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Vol. 48. Núm. 2.
Páginas 201-209 (Junio 2014)
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María Guadalupe Espinosa Rodríguez
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La presente reseña gira en torno a la publicación de siete artículos de la revista International Journal of Historical Archaeology, resultado del Congreso del Theoretical Archaeology Group (tag): The Ethics of Archaeological Tourism organizado por Margarita Díaz-Andreu y César Villalobos Acosta, en la Universidad de Durham, Inglaterra, en diciembre de 2009.

Las publicaciones abordan temas relacionados con el turismo cultural los cuales básicamente son: el manejo de sitios arqueológicos en varios países de América Latina y su relación con comunidades indígenas locales y otros grupos y actores sociales quienes reclaman una participación en la administración de estos recintos; diversos tipos de negociación y conflictos; la ética profesional para el estudio del turismo cultural; la planeación y desarrollo económico en torno a las ventajas de los usos de promoción turística; la mercantilización de la cultura; la interpretación temática; la identidad, el nacionalismo y la globalización y las diversas propuestas del uso de sitios arqueológicos para el turismo.

El turismo cultural, caracterizado por la comprensión, conocimiento, disfrute y observación de elementos del patrimonio cultural tangible e intangible, es un fenómeno moderno que emergió en los países de América Latina. Los sitios arqueológicos constituyen una fracción importante para la visita turística, como por ejemplo, aquellos que cuentan con una declaratoria de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la unesco, la cual sirve a los países y Estados como un medio de proyección de identidad, pero que puede ser también interpretada como una plataforma de economía y oportunidades de crecimiento y desarrollo para el ramo turístico a nivel local, regional, nacional e internacional.

Esta temática recientemente ha sido objeto de discusión entre los arqueólogos quienes han opinado que es necesario desarrollar investigaciones, análisis y diagnósticos de las ventajas y desventajas que conlleva esta actividad de visitas masivas y moderadas a sitios arqueológicos. Asimismo, algunas instituciones que tienen a cargo su administración, han realizado procesos de planeación formales y efectivos que han dado como resultado experiencias de aciertos y fracasos, a falta de una política cultural nacional e internacional que regule el turismo.

En Tourism and archaeology in Brazil: postmodern epistemology in two case studies, escrito por Pedro Paulo A. Funari, Fabiana Manzato y Louise Prado Alfonso, se exponen los casos de los sitios arqueológicos: Palmares en Alagoas, donde hay una antigua plantación de caña de azúcar que ocupaba esclavos, y está localizada en uno de los estados más pobres de Brasil; y Erasmo en Sao Paulo, un ingenio azucarero ubicado en la zona más rica del país.

Para el Estado brasileño, ambos lugares son una potencial fuente turística a pesar de las diferencias tecnológicas, de inversión e infraestructura. Si bien es cierto que en el turismo cultural las actividades asociadas con el patrimonio arqueológico implican conflictos potenciales entre intereses nacionales, regionales y locales, los arqueólogos han analizado el crecimiento de esta industria y la necesidad de investigar acerca del manejo de sitios arqueológicos y las relaciones con los actores sociales que participan y necesitan afirmarse en un sentido normativo y operativo.

La idea generalizada de que el patrimonio cultural está simbolizado por los palacios, iglesias, monumentos y otros artefactos, orilló al Estado a utilizarlos como ejemplo de la herencia nacional, aunque estaba vinculado con prácticas de la clase alta. Los arqueólogos, a partir de principios éticos y conscientes de que las comunidades debían ser incluyentes en la defensa de su patrimonio arqueológico, redinamizaron estas prácticas en los dos sitios arqueológicos y trabajaron con las comunidades locales aledañas, y a través de talleres y otras actividades académicas pudieron transformar la visión del patrimonio cultural de una práctica de élite a una actividad popular, recreando los recursos arqueológicos a su propia ventaja, reinterpretando su identidad y atrayendo los beneficios que les genera el turismo. Los autores determinan la aplicación de una ética que sea equilibrada e incluyente entre todos los actores sociales, la materia del trabajo arqueológico y las actividades turísticas.

Alexander Herrera, en “Heritage tourism, identity and development in Peru, explica que el turismo cultural recrea las relaciones entre la identidad, la arqueología y el turismo, dentro de un contexto económico y social que maneja el Estado dentro de un mercado globalizado. Asimismo, el autor reflexiona sobre la problemática del discurso entre arqueólogos y comunidades locales que viven cerca de los sitios patrimoniales y los museos.

