El bienestar, que excluye la enfermedad y presupone la salud, es un concepto muy amplio, que incluye la higiene, la autoestima y la belleza. Por esta razón, la farmacia no se ha limitado jamás a la elaboración y el despacho de los medicamentos, y ha extendido su radio de acción a los productos que, como los cosméticos, son capaces de generar salud y bienestar aunque no sean, desde el punto de vista legal, medicamentos.
Los precursores de los actuales farmacéuticos no descuidaron la cosmetología y en sus establecimientos elaboraban cosméticos y vendían perfumes y productos de belleza. Fue así desde los tiempos más remotos, y el empleo masivo de cosméticos está documentado en Egipto, tanto para los vivos como para los muertos en su viaje al más allá. También Grecia y Roma fueron países con un gran consumo de cosméticos, y lo mismo puede decirse de culturas orientales como la persa, la árabe y la india. En todas ellas, los farmacéuticos se dedicaron a los medicamentos, las plantas medicinales, las especias y los cosméticos, y contribuyeron al auge de la higiene, de la belleza y del comercio.
En la actualidad, los farmacéuticos siguen fieles a la tradición que los vincula con la cosmética y muchos de ellos se han especializado en dermofarmacia y cosmetología. La Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona imparte el Máster en Dermofarmacia y Cosmetología, que en 2005 alcanza su quinta convocatoria. Las universidades promocionan y consolidan a su profesorado mediante la investigación publicada en las revistas internacionales con elevado índice de impacto, pero no por ello hay que olvidar que una función primordial de la universidad es transmitir los conocimientos de los especialistas a los estudiantes y profesionales. Es difícil imaginar a los farmacéuticos sin Facultad de Farmacia, del mismo modo que costaría vislumbrar a ésta si no existiera una demanda social de farmacéuticos. Cuando un usuario solicita un consejo dermofarmacéutico, no se está resolviendo una cuestión de alta investigación, sino que se está dando respuesta a un problema de salud que afecta a una persona concreta. Es importante que la universidad sepa compaginar la alta investigación con la formación de buenos profesionales, sobre todo en aquellas facultades íntimamente ligadas a un ejercicio profesional que es el que, en último término, las justifica. El éxito de las sucesivas convocatorias del Máster de Dermofarmacia y Cosmetología de la UB es un buen ejemplo de la fructífera colaboración entre la Universidad y las empresas, dos importantes productores de riqueza.