Estamos de acuerdo con nuestros compañeros en que hay soluciones aún mejores, pero hoy por hoy los cambios que son posibles por la tecnología no siempre son factibles por problemas de política, economía o logística. ¿Recuerdan ustedes anteriores hitos tecnológicos? Bacaladeras para imprimir el nombre de los pacientes en las recetas o el terminal autónomo de identificación de recetas con sus inexistentes «ñ». Hoy en día el rey de la tecnología es el ordenador. Aprovechémoslo.
Por qué no ver nuestra propuesta como un peldaño más en esta escalera en la que la receta electrónica o la futurística tarjeta electrónica son un nivel superior (y lejano). Nuestra idea es un paso intermedio que, además, complementaría siguientes avances en un futuro, dado que estas soluciones están destinadas sobre todo al paciente crónico, no al agudo, y no ayudan en caso del famoso bloqueo de ordenador o el temido apagón de luz. ¿A nadie le ha fallado nunca una tarjeta en un centro comercial?
Hasta que lleguen la receta electrónica («homo sapiens» de las recetas) y las tarjetas electrónicas (hoy por hoy ciencia ficción), nuestra propuesta es más realista y económica, solventa de manera sencilla problemas conocidos y, además, en el futuro complementará otras medidas que la mejoren.