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Vol. 17. Núm. 1.
Páginas 88-89 (Enero 1996)
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G. Bustos Lozanoa
a Pediatra. Miembro del grupo de expertos de actividades preventivas en la infancia del PAPPS.
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Sres. Directores: El autor de esta carta me atribuye una opinión no expresada en el editorial que su Revista amablemente publicó.

La decisión de introducir o no las vacunas conjugadas anti-Hib en el calendario vacunal es difícil. Intencionadamente, no hago una recomendación expresa, sino que expongo los hechos que definen la situación en España y los argumentos que pueden apoyar una u otra postura, que esencialmente son los siguientes:

 

­ La incidencia de la enfermedad no ha sido estudiada de forma correcta en nuestro país y sólo recientemente disponemos de datos aproximativos, que parecen indicar una menor incidencia que en otros donde se ha implantado la vacunación.

 

­ Las vacunas conjugadas han demostrado ser muy efectivas y seguras. No se comprende la alusión a la necesidad del uso de placebo en los ensayos clínicos. Son muchos los ensayos realizados correctamente y los países que han implantado la vacunación con una efectividad manifiesta.

 

­ La vacunación de grupos de riesgo, por lo restringida (en general las autoridades sanitarias sólo aceptan la vacunación de niños inmunodeficientes), no puede tener un efecto significativo en la población general.

 

­ La vacuna es muy cara y la prevención de cada caso resulta más costosa en nuestro país que en otros con mayor incidencia.

 

­ No cabe esperar de momento ahorro sanitario y, por lo tanto, sólo puede defenderse su inclusión asumiendo un mayor gasto en aras de la prevención de las secuelas asociadas y la mortalidad, con sus costes sociales y humanos. En este sentido, un estudio del Hospital La Fe de Valencia, publicado recientemente1 intenta cuantificar el coste de la pérdida de vidas y encuentra rentable la vacunación en su área de influencia.

 

­ El desarrollo futuro de vacunas combinadas podría disminuir notablemente los costes.

 

Con estas premisas la vacunación general ha sido incluida en las recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría, y por el contrario no ha sido incluida en los calendarios vacunales oficiales.

Para los gestores de la sanidad pública se trata de decidir si es posible y si merece la pena asumir el gasto. Hasta ahora la opción es que no, y se entienden las razones. A los pediatras se les plantea el dilema de si deben informar a los padres. Creo que la mayoría lo hace y parece razonable. Los padres están en su derecho de decidir si vacunan o no a sus hijos y razonablemente muchos lo harán.

Por otro lado, contraponer vacunación a eliminación de 14 plazas de pediatría me parece un sinsentido similar a prescindir de 20 plazas de radiólogo en el ejercicio en que se compra un aparato de resonancia magnética. Si la vacunación anti-Hib estuviese justificada, corresponde a los gestores públicos encontrar el modo de financiarla. Otras medidas y campañas preventivas de efectividad mucho menos demostrada lo han sido.

 

Bibliografía
[1]
¿Es recomendable la vacunación general antihaemophilus influenzae B en España? An Esp Pediatr 1995; 42: 333-336.
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