La soledad en la vejez está asociada con el deterioro de la calidad de vida, por lo que es importante identificar los factores de riesgo de la soledad. Este estudio analiza los factores predictores de la soledad en los mayores de 65 años, centrándose en las variables sociodemográficas (edad, estado civil y nivel educativo) y en las psicológicas (sintomatología depresiva y desesperanza).
MétodosSe realizó un análisis con 246 adultos mayores de 65 años que vivían de manera independiente. Las variables se evaluaron mediante los siguientes instrumentos: escala de depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos (CES-D) para depresión, escala de desesperanza de Beck (BHS) para desesperanza y escala de soledad de UCLA para soledad. Se aplicó una regresión logística binaria para evaluar la relación entre estas variables junto a edad, el estado civil y el nivel de estudios y la probabilidad de experimentar soledad.
ResultadosLos resultados indican que la edad y las puntuaciones altas en depresión (CES-D) y en expectativas negativas (BHS) aumentan significativamente la probabilidad de experimentar soledad. Un mayor nivel educativo actúa como un factor protector, reduciendo la probabilidad de soledad. Sin embargo, ni el estado civil ni la pérdida de motivación (BHS) fueron predictores significativos.
ConclusionesEl estudio confirma que tanto factores sociodemográficos como psicológicos están asociados a la percepción de soledad no deseada en la vejez. La promoción de actividades sociales y educativas podría reducir el riesgo de soledad, y se sugiere que el abordaje de síntomas depresivos y pensamientos negativos puede mejorar el bienestar en los adultos mayores.
Loneliness in old age is associated with a decline in quality of life, so it is important to identify the risk factors for loneliness. This study examines the predictors of loneliness in individuals over 65 years of age, focusing on sociodemographic variables (age, marital status, and educational level) and psychological factors (depressive symptoms and hopelessness).
MethodsAn analysis was conducted with 246 older adults over 65 years who lived independently. Variables were assessed using the following instruments: the Center for Epidemiological Studies Depression Scale (CES-D) for depression, the Beck Hopelessness Scale (BHS) for hopelessness, and the UCLA Loneliness Scale for loneliness. Binary logistic regression was applied to evaluate the relationship between these variables, as well as age, marital status, and educational level, and the likelihood of experiencing loneliness.
ResultsThe results indicate that age and high scores on depression (CES-D) and negative expectations (BHS) significantly increase the likelihood of experiencing loneliness. A higher educational level was found to be a protective factor, reducing the likelihood of loneliness. However, neither marital status nor loss of motivation on the BHS were significant predictors.
ConclusionsThe study confirms that both sociodemographic and psychological factors influence the perception of loneliness in old age. Promoting social and educational activities could reduce the risk of loneliness, and addressing depressive symptoms and negative thoughts may improve well-being in older adults.
España es uno de los países con mayor esperanza de vida. Sin embargo, vivir más no siempre implica vivir mejor, y variables como la soledad afectan directamente a la calidad de vida de los adultos mayores1. Aunque algunas investigaciones señalan que una proporción considerable de los adultos mayores experimentan soledad, otros estudios sugieren que la prevalencia de la soledad en esta población podría ser menor2,3. Recientemente datos de la Encuesta sobre Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (SHARE) informan4 que la soledad afecta a entre el 14,1 y el 16,3% de los adultos mayores, observándose una mayor prevalencia en los países del sur y el este de Europa. En España, un estudio5 muestra que un 31,6% de las personas mayores no manifiestaban sentimientos de soledad mientras que un 68,4% de las personas mayores entrevistadas experimentaban en alguna medida sentimientos de este tipo. Aunque en su mayoría esos sentimientos de soledad eran moderados, en un 14,8% se podía calificar de grave o muy grave, concluyendo que los sentimientos de soledad no son en absoluto infrecuentes.
Aunque algunos estudios han explorado la prevalencia de la soledad en los adultos mayores y sus variables asociadas, muchos de ellos se han centrado únicamente en aspectos sociodemográficos o en relaciones unidireccionales. En este sentido, introducir una metodología que integre tanto variables sociodemográficas como psicológicas, aportaría un enfoque multidimensional y una comprensión más profunda de los factores que subyacen a la soledad en las personas mayores.