La política patrimonial en Perú se basa en que los arqueólogos investiguen e interpreten la historia nacional, por lo que ha habido grandes inversiones para la investigación en sitios como Machu Picchu, Choquequirao, las Tumbas Reales y Museo de Sipán, Chan Chan y Nasca, Huaca del Sol y de la Luna y Kuélap. Dichos lugares son también los que el Estado ofrece para promoción turística.

Herrera expone que los arqueólogos casi no reflexionan sobre las ventajas que el turismo patrimonial puede otorgar para un desarrollo sostenible y beneficiar a las poblaciones locales que viven en una pobreza rural extrema y que aún no lo consideran una parte de la disciplina arqueológica. Esto ha traído como consecuencia que los campesinos y agricultores no sean invitados a participar en iniciativas para el turismo cultural, argumentando que: a) la consulta no ha sido obligatoria, b) no se divulgan los trabajos arqueológicos a las comunidades que participan en ellos, c) hay una necesidad de impulsar las declaratorias de protección de monumentos arqueológicos, d) la apropiación de las comunidades con su patrimonio cultural tiende a ser débil.

El uso del imaginario inca entre la población es hablar de las identidades andinas y se ha configurado en un proceso de esquemas que han llegado a la adopción de estos símbolos en diferentes contextos, con el fin de reforzar las identidades individuales y colectivas, y se reflejan en el uso de sitios arqueológicos como destinos turísticos. La inclusión de Machu Picchu en la denominación las Siete Nuevas Maravillas del Mundo, en conjunto con la Declaratoria como Patrimonio Mundial de la unesco, ha servido para atraer más turismo. Sin embargo, estas propuestas han traído problemas de sostenibilidad ambiental, descontrol de capacidad de carga en ciertos periodos y en los efectos de la conservación de sitios arqueológicos.

A pesar de ello, otras iniciativas para el turismo cultural enfocan el paisaje, como es el caso de Keushu y Awkismarka, donde la investigación y el trabajo arqueológico han servido para atraer beneficios para las comunidades circundantes a través de la visita turística. Por otra parte, prevalece la pugna entre grupos de la iniciativa privada y las comunidades por la defensa de su territorio ante la inversión de proyectos turísticos, como fue el fracasado proyecto del teleférico de Machu Picchu.

Los arqueólogos han logrado incursionar en el turismo cultural a través de la capacitación de guías turisticos locales y actividades enfocadas al conocimiento arqueológico, como talleres que asocian la relación entre la agricultura, la arqueología y el turismo, y que han dado como resultado la formación de museos de sitio. La arqueología desempeña un papel importante en las relaciones que constituyen el turismo cultural y las narrativas dimensionadas dentro de un discurso de política cultural.

Clare A. Sammells, en Complicating the local: defining the Aymara at Tiwanaku, Bolivia, define las particularidades, características, diferencias y problemáticas entre comunidades locales y residentes rurales aledaños al sitio arqueológico Tiwuanaku. Un conflicto local ocurrido en agosto del año 2000 generó una lucha de identidades entre ambos grupos por el reconocimiento como genuinos indígenas aymara, quienes son considerados como los descendientes de los antiguos edificadores de Tiwanaku y han conformado una identidad local, regional y nacional. Este evento reclamó la participación de los actores mejor capacitados para llevar un correcto uso, manejo, control de eventos y gestión del sitio arqueológico, en confrontación con las autoridades nacionales de la Dirección Nacional de Arqueología y Antropología (dinaar), que están a cargo.

Este conflicto creó incertidumbre en los arqueólogos, puesto que la comunidad aymara veía sus investigaciones y trabajos como un atractivo turístico más. Además, las comunidades también proponían esquemas para el manejo del sitio, pugnaban por la venta de paquetes turísticos y oferta de servicios, como hoteles, restaurantes, venta de comida y artesanías, etc. Los acuerdos de estos grupos con las autoridades de la dinaar fueron benéficos para la comunidad de Tiwanaku, asignando parte del ingreso por venta de boletos para la localidad. El ayuntamiento regional junto con las autoridades de la dinaar y arqueólogos tomarían decisiones conjuntas para la realización de eventos en el sitio. No obstante, no se ha analizado las ventajas o desventajas de la incursión de estos grupos en cuanto a su participación en el manejo del sitio.

