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Vol. 27. Issue 2.
Pages 40-42 (March 1999)
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¿Es el niño un adulto en miniatura?
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M A. Martín Mateos
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EDITORIAL


¿ES EL NIÑO UN ADULTO EN MINIATURA?

El niño es un ser en crecimiento y maduración, y difiere del adulto sobre todo en los siguientes aspectos: crecimiento y cambio de los caracteres morfológicos, inmadurez inmunitaria, inmadurez orgánica, maduración de la sexualidad, patología propia de la edad infantil, metodología diagnóstica adaptada a la edad, esquemas terapéuticos y dosificación según edad, peso y superficie corporal, y por último, las características psicológicas propias de un ser en desarrollo.

El crecimiento y los cambios morfológicos son algunos de los hechos que más justifican la diferencia con el adulto. Desde que el niño nace hasta que alcanza la talla definitiva, pasa por una serie de variaciones en su morfología, que modifican las diferentes proporciones de los segmentos del cuerpo (cabeza, tórax, abdomen, miembros). Muchos factores intervienen en el crecimiento, y es esencial conocer las características propias de cada edad y los métodos idóneos para valorar cada uno de los factores que intervienen.

La inmadurez inmunitaria es un aspecto diferencial que explica el mayor número de infecciones y de enfermedades alérgicas en el niño. La inmunidad del recién nacido difiere de las características propias del adulto. Para alcanzar éstas, el sistema defensivo sufre una serie de variaciones, tanto en lo que se refiere a la inmunidad celular, como a la humoral específicas y en menor medida a los mecanismos inespecíficos. La característica inmunitaria más destacada en el recién nacido es la práctica ausencia de anticuerpos IgA e IgM, mientras que la IgG es un 10% mayor que la de la madre, debido a que esta inmunoglobulina pasa la placenta, por un mecanismo de transporte activo. Los anticuerpos IgG transmitidos por la madre protegen al niño durante pocos meses, ya que van desapareciendo hacia el tercer mes de vida el contenido sérico de anticuerpos es muy reducido. El estímulo causado por múltiples contactos con gérmenes hace que el nivel de anticuerpos aumente a lo largo de la infancia, lo que significa que el niño ha de padecer una gran cantidad de infecciones hasta alcanzar el grado de protección del adulto, lo que sucede a los 10 ó 12 años.

La inmadurez orgánica afecta a todos los órganos. La inmadurez digestiva, facilita la aparición de enfermedades infecciosas digestivas y alergia alimentaria, y la inmadurez respiratoria causa la incidencia mayor de asma en el niño. El hecho de pasar de la vida intrauterina a la extrauterina entraña un cambio estructural y dinámico del sistema cardiovascular y un tiempo breve de adaptación. El sistema nervioso es especialmente inmaduro, lo que confiere caracteres especiales al neonato y al lactante, cuyo desarrollo psicomotor es paralelo a la maduración del mismo. Con la mielinización de la fibra nerviosa se experimenta un gran avance en la maduración neurológica y desarrollo psicosocial (desaparición de reflejos arcaicos, sonrisa, reconocimiento de la madre, etc). Esta inmadurez nerviosa condiciona aspectos patológicos especiales, como alteraciones del sensorio, convulsiones, etc.

La maduración de la sexualidad está ligada al desarrollo de los órganos sexuales y de los caracteres sexuales secundarios. Esta etapa de la vida, conocida como pubertad y adolescencia, se caracteriza por grandes cambios tanto orgánicos como psicológicos, que pueden dar lugar a conflictos en las relaciones familiares, escolares y sociales.