De forma clásica6, la soledad se conceptualizó como una experiencia desagradable que surge de la discrepancia entre los niveles deseados y alcanzados de relaciones sociales. Esto ocurre cuando las relaciones disponibles son insuficientes en aspectos importantes, ya sea en cantidad o en calidad. Las definiciones recientes señalan que la soledad se entiende como una experiencia subjetiva, negativa y angustiosa derivada de una evaluación personal de déficit en las relaciones sociales. Esta evaluación no necesariamente implica la cantidad de interacciones sociales, sino, especialmente, la percepción de su calidad.
Por lo tanto, la soledad se percibe como una situación en la que se identifica una falta de satisfacción en las relaciones sociales7, lo que incluye situaciones tanto en las que el número de relaciones existentes es menor de lo considerado deseable o admisible, como aquellas en las que la intimidad esperada no se ha hecho realidad. Esta percepción refleja una discrepancia entre las necesidades sociales del individuo y su satisfacción, que no necesariamente está vinculada a la cantidad de interacciones sociales, sino a la calidad de las mismas.
En este sentido, la soledad no se debe confundir con el aislamiento social objetivo; mientras que el aislamiento se refiere a la falta de interacción social, la soledad está asociada a la percepción subjetiva de que las necesidades sociales no están siendo satisfechas8. Así, una persona puede estar rodeada de muchas personas y sentirse sola debido a la calidad insuficiente de las relaciones y, a su vez, otra persona con una vida social menos activa puede no experimentar soledad si percibe que sus necesidades sociales están siendo cubiertas9.
Las variables sociodemográficas han mostrado tener un papel muy relevante en la soledad. Respecto a la edad, estudios previos sugieren que la soledad aumenta con la edad, sin embargo, parece ser que esta relación es más compleja que una simple relación lineal. Un metaanálisis10 encontró que la relación entre la soledad y la edad a lo largo del ciclo vital no muestra un incremento lineal, sino una distribución en forma de «U», sugiriendo que la soledad presenta niveles relativamente altos en las personas menores de 25 años disminuye en la adultez temprana y media, pero tiende a aumentar en la vejez. El estudio de variables sociodemográficas ha señalado que el estado civil debe ser considerado un factor que influye en la soledad11. Estar casado o vivir con una pareja puede actuar como un factor protector contra la soledad, habiéndose observado que las personas mayores casadas presentaban niveles más bajos de soledad que las mujeres solteras, divorciadas y viudas. También el nivel educativo se presenta como un factor importante en la soledad ya desde la adultez temprana12, se sugiere que un alto nivel de alfabetización es un factor protector para los niveles bajos de soledad. Los adultos mayores con niveles educativos más altos tienen una comprensión más exhaustiva de los problemas y son capaces de enfrentarse a los acontecimientos estresantes de la vida de forma más abierta, adaptándose más rápidamente a nuevos entornos y nuevos roles, y adoptando formas eficaces de afrontar la soledad13. Además, un metaanálisis14 informa que un mayor nivel educativo podría estar asociado a un mayor nivel de ingresos, y, por tanto, a un abanico más amplio de recursos sociales, un estatus social más elevado y una vida cómoda y estable. Esto les permitía participar más en actividades socioculturales y tener una mayor variedad de ocupaciones.
Por lo que se refiere a las variables psicológicas, la depresión y la desesperanza son variables centrales del bienestar emocional que han demostrado tener un impacto directo sobre la calidad de las relaciones sociales y la interacción interpersonal. Estas variables no solo afectan la capacidad para generar y mantener relaciones satisfactorias, sino que también influyen en la forma en que los individuos perciben y responden a las interacciones sociales, exacerbando así la sensación de soledad no deseada.
