quien, de nueva cuenta, consideró la necesidad de aclarar la presencia extranjera en la región costera del Seno Mexicano. Ahora desde tierra, pero también desde el mar, solamente que limitada la exploración marítima a las inmediaciones del Río Bravo.

La quinta travesía tuvo lugar en el verano de 1688 y la realizaron nuestro ya tan conocido Andrés de Pez, ahora acompañado por el capitán don Martín de Rivas. Desde Tampico se adentraron en el Río de las Palmas, el Bravo, en la Bahía de San Bernardo y hasta el Río de los Cíbolas y regresaron, convencidos de que ya no quedaba resto alguno del desastre francés. Los navegantes salieron de Veracruz el domingo 8 de agosto de 1688 y volvieron el miércoles 29 de septiembre. De este viaje se dispone de un interesante «Diario»3 que no ha sido aprovechado.

Cuando los integrantes de esta travesía regresaron, el virrey de la Nueva España ya era otro, Gaspar Melchor Baltasar de la Cerda, conde de Galve llegado el 20 de noviembre de 1688, quien tomó la decisión de reiniciar de inmediato la exploración por tierra y la encomendó al capitán y gobernador don Alonso de León.

En marzo de 1689 se inició la nueva marcha desde la Nueva Vizcaya con fuerzas del Nuevo Reino de León. Llegaron más allá del Río Bravo y se adentraron en las costas inmediatas hasta llegar al triste sitio en el cual La Salle trató de establecerse y en donde más adelante cayó víctima de sus propios hombres. Los exploradores encontraron entre las tribus indígenas a dos franceses, quienes hicieron relación de los acontecimientos de años atrás y confirmaron que la incipiente colonia había sido totalmente destruida. El gobernador y su gente retornaron a Coahuila para dar amplia cuenta de sus encuentros; Alonso de León envió su informe desde Coahuila el 16 de mayo y el virrey informó de ese viaje el 14 de junio. Así quedó totalmente esclarecido el problema que, durante tres años y medio, inquietó a las altas autoridades peninsulares y locales. De este reconocimiento se cuenta con un mapa con muy mala resolución por lo cual no lo insertamos4.

Esta certeza dio origen a acciones inmediatas, unas de carácter religioso y las otras, defensivo, pero, finalmente, unidas. Las primeras se plasmaron en el inicio y desarrollo de la evangelización entre los indios de los Texas a través de la fundación de misiones de 1689-1694. Las segundas, a un proyecto exploratorio y ocupacional-defensivo, precisamente, en el cual se inscribe la interesante descripción de la Bahía de Santa María de Galve, antes conocida como de Panzacola que debemos al catedrático universitario y cosmógrafo real, don Carlos de Sigüenza y Góngora. Este documento ha despertado muy escaso interés de los estudiosos del sabio novohispano (Mayer, 2000; Trabulse, 1988), ha sido tan solo Irving A. Leonard, quien lo inserta en su trabajo sobre Sigüenza, pero sin mayor análisis. Nosotros, no solo lo rescatamos en su original, sino que lo estudiamos en el contexto de las inquietudes españolas por proteger sus posesiones en el norte del Seno Mexicano. Adicionalmente, mencionamos que el libro de Leonard, impreso en 1963, es ahora ya de difícil localización5.

El proyecto de la Bahía de Panzacola

Este inciso sigue en parte el trabajo de Dunn (1917). Muchos de los documentos han sido revisados directamente en el Archivo General de Indias.

La certeza de que no había peligro inmediato de invasión extranjera en las costas septentrionales del Seno Mexicano desplazó el interés hacia el aspecto defensivo de aquellos territorios. De nuevo debemos al Almirante Andrés de Pez llamar la atención de las autoridades novohispanas y peninsulares hacia la existencia de una magnífica bahía en la cual se podría establecer un punto defensivo fundamental. Su insistencia fue decisiva y sus argumentos se basaron tanto en que las bondades de la bahía podrían volverá incitar la invasión extranjera, como en que el sitio era mucho más recomendable que el propio fuerte de San Agustín en La Florida. Pez llegó inclusive a recomendar que se abandonara ese puerto, ya que no era de gran utilidad para España y que el dinero que se le destinaba, debería ser canalizado a Panzacola con resultados mucho mejores. El conde de Galve, si bien no descartó la propuesta de Pez, tampoco la apoyo abiertamente, especialmente por no considerar conveniente el abandono de San Agustín. Sin embargo, recomendó a Pez que se trasladara a la península, llevara una carta del virrey al presidente del Consejo de Indias y que expusiera su proyecto directamente a este alto mandatario y no al Consejo como tal.

Largas diligencias y discusiones se entablaron entre el fiscal real y el Consejo, el primero había recibido por la vía normal la propuesta y la consideró, acertadamente como la historia provería, poco viable; sin embargo, la llegada de Pez en enero de 1690, su plática con el presidente del Consejo y la entrega de la carta virreinal dieron un vuelco a la situación. El fiscal cambió su actitud poco favorable y apoyó y utilizó los mismos argumentos de Pez, el poblamiento de la bahía y la construcción de un fuerte, si bien no transigió sobre el abandono de San Agustín. La reunión de la Junta de Guerra se pospuso hasta octubre de ese año y acertadamente, fue muy poco favorable al proyecto de Panzacola.

De los miembros de la Junta, sólo uno de ellos, Gaspar de Portocarrero, apoyó la propuesta del fiscal y de Pez y el principal opositor fue el influyente marqués de La Granja, Luis Ignacio Laurencio de Castilla y de Guzmán. Este personaje esgrimió fuertes objeciones, la principal y más destructiva, desde luego de corte estrictamente político coyuntural fue su convencimiento de que Inglaterra, Francia y Holanda no constituían amenaza alguna para los establecimientos del Seno Mexicano. Cada una de esas naciones contaba ya con buenos puertos en sus posesiones más septentrionales y la Bahía de Panzacola les quedaba demasiado alejada. Adicionalmente, los reconocimientos de los primeros exploradores a esa bahía no habían establecido la existencia de buena madera para la construcción de navíos como aseguraba Pez. Por otro lado, el argumento misional necesario en la región de los Tejas no era contundente, ya que, existían muchos otros territorios carentes aún de misioneros. Uno más de los argumentos contrarios fue que el propio Pez no había reconocido personalmente la bahía, sólo poseía informes de segunda mano. El marqués de la Granja expuso como corolario a su rechazo al proyecto que el único remedio para evitar una invasión extranjera era crear una buena Armada.

El reporte final de la Junta se presentó el 22 de marzo de 1691 y resumió las objeciones del marqués; sin embargo sería el rey, quien daría la última palabra y, sorpresivamente, fue contraria a la Junta. Se apoyó, casi exclusivamente en la propuesta de su fiscal, quien como hemos dicho, apoyaba casi unánimemente la de Pez, y quien desde luego debía contar con el apoyo virreinal. La resolución real fue dada a conocer y a la Junta no le quedó otro remedio que prometer acatarla, pero, claro está, totalmente contra su voluntad.

Este rechazo implícito se manifestaría en poner obstáculos a la ejecución de la orden real y con ello a los caminos del propio Andrés de Pez. La Junta en consulta de septiembre de 1691 recordó al rey y al virrey que era necesario confirmar y determinar los conocimientos que sobre la bahía se tenían. Recomendó y aconsejó que se enviaran pilotos e ingenieros competentes que examinaran la bahía de Panzacola y conocieran en definitiva la verdad sobre la región entre ese accidente geográfico y la otra bahía, la del Espíritu Santo que los peninsulares confundían entonces con la de la Mobila. De igual forma, los miembros de la Junta opinaron que si el virrey tuviera sospechas de invasión podría fortificar la bahía y que para ello recibiría suplementos de inmediato, lo cual desde luego no sucedería. Se volvió a insistir en que San Agustín debía permanecer como estaba. El monarca admitió las recomendaciones de la Junta sin mayor comentario, un simple como parece, que era una forma escueta de aceptar lo propuesto.

Sin embargo, la reacción definitiva del rey no se produjo hasta unos meses más tarde en forma de las acostumbradas cédulas reales. La relacionada con el proyecto de Panzacola se expidió en Madrid el 6 de junio de 1692 y en ella se encomendó al virrey preparar las expediciones por tierra y por mar para el reconocimiento de la región6. Estamos ya en los antecedentes inmediatos del proyecto que reclamaría de nuevo la atención del entonces ya caballero de la Orden de Santiago7, el antiguo capitán Pez y que involucraría al sabio novohispano Sigüenza y Góngora. Poco después de recibir la distinción de esa orden militar, el Almirante regresó a la Nueva España en 1692 llevando consigo cartas directas para el virrey, conde de Galve. Para esa fecha Pez contaba ya con la designación de la Junta y del rey para emprender el reconocimiento de la bahía de Panzacola o de Santa María de Galbe como él mismo escribió en su Relación de Servicios8.

El reconocimiento de la Bahía de Santa María de Galve

El conde de Galve recibió la orden real y de inmediato convocó el 2 de junio de 1693 a una Junta general para establecer las medidas pertinentes al futuro reconocimiento. Las decisiones fueron unánimes en cuanto a que el mando se diera al Almirante Pez y que debería ir acompañado del cosmógrafo real Sigüenza y Góngora y a ambos se les comunicó lo anterior el 6 del mismo mes. En acatamiento a la orden real, junto a la expedición marítima, se preparó también la terrestre. Quedó encomendada al nuevo gobernador de La Florida, Laureano de Torres y Ayala, quien pasó por la ciudad de México en dirección a tomar su cargo en aquella península9.

En el interesante y propiamente inédito documento de Sigüenza y Góngora10 queda asentado que el viaje lo realizaría acompañando al Almirante de la Armada de Barlovento Andrés de Pez a quien la Junta y el virrey habían encomendado el viaje al Puerto de Panzacola, bahía de la Mobila y Río de la Palizada. El objetivo residía en demarcar y describir esos lugares según lo había decidido el monarca.

Don Carlos escribe su Descripción en primera persona y así nos dice que salió en la fragata Nuestra Señora de Guadalupe del puerto de San Juan de Ulúa el 25 de marzo. Para el martes 7 de abril, 13 días más tarde, consideró que habían llegado a la bahía de Panzacola según las señas que de ella tenían. Confirmadas estas, al día siguiente, a las 9 de la mañana entraron en ella. En este folio el sabio novohispano, acorde a sus buenos conocimientos históricos, consideró que ese puerto era el mismo del que había escrito el Inca en su historia de la Florida, Libro 1, Cap. 2 y al que había llegado, recién descubierta América, un piloto que se llamaba Miruelo. Y, al que poco después visitara Pánfilo de Nárvaez en su infeliz jornada. Así como que también se trataba del puerto que Hernando de Soto, el Adelantado de la Florida, había llamado Achusi después de encontrarlo su capitán Diego de Maldonado y que se encontraba separado unas 60 leguas del de Aute que se correspondía al Apalache de aquella época11. En este despliegue de sus conocimientos sobre la historia de la región, don Carlos dejó escrito que esa misma bahía había sido por la que se internó el marqués don Tristán de Luna y Arellano en tiempo del virrey Luis de Velasco, primero, con 14 embarcaciones. De este suceso, señaló Sigüenza había dado amplia cuenta fray Agustín de Ávila Padilla, arzobispo de la Española en su historia sobre los predicadores de la Provincia de Santiago12. Anotó que se le había dado el nombre de Santa María y que él quería conservarlo, razón por lo cual después de haber cantado el Te Deum laudamos, la intitulé la Bahía de Sta. María de Galve y el Almirante mandó que así se la rotulase en las cartas marinas.

Al día siguiente, Sigüenza se embarcó en la falúa y llevó consigo al piloto Pedro Fernández Cenra, a los capitanes Juan Jordán, de la balandra, y a Cristóbal de Chavarría, a los alféreces Juan de la Riva Agüero y Antonio Sánchez y a 14 artilleros para con ellos proceder a la demarcación y examen. En primer lugar determinó la anchura de la tierra desde una punta de arena muy blanca que llamaron de Sigüenza hasta un punto fijo enfrente que parecía una barranca. Para ello determinaron dos ángulos y midieron por la distancia más corta entre las dos playas y de la operación trigonométrica se obtuvieron 3.002 varas. En tanto el cosmógrafo realizaba sus operaciones, los hombres encontraron que las aguas de la bahía estaban llenas de diferentes clases de peces y moluscos y asombrados, comenzaron a una voz a bendecir la bahía.

La segunda tarea fue sondar el canal de playa a playa y encontraron hasta ocho brazas, profundidad que no varió durante unas 1.200 varas para disminuir después poco a poco. La tierra en torno a la bahía corría alta y acantilada casi como una barranca; los montes eran de pinos y se daban palmitos y zarzamoras. Se vieron huellas de cíbolos, león o tigre y perdices. A esas barrancas se les dio el nombre de Sto. Tomé. Al oriente de la Punta de Sigüenza se vio una primera punta como a distancia de una legua y se la llamó Punta Redonda y con rumbo del noreste se alcanzó a ver otra hasta la que se navegó por legua y cuarto y se la llamo Punta de Cenra por el piloto que iba en la falúa. En este sitio la balandra que iba apartada de la falúa, encalló por lo bajo del agua que alcanzaba sólo 11 palmos. Se logró sacarla en 14 y 15. Se comprobó que el fondo no era nada regular y que realmente se trataba de un estero por lo cual navegaron con rumbo del este y sureste en demanda de una nueva punta que se llamó Punta de la Cadena situada dos leguas desde donde había encallado la balandra.

Desde este punto la tierra se volvía al noreste por espacio de media legua hasta una nueva punta muy delgada. En ella vieron restos de bohíos de pescadores y una estaca para amarrar los cayucos. Las puntas continuaron apareciendo, la última demarcada se la llamó Punta de Gijón; Sigüenza anotó que la tierra parecía toda poblada de árboles con algunos altos médanos de arena muy blanca.

Para ese momento la fecha era la del sábado 11 de abril y la travesía con rumbo oeste-noreste a través de una costa llena de altísimos pinos los condujo a aguas cada vez más dulces. Salía una punta, una isleta y varias caletas y consideraron que era la entrada a un río con su canal. En la costa sur alcanzaron a ver a unos indios que se alejaban corriendo y los seguía un perro muy feroz. En tierra había quedado una hoguera con una olla con guisado de cíbola, algo de carne a medio asar, en unas cestas maíz y semillas de calabaza, en unas bolsitas de gamuza lana de diferentes animales, así como otros objetos, plumas de pájaros para ornamentos, e inclusive, una pequeña hacha. Sigüenza aclaró a sus acompañantes que lo que creyeron eran unas cruces de caña, tan solo constituían pequeñas ruecas para hilar. Los españoles dejaron todo como lo encontraron y en cestas depositaron bizcochos, una buena cantidad de cuchillos y navajas y una Santa Cruz. Muy poco más adelante encontraron otro poblado con restos indudables de estar habitado y de contener pertenencias humanas de diferente índole, desde comida y utensilios, muchas pieles de animales, lana y mucho hilo delgado y grueso hasta herramientas varias y cayucos amarrados. Vieron desaparecer a muchos más indígenas. Este paraje lo nombraron Baratillo por la gran cantidad de cosas que habían encontrado. Fue el primer acercamiento humano al que seguirían otros, pero ninguno logró poner en contacto directo a los exploradores con los nativos.

Continuaron el viaje con rumbo al oese-sur-este por espacio de tres leguas y media, pero tuvieron que regresar sobre su camino ya que numerosos troncos les impidieron pasar. Al regresar al Baratillo se percataron que los naturales habían recogido parte de lo que les habían dejado y que junto a la cruz antes colocada, los indígenas habían formado otra cubierta con un cuero de venado. Sigüenza interpretó que posiblemente se trataba de una recompensa a lo que ellos les habían dejado.

El río localizado fue llamado Jordán y el cosmógrafo real dejó asentado que los pinos de sus riberas eran muy altos y apropiados para la construcción de arboladuras para grandes embarcaciones. La tierra era de muy buen aspecto y parte de la vegetación la comparó Sigüenza con la que conocía de la Nueva España, inclusive proporciona nombres autóctonos como la xocopa y yolosuchil.

La cotidiana narración de Sigüenza se mantiene en este tenor de detallada descripción de todo lo observado, de minuciosa consignación de cada accidente geográfico y de los encuentros esporádicos con los naturales de la región, como se puede apreciar a lo largo del documento. Se cierra el día 6 de mayo cuando llegaron al Río de la Palizada (Mississippi) y comprobaron que no lo podían navegar debido a la gran cantidad de troncos que impedían la entrada13. Antes de seguir adelante con los escritos de Sigüenza, incluimos el mapa que nos legó (fig. 1)14.

Figura 1.

Mapa de Carlos de Sigüenza y Góngora sobre la Bahía de Santa María de Galve.

(0,18MB).

A continuación y de inmediato Sigüenza incluye una Recopilación que resume todo lo que se le había encargado observar, anotar y describir y que redactó y firmó en el puerto de San Juan de Uluá el 15 de mayo de 1693. En ella, con un claro lenguaje y un orden de indudable sabor científico, primero señala 13 puntos y después pasa a desarrollarlos detallada, pero resumidamente. Solamente la lectura de esta Recopilación sería suficiente para tener una clara idea de los resultados del viaje de exploración. En este documento el sabio cosmógrafo real agrupa lo conseguido y señala los días que se ocuparon en cada logro. Revisa los resultados geográficos, los ríos, las ensenadas, las puntas, los esteros, en una palabra, todo accidente geográfico encontrado y señala los nombres que se les asignaron. Se ocupa de la naturaleza de las costas, su tierra, su fauna y flora, con especial énfasis en la abundancia de pinos de buena madera, árboles y hierbas utilizables. Hace mención a los naturales a quienes vieron siempre desde lejos, sin un verdadero acercamiento y por lo tanto sin poder observar su naturaleza como se le había encargado; pero sí conoció y exploró, junto con aquellos miembros de la exploración que correspondía, sus pequeños asentamientos y describe lo que en ellos encontraron.

