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Vol. 23. Núm. 9.
Páginas 143-144 (Octubre 2004)
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¿Existe una cosmética del placer?
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Llorenç Pons
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La liberación de endorfinas a través de los activos cosméticos

Desde hace tiempo, algunos productos cosméticos y determinadas publicaciones profesionales valoran la posible incidencia de ciertos ingredientes cosméticos como fuente de «bienestar». En ocasiones, esta propuesta actividad cosmética se relaciona con la posibilidad de que algunos compuestos incluidos en las fórmulas activen mediadores «naturales» que propician la liberación de endorfinas también naturales, responsables evidentemente de sensaciones de placer.

Este planteamiento merece una revisión científica, ya que la propuesta, sin duda, es atrevida y puede ser mal interpretada por la mayoría de los consumidores e incluso por muchos profesionales de la cosmética que no han profundizado en el tema de la estimulación del sistema cerebral de recompensa.

Comunicación neuronal y sensaciones de placer

Este enunciado ha sido el centro de numerosas investigaciones y revisiones, ya que la comunidad científica se esfuerza en conocer los mecanismos biológicos a través de los que los seres humanos consiguen sensaciones de placer que, con frecuencia, se convierten en una adicción difícil de eliminar.

Es bien sabido que existe un sistema cerebral de recompensa, formado por un complejo circuito de neuronas del que dependen las sensaciones de placer.

Actualmente conocemos, porque han sido bien identificadas, las regiones del cerebro que participan en el sistema de recompensa, y empezamos a comprender las vías a través de las que algunas sustancias químicas son responsables de crear adicción.

Neurotransmisores implicados

La información que circula por las neuronas debe superar un espacio libre, denominado hendidura sináptica, que se sitúa entre dos células muy próximas.

Diversas moléculas, la mayoría bien conocidas desde hace años y liberadas por la neurona situada en posición presináptica, pueden transitar por este espacio para fijarse en sus receptores específicos localizados en la neurona receptora, a su vez situada en posición postsináptica. Estas moléculas son los neurotransmisores. Las principales sustancias que desarrollan esta función son la acetilcolina, la dopamina, la noradrenalina, la serotonina, el ácido gammaaminobutírico (GABA) y la glicina.

En el circuito del bienestar son muy importantes las neuronas liberadoras del neurotransmisor dopamina (por ejemplo, las neuronas del área tegmental ventral [ATV] que se localizan encima del hipocampo). Cuando se excitan a consecuencia de un estímulo (como el que desencadena la nicotina cuando conecta con su receptor), transmiten un mensaje eléctrico en su axón, consecuencia de un proceso de despolarización. Cuando este mensaje eléctrico alcanza el extremo axónico, las vesículas que almacenan las moléculas de dopamina se desplazan hasta la membrana situada en la zona de la hendidura sináptica para liberar este neurotransmisor.

Las neuronas sensibles a la dopamina, por ejemplo las neuronas del nucleus accumbens situadas en determinadas regiones del prosencéfalo, poseen receptores específicos responsables de que la señal de este neurotransmisor pueda desarrollar dos actividades diferentes, pero que se pueden complementar. Por un lado, la dopamina activa a la adeniciclasa situada junto al receptor, lo que incrementa la concentración del segundo mensajero intracelular AMP y la concentración de iones Ca2+. Como consecuencia de ello se produce la inmediata activación de la proteína CREB, que pasa a actuar como un factor de transcripción decisivo, ya que se une a determinados genes del ADN celular, precisamente los que codifican proteínas como la dinorfina (molécula natural del metabolismo neuronal que posee propiedades opiáceas). La liberación de moléculas de dinorfina crea una sensación de placer, pero cuando éstas alcanzan las neuronas ATV son responsables de inhibir la liberación de dopamina, lo que silencia el circuito de recompensa y crea una «tolerancia» al estímulo inicial (en este caso la nicotina). Debido a ello, el individuo habituado precisa incorporar más estímulos (en este caso moléculas de nicotina) para saciar su ansiedad.

Es preciso tener presente que la actividad de CREB se pierde a los pocos días de desaparecer el estímulo desencadenante inicial. Además, en las neuronas del nucleus accumbens la dopamina conecta con receptores específicos que activan enzimas responsables de la síntesis de la proteína delta Fos B. Esta molécula impide la síntesis de moléculas de dinorfina, pero activa genes que codifican proteínas (como a CDK5) capaces de provocar cambios estructurales responsables de una «sensibilización a largo plazo» de las neuronas del nucleus accumbens, que persiste durante varias semanas, una vez a finalizado el estímulo inicial de la nicotina. Este círculo vicioso se refuerza debido a que las neuronas liberadoras de dopamina también están conectadas sinápticamente a «neuronas inhibidoras», lo que en principio permite la regulación de la liberación del neurotransmisor. Sin embargo, diferentes estímulos, como los que desencadenan por ejemplo el alcohol o los opiáceos, cuando se ponen en contacto con estas «neuronas inhibidoras» provocan un bloqueo de su actividad. Debido a ello, su silencio potencia la liberación de dopamina.

Otro aspecto a tener en cuenta reside en el hecho de que el flujo incrementado de dopamina, que desde las neuronas ATV alcanza a los receptores postsinápticos de las neuronas del nucleus accumbens, parece ser responsable de que se incremente el número de receptores activos de glutamato en ambos tipos de neuronas. Esta presencia incrementada probablemente es consecuencia de un proceso de síntesis y transporte de estos receptores, desde los orgánulos citoplasmáticos celulares hasta las membranas de las citadas neuronas.

Es evidente que el neurotransmisor glutamato está implicado en el sistema cerebral de recompensa, lo que incorpora a este sistema a las neuronas que liberan glutamato, situadas en el hipocampo, la amígdala cerebral y la corteza frontal.

La mayor sensibilidad al glutamato se ha demostrado en animales, ya que incrementa la liberación de dopamina por las células ATV y la respuesta aditiva en las neuronas del nucleus accumbens.

No se descarta que las neuronas del hipocampo, a consecuencia de determinados estímulos, fuercen el traslado de ciertas proteínas transportadoras y receptoras del glutamato hasta la membrana de la hendidura sináptica.

Esta circunstancia podría convertir a las neuronas del hipocampo en sensibles al glutamato, especialmente debido a los estímulos potencialmente aditivos, lo que daría origen a persistentes recuerdos de placer.

El desafío cosmético

Todo lo expuesto indica de forma muy clara que existen moléculas capaces de controlar el sistema de recompensa y estimular su actividad, con una energía y persistencia superior a la que se produce en nuestro organismo de una forma natural.

Las moléculas que provocan unos cambios duraderos y, en consecuencia, generan ansiedad deberían identificarse como drogas de adicción.

El posible uso de moléculas potencialmente placenteras, activas sobre las neuronas por vía tópica u olfativa, destinadas a su uso en una cosmética del «bienestar» o a una «aromacosmética del equilibrio psíquico» debería ser considerado con una cierta prevención, a no ser que estudios fiables hayan podido demostrar una perfecta tolerancia, lo que incluye una completa ausencia del riesgo de adicción.

La vigente legislación cosmética excluye la realización de este tipo de ensayos en animales de experimentación, lo que supone un nuevo reto para la realización de este tipo de investigaciones.

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