Con relación a la sintomatología depresiva, existen amplias evidencias sobre la asociación significativa con la soledad, como lo han demostrado diversos estudios transversales y longitudinales15. Sin embargo, debe señalarse que existe cierta controversia en la forma de esta relación ya que ambas variables suelen presentarse juntas, de modo que quienes experimentan niveles más bajos de soledad tienden a manifestar también menos síntomas depresivos16. Algunos autores proponen que la depresión actúa como variable independiente, mientras que la soledad es la variable de resultado13,15. Sin embargo, otros estudios sugieren que la relación entre ambas puede ser bidireccional17. Por último, la desesperanza es un constructo que se define como la expectativa negativa hacia uno mismo y el futuro, así como un estado emocional caracterizado por la percepción de no poder encontrar soluciones a los propios problemas18. Beck et al. desarrollaron este concepto porque, a diferencia de la depresión, que se centra en el presente, la desesperanza está orientada hacia pensamientos negativos sobre el futuro19. En cuanto a su relación con la soledad, se ha encontrado que las personas con altos niveles de desesperanza se sienten más solas a lo largo de un periodo de 4 años, mientras que la soledad no provoca desesperanza en ese mismo lapso20. Además, la desesperanza es un predictor significativo de la soledad, y que una menor cantidad de relaciones interpersonales se asocia con mayores niveles de desesperanza21.
La soledad no deseada en los adultos mayores es un fenómeno preocupante, con importantes efectos sobre su bienestar emocional. Este estudio tiene como objetivo identificar los predictores de la soledad en los adultos mayores de 65 años en España, analizando variables sociodemográficas como la edad, el estado civil y el nivel educativo, así como la sintomatología depresiva y la desesperanza. Se pretende comprender cómo estos factores se asocian con la percepción de soledad en esta población.
Material y métodosParticipantesEste estudio incluyó a una población de adultos mayores de 65 años o más que residían de manera independiente en la comunidad en ese momento. En total, se analizó a 246 participantes, cuyo rango de edad iba de 65 a 91 años, con una media de 74,4 años (DE: 7,33). La distribución por sexo mostró que el 35,8% de los participantes eran varones y el 64,2% mujeres. En cuanto al estado civil, un 16,3% eran viudos, un 17,1% solteros o sin pareja y el 66,7% estaban casados o con pareja. Respecto al nivel educativo, el 47,6% de los adultos mayores había completado estudios primarios o elementales, un 29,7% secundaria y un 22,8% estudios universitarios.
InstrumentosEl estudio se llevó a cabo mediante un cuestionario autoaplicado, diseñado para evaluar las variables sociodemográficas y psicológicas relacionadas con la percepción de soledad en los adultos mayores. Para la recolección de datos, el protocolo de evaluación incluyó diversas escalas validadas, las cuales se describen a continuación:
Center Epidemiological Studies (CES-D)22 es una de las escalas de autoinforme más utilizadas para los síntomas depresivos. Contiene 20 ítems sobre síntomas ocurridos en la semana anterior a la entrevista con opciones de respuesta mediante una escala Likert de 0 (ninguna vez) hasta 3 (muchas veces). La adaptación al español en los adultos mayores ha demostrado una buena validez interna y fiabilidad23. En este estudio, se obtuvo un alfa de Cronbach de 0,914.
Beck Hopelessness Scale (BHS)19, para la evaluación de la desesperanza es un inventario de autoinforme de 20 preguntas diseñado para detectar una tendencia general al pesimismo y a las expectativas negativas. Esta escala fue validada en la población española de los adultos mayores24; en relación con su estructura, los modelos de 2 factores ofrecen mejores estadísticas de ajuste que los modelos de uno y 3 factores, diferenciando expectativas negativas y pérdida de motivación, con alfa de Cronbach de 0,846 y 0,796, respectivamente.
La UCLA-3 Loneliness Scale25 está compuesta por 10 ítems diseñados para evaluar el sentimiento de soledad en los adultos. Los ítems se califican mediante una escala tipo Likert, en la que 1 significa «se siente así a menudo» y 4 «nunca se siente de ese modo». La adaptación al español para su uso con personas mayores ha demostrado ser fiable y válida26. Se utilizó como punto de corte27 para señalar la existencia de soledad puntaciones <30. En este estudio, se obtuvo un alfa de Cronbach de 0,887.
