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Vol. 25. Núm. 10.
Páginas 34-39 (Noviembre 2006)
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Modificación de los ecosistemas. Su influencia sobre la salud
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JA. Valtueña
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La rápida modificación de los ecosistemas durante el último medio siglo afecta, sobre todo, a las poblaciones menos favorecidas de nuestro planeta, y su influencia en términos sanitarios es enorme. El autor analiza las modificaciones de los ecosistemas que mayor incidencia desarrollan sobre la salud, los nuevos escenarios con que las organizaciones internacionales se están encontrando y las acciones necesarias que habría que llevar a cabo para paliar o revertir esta situación.

En una de las dramáticas coincidencias que la vida nos ofrece, el pasado lunes, 22 de mayo, día de inauguración de la Asamblea Mundial de la Salud, se dio a conocer al mundo el fallecimiento del Dr. Lee Jong-Wook, director general de la OMS, víctima de un accidente cerebrovascular, precisamente uno de los problemas a los que concedió particular atención en el período en que dirigió la actividades de la organización.

Otro aspecto de la salud del que la organización se ocupó intensamente durante el mandato de Jong-Wook fue la relación del hombre con los ecosistemas. Afirmó que «en el curso de los 50 últimos años, el hombre ha modificado los ecosistemas naturales con más rapidez y profundidad que en cualquier otro período comparable de la historia de la humanidad». Igualmente, subrayó el hecho de que el deterioro ecológico afecta en particular a las poblaciones desfavorecidas, que dependen directamente de los ecosistemas naturales para satisfacer una parte importante de sus necesidades esenciales.

Consecuencias sanitarias

El ser humano está modificando la diversidad de la vida en la Tierra de modo fundamental y a menudo irreversible; la mayor parte de esos cambios se traducen en una pérdida de la biodiversidad. Entre los numerosos elementos que pueden citarse en apoyo de esas aseveraciones destacan los siguientes:

* Entre 1950 y 1980, las superficies terrestres convertidas en cultivables superaron a las que experimentaron ese cambio en los 150 años transcurridos entre 1700 y 1850. Los cultivos cubren ahora la cuarta parte de la superficie terrestre de la Tierra.

* El volumen del agua contenida en embalses se ha cuadruplicado desde 1960; en la actualidad, esos reservorios tienen de tres a seis veces más agua que los ríos. Desde esa fecha se ha duplicado el volumen de agua que se toma de los ríos y los lagos para beber o para regadíos.

* Desde l960 se ha duplicado el flujo de nitrógeno reactivo en los ecosistemas terrestres y se ha triplicado el de fósforo.

* Desde 1750 ha aumentado en un 32% la concentración atmosférica de dióxido de carbono, principal gas causante del efecto invernadero.

En conjunto, los cambios de los ecosistemas se han realizado para satisfacer las crecientes demandas de agua y alimentos suscitadas por la población humana. Desafortunadamente, los resultados no han sido en absoluto equitativos. Las poblaciones de los países ricos (Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza) han podido reducir el efecto nocivo del deterioro de los ecosistemas desplazando los riesgos para la salud hacia los países más pobres.

Un ejemplo evidente es lo que está sucediendo en África en relación con la pesca. La población ribereña de los grandes ríos del África occidental tenía el pescado como su fuente primordial de proteínas, pero desde hace un par de decenios se han instalado en esas regiones importantes piscifactorías que exportan el pescado congelado directamente a Europa. Lo mismo sucede en los ecosistemas de las regiones costeras que proporcionaban pescado a sus habitantes. La piscicultura de gambas en Asia sudoriental o de salmones en las costas de Chile ha dado trabajo a un número limitado de personas, pero ha destruido casi totalmente la posibilidad de obtener proteínas por parte de los habitantes de esas regiones.

El colonialismo desapareció de África y Asia a raíz de la Segunda Guerra Mundial, pero ha sido reemplazado en buena parte por la explotación desconsiderada de los recursos naturales. La mala gestión o el uso excesivo de tales recursos son una amenaza directa para la supervivencia de las poblaciones pobres. Más de mil millones de personas sobreviven en el mundo con ingresos inferiores a un euro diario, en particular en las zonas rurales, en donde tienen una fuerte dependencia de la agricultura, el pastoreo y la caza para su subsistencia. Esa situación repercute muy desfavorablemente en el estado de salud, y se observa una estrecha relación entre la mortalidad infantil y el tipo de ecosistema en regiones tales como el África subsahariana y Asia sudoriental.

Uno de los mayores fracasos de la OMS ha sido su incapacidad para lograr la erradicación de la malaria, que se fijó como objetivo en el decenio de 1960

No falta quien afirma que los países occidentales no se han desentendido de la situación al ser los creadores y principales impulsores de las ONG que prestan todo tipo de ayudas. Desafortunadamente, las carencias del mundo pobre (llamado «en desarrollo», de modo eufemista, cuando en realidad en muchas partes se halla en curso de subdesarrollo) son de tal magnitud que las ONG sólo pueden a menudo contribuir a resolver situaciones concretas, como son las que son consecuencia de tsunamis, terremotos o inundaciones. No quiere ello decir en absoluto que el mundo occidental deba cruzarse de brazos, pero es evidente que es indispensable un replanteamiento de la asistencia prestada a los países del Tercer Mundo.

Entre amplias franjas de la población se está produciendo un encogimiento general de hombros. En este sentido, vale la pena recordar el párrafo del Evangelio de San Lucas (17:26) en el que Jesucristo se refiere a los «postrimeros días» advirtiendo que las gentes «comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento».

Unos mil millones de personas se han visto afectadas por la degradación del suelo provocada por la erosión, las inundaciones catastróficas o el aumento de la salinidad. Esa situación ha empujado a decenas de millones de personas hacia los suburbios de las grandes ciudades, donde malviven en asentamientos ilegales, con servicios públicos escasos o nulos, abastecimientos de agua claramente insuficientes y tremendas deficiencias en la evacuación de aguas residuales y basuras.

Nuevos escenarios

La OMS ha formulado cuatro escenarios de posible evolución de los ecosistemas. En una terminología un tanto florida, esos escenarios son los siguientes:

* Orquestación global. Comprende pautas de desarrollo de impulso mundial, en las que se haga hincapié en el desarrollo económico, la responsabilización social y el acceso a los bienes públicos. Es sin duda la más utópica de las posibilidades.

* Orden basado en la fortaleza. Con dos pilares fundamentales: la seguridad nacional y el crecimiento económico. Es, en gran parte, la orientación que está tomando la Unión Europea.

* Mosaico adaptativo. Concede particular importancia a la adaptación local y la gobernabilidad flexible. Es la posibilidad que deja más amplio margen a las iniciativas locales.

* Tecnojardín. Es un sistema en el que se resalta el valor de las innovaciones científicas y de las tecnologías «verdes». Es probablemente el mejor de los cuatro escenarios, pero igualmente el más costoso. La gran incógnita es la actitud del público: ¿está realmente dispuesto a pagar más por una electricidad «verde» y unos automóviles movidos por etanol de origen vegetal o por baterías de hidrógeno?

La perturbación de los ecosistemas naturales por la acción humana ha provocado en los últimos decenios la aparición o el agravamiento de determinadas enfermedades. En este sentido, el sida es el ejemplo más notorio. Se sabe ahora que esta enfermedad existía en el Camerún meridional en manadas de chimpancés, probablemente desde hacía miles de años, y que el salto a la especie humana se produjo en el curso de la construcción de grandes embalses que concentraron a miles de trabajadores en condiciones higiénicas deplorables. Estos obreros cazaban chimpancés al parecer y comían su carne, con lo que se produjo un contacto inédito que originó la mayor pandemia de los tiempos modernos. Queda por despejar una importante incógnita: ¿por qué los chimpancés eran portadores del VIH simio sin enfermar?

No es el único ejemplo de alteración de un ecosistema que ha conducido a la aparición de enfermedades humanas. Por ejemplo, el aumento en la transmisión de la enfermedad de Lyme se atribuye al incremento de las poblaciones de roedores, principal reservorio de esta virosis transmitida por garrapatas, observado en los vertederos que rodean de modo creciente a las ciudades del Tercer Mundo. A este respecto, pueden citarse otras zoonosis que afectan a la especie humana, como la virosis del Nilo occidental o la virosis de Hendra.

