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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Vol. 10. Núm. 3.
Páginas 215-216 (Octubre 2014)
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Vol. 10. Núm. 3.
Páginas 215-216 (Octubre 2014)
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Daniel Lanero Táboas y Dulce Freire (Coords.). Agriculturas e innovación tecnológica en la Península Ibérica (1946-1975). Madrid, Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2011, 303 págs., ISBN: 978-84-491-1179-2.
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Salvador Calatayud Giner
Universitat de València, Valencia, España
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A pesar del título, este libro dedica menos atención a la innovación tecnológica en sí misma que a las instituciones y la política agrarias. Esta peculiaridad se explica perfectamente si atendemos al periodo estudiado, que corresponde al nacimiento de la Revolución verde, un fenómeno que incluía, como es sabido, procesos de cambio técnico de extraordinaria trascendencia, pero también un protagonismo no menos relevante de políticas agrarias nuevas, sin las cuales las semillas de alto rendimiento y los incrementos de productividad no se hubieran producido. Por tanto, el objeto de estudio reviste un interés de primer orden y los temas específicos parecen bien escogidos para dar cuenta del proceso general de cambio.

El libro incluye 9 trabajos sobre la transformación de las estructuras agrarias en España y Portugal, una visión comparativa que constituye uno de los aspectos más interesantes de la obra. A ello se añade otro trabajo que analiza los estudios de economía agraria en la época de la aparición del concepto de Revolución verde. En este texto, Wilson Picado repasa una extensa literatura de las décadas de 1960 y 1970 para destacar la dimensión internacional que adoptó la preocupación por el hambre, coincidiendo con la expansión de la hegemonía de los Estados Unidos en el mundo y la Guerra Fría. En esos años se desarrolló un vivo debate entre quienes propugnaban que el cambio técnico resolvía todas las carencias y no podía tener más que efectos positivos, y aquellos otros que contemplaban también las consecuencias sociales de la innovación, en forma de nuevas desigualdades, mayor dependencia de los campesinos respecto al mercado, etc.

Este es, en realidad, el punto de partida implícito en el resto de los artículos. En España y Portugal, la Revolución verde llegó bajo regímenes autoritarios. Los trabajos se mueven entre 2 niveles de análisis: por un lado, la dinámica interna de las 2 dictaduras, con sus estrategias enraizadas en la historia agraria previa; por otro, la materialización nacional de un modelo de cambio agrario que tendía a adoptar pautas comunes en todo el mundo. El trabajo de David Soto muestra el entrelazamiento de ambos niveles en el caso gallego. Aquí, el proceso de industrialización de la agricultura desde los años sesenta renovó el cultivo, la cría de animales y los usos del bosque, pero también alteró las estructuras sociales en el campo. Se diferenciaron cada vez más las explotaciones capitalizadas y productivas de aquellas otras marginales y poco renovadas. Se amplió, a una escala desconocida hasta entonces, el impacto medioambiental de la actividad agraria. Y, en definitiva, la sociedad campesina resultó desarticulada.

Precisamente uno de los componentes de la Revolución verde fue el cambio en las estructuras agrarias: las grandes desigualdades en el reparto de la tierra o la insuficiencia de muchas explotaciones campesinas aparecían en todo el mundo como barreras para maximizar los beneficios de la tecnología, cuando no como amenazas al orden social. En el caso de Portugal y España, la dinámica interna de la sociedad rural y sus repercusiones políticas planteaban, desde décadas atrás, la necesidad de cambios. Dulce Freire estudia las propuestas de los agrónomos portugueses de una reforma agraria que consideraban necesaria, y algunas de las iniciativas estatales en este sentido. No se trataba de repartir la tierra, en el sentido clásico, sino de crear explotaciones viables para promover el cambio técnico y la agricultura comercial. Las transformaciones no fueron muy lejos a causa de los límites de la acción del gobierno frente a los intereses agrarios tradicionales. Ana Cabana se ocupa de esta cuestión en Galicia y en relación con la concentración parcelaria y la colonización, como medios para conseguir la aplicación de los nuevos paradigmas productivos. Estos cambios en las estructuras agrarias encontraron dificultades, a pesar de la disponibilidad del Estado autoritario para aplicarlos: descontento con la asignación de las nuevas parcelas resultantes de la concentración, o rechazo de los campesinos que el Estado hubiera querido comprometer con la colonización.