Sigüenza se refiere especialmente a los sitios en que consideró eran recomendable establecer asentamientos españoles, y, especialmente, dónde se podría fortificar la entrada a la Bahía de Santa María. Para ello recomendó la Punta de Sigüenza y la barranca de Sto. Tomé por sus excelentes condiciones y por la abundancia de madera para levantar la posible fortificación. Al respecto escribió que no había parte donde no se hallen hermosísimos pinos, cipreses, sabinos, robles y encinos. La vegetación de la región fue ampliamente expuesta, Sigüenza enumeró los variados y abundantes frutos a los que añadió que se daban nopales, uvas, zarzamoras, ciruelas y moras así como muy diversas yerbas olorosas. Y que los indígenas cultivaban maíz, calabazas y raíces comestibles. En cuanto a la fauna citó la presencia de cíbolos, venados, conejos perdices, castores, nutrias, cibelinas, pavos reales y de las Indias, gallaretas y golondrinas, así como numerosas especies de peces. Asentó que en la Bahía de la Mobila se había sondeado su barra y que había sido imposible entrar por el Río de la Palizada.

Después de enviar esta Recopilación, Sigüenza escribió al virrey una carta más, fechada ya en la ciudad de México el 1.° de junio de 169315. En ella insiste en que la Bahía de Santa María de Galve era la mejor alhaja que posee S. M. no solo en la América, pero en toda su monarquía. Vuelve a dar las medidas de ese accidente y escribe que su fondo va desde las cuatro brazas y media hasta las ocho, sin riesgo de bajos y de arrecifes, a ella podrían entrar fragatas no muy pequeñas, las cuales podrían anclar a lo largo de sus casi 11 leguas y a lo ancho de una, dos y hasta tres leguas, guardadas de todos los vientos. Según el cosmógrafo era fácil establecer 100 o más astilleros de los cuales se podrían echar al agua navíos de todos los portes, arbolados con la madera de los árboles de los montes vírgenes. En la bahía desaguaban varios ríos, entre ellos el del Almirante por el cual podrían subir navíos de hasta 400 toneladas totalmente cargados.

En cuanto a su ubicación, Sigüenza opinó que desde la bahía se podía ir a Veracruz, La Habana o Campeche y a cualquier otro puerto en viajes de 8-10 días con vientos cómodos. Las embarcaciones de guerra podrían llegar a la Sonda la Tortugao a la de Campeche, en tres o cuatro días.

No dudó el cosmógrafo en asentar que había facilidad para fortificar la boca de la bahía con poco trabajo y que quienes en ella vivieren, encontrarían suficiente sustento. Aseguró que era urgente que se atendiera esa fortificación, pues no sería raro que todos los que habían viajado con él, fueran los divulgadores de las ventajas que representaba poblar esa región. Al mismo tiempo, los franceses, una vez concluida su guerra, insistirían en ocuparla.

El virrey, a la recepción de las cartas de Sigüenza, convocó a Junta general del 2 de junio del mismo año. A ella asistieron los tres oidores de la Real Audiencia de México, los dos alcaldes de la Sala del Crimen, los dos contadores del Tribunal de Cuentas, los oficiales reales, el contador general de tributos, el fiscal y el propio cosmógrafo real. Todos ellos conocieron el resultado de la expedición y coincidieron que era necesario y conveniente la fortificación de la bahía a la mayor brevedad posible para prevenir su ocupación por otras naciones. Al mismo tiempo, se aprobó que se enviara a la Corte la decisión tomada con toda la información recolectada durante la travesía y pedir al rey el envío de familias para poblar la región, así como de armas y los pertrechos indispensables16. La Junta pidió al factor Sebastián de Guzmán y Córdoba, al Almirante Pez y al cosmógrafo real se reunieran y propusieran el modo con que se debería realizar la fortificación. Los tres personajes, según escribe Sigüenza, no coincidieron en sus propuestas y por ello el sabio novohispano envió al virrey la suya propia, misma que había presentado en la Junta. Así, escribió que, según su opinión por lo pronto se deberían enviar 50 hombres, no solo bien proveídos de bastimentos para 6 meses, sino de escopetas, pólvora, balas, cuchillos de monte y todo lo que fuera necesario para su personal defensa. El contingente debería ir directamente al Robledal o a cualquier otro paraje de los cercanos al Río Jordán, y que al no estar muy distante el pueblo de Panzacola, se podrían realizar entradas por la tierra adentro para entregar rescates a los indígenas y asegurar el camino entre esos dos parajes. De igual forma, Sigüenza propuso situar el poblamiento principal en el Río del Almirante y aclaró que en tanto se enviaban familias de la península o de las Islas, se podía pregonar en las ciudades de México, Puebla, Veracruz para reclutar pobladores. El incentivo para esas familias sería darles muchas tierras, exenciones de gabelas y privilegios de nobleza con lo cual y la fama que ya corría sobre aquellas tierras, estimularía a muchos para trasladarse.

