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Vol. 20. Núm. 5.
Páginas 237 (Julio 2005)
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El cambio cultural en la gestión de la calidad en España
The cultural change in quality management in Spain
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Octavi Quintanaa
a Ex presidente de la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA).
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Corría el año 1985 y cursaba un master de salud pública en Estados Unidos. Estaba de vacaciones en España y una amiga, con la que había coincidido años atrás al final de la carrera de medicina, me contó que iba a un Congreso de Calidad Asistencial a Valencia. En la universidad americana en la que estudiaba, la calidad asistencial era una de las disciplinas más novedosas y decidí acudir a Valencia. Allí entré en contacto con la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA) y la verdad es que me impresionó. La conferencia de clausura la dictaba un profesor de la Universidad de California que yo conocía por la bibliografía y versaba sobre la medición de la calidad y los costes de la no calidad, temas que ni tan sólo se habían esbozado donde estudiaba. En aquel momento nos limitábamos a examinar la actuación de los médicos que tenían más accidentes adversos o denuncias. Para colmo, y dado que en aquellos años había menos profesionales que entendieran inglés, tuve que hacer la traducción simultánea, que no había hecho nunca antes ni he vuelto a hacer después, y que supongo fue lamentable, aunque los asistentes no me lo recriminaron, porque acababa de conocerlos.

La impresión que me llevé de regreso a Estados Unidos es que España y, supuse yo, Europa estaban muy avanzados en la medida y mejora de la calidad. Tardé años en darme cuenta de que la iniciativa de la SECA era pionera en España y en Europa, y que siguió siéndolo por muchos años. Que hubiera iniciativas más adelantadas que en la mayoría de países de la Unión Europea, cuando España todavía no formaba parte de ella, era extraordinario. Como otras que hubo en nuestro país, se trataba de puro voluntarismo de algunos profesionales que, sin apoyo institucional y, naturalmente, sin recursos, no hay que olvidar que no es una disciplina que interese demasiado a las compañías farmacéuticas ni a la industria de tecnología médica, empezaron un cambio cultural. A pesar de estas dificultades, el cambio cultural cuajó o así quiero creerlo. Naturalmente ha habido muchos otros factores, pero la iniciativa de la SECA fue de las primeras. Que medir la calidad de la asistencia se haya convertido en una rutina, que forme parte de lo que exigen todas las instituciones sanitarias públicas y privadas, ha venido favorecido por tener que racionalizar el gasto sanitario y por la gran expansión de la medicina basada en la evidencia. Sin embargo, hay que reconocer el relevante papel del impulso inicial de los profesionales, médicos y enfermeras de hace más de 20 años.

Uno de los factores que más contribuyeron al desarrollo de la SECA fue la existencia de la revista, cuya supervivencia se convirtió en la principal tarea de la Junta Directiva. En los primeros años en que la Junta funcionaba muy informalmente, el tema recurrente era siempre la revista y su supervivencia económica. El dilema se planteaba de modo similar una y otra vez: aumentar la frecuencia y la tirada, con lo que se favorecía la publicidad pero aumentaba el riesgo financiero, o mantenerse en la frecuencia y tirada de aquel momento. La Junta siempre fue, o quiso ser, arriesgada, pero hay que tener en cuenta que el único ingreso de la SECA, aparte de las cuotas exiguas de los miembros, era el Congreso anual. En cualquier caso, la revista siempre fue reconocida como el buque insignia de la SECA y retrospectivamente no hay duda de que fue una decisión acertada. También la revista funcionaba gracias al trabajo ímprobo de unos pocos profesionales que invirtieron mucho tiempo y energía en conseguir que cada número saliera, a veces con retraso e incertidumbre, pero lo llevaron a cabo siempre.

Los congresos no plantearon nunca problemas de supervivencia porque siempre hubo más candidatos que años y más comunicaciones de las que se pudo aceptar. La Junta Directiva se daba cuenta de que todos los congresos científicos eran iguales y a menudo aburridos, y para combatirlo se crearon presentaciones de formato y contenido distinto que tuvieron, como todas las innovaciones, mejor o peor suerte. En cuanto a los premios, hay que reconocer que desde el principio se fue muy riguroso en la evaluación de las comunicaciones. Ahora que profesionalmente tengo mucho contacto con la evaluación de proyectos científicos, me doy cuenta del rigor metodológico que se utilizaba para estos congresos.

Hoy día la SECA ya no es sólo un grupo de amigos que se reúne por lo menos una vez al año. Tiene prestigio y apoyo institucional y sus miembros son mucho más diversos de los de su inicio, lo que supone que ha entrado en la madurez. No hay duda que ha contribuido a un cambio cultural en la forma de ejercer la asistencia en España, en su evaluación y mejora. Queda mucho por hacer porque mejorar siempre es posible y necesario, pero el camino recorrido ha sido considerable. Sirvan estas líneas de reconocimiento para los profesionales que iniciaron esta aventura con tan sólo unos conocimientos y mucho entusiasmo.

 

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