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Inicio Cirugía Cardiovascular 11. Endocarditis fúngica: aún muchas controversias pendientes
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Vol. 24. Núm. 1.
Páginas e5-e6 (Enero - Febrero 2017)
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11. Endocarditis fúngica: aún muchas controversias pendientes
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A. Vena
Autor para correspondencia
anton.vena@gmail.com

Autor para correspondencia.
, P. Muñoz, M. Valerio, M. Rodríguez-Creixéms, M. Marín, M. Martínez Jiménez, M. Martínez Sellés, H. Rodríguez Abella, E. Bouza
Hospital General Gregorio Marañón, Madrid
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Introducción: La endocarditis infecciosa (EI) fúngica es poco frecuente y cursa con una alta morbimortalidad. No existe demasiada información sobre sus características diferenciales y persisten aún múltiples dudas sobre su tratamiento.

Material y métodos: Se incluyeron todos los episodios de EI diagnosticados según los criterios de Duke entre enero de 2008 y mayo de 2016. La información se recogió prospectivamente de acuerdo a un protocolo preestablecido (protocolo del GAMES). Los pacientes con EI fúngica se compararon con el resto de los pacientes con EI.

Resultados: Durante el periodo de estudio 12/435 episodios de EI (2,8%) estuvieron causados por hongos. Los microorganismos correspondieron a Candida albicans (5 episodios; 41,6%), Aspergillus fumigatus (2 episodios) y Candida glabrata, Candida parapsilosis, Candida tropicalis, Cryptococcus neoformans y Rhodotorula mucilaginosa (un episodio). El 66,7% (8 casos) afectaron una válvula natural, el 16,7% una protésica (2 casos) y 2 asentaron sobre dispositivos intracardíacos. Las enfermedades de base más frecuentes fueron neoplasia de órgano sólido (6 pacientes; 50%) y enfermedad pulmonar crónica (5 pacientes; 41,7%).

Cuando se compararon con los pacientes con EI bacteriana, los pacientes con EI por hongos tuvieron con más frecuencia neoplasia en el momento del diagnóstico (50 vs. 26,2%; p=0,06), endocarditis nosocomial (75 vs. 33,7%; p=0,003), un catéter venoso central en el momento del diagnóstico (58,3 vs. 30,5%; p=0,04) y un origen de la EI asociado a dicho catéter (58,3 vs. 30,3%;, p=0,04). No hubo diferencias significativas en la localización valvular, que fue en la mayoría de los casos aortica (25 vs. 41%; p=0,269) o mitral (25 vs. 52%; p=0,065); aunque más pacientes con EI fúngica tuvieron vegetaciones extravalvulares (50 vs. 0%; p=0,01). La tasa de abscesos cardíacos y la de complicaciones a distancia fueron similares.

Diez pacientes con EI fúngica recibieron tratamiento antifúngico combinado predominando la asociación de azoles con candinas (6) o AMB-L (4) un paciente recibió tratamiento solo con fluconazol y uno no recibió tratamiento. La duración media del tratamiento fue de 140 días. La mortalidad fue menor en pacientes que recibieron equinocandinas (83 vs. 33%; p=0,079). Los pacientes con EI fúngica se intervinieron quirúrgicamente con menos frecuencia que las EI bacterianas (33 vs. 43,3%; p=0,37) y tuvieron una mortalidad superior (50 vs. 30,3%; p=0,14). No hubo diferencias de mortalidad entre los pacientes con EI fúngica operados y los no operados (33% en ambos casos).

Conclusiones: La etiología fúngica supone el 2,8% de los episodios de EI diagnosticados en un hospital terciario. Afecta especialmente a pacientes con neoplasia y a portadores de catéter venoso central que desarrollan la enfermedad en el ámbito hospitalario. No pudimos demostrar un claro beneficio de la cirugía, aunque sí observamos que el uso de candinas en el seno de un tratamiento combinado se asoció a una cierta reducción de la mortalidad.

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