El sabio cosmógrafo consideró que con esos posibles pobladores y la ayuda que recibirían de los indígenas, a quienes consideró muy agradados y beneficiados, los españoles harían todos los esfuerzos para allegarse los materiales y pasar a fortificar la boca de la Bahía, formando en la Barranca de Sto. Tomé el castillo que mejor propusiera el ingeniero que se enviara para la dirección de esa fortificación. De igual forma, era indispensable que antes de enviar a los pobladores, se adelantaran 80 o 100 soldados y ocho o 10 artilleros con 100 mosquetes, 8-10 piezas de artillería de medias culebrinas con 50 balas y pólvora suficiente para cada pieza. Sigüenza recomendó que la dirección de esas obras de poblamiento debería quedar a cargo de persona muy activa, diligente, desinteresada e inteligente en el arte militar y que, además de ella, deberían pasar sacerdotes seculares o religiosos de la Nueva España o de La Florida para doctrinar a aquellos Indios, que es lo primero. Si así se hiciera, se facilitará todo y tendrá buen fin. El cosmógrafo real firmó esta propuesta en la ciudad de México el 4 de junio de 169317.

Es este el último documento que se encuentra en este expediente, pero conocemos, por otra fuente de archivo, que el proyecto de la Bahía de Santa María de Galve se mantuvo vivo algún tiempo, pero finalmente no se realizó.

Las consecuencias

El apoyo virreinal a las propuestas de Sigüenza y de Pez se plasmaron en el envío al rey de los resultados, incluido el mapa de Sigüenza y a las negociaciones frente a los mercaderes novohispanos para apoyar la fortificación. Inclusive se recurrió al Consulado sevillano para solicitar refuerzos. Al mismo tiempo informó que estaba encargando al ingeniero austríaco Jaime Franck se preparara para visitar el terreno y planear la fortificación. Pez mismo embarcó con la documentación completa y llegó a España para diciembre de ese mismo año, el de 1693. Como era de esperarse la Junta de Guerra y el Consejo de Indias no impugnaron lo hasta entonces realizado, es más, pronto el rey emitió, el 13 de junio de 1694, una cédula que apoyaba la inmediata fortificación de la bahía. Fue remitida al virrey y al mismo tiempo, se apoyó la petición al Consulado para aportar los 20 mil pesos necesarios para iniciar las tareas en la bahía.

A pesar del interés real y virreinal, pocos avances se produjeron. Pez regresó a la Nueva España, el Consulado no dio muestras de conseguir el préstamo y año y medio más tarde, Galve informó en respuesta a la cédula de 1694, que debido a la falta de recursos, nada había podido hacer en favor de la fortificación18. Su fallecimiento puso fin a ese gran apoyo y entusiasmo, pero su carta despertó la inquietud de la Junta de Guerra. Se realizaron averiguaciones que confirmaron que el Consulado no había aportado dinero alguno, ante lo cual la Casa de Contratación de Sevilla intentó por todos los medios conseguir interesados en firmar un asiento para apoyar financieramente la empresa, pero sin resultados. Para ese momento la corona y los particulares habían quedado sin recursos debido a las fuertes exigencias de costear la larga guerra contra Francia. Afortunadamente en septiembre de 1697 se firmó la paz entre las dos naciones y poco después se recibieron noticias de que Francia revivía la antigua política de ocupación en las costas del Seno Mexicano. El monarca español reaccionó y expidió una nueva cédula real, la del 19 de abril de 1698, que apoyó enérgicamente la ocupación de la bahía y la fundación de un presidio en Panzacola. Se ordenó al ahora virrey, José Sarmiento de Valladares, conde de Moctezuma, reforzará las diligencias y se le prometió que en la próxima flota se embarcarían las tropas necesarias y junto con ellas, iría el ingeniero Franck para encargarse de la fortificación.

La corona buscó asegurarse que su decisión llegará a buen fin y tomó varias medidas, una de ellas, vinculada con los antecedentes de reconocimiento, consistió en entregar el mando de futuras expediciones al marino Martín de Aranguren Zavala. Con ello concluyó la era del Almirante Pez, quien para esa fecha estaba acusado de faltas graves, inclusive de cobardía, durante el ataque de los piratas a la costa cubana en 169719. De interés para este trabajo destaca el hecho de que las autoridades recurrieran de nuevo a Sigüenza en búsqueda de su asesoramiento en cuanto a la empresa de fortificación.

El sabio se sintió altamente reconocido y dio su opinión, en ella insistió en la urgencia de emprender la salida de Veracruz con 150 hombres bien pertrechados, que se completarían con fuerzas de La Habana y de La Florida. Manifestó que el desembarque debería hacerse en la Barranca de Sto.Tomé, como ya antes lo había expresado después de su travesía de 1693. Adicionalmente, manifestó que se ponía a la disposición, siempre y cuando su ya precaria salud se lo permitiese.

Junto a Sigüenza se exploró la opinión del navegante Andrés de Arriola y ambas coincidieron en lo sustancial; sin embargo, el reporte del marino fue mucho más amplio y detallado. En su escrito destaca la insistencia, bien argumentada y como se verá, muy acertada, de explorar detenida y ampliamente el Río de la Palizada (Misisipi). Lo consideró una vía de comunicación al interior, posiblemente hasta las posesiones francesas mucho más al norte. El fiscal real se decantó por este reporte más extenso que el de Sigüenza y los preparativos se iniciaron de inmediato con gran entusiasmo, pero con la lentitud acostumbrada en la administración peninsular y virreinal, no fue sino hasta octubre cuando las tres embarcaciones solicitadas por Arriola levaron anclas desde Veracruz.

La consecuencia directa de esta empresa fue, por fin, la construcción del recomendado fuerte, el presidio que recibió el nombre de «San Carlos de Austria» precisamente en la barranca de Sto. Tomé, sugerida por Sigüenza. Como se había previsto quedó a cargo del ingeniero militar Franck, quien lo levantó con maderas de la zona, en forma de un cuadrado de 100 varas por lado y cuatro bastiones (fig. 2)20.

Figura 2.

Planta del fuerte de San Carlos de Austria en Barrancas Bermejas de Santo Tomé.

(0,23MB).

Sin embargo, ninguno de los dos responsables de la empresa, Arriola y Franck quedaron satisfechos con ella, la región les impresionó desagradablemente, no encontraron la naturaleza que había sido reportada y el ingeniero acertadamente consideró que la fortificación de la bahía no tenía realmente justificación, pues los franceses podían ocupar y asentarse en cualquiera de las numerosas que existían. Pero, sin embargo, no abandonaron sus órdenes superiores y el asentamiento creció si bien con algunos percances, un connato de incendio y dificultades para conseguir víveres.

Pronto los asentados tuvieron que hacer frente, en enero, a la vista de cinco navíos franceses bien pertrechados, cuyos tripulantes y oficiales querían descender en la bahía. Se cruzaron cartas entre los capitanes y entre tanto los franceses sondearon la amplia zona y con ello el interés y deseo de posesión se incrementó. En los años inmediatos se sucedieron invasiones extranjeras en toda la región, franceses e ingleses establecieron poblaciones hacia el interior y las negociaciones diplomáticas y acciones varias se sucedieron. En la primavera de 1702, el francés Pierre Le Moyne d’Iberville tomó y se asentó en la Bahía de la Mobila. Con ello la invasión francesa fue un hecho en la Luisiana y su poblamiento vendría como consecuencia. Con lo cual parecía comprobarse lo que Sigüenza dejó asentado.

La reacción española fue muy débil y propiamente cedió ante los avances de su tradicional enemiga. Lo que sucedió más adelante en esta región del Seno Mexicano ya no corresponde a este trabajo, puesto que fue otra la dinámica que se enfrentó.

Sin duda, los aportes al conocimiento geográfico de esa región fueron resultado del interés español y novohispano en conservar aquellos territorios. Sigüenza y Góngora, como hemos visto, contribuyó con su trabajo personal y su magnífica Descripción de la Bahía de Santa María de Galve, no solo a la geografía, también a hacer posible su poblamiento con el inicial establecimiento del fuerte.

Nosotros afirmamos que, como ha quedado demostrado, las previsiones del sabio novohispano, las del marino Pez no fueron un fracaso, ni científico ni político. Gracias a ellas se logró el establecimiento del fuerte y con ello el intento de preservar ese pequeño territorio de los avances enemigos, por supuesto, a la corta sin resultados, como constata la historia de la Luisiana.

Finalmente, resaltamos que este trabajo da a conocer la existencia del documento científico del sabio novohispano, si bien citado y difundido por primera ocasión por Leonard, en la actualidad ya difícilmente accesible. En el proyecto del cual este artículo es uno de sus resultados, disponemos del documento íntegro a la disposición de los interesados.

