El farmacéutico español está acostumbrado a un marco legal y profesional en el que sus competencias están garantizadas por textos legales que configuran un ejercicio profesional que ni ha existido siempre ni es el único posible. En las sociedades abiertas, las profesiones prosperan no por las garantías establecidas por los textos legales, que pueden ser modificadas por una nueva disposición, sino por las habilidades y competencias que se poseen. Los farmacéuticos disponen de una sólida formación, de una organización profesional eficiente, de múltiples asociaciones, de una red de influencias y contactos que les permiten desempeñar sus actividades en múltiples ámbitos.
La situación es más sólida de lo que algunos creen y el farmacéutico también prosperaría si perdiese parte de la protección legal que actualmente le ampara, pero también le inhibe. No debe desdeñarse la posibilidad de que se mostrase más eficiente en un escenario más abierto y competitivo que en el actual, acaso excesivamente intervencionista y protector.
La historia de la farmacia demuestra que el farmacéutico ha realizado su aportación en muchos escenarios, junto a los médicos o independiente de los galenos, con estudios o formándose por aprendizaje, dedicados a su arte o a la química, la ciencia y la botánica, en sociedades autoritarias, confesionales o liberales, con colegios obligatorios o voluntarios, con una legislación favorable o sin ella. La historia cambia, el río fluye, pero la historia demuestra que el farmacéutico permanece y que es capaz de prosperar cuando la sociedad le exige nuevas demandas.
La profesión no tiene otros peligros que los que pueda inventarse o agigantar. ¿Cómo imaginar que pueda ser reemplazado o gravemente perjudicado el profesional que investiga, fabrica, comercializa, distribuye, custodia, dispensa y hace el seguimiento de los medicamentos? Los espacios propicios al farmacéutico se amplían continuamente con el desarrollo de la información, la comunicación y la biotecnología.
La historia de la farmacia incita al optimismo. Nada permanece fijo e inmóvil, los escenarios pueden y deben modificarse, pero el farmacéutico, no siempre con ese nombre, siempre ha existido y desempeñado un importante papel social. Las sociedades abiertas ofrecen múltiples oportunidades, sólo es cuestión de no anclarse en el pasado, de no idealizar la situación vivida en las sociedades cerradas y de dar las respuestas adecuadas en cada escenario.
J. Esteva de Sagrera. Director