ProcedimientoEl protocolo se administró a través de la plataforma LimeSurvey, con una duración estimada de entre 15 y 20min por participante. Para la obtención de la muestra, se empleó un muestreo no probabilístico en cadena o «bola de nieve». Este método comenzó con un grupo inicial de participantes reclutados a través de redes de colaboradores del equipo de investigación, quienes cumplían con los criterios de inclusión. Estos participantes iniciales extendieron la invitación a personas de su entorno que cumplían los requisitos del estudio. Asimismo, se extendió la invitación a usuarios y usuarias de las aulas de la tercera edad para que completaran las pruebas mediante la aplicación en línea.
La primera página del cuestionario incluía información sobre el objetivo del estudio, el tipo de colaboración que se esperaba del participante, la duración de la prueba, el anonimato de las respuestas, el derecho de protección de datos, la confidencialidad del proceso de tratamiento de los datos, la voluntariedad de la participación en la investigación y el derecho a abandonar el estudio en cualquier momento. También se proporcionaron los datos de contacto necesarios para atender posibles dudas o consultas en referencia al estudio.
En la siguiente pantalla y, antes de acceder a las distintas preguntas y cuestionarios, era necesario confirmar el consentimiento informado para participar en el estudio. Una vez este era aceptado, los participantes accedían a una nueva pantalla en la cual aparecían las preguntas en relación con las variables sociodemográficas. Las siguientes pantallas presentaban, de forma independiente, cada una de las escalas siendo obligatorio responder a todos los ítems de los cuestionarios, pues de lo contrario, se imposibilitaba avanzar a la siguiente pantalla. Además, con el objetivo de conocer si los participantes respondían a los ítems al azar, se redactaron preguntas de control como, por ejemplo: Si está leyendo esto, marque la opción «totalmente en desacuerdo». Una vez los participantes respondían la última escala y pulsaban «siguiente», aparecía una última pantalla en la cual se indicaba que habían finalizado, se agradecía su participación y se informaba de que las respuestas habían sido guardadas con éxito. El estudio se realizó conforme la Declaración de Helsinki.
Análisis de datosPara examinar las relaciones entre las variables predictoras y la presencia de soledad, se utilizó una regresión logística binaria. Este análisis es apropiado cuando la variable dependiente es dicotómica, ya que permite evaluar la probabilidad de que ocurra un evento en función de varias variables independientes. En este estudio, la variable dependiente fue dicotomizada como «0=No soledad» y «1=Presencia de soledad» en base al punto de corte establecido para la escala UCLA-3 (<30). De este modo y partiendo de la muestra total que incluyó a 246 participantes, el 62,2% (n=153) no experimentaban soledad, mientras que el 37,8% (n=93) sí lo hacían.
Dado que la variable estado civil tenía 3 categorías (casado/pareja, soltero/sin pareja y viudo/a), se transformó en 2 variables dummy para su inclusión en el modelo de regresión logística. Se generaron las siguientes variables: 1) «dummy soltero», que compara a las personas solteras con las casadas/pareja (grupo de referencia), y 2) «dummy viudo», que compara a los viudos con las personas casadas/pareja. Se eligió a las personas casadas/pareja como grupo de referencia debido a que esta categoría representa la condición social más estable en términos de apoyo emocional y redes de soporte, lo que permite interpretar los efectos de la viudez y la soltería en relación con un grupo que, en teoría, experimenta menor riesgo de soledad. En términos de interpretación, los coeficientes obtenidos para las variables dummy indicarán el cambio en la probabilidad de experimentar soledad en comparación con el grupo de referencia. Un coeficiente positivo sugerirá que pertenecer a esa categoría aumenta la probabilidad de experimentar soledad en comparación con los casados/pareja, mientras que un coeficiente negativo indicará que la probabilidad de soledad es menor en ese grupo en relación con los casados/pareja.
La significación del modelo completo fue determinada mediante la prueba de Chi-cuadrado (χ2), y se calculó como medida de ajuste del modelo el coeficiente R2 para estimar el porcentaje de varianza explicada. Además, se calcularon los coeficientes B para cada predictor, junto con los errores estándar, los valores de Wald y los odds ratio(Exp(B)).