En Ethics and archaeological tourism in Latin America de Margarita Díaz Andreu se argumenta que el turismo arqueológico y la ética son dos conceptos que en raras ocasiones se reúnen. La autora expone varios planteamientos teóricos, como son: la arqueología y la confluencia con el turismo cultural, la formación de la memoria a través de las visitas a monumentos arqueológicos y museos, el papel de los arqueólogos en la industria del turismo cultural, entre otros. También discute las relaciones entre el sentido de propiedad, administración del patrimonio arqueológico y la construcción de identidad; la mercantilización y el saqueo, la conservación, la autenticidad, las estrategias ante el turismo masivo; y el potencial del turismo cultural como una actividad institucionalizada que promueve la identidad nacional.

Plantea las responsabilidades éticas de los arqueólogos y de su trabajo hacia las comunidades locales y la ausencia de códigos de ética en países como México y Perú, los cuales han tenido como consecuencia conflictos basados en la lucha por la participación en la toma de decisiones en los sitios arqueológicos, que generan disputa económica y de ordenamiento territorial, tal y como ha ocurrido en los sitios arqueológicos de Copán en Honduras, Tiwanaku en Bolivia y Chincultik en México.

Por otra parte, enfatiza las diversas reformas legislativas nacionales en países de América Latina y de otras partes del mundo, en las que hay un reclamo de grupos indígenas por la participación del patrimonio arqueológico debido a su relación de identidad con éstos. A pesar de que ha habido un esfuerzo por crear metodologías acordes con proyectos y productos del turismo cultural, la planificación resulta un factor fundamental para la apreciación y valoración del patrimonio arqueológico, puesto que es el único instrumento que llega a todas las esferas sociales.

La disciplina arqueológica generalmente se enfoca en la investigación, pero también hay nuevas líneas de indagación en las que ya existe una mayor preocupación por el control del turismo en los sitios arqueológicos, así como lineamientos para su apertura, manejo y disfrute. La autora también estima el uso de símbolos nacionales y los objetos arqueológicos como un sentido que da identidad nacional a los Estados.

Detalla el cumplimiento de los criterios que establece la unesco y el seguimiento de acciones y actividades que deben cumplir algunos sitios que detentan la declaratoria de Patrimonio Mundial. Por último, reflexiona si la cultura es vista como mercancía turística y si realmente provee beneficios para las comunidades indígenas, e invita a los arqueólogos latinoamericanos a reflexionar desde una perspectiva ética si estas acciones son viables.

Rosemary A. Joyce, en Confessions of an archaeological tour guide, analiza la interpretación y temática de los recorridos turísticos realizados por arqueólogos especialistas de sitios vs. los guías de turistas tradicionales y la diferencia entre relatar información meramente científica contra las narrativas populares o de nueva creación. A través de su experiencia como investigadora y guía de visitantes del sitio arqueológico Copán en Honduras, argumenta que los arqueólogos deben tomar las decisiones en la definición de las rutas o recorridos, así como en la información de los significados interpretativos del sitio, situación que ha creado una rivalidad interna con los guías de turistas, quienes persiguen otro tipo de intereses.

Propone que los arqueólogos se comprometan con los sitios patrimoniales ante el mercado turístico que se ofrece a través de los hallazgos y descubrimientos arqueológicos, que los visitantes buscan como experiencias de identidad. Asimismo los arqueólogos deben enfrentar la problemática del beneficio económico que genera el turismo para las poblaciones locales.

Hace algunos años, el proyecto Copán fue para el Estado un promotor de identidad nacional a través de representar un pasado prehispánico dentro de un proceso histórico denominado “mayanización”. Aunado a esto, por estar presente en la lista de sitios con declaratoria de la unesco, se incluyó en los primeros proyectos internacionales propuestos para la Ruta Maya, basada en el marketing de esa identidad.

Por otra parte, menciona que las guías turísticas escritas y la literatura hondureña de Copán han ponderado los recorridos en torno a un discurso de lo que visualmente es más representativo, como la iconografía de las estelas. De acuerdo con la especialista, estos itinerarios turísticos omiten el sentido de Copán como un lugar habitado por gente de diversas clases y no asocian sus relaciones y conflictos entre los grupos sociales que lo habitaron. Por esto los arqueólogos deben crear otras fuentes de interpretación académica y conducirlas de una forma más popular para que sean comprendidas por los visitantes al sitio.

Confrontando las rutas tradicionales de recorrido, Joyce experimentó el cambio de caminos en el sitio. Fomentó el conocimiento de nuevos espacios e integró la enseñanza de los monumentos en asociación con los artefactos prehispánicos, actividades domésticas, producción y elaboración de alimentos, demografía, salud y rituales, lo que ponderó tener mayores argumentos académicos, lúdicos y educativos para la comprensión de Copán. También trabajó con los ciudadanos y comunidades hondureñas, quienes manifestaron sus propias historias de los sitios arqueológicos y su material, y dieron como resultado la creación del Museo Público de San Pedro Sula. La participación y capacitación de los guías turísticos por algunos arqueólogos ha sido fundamental. El desarrollo de narrativas para las guías turísticas orales o escritas en sitios arqueológicos es un compromiso que algunos arqueólogos han hecho individualmente, aunque sigue siendo un punto de controversia que aún se ve como mercantilización del patrimonio.

Hugo Benavides, en Working/touring the past: Latin American identity and the political frustration of heritage, examina el mundo prehispánico y la identidad contemporánea latinoamericana a través del movimiento indígena ecuatoriano conaie (Confederación de Nacionalidades Indígedas de Ecuador) y la ciudad de Izamal, Yucatán, México. Ambos casos compiten por un reconocimiento oficial como indígenas ante un imaginario de producción de nuevas identidades y lucha por los recursos socioeconómicos y políticos actuales que han generado las actividades del turismo cultural.

En Ecuador, la conaie adoptó la figura oficial basada en su pasado prehispánico y ha conformado una rebelión indígena por el poder político en el estado, convirtiéndose en el movimiento social más importante. Su lucha por la defensa de la naturaleza y de los derechos humanos es transnacional y ha provocado una catarsis en la reestructuración del Estado moderno ecuatoriano. Por otra parte, Izamal es una ciudad colonial, localizada entre Mérida, la antigua capital estatal y el sitio arqueológico de Chichen Itzá. Por su ubicación, Izamal se convierte en un recurso de gran potencial turístico y económico por ligar los monumentos coloniales y las grandes pirámides edificados por los antiguos indígenas mayas. Además hay dos elementos que lo convierten en un recurso de atracción nacional e internacional: un busto dedicado al colonizador Diego de Landa que representa la sublevación indígena y la población actual parlante de maya, que aparenta una continuidad desde el pasado hasta la actualidad.

Algunos países de América Latina han reconstruido su pasado prehispánico con dos líneas de discurso: la tendencia a la apertura de ruinas monumentales y el desconocimiento de las comunidades indígenas actuales del mundo prehispánico.

Las reconstrucciones históricas ligadas a un discurso fabricado en el pasado y que sirven de justificación en el presente se atraviesa con relaciones de poder. Izamal representa una descripción física basada en elementos interpretativos prehispánicos para la construcción de una identidad moderna. Esta misma idea es la que ha articulado la Conaie en la creación de una identidad contemporánea de manera combativa y de resistencia. Ambos casos evidencian el intento de que el indígena del pasado sea el mismo del presente. Estos procesos de identidad e interpretación posicionan el pasado prehispánico como un objeto de manipulación dentro de una empresa política y globalizada inherente a las industrias turísticas. En ambos casos se compite por estas identidades, lo que define el autor como mercados transnacionales de identidad.

Por último, en Light shows and narratives of the past César Villalobos Acosta plantea un ejemplo de la relación entre arqueología, nacionalismo y turismo en México, a través del desarrollo y problemática de los espectáculos de luz y sonido surgidos en México en la década de 1960, los cuales se han llevado a cabo en las zonas arqueológicas de Teotihuacan, Uxmal, Chichén Itzá, Xcaret, Tulum, Tajín, Xochicalco y Edzná. Afirma que este tipo de actividades tienen tres etapas, la primera con una visión nacionalista, la segunda enfocada a la promoción de zonas arqueológicas en las que el mercado turístico desempeña un papel fundamental, y la tercera, refleja posturas académicas opuestas ante estas nuevas formas de presentación del patrimonio arqueológico. A nivel mundial estos espectáculos ya se ejecutaban desde la primera mitad del siglo XX en Europa y se han expandido a otros sitios del mundo, en especial en países de Latinoamérica, como aquellos que tienen una mayor afluencia turística y cuentan con una declaratoria como Patrimonio de la Humanidad por la unesco. A pesar de que la arqueología y el turismo no son necesariamente incompatibles con el nacionalismo, han tenido un auge relevante en aras de la globalización.

Estas actividades también tienen una visión elitista aunada a que la relación de turismo y arqueología nunca ha sido fácil; las rígidas posiciones académicas argumentan la disneynización del patrimonio arqueológico, basada en la explotación para una industria turístico-económica, sólo degradan la conservación de monumentos. Esta oposición se hizo evidente en el caso del proyecto Resplandor Teotihuacano, en el que las autoridades federales autorizaron la instalación de infraestructura directa en los monumentos, averiando su estructura actual.

Algunos argumentos y posturas distintas a las de los arqueólogos reclaman que estos espectáculos son nuevas formas de uso y presentación turística del patrimonio arqueológico, lo que se contrapone al discurso oficial nacionalista en el que los sitios sólo se deben visitar para su conocimiento, valoración y disfrute de la historia que dejaron los antiguos habitantes en la época prehispánica.

Otros factores para la realización o propuesta de espectáculos de luz y sonido ocurren en sitios arqueológicos ubicados dentro de destinos como playas o con fuerte infraestructura turística. En el caso de El Tajín, desde el año 2000 se celebra la Cumbre Tajín, el espectáculo de luz y sonido integra elencos de comunidades indígenas locales y no ha alcanzado aún un discurso académico y certero de lo que fue esa ciudad prehispánica, lo que ha provocado una visión forzada y desorganizada del sitio patrimonio-indígena-espectáculo-turismo.

Los arqueólogos no han enfrentado los espectáculos de luz y sonido como otra forma de presentación para el disfrute de zonas arqueológicas y su posible fuente de beneficio social, local y regional, por lo que se debe de trabajar intensamente en estas propuestas y dimensionar su factibilidad.

Los artículos presentados en Durham en el año 2009 reflejan nuevas tendencias y problemáticas en torno a los sitios arqueológicos y su función dentro del turismo cultural en América Latina. El sentido del nacionalismo continúa fuertemente arraigado en muchas regiones, donde los bienes muebles e inmuebles del patrimonio arqueológico crean lazos de identificación actual con las comunidades, las regiones, los estados, las naciones y el mundo, al existir criterios como los que han establecido las directrices de la Declaratoria de Patrimonio Mundial de la unesco.

La identidad de un pasado prehispánico ha sido aprovechada como un proceso globalizador dentro de un mercado y de áreas de oportunidad para grandes empresas turísticas, las cuales cuentan con una gran infraestructura de enormes divisiones y ramales que ofrecen en muchos sentidos los elementos de patrimonio cultural.

Ante la introducción de nuevas empresas turísticas en territorios de indígenas donde yacen sitios arqueológicos, se ha creado una permanente fuente de conflicto entre éstos y los prestadores de servicio y operadores turísticos, quienes reclaman un beneficio directo de los recursos económicos que se generan básicamente por la venta de boletaje, ambulantaje y de otros servicios.

Por otra parte la ausencia de una política cultural y otros instrumentos normativos que regulen la interacción de la actividad turismo-arqueología es inexistente, a pesar de las cartas, acuerdos, convenciones y otros instrumentos legislativos internacionales que han sugerido esta práctica como un recurso viable y con futuro.

A pesar de que se ha oficializado la creación de instituciones para el manejo del patrimonio arqueológico en América Latina, desde hace varios años continúa la tendencia hacia el arraigo y el discurso por el que se crearon, dejando de lado una actualización que sea compatible con elementos claramente contemporáneos. Esto crea la necesidad de un argumento sobre nuevas formas de desarrollo dinámico dentro de la misma disciplina arqueológica y sus instituciones, en las que quizá no se dimensionaron los alcances y las perspectivas futuros, y en la que una materia tan esencial como el turismo definitivamente tiene que ser vista, investigada y analizada como una parte integral de la antropología.

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