La creciente y todavía insatisfecha demanda de alimentos ha motivado la construcción acelerada de embalses y de sistemas de regadío. Éstos proporcionan hábitats ideales para los moluscos que actúan como huéspedes intermediarios de la esquistosomiasis. Los arrozales facilitan el establecimiento y la reproducción de los mosquitos transmisores de la malaria, la filariasis linfática, la encefalitis japonesa y la fiebre del valle del Rift.

La deforestación es otro tipo de alteración de un ecosistema natural que aumenta la transmisión de una determinada enfermedad, la malaria en este caso. Precisamente, uno de los mayores fracasos de la OMS ha sido su incapacidad para lograr la erradicación de la malaria, que se fijó como objetivo en el decenio de 1960. La creciente resistencia de los mosquitos a los insecticidas y del plasmodio a la cloroquina en primer lugar, y después a otros antipalúdicos, ha conducido al aumento del paludismo en África particularmente y también en el Asia sudoriental.

Es digno de destacar el hecho de que los ecosistemas naturales, que poseen estructuras y características intactas, resisten en general con éxito a la introducción de microorganismos patógenos invasores humanos y animales. Es el caso del cólera, el kala-azar y la esquistosomiasis, que hasta ahora no han conseguido establecerse en el ecosistema forestal amazónico.

Acciones necesarias

En principio se dispone de dos tipos de acciones que pueden limitar las repercusiones en la salud de la alteración de los ecosistemas. Uno de ellos comprende las estrategias de mitigación, esto es, la prevención, limitación o gestión de los daños medioambientales. El otro plan de acción implica la realización de los cambios necesarios para proteger a las personas y las poblaciones frente a las consecuencias para la salud de los cambios de los ecosistemas: son las estrategias de adaptación.

Obviamente, las poblaciones, los subgrupos y los sistemas que no pueden adaptarse son los más vulnerables. Desafortunadamente, como ya está sucediendo, algunos subgrupos de población no tendrán la capacidad de adaptarse debido a la insuficiencia de sus recursos materiales, de la información pertinente, de infraestructuras de salud pública y de instituciones civiles eficaces.

Al iniciarse el actual milenio, las organizaciones internacionales adoptaron solemnemente la Declaración del Milenio, que abarca una serie de metas, casi todas de muy difícil cumplimiento si no se produce un giro copernicano en las actitudes de los gobiernos y las poblaciones. Esas metas son las siguientes:

* Antes de 2015, reducir a la mitad la proporción de personas que tienen ingresos inferiores a un dólar diario.

* Antes de 2015, lograr una disminución del 50% en la proporción de personas que pasan hambre. La FAO calcula que cada noche se acuestan sufriendo hambre unos 840 millones de personas.

* En el mismo período, lograr que todos los niños y niñas del mundo completen un ciclo de estudios primarios.

* Eliminar la disparidad de género en la enseñanza secundaria antes de 2015.

* Reducir en un 66% la mortalidad infantil, pues todavía cada año mueren de modo evitable unos diez millones de niños.

* Disminuir en un 75% la tasa de mortalidad materna. Lograr que las mujeres tengan mayor control de su propia salud reproductiva, incluido el acceso a la planificación familiar, puede reducir el crecimiento de la población y las consiguientes presiones sobre los ecosistemas. Desafortunadamente, estos esfuerzos van a estrellarse, sin duda, con la creciente expansión del islamismo y su acción demoledora sobre la capacidad de las mujeres para gobernar su propio cuerpo.

* Frenar la difusión del VIH/sida antes del 2015 y comenzar a invertir la continuada tendencia al aumento de la pandemia.

* Integrar los principios del desarrollo sostenible en los programas y las políticas nacionales e invertir la pérdida de recursos medioambientales. Conservar y restablecer la integridad del medio ambiente reduciendo a la vez a la pobreza, mientras sigue aumentando la población mundial, es un reto de tal magnitud que hoy por hoy resulta inalcanzable.

Consideración final

¿Tiene alguna utilidad fijar metas en materia de salud o de medio ambiente que se sabe, con certeza casi absoluta, que no van a poder alcanzarse? Parece que los organismos internacionales están obligados a hacerlo, aunque sólo sea para más tarde avergonzar a los gobiernos por su incumplimiento.


Bibliografía general

OMS. Ecosystems and human well-being, health synthesis. Ginebra: 2005.

OMS. Evaluation des écosystèmes pour le Millénaire. Disponible en: http://www.maweb.org.2005.

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