Los farmacéuticos del siglo xix se enfrentaron a una situación nueva e imprevista, la industrialización del medicamento. La difusión de los específicos, importados del extranjero y promocionados con métodos ajenos a la ética de los gremios y colegios, produjo un desgarro en la profesión y surgió un rechazo hacia los cambios que modificaban las reglas de juego del ejercicio profesional. Muchos se equivocaron en su opción, y apostaron por restaurar el modelo farmacéutico del pasado, por dar la espalda a los medicamentos industriales y seguir apostando por un mercado condenado a declinar, las fórmulas magistrales. Éstas correspondían a un modelo artesanal y de baja productividad, su elaboración era complicada y laboriosa, su precio elevado y las boticas sólo eran capaces de elaborar un número reducido de medicamentos, que no podían abastecer al conjunto de la población. Hoy parece evidente que la industrialización era el futuro y que la fórmula magistral era el ayer, la nostalgia, y sorprende que muchos farmacéuticos defendieran sus intereses apostando a favor del futuro, no del pasado. Algunos farmacéuticos no sólo se opusieron a la industrialización, sino que la identificaron con el fin de la profesión, con la muerte de la farmacia. Hoy la farmacia goza de una salud de hierro y es gracias a esa industrialización que suscitó tantos recelos.
La profesión afronta nuevos desafíos, como la actualización de los currículos y su adecuación a las funciones reales de la oficina de farmacia, la creación de un espacio común en la Unión Europea, el empleo de las nuevas tecnologías, las consecuencias de la libertad de mercado y la inadecuación de los modelos intervenidos en exceso, que no son eficientes y ni siquiera sirven para proteger al colectivo sobre el que se ejerce la regulación. Ayer faltó visión de conjunto y se prefirió lo conocido al modelo que contenía el futuro. Hoy, ante los desafíos que supone un siglo xxi, que inicia su andadura bajo signos inesperados y equívocos, hará falta mucha imaginación para no quedar anclados en el pasado y ser capaces de construir el mañana. Una nueva operación restauradora y nostálgica podría tener efectos letales. Sólo la visión de futuro permitirá no sólo superar las crisis, sino sacar partido de ellas en beneficio de los intereses auténticos de la profesión.