La farmacia siempre ha suministrado, en todo momento y lugar, la respuesta más coherente y eficiente posible a partir de la concepción que se tiene de la enfermedad y de los recursos tecnológicos y comerciales de que se dispone para combatir las dolencias. Es un conjunto de recursos dirigidos contra la enfermedad, para que las personas tengan más calidad de vida, libertad y dignidad. Se trata de un proyecto a la vez hedonista, en el mejor sentido de la palabra, y civilizador, porque la civilización es, en último término, una forma de vida que se aleja de las limitaciones impuestas por la naturaleza para acomodar ésta a los intereses y gustos del hombre.
Si se cree que la enfermedad de debe a la pérdida del alma, el curandero organiza un ritual para recuperarla; si se atribuye a la penetración de un espíritu, los fármacos expulsativos se incorporan a un ritual para alejar a los espíritus maléficos. Cuando Hipócrates formuló la enfermedad en términos de desequilibrio humoral, la farmacia catalogó y aprendió a mezclar las plantas capaces de restablecer el equilibrio perdido. Cuando los yatroquímicos explicaron la enfermedad como una alteración química, la farmacia introdujo remedios minerales y aprendió el arte destilatorio. Más tarde los microbiólogos descubrieron que muchas enfermedades se deben al contagio, a la acción de un microbio patógeno, y la farmacia obtuvo quimioterápicos, vacunas y antibióticos. La enfermedad se planteó como un trastorno celular y surgieron los medicamentos que actúan sobre las células. Se dio un paso más y se concibió la enfermedad como un trastorno molecular. Las farmacias están hoy llenas de medicamentos capaces de actuar sobre las moléculas para restablecer la salud. Es una historia hermosa para quienes sepan apreciar el esfuerzo del hombre por civilizar su entorno, y es también una historia interminable, porque las enfermedades jamás desaparecerán.
Hoy, los avances de la medicina plantean la enfermedad en términos genéticos. La farmacia, una vez más, ha acudido puntual a la cita y protagoniza una revolución sin precedentes: los farmacogenes, que actuarán de forma individualizada sobre una proteína concreta, un neurorreceptor, un neurotransmisor, para conseguir una acción previamente diseñada en función del código genético de cada individuo. Los farmacogenes lo revolucionarán todo, desde los ensayos clínicos a los medicamentos industriales, porque supondrán el retorno a una medicación individualizada. Las fórmulas magistrales volverán, esta vez con los mayores adelantos tecnológicos, para fabricar a medida un farmacogén diseñado para un individuo en concreto. Es una revolución en toda regla, para la que conviene estar preparados. La nostalgia y el pesimismo son cosas del pasado, frutos de la desinformación y del miedo al cambio. Las personas bien informadas predicen una revolución sin precedentes en el ámbito de la farmacia, en la investigación, el diseño, la fabricación y la dispensación de medicamentos. Muchas cosas sobre las que hoy se debate acaloradamente son vestigios del pasado, mientras que no se concede suficiente atención a un futuro que está construyéndose a pasos agigantados.