A nivel mundial, el cáncer es una enfermedad que afecta a personas de todas las edades, desde adultos hasta niños, y que conlleva un gran sufrimiento e incertidumbre. Este impacto es especialmente grave en el caso de los niños, ya que los tipos de cáncer que les afectan suelen ser progresivos, provocando un deterioro físico y mental que compromete su desarrollo. Esta situación se vuelve aún más compleja para aquellos menores que provienen de familias disfuncionales o que son huérfanos. Además, los tratamientos dolorosos y las largas hospitalizaciones generan situaciones traumáticas. En este contexto, la resiliencia juega un papel fundamental para enfrentar la enfermedad y sus consecuencias1.
El artículo de Gasull et al.2 señala que la mayoría de los constructos relacionados con la soledad parecen estar vinculados a condiciones de salud mental y física, lo cual hace relevante y pertinente investigar la causalidad. Sin embargo, sería recomendable que en futuras investigaciones se aborde el impacto de la soledad en niños y niñas, especialmente en el contexto de enfermedades como el cáncer. En estos casos, las situaciones adversas generan un impacto emocional significativo en el niño, lo que puede provocar estrés y desencadenar cambios como el desconocimiento de la enfermedad, una menor interacción con amigos y familiares, y la experiencia de procedimientos médicos dolorosos, como las intervenciones quirúrgicas3,4.
Por ello, es crucial desarrollar y fomentar la resiliencia, entendida como la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y mantenerse fortalecido ante experiencias adversas. En el caso de los niños con cáncer, promover la resiliencia es fundamental para fortalecer su salud mental y facilitar una mejor adaptación a lo largo del proceso, desde el diagnóstico hasta el tratamiento. Algunos elementos clave para fomentar esta resiliencia incluyen enriquecer los vínculos sociales del niño, generando conexiones afectivas positivas; establecer límites claros en las relaciones con quienes lo rodean, para que puedan alentarlo de manera efectiva durante esta etapa, transmitiendo expectativas elevadas y realistas; y utilizar juegos didácticos que faciliten el conocimiento sobre la enfermedad. Además, es fundamental infundir amor y alegría, lo que puede activar neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, ayudando a neutralizar sensaciones desagradables5,6.
En síntesis, el aspecto positivo de la resiliencia puede ayudar al niño a enfrentar el difícil proceso del cáncer de manera optimista y esperanzadora. Ser resiliente no significa no experimentar miedo, incertidumbre o dolor, sino tener la capacidad de seguir desarrollándose de manera mentalmente sana y exitosa en el futuro.
FinanciaciónNo existen fuentes de financiación públicas ni privadas.
Consideraciones éticasEl consentimiento informado no fue requerido, debido a que la información fue recolectada a partir de fuentes secundarias.
Contribución de los autoresLos autores han contribuido con la redacción y la revisión de la versión final.
Conflicto de interesesLos autores señalan que no existe conflicto de intereses.