Patología propia de la edad infantil: es indudable que numerosas enfermedades solamente inciden en la edad pediátrica y otras muchas se inician en este período de la vida, aunque se prolonguen posteriormente, pero por las características de las mismas en el niño, pueden considerarse como propias de la infancia. El nacimiento prematuro es, en sí mismo, un hecho patológico, más acentuado, cuanto mayor sea la prematuridad, por lo que supone de inmadurez del neonato, cuyos cuidados requieren una gran experiencia y conocimientos, además de una tecnología hospitalaria muy particular. También el recién nacido a término puede padecer enfermedades que solamente tienen lugar en este período de la vida, como pueden ser los procesos umbilicales o las numerosas causas de ictericia patológica o de asfixia, por citar ejemplos muy genuinos. Pero el número de procesos propios del neonato se incrementa, al considerar la amplia variedad de malformaciones congénitas. De mayor incidencia en la edad del lactante y párvulo pueden considerarse un gran número de infecciones que se conocen como "propias de la infancia", como las exantemáticas. La patología inmunológica también se inicia por lo común en estas edades, tanto por defecto, como las inmunodeficiencias primarias, lo que enlaza con la patología infecciosa, como reacciones de hipersensibilidad, siendo propia de los primeros meses de vida la alergia a proteínas de leche de vaca, con manifestaciones clínicas que pueden ser graves. También el inicio del asma tiene lugar preferentemente entre los 2 y 5 años. Las intoxicaciones accidentales y la ingesta o aspiración de cuerpos extraños son hechos de gran frecuencia en niños pequeños, así como los traumatismos por juegos, deportes, accidentes de tráfico muy habituales sobre todo entre los adolescentes. Las alteraciones del crecimiento, y los trastornos de la alimentación, son también enfermedades propias de la edad infantil.

De la metodología diagnóstica usada en Pediatría se destaca la historia clínica, que ha de hacerse a través de otra persona, por lo general la madre u otros allegados, que interpretan a su modo de ver, los síntomas que observan o creen observar en el niño. No es raro que si interviene más de una persona, haya discrepancias en esa interpretación y el pediatra, habituado a ello, debe saber recoger los datos lo más objetivamente posible. También el interés de los antecedentes del embarazo, circunstancia del parto, patología del recién nacido, datos sobre el desarrollo, vacunas recibidas. La exploración clínica requiere paciencia y ciertas habilidades para ganarse la confianza del pequeño. Sin duda la exploración clínica, en sí misma, difiere grandemente de la edad adulta e, incluso, en las distintas edades pediátricas: piénsese por ejemplo lo diferente que es palpar el abdomen en un lactante o en el adolescente. Muchas técnicas exploratorias requieren utillaje apropiado al tamaño del niño, como son por ejemplo las distintas variedades de endoscopios, catéteres, sondas o, como muy elemental, hasta el fonendoscopio. Asimismo, técnicas especiales para estudio del desarrollo psicomotor o para explorar el crecimiento o la nutrición, por citar tan sólo algunos ejemplos.

Característico del niño es la dosificación en función de la edad o del peso, o bien de la superficie corporal del niño. Las dosis varían en las distintas edades y hay que estar acostumbrado a su manejo para una correcta terapia. Las dosis de medicamentos son más altas en relación al adulto, por la más rápida metabolización de los mismos y esto puede desorientar a quién no está acostumbrado a tratar niños. Igualmente los esquemas terapéuticos, en muchos casos, suelen diferir en la edad infantil, porque algunos medicamentos no son bien tolerados o presentan mayor toxicidad, o porque sean más eficaces unos que otros en estas edades.

La psicología del niño tiene unas características especiales, desde un aislamiento del medio psicosocial que le rodea, en el momento del nacimiento, hasta la integración social y adaptación psicológica. Adaptaciones que pueden originar estados patológicos. La problemática psicológica familiar, en especial de la madre, puede ser el origen de determinados problemas que repercuten en la salud infantil.

Por todo ello, el médico que atiende a los niños debe ser un especialista en Pediatría, que, en su formación, ha adquirido los conocimientos necesarios para diagnosticar y tratar las enfermedades de los niños, con las características y peculiaridades propias de la especialidad. El médico no especialista en Pediatría que deba asistir a niños, debe tener una exquisita prudencia en los actos médicos relacionados con la edad infantil y recordar siempre que "El niño no es un adulto en miniatura".

M. A. Martín Mateos

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