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Vol. 47. Núm. 1.
Páginas 73-108 (Junio 2013)
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Cultura y economía para la sobrevivencia: procesos y relatos desde el etnoterritorio nahua de tehuipango, en la sierra de zongolica, veracruz
Culture and economy for survival: processes and stories from nahua ethnoterritory in Tehuipango, Zongolica sierra, Veracruz
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Luis Alejandro Martínez Canales
Universidad Veracruzana Intercultural
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Cuadro 1. Comunidades de Tehuipango según su población
Cuadro 2. Actividad agrícola en Tehuipango durante 2009
Cuadro 3. Indicadores de marginación. Municipios de la zona fría de la sierra de Zongolica
Cuadro 4. Actividad ganadera y avícola en Tehuipango durante 2009
Cuadro 5. Agricultura tradicional en la sierra alta de Zongolica
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Resumen

El artículo está basado en trabajo de campo original y centra su análisis en la zona fría de la sierra nahua de Zongolica, Veracruz. Mediante los conceptos de territorio y etnoterritorio se aborda la perspectiva de los pobladores y migrantes del municipio de Tehui-pango, Veracruz, cuyo territorio alcanza límites geográficos hacia el noreste, en los terrenos donde se cultiva la caña de azúcar, y en la tierra fría, hacia el sur con la Sierra Negra de Puebla.

El artículo combina las experiencias de los nahuas de la zona entre la tradición de la agricultura de subsistencia, la mano vuelta y más adelante el trabajo foráneo complementario, como punto de partida para analizar los intervalos de un gran proceso que aglutina lo sociocultural con lo económico como elementos clave en el desarrollo de nuevas estructuras que contienen aspectos relevantes de lo local y regional, y las aportaciones y complejidades surgidas de sus relativamente nuevas relaciones “extralocales” y de los propios avatares de su realidad comunitaria.

Palabras clave:
Tehuipango
nahuas
agricultura
etnoterritorio
migración
Abstract

The paper focus on territory and etnoterritory of sierra de Zongolica in Mexico where the nahuas from municipality of Tehuipango –at the “cold zone” of the sierra– have begun to link their experience on international migration to new experiences that cause social and cultural changes. For the moment, reflection on the changes caused by leaving for the big cities of central Mexico and the north is not a priority issue in nahua communities in the area, given the historic necessity to meet basic needs. The marginality has by generations obligated peasants from Tehuipango to leave temporally their villages even for finding suitable soils to sow corn for feeding their families.

Nowadays etnoterritory of Tehuipango and others neighboring municipalities have several fundamentals that were originated in different cultures. This article provides a contextual overview enabling one to deal with various stories of regional and local culture, from traditional agriculture and cosmology to the present day economic facts, as well as a description of the context and perspectives on the basis of its inhabitants’ foreign work experience.

Keywords:
etnoterritory
nahuas
agricultura
Zongolica
migration
Texto completo
Aproximación al territorio y al etnoterritorio

Parto de los principios formal y simbólico que constituyen un territorio, como el que aquí ofrezco a discusión. Estos dos planos son coincidentes dentro de los procesos, dinámicas y rutinas que conforman las comunidades nahuas del lugar, si bien no necesariamente tal coincidencia ocurre en todos los casos. El territorio “es el espacio culturalmente construido, valorado y apropiado instrumental y simbólicamente por la sociedad” (Barabas 2002: 9). En este sentido el territorio es un sistema de símbolos, una manera de clasificar, cualificar y habitar el espacio, “que sigue pautas y crea códigos trasmisibles culturalmente” (ibidem).

Desde esta perspectiva el territorio cultural o simbólico de un grupo indígena puede definirse como etnoterritorio, y se establece en relación con el proceso de identificación étnica y con la práctica de la cultura. Con el paso del tiempo se constituye un territorio tanto histórico como identitario donde se van fundando prácticas, símbolos, entre otros elementos de los distintos grupos que lo habitan o han habitado. Al concretarse este proceso con mezclas o combinaciones entre subprocesos ocurridos en determinados periodos de tiempo, en donde se entrecruzan modernidad y tradición, se da pie a una construcción y renovación constante de la realidad en su conjunto o de diversos sectores del complejo social, a través de lo que García Canclini llama “heterogeneidad multitemporal” (1990: 15). Coloquialmente calificamos de “rutina” aquello que observamos o que constatamos de una sociedad, a través de charlas o incluso de nuestra propia participación en distintos hechos en una localidad determinada; pero una mirada más detenida nos permitiría atisbar al menