Sres. Directores: Hemos leído con atención la carta remitida por Segura y Rajmil a propósito de los resultados, un tanto inesperados, de hospitalización evitable por género. Efectivamente, como ellos afirman, el porcentaje total de ingresos evitables para todo el período estudiado fue mayor en niñas (14,9%) que en niños (13,3%)1. Por otro lado, en este mismo estudio2 se observó que para la hospitalización pediátrica por todas las causas el porcentaje era superior en niños (59,2%).
Los resultados de las tasas por provincias que se presentan en dicho artículo muestran contradicciones respecto al género. Éstas podrían ser explicadas en parte, como asimismo sugieren Segura y Rajmil, por la fuente de información, la EMH, con diferentes y conocidas limitaciones, pero que por otra parte ha sido la única fuente disponible para conocer la morbilidad hospitalaria en este país. El análisis por provincias y por género hizo las estimaciones más inestables, aunque era la única manera de acercarnos al conocimiento de las diferencias.
Si observamos la información disponible sobre actividad hospitalaria en población infantil (<15 años) en la Comunidad Valenciana recogida mediante el CMBD, nuestros resultados son comparables, y en la misma dirección, a los que se presentan para Cataluña. Para el año 1993, la tasa de hospitalización pediátrica por todas las causas fue de 45,55 por mil para los niños y 33,83 por mil para niñas, y en 1994 de 47,50 por mil y de 35,89 por mil, respectivamente. Para las hospitalizaciones evitables en 1993 la tasa fue de 8,92 por mil en niños y 7,90 por mil en niñas, y en 1994 de 9,30 y 8,62, respectivamente3.
En los últimos años, y después de las recomendaciones de diferentes instituciones acerca de la necesidad del análisis y publicación de los datos por género, su estudio diferencial empieza a aparecer cada vez más en las publicaciones científicas, aumentando la evidencia de que los recursos sanitarios son utilizados y aplicados de forma desigual por género en los adultos4,5. Sin embargo, es manifiesta la carencia de estudios que planteen estas hipótesis en la población infantil, tal vez por la oposición de algunos investigadores que no perciben que sean posibles. Consideramos necesaria la investigación de estos aspectos para conocer no sólo su frecuencia, sino también, y más importante, sus causas, que como Segura y Rajmil apuntan pueden estar relacionadas tanto con los padres como con los profesionales, y en cualquier caso parecen ser culturales y debidas a la asignación de roles que la sociedad asigna a los seres humanos desde que nacen. No hay evidencia, como ellos dicen, de que los niños se quejen más que las niñas, pero sí de que la percepción social de la queja es diferente según el género que la emita, considerándose más grave la de los varones, por ser menos habitual y/o más reprimida socialmente.