Archivos

Archivo General de Indias (AGI)

- México

- Indiferente

- Santo Domingo

Archivo Histórico Nacional (AHN)

Real Academia de la Historia

[Sarrailh, 1979]
J. Sarrailh.
La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII.
Fondo de Cultura Económica de España, (1979),
Bibliografía
[Dunn, 1917]
W.E. Dunn.
Spanish and French rivalry in the Gulf Region of the United States, 1678-1702.
Studies in History: Butte, 20 (1917), pp. 1
[Leonard, 1963]
I.A. Leonard.
Documentos inéditos de Carlos de Sigüenza y Góngora.
Centro Bibliográfico Juan José Eguiara y Eguren, (1963),
[Mayer, 2000]
Mayer, A. (coord.) (2000-2002) Carlos de Sigüenza y Góngora, Homenaje, 1700-2000. México: Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2 vols.
[Trabulse, 1988]
E. Trabulse.
Los manuscritos perdidos de Sigüenza y Góngora.
El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, (1988),

María Luisa Rodríguez-Sala. Doctora en Historia por la UNAM. Investigadora titular de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. SNI III Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Premio Universidad Nacional. Actual línea de investigación: El Perfil de la Actividad Científica y de los Científicos en México: Presente y Pasado.

Sobre esta expedición tenemos un artículo concluido, aceptado y en impresión en la Revista de Historia Naval del Archivo Naval de Madrid.

La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Archivo General de Indias (AGI) México, 615, doc.45, fols.695r.-696v.

AGI, México, 616, fols. 738r-746v.: Del viaje del Capitán de Mar y Guerra Martín de Rivas hay un «Diario: diario del viaje que se va a ejecutar con el favor de Dios a la Costa de Barlovento de orden del Exmo. Señor Conde de la Monclova, Virrey, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España con las dos Galeotas a efectos del Rl. Servicio de su Mag. Siendo cabo de ellas el Capp. De Mar y Guerra Martín de Rivas».

AGI, México, 616, fols. 831r.-886r. Se cuenta con un mapa: Mapa del camino que el año de 1689 hizo el gobernador Alonso de León desde Coahuila hasta hallar cerca del lago de San Bernardo el lugar donde habían poblado los franceses. AGI, MP-México,86

Leonard (1963, pp. 62-93).

AGI, México,617, 3 folios.

Archivo Histórico Nacional, OM-Caballeros_Santiago, exp. 6444, Pruebas de la concesión del título de Caballero de Santiago de Andrés de Pez y Malzarraga, natural de Cádiz, 1690.

AGI, Indiferente, 133,N.100.

AGI, México, 617, documento 27 y Diario de Laureano de Torres y Ayala, Caballero de Santiago, Gobernador y Capitán General de San Agustín de la Florida en el viaje que va a hacer por orden del Conde de Galve, Virrey, Gobernador y Capitán General del Reino de la N. E. sobre la revista de las Bahías de Panzacola y Mobila por tierra desde el Puerto de Apalaches en este año de mil y seiscientos y noventa y tres, fols. 972r.-982r.

Nueva demarcación de la bahía de Santa María de Galve (antes Panzacola) que por orden del exmo. Sr. Conde de Galbe, virrey de la Nueva España hizo el año de 1693 don Carlos de Sigüenza y Góngora, cosmógrafo del rey, nuestro señor y su catedrático jubilado de Matemáticas de la Academia Mexicana. En Real Academia de la Historia, Madrid, Colección Muñoz, Vol. 1, fols.116-134v. y en AGI, México, 617, documento 13.

Se refería Sigüenza a Gómez Suárez de Figueroa, apodado Garcilazo de la Vega y a su Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto, título que quedó sintetizado en La Florida del Inca, impresa en Lisboa en 1605 y a la famosa obra de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y crónicas publicado en Zamora en 1555.

Dávila y Padilla (1596).

Corresponde al folio 134 del documento completo, el 35 de la Descripción.

AGI, MP-Florida_Luisiana,25

Real Academia de la Historia, documento 5.

Real Academia de la Historia, documento 6.

Real Academia de la Historia, documento 7.

Carta virreinal del 10 de diciembre de 1695, en AGI, México,617.

Sobre estas acusaciones, véase AGI, Santo Domingo,467, Expediente sobre la causa y prisión del general de la Armada de Barlovento D. Andrés de Pez y el Almirante Dn. Guillermo Morfi.

AGI, MP-Florida_Luisiana,28 viene de México,617.

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