El papel jugado por las instituciones agrarias autoritarias del Estado Novo y del franquismo es abordado, de forma comparativa, por Miguel Cabo y Daniel Lanero, que lo sitúan en la trayectoria a más largo plazo de la sociedad rural y la movilización de sus diferentes grupos. El sindicalismo franquista o los órganos corporativos portugueses representaron obstáculos burocráticos, de manera que serían las nuevas relaciones establecidas entre el sector agroindustrial y el mundo rural, mediatizadas por el Estado, las que marcarían los rasgos y el ritmo de la modernización agraria.

La respuesta campesina a las innovaciones promovidas desde arriba es otra cuestión clave de la Revolución verde. Para los técnicos que actuaron en Galicia, la falta de cooperación evidenciaba resistencias al cambio, pero Cabana encuentra que los campesinos tenían razones para rechazar las innovaciones que se planteaban en ese momento concreto. Estas «razones de los campesinos» son destacadas también por Freire: la desconfianza de los arrendatarios del Ribatejo frente a los técnicos se basaba en la experiencia de actuaciones anteriores que no produjeron los resultados prometidos.

Ello conecta con otro componente de la Revolución verde: el papel de los técnicos y la ciencia agronómica en el nuevo modelo agrario. La «internacionalización» de la innovación implicaba la formación de redes nacionales e internacionales de especialistas con contactos crecientes (muy influidas por los servicios técnicos norteamericanos) y la transferencia de tecnología e información. En países como España o Portugal este fenómeno partía de sistemas de difusión agronómica ya implantados. Juan Pan-Montojo sitúa la posición de los ingenieros agrónomos españoles en la pugna entre, por un lado, la visión falangista de una agricultura integrada en las estructuras nacionalsindicalistas a través de las Hermandades de Labradores y Ganaderos, y, por otro, los restos de instituciones desarrolladas desde finales del siglo xix, como los sindicatos católicos o las asociaciones de propietarios, dispuestos a mantener una autonomía relativa. Para los primeros, la prioridad era una especie de reforma agraria con apelaciones retóricas al campesinado; para los segundos, la modernización técnica y el aumento de la producción. En la victoria final de la segunda de las visiones los agrónomos desempeñaron un papel importante: veían así hacerse realidad su «viejo sueño de dirigir la agricultura».

Por su parte, Lourenzo Fernández Prieto muestra que la necesidad de investigación y difusión agronómicas del nuevo modelo productivo chocó en España con el desmantelamiento por el primer franquismo de la infraestructura científica previa. El exilio de investigadores y la reestructuración de los institutos tuvieron un especial impacto en el que sería el ámbito de innovación central de la Revolución verde: la genética vegetal y animal. La Misión Biolóxica de Galicia, que contaba antes de la Guerra Civil con investigadores bien conectados internacionalmente, había obtenido híbridos de maíz y mejoras pecuarias en el vacuno y porcino. La continuidad de estos trabajos se rompió bajo el franquismo, mientras el personal que sustituyó a los especialistas depurados carecía de la formación y los vínculos internacionales de estos. Al mismo tiempo, la ciencia agronómica se alejó de los agricultores en esta primera etapa de la dictadura.

La influencia norteamericana en las trasformaciones agronómicas y productivas de estas décadas es analizada por Maria Fernanda Rollo, que se ocupa de la vertiente agraria del Plan Marshall en Portugal. El seguimiento de los programas muestra un impacto apreciable en cuanto a transferencia de conocimientos y tecnología, y a la apertura de los agrónomos portugueses a la ciencia internacional, si bien el influjo sobre la producción no sería visible hasta tiempo después, y con limitaciones.

Por último, se incluyen 2 trabajos sobre política forestal. Aunque podría parecer una cuestión tangencial a la temática nuclear del libro, los 2 autores muestran que la explotación más intensiva del bosque formaba parte de la misma lógica productivista que caracteriza la Revolución verde. Amélia Branco estudia la repoblación forestal en el Portugal al norte del Tajo, iniciada en 1940. Eduardo Rico analiza los planes franquistas destinados a incrementar la producción de celulosa textil en el contexto del aislamiento autárquico. En ambos casos, las actuaciones sobre el bosque se vinculaban a los respectivos proyectos industrializadores y buscaban aumentar la oferta de materia prima para la industria de la celulosa y, solo de manera secundaria, contribuir al desarrollo rural.

En suma, el libro contiene una rica variedad de temas y los diferentes capítulos vinculan de manera sugerente los problemas generales con las instituciones y los cambios específicos estudiados. Su lectura puede ser útil tanto para los interesados en la evolución social y económica del franquismo, como para quienes busquen mejorar su visión de la definitiva modernización de la agricultura española y, en definitiva, para una comprensión más rica de los procesos de cambio que englobamos habitualmente en la llamada Revolución verde.

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