El odds ratio(Exp(B)) mide el cambio en las probabilidades (odds) de que ocurra un evento por cada unidad adicional de la variable predictora, en este caso, la edad. Un valor de Exp(B) mayor que 1 indica un aumento en la probabilidad del evento (en este caso, soledad), mientras que un valor de Exp(B) menor que 1 indica una disminución en la probabilidad del evento. Para todos los análisis, se estableció un nivel de significación estadística de p<0,05. Todos los análisis estadísticos se realizaron mediante el paquete estadístico IBM SPSS® Statistics v.25.0.
ResultadosSe muestran en primer lugar las correlaciones bivariadas entre las variables de los instrumentos utilizados en el estudio, junto con sus respectivos valores descriptivos, como se detalla en la tabla 1.
Correlaciones, medias y desviación estándar de los instrumentos
| Media | DE | BHS-ExNe | BHS-PeMo | UCLA-3 | |
|---|---|---|---|---|---|
| CES-D | 31,41 | 6,11 | 0,366a | 0,451a | −0,537a |
| BHS-ExNe | 2,68 | 2,34 | — | 0,776a | −0,432a |
| BHS-PeMo | 1,22 | 1,68 | — | — | −0,408a |
| UCLA-3 | 16,57 | 10,54 | — | — | — |
BHS-ExNe: Beck Hopelessness Scale expectativas negativas; BHS-PeMo: Beck Hopelessness Scale pérdida de motivación; CES-D: Center Epidemiological Studies; DE: desviación estándar; UCLA-3 Loneliness Scale.
En segundo lugar y para evaluar la influencia de diversas variables en la probabilidad de experimentar soledad, se llevó a cabo una regresión logística binaria. La variable dependiente fue dicotomizada como 0=No soledad y 1=Presencia de soledad, utilizando como punto de corte la puntuación <30 en la escala UCLA-3. Las variables predictoras incluidas en el modelo fueron: edad, nivel educativo, estado civil, estado de ánimo depresivo (CES-D), expectativas negativas y pérdida de motivación (dimensiones de la BHS). Tanto el estado civil como el nivel educativo se consideraron variables categóricas con 3 niveles cada una. En el caso del estado civil fueron viudo, soltero/sin pareja y casado/con pareja y en el caso del nivel educativo, las categorías fueron: básico, secundaria y universitario.
En el análisis del modelo inicial, donde no se incluyeron variables predictoras, se logró clasificar correctamente el 100% de los casos «No soledad» (n=153). Esto ocurre porque, al no incluirse variables predictoras, el modelo en regresión binaria predice que todos los casos corresponden a la categoría mayoritaria, es decir, «No soledad». Sin embargo, al no contar con variables predictoras, el modelo no identifica los casos de «Presencia de soledad» (n=93), ya que no tiene información suficiente para realizar predicciones sobre esta categoría. Esto no significa que esos casos sean clasificados erróneamente, sino simplemente refleja la falta de capacidad predictiva del modelo en este bloque inicial.
Con la inclusión de las variables predictoras, el nuevo modelo mejoró significativamente (χ2(7)=93,56; p<0,001), lo cual indica que el conjunto de variables predictoras contribuyó de manera significativa a predecir la variable dependiente. La medida de ajuste de Nagelkerke (R2) fue de 0,431, sugiriendo que el 43% de la varianza en la probabilidad de soledad podía ser explicada por las variables incluidas en el nuevo modelo. Con la incorporación de las variables predictoras, la precisión del modelo aumentó en comparación con el modelo inicial. Así, logró clasificar correctamente el 83,7% de los casos «No soledad», es decir de los 153 casos identificó correctamente 128 de ellos y, el 61,3% de los casos «Presencia de soledad», identificando correctamente 57 de los 93 casos y, por tanto, alcanzando un porcentaje global correcto del 75,2%.
En cuanto a los efectos específicos de las variables, la edad tuvo un efecto positivo significativo en la probabilidad de experimentar soledad (B=0,051, SE=0,025, Wald=4,26; p=0,039). Esto sugiere que a medida que, a mayor edad, aumenta la probabilidad de ser clasificado con «Presencia de soledad», con un odds ratio de Exp(B)=1,052. Esto indica que, por cada año adicional de edad, la probabilidad de ser clasificado como «Presencia de soledad», se incrementa en un 5,2% ([1,052-1]×100).
