Hemos leído con interés el artículo de Galán Martínez et al.1 sobre su experiencia en el manejo diagnóstico y terapéutico del paciente con neoplasia intraepitelial anal. Felicitamos a los autores por su experiencia y compromiso con la atención de dicha patología. Sin embargo, nos gustaría añadir algunas consideraciones basadas en nuestra experiencia.
En nuestro centro, el protocolo de pacientes con citología anal es similar al que describen, excluyendo a los pacientes trasplantados y hematológicos. Sin embargo, sí se analizan desde anatomía patológica los serotipos de VPH presentes en todas las citologías.
Se establece que cualquier H-SIL, con independencia de qué genotipo de VPH presente, debe realizarse una anuscopia de alta resolución (AAR). Por otro lado, los pacientes que presentan L-SIL se diferencian en función de los genotipos de VPH que porten. Si solo muestran genotipos de bajo riesgo, el protocolo establecido es repetir la citología en 3-6meses para ver la evolución. Si presentan cualquier genotipo de alto riesgo (AR), se incluye para AAR. La misma actuación establecemos con los ASCUS. Esto es debido a que la infección por genotipos VPH-AR es la que se asocia a la presencia2,3 o progresión de la neoplasia intraepitelial anal (NIA)4.
En sus datos analizados1, donde se biopsiaron 112/115 pacientes y fueron tratados 98/112, se traduce que la biopsia se consideraría prácticamente innecesaria, ya que se procede a tratar a todo paciente que presente una citología alterada. No existen claras recomendaciones de tratamiento a las NIAI5, de hecho no se considera necesario tratarlas porque muchas de ellas regresan. Lo que se aconseja es a los 6-12meses nueva AAR con biopsia del área previamente afectada para evaluar la progresión6.
Coincidimos en el tratamiento establecido con ácido tricloroacético (ATA) al 80%; sin embargo, diferimos en la posología a realizar. En nuestro caso, el tratamiento lo aplicamos inicialmente en una sola sesión, guiados por la AAR y mediante un hisopo aplicado 30segundos sobre el cuadrante afecto, consiguiendo unos resultados similares a los expuesto por Cranston et al.7. Consideramos que debe aplicarse de forma selectiva sobre los cuadrantes donde se tomó la biopsia y no con una torunda introducida en toda la circunferencia del ano, ya que en ese sentido se pueden aumentar efectos deletéreos para el paciente, no actuando específicamente sobre la zona alterada7. La comprobación posterior de la eficacia del tratamiento la evaluamos con AAR y la eventual toma de biopsia, ya que la citología podría constituir un falso negativo.
En resumen, tal y como reflejan Galán Martínez et al.1, el cribado de la displasia anal es complejo, ya que constituye un dilema el no actuar sobre unas lesiones tratables que potencialmente progresan a carcinoma anal8, siendo necesarios más estudios con seguimientos a largo plazo para consensuar el manejo diagnóstico-terapéutico correcto en nuestra población, para poder así unificar criterios y establecer protocolos.