La variable nivel de estudios, obtuvo un coeficiente negativo indicando que un mayor nivel de estudios reduce la probabilidad de ser clasificado con «Presencia de soledad» (B=−0,746, SE=0,247, Wald=9,08; p=0,003), siendo su odds ratio de Exp(B)=0,474, lo cual implica que, por cada aumento en el nivel educativo, la probabilidad de «Presencia de soledad» se reduce en un 52,6%. Es importante aclarar que este «aumento» no se refiere a un incremento continuo dentro de un mismo nivel educativo, sino a un cambio de categoría hacia un nivel educativo superior. Así, un aumento en el nivel educativo implica un cambio de grupo o categoría (por ejemplo, de la categoría de «sin estudios» a «primarios», o de «primarios» a «secundarios»), y no un cambio proporcional o acumulativo dentro de cada categoría educativa. De este modo, ese 58% refleja la disminución de las probabilidades de experimentar soledad al subir un nivel educativo, es decir, al cambiar de una categoría educativa inferior a una superior.
En relación con el estado de ánimo depresivo, a medida que aumentan las puntuaciones la probabilidad de ser clasificado con «Presencia de soledad» aumenta (B=0,080, SE=0,020, Wald=16,14; p<0,001) con un odds ratio de Exp(B)=1,083; esto sugiere que por cada punto adicional en la escala CES, la probabilidad de ser clasificado con «Presencia de soledad» incrementa en un 8,3%. Finalmente, en la dimensión expectativas negativas de la BHS, las puntuaciones más elevadas están asociadas con una mayor probabilidad de «Presencia de soledad» (B=0,310, SE=0,109, Wald=8,08; p=0,004), con un odds ratio de Exp(B)=1,363, lo que implica que, por cada punto adicional en la subescala, la probabilidad de ser clasificado como «Presencia de soledad» aumenta en un 36,3%.
Por otro lado, las 2 variables dummy generadas en estado civil, dummy soltero (B=−0,827, SE=0,582, Wald=2,02; p=0,155) y dummy viudo (B=0,866, SE=0,457, Wald=6,61; p=0,058), así como la «Pérdida de motivación» (B=−0,090, SE=0,159, Wald=0,317; p=0,574) no resultaron significativos en el modelo.
Finalmente, se presenta una tabla resumen que incluye los coeficientes y las medidas estadísticas más relevantes para cada variable predictora, con el fin de facilitar la interpretación de los resultados (tabla 2).
Coeficientes y medidas estadísticas de las variables predictoras
| Variable | B | SE | Wald | Valor de p | Exp(B) |
|---|---|---|---|---|---|
| Edad | 0,051 | 0,025 | 4,26 | 0,039 | 1,052 |
| Nivel educativo | −0,746 | 0,247 | 9,08 | 0,003 | 0,474 |
| Dummy soltero | −0,827 | 0,582 | 2,02 | 0,155 | 0,437 |
| Dummy viudo | 0,866 | 0,457 | 3,61 | 0,058 | 2,378 |
| CES-D | 0,080 | 0,020 | 16,14 | <0,001 | 1,083 |
| BHS-ExNe | 0,310 | 0,109 | 8,08 | 0,004 | 1,363 |
| BHS- PeMo | −0,090 | 0,159 | 0,317 | 0,574 | 0,914 |
BHS-ExNe: Beck Hopelessness Scale expectativas negativas; BHS-PeMo: Beck Hopelessness Scale pérdida de motivación; CES-D: Center Epidemiological Studies.
Este estudio investigó los factores asociados a la soledad en los adultos mayores de 65 años residentes en España, analizando tanto variables sociodemográficas (edad, nivel educativo, estado civil) como psicológicas, específicamente la sintomatología depresiva y las dimensiones de la desesperanza. Se diferenciaron los participantes según su puntuación en las escalas de soledad, clasificándolos como aquellos con puntuaciones que sugieren una situación problemática en términos de soledad y aquellos que no alcanzaron este umbral, lo que sugiere un riesgo más bajo de experimentar soledad no deseada. Los resultados señalaron que un mayor nivel educativo se asocia con una menor probabilidad de experimentar soledad, mientras que la edad avanzada y los síntomas depresivos y las altas expectativas negativas aumentan significativamente esta probabilidad.
Los resultados indican que, en esta muestra de adultos mayores, la edad avanzada se asocia con una mayor probabilidad de experimentar soledad. Este hallazgo es consistente con estudios previos28 que han señalado que cuando se analiza la trayectoria de la soledad a lo largo del ciclo vital, esta no presenta una relación lineal sino en forma de «U» donde los niveles de soledad son altos en jóvenes menores de 30 años para ir descendiendo en la adultez y, una vez superada esta etapa, vuelven a incrementarse siendo cada vez más altos durante el envejecimiento. Este incremento coincidente con la parte ascendente de esta «U» en la vejez es coherente con el resultado obtenido en nuestro estudio ya que se ha comprobado que según aumenta la edad de los adultos mayores la probabilidad de soledad no deseada se incrementa significativamente. Estudios longitudinales han señalado que esta trayectoria en forma de «U» refleja una menor prevalencia de soledad en los adultos de mediana edad y una mayor prevalencia entre las personas de edades avanzadas29. Estos hallazgos refuerzan la idea de la soledad como un fenómeno evolutivo que varía en función de la etapa de la vida y el contexto cultural en el que se desarrolla30.
Las pruebas sobre la relación entre la educación y la soledad entre los adultos mayores son bastante variadas, como muestran varias revisiones bibliográficas31. Los resultados de este estudio apoyan la idea de que el nivel educativo actúa como un factor protector contra la soledad en los adultos mayores, observándose una relación negativa entre educación y soledad. Este hallazgo es consistente con investigaciones previas que indican que un mayor nivel educativo puede estar relacionado con recursos sociales y personales que protegen contra la soledad no deseada, tales como una red social más amplia, mejor acceso a servicios, y habilidades de afrontamiento más desarrolladas12. Sin embargo, la literatura muestra variabilidad y en algunos estudios, esta relación negativa desaparece cuando se controlan otros factores, lo cual sugiere que el nivel educativo podría influir indirectamente en la soledad a través de factores mediadores, como el nivel de ingresos, el estrés o la calidad de las relaciones sociales32.
El estado de ánimo depresivo presentó una relación positiva y significativa con la soledad, lo cual confirma que la presencia de síntomas depresivos incrementa el riesgo de experimentar soledad, en línea con investigaciones previas que sugieren que la depresión actúa como un factor precursor de la soledad33. Esta relación adquiere especial importancia al considerar que la prevalencia de síntomas depresivos subclínicos en los adultos mayores34 se sitúa en torno al 13%, lo cual indica que una parte relevante de esta población puede estar en riesgo de soledad debido a niveles bajos, pero persistentes, de sintomatología depresiva. Sin embargo, revisiones sistemáticas han puesto de manifiesto que la depresión y la soledad suelen co-ocurrir y que existen influencias recíprocas entre ambas a lo largo del tiempo, lo cual sugiere una relación bidireccional y dinámica que puede variar según factores individuales y contextuales15,17. Este hallazgo subraya la importancia de abordar tanto la soledad como la depresión en la intervención, dada su interdependencia y su impacto potencialmente acumulativo en la salud mental.
Las expectativas negativas hacia el futuro también se asociaron de forma significativa y negativamente con la soledad, indicando que los adultos mayores con una visión pesimista del futuro tienden a experimentar más soledad. Investigaciones recientes20,24, identifican estas expectativas como un predictor importante de la soledad, especialmente cuando se combinan con otros factores de vulnerabilidad. El pesimismo hacia el futuro intensifica los sentimientos de soledad y desesperanza, reforzando un ciclo de retraimiento social19. Además, la expectativa de pérdida social y dificultad para formar nuevas conexiones exacerban la soledad cuando las necesidades de apoyo e intimidad no se cumplen, creando un ciclo vicioso35. Se ha sugerido que ajustar las expectativas sociales mediante estrategias de afrontamiento reguladoras puede reducir la soledad en los adultos mayores, especialmente en lo que respecta a la calidad y cantidad de relaciones interpersonales36.
Este estudio presenta algunas limitaciones que deben considerarse. En primer lugar, el diseño transversal impide establecer relaciones causales entre las variables, limitando la comprensión entre los factores estudiados y la soledad. Además, la muestra de este estudio fue obtenida de una población que podría tener un mayor nivel socioeducativo, lo que podría generar un sesgo en la representatividad de los resultados. En este sentido, los hallazgos obtenidos podrían no ser completamente generalizables a toda la población de adultos mayores, especialmente aquellos con un nivel socioeducativo inferior. Debe señalarse que ni el estado civil ni la dimensión de pérdida de motivación de la BHS fueron predictores significativos de la soledad en esta muestra de adultos mayores. En cuanto al estado civil, los resultados mostraron que ser viudo se asoció marginalmente con una mayor probabilidad de experimentar soledad en comparación con estar casado o en pareja, aunque esta relación no alcanzó el umbral de significación estadística. Este resultado sugiere que la pérdida de la pareja puede representar un factor de vulnerabilidad a la soledad en la vejez, posiblemente debido a la reducción del apoyo emocional y social tras la pérdida del cónyuge. Sin embargo, ser soltero o sin pareja no se asoció significativamente con la soledad, lo que indica que la ausencia de una relación de pareja previa no implica necesariamente un mayor riesgo de soledad. Estos hallazgos están en línea con investigaciones previas que sugieren que la viudez puede tener un impacto más fuerte en la soledad debido al cambio abrupto en la estructura de apoyo social37,38, mientras que las personas solteras pueden haber desarrollado mecanismos de afrontamiento y redes sociales alternativas que mitigan la sensación de soledad. En cuanto a la pérdida de motivación, puede que este componente de la desesperanza no esté tan directamente ligado a la soledad y se vea más afectada por otras condiciones psicológicas o físicas que influyen en la participación social, pero que no necesariamente reflejan un mayor riesgo de soledad. Estos resultados podrían estar indicando que existen factores contextuales o personales no considerados en este modelo, como la calidad de las relaciones interpersonales y las redes de apoyo social, que pueden tener un papel más relevante en los adultos mayores. Una de las limitaciones del estudio es que no fue revisado por un comité de ética. No obstante, se siguieron los principios éticos establecidos en la Declaración de Helsinki, asegurando el consentimiento informado, la confidencialidad de los datos y la participación voluntaria. Aun así, la revisión por un comité de ética podría haber aportado consideraciones adicionales sobre el diseño y la implementación del estudio.
Los hallazgos de este estudio tienen importantes implicaciones para la prevención y el manejo de la soledad en los adultos mayores, sugiriéndose que fomentar el acceso a actividades educativas y sociales podría ser una estrategia útil para reducir el riesgo de soledad no deseada. Además, dado el vínculo entre la sintomatología depresiva y la soledad, resulta fundamental implementar programas de detección y tratamiento de la depresión en los adultos mayores, ya que una intervención temprana sobre la salud mental podría aliviar también los sentimientos de soledad. Las expectativas negativas sobre el futuro, que también incrementan la probabilidad de soledad, destacan la importancia de ofrecer apoyo psicológico para ayudar a los adultos mayores a desarrollar una visión más optimista, fortaleciendo su resiliencia y promoviendo una mayor participación social.
En conclusión, este estudio resalta la complejidad de la soledad en la vejez y la influencia de factores tanto sociodemográficos y como psicológicos, lo que subraya la importancia de un enfoque integral en la prevención y tratamiento de este problema en los adultos mayores. Los hallazgos obtenidos ofrecen una base para diseñar intervenciones que, mediante el fortalecimiento de redes de apoyo y el abordaje de la salud mental, puedan mejorar la calidad de vida de los adultos mayores y reducir los efectos adversos de la soledad.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener conflicto de intereses con respecto a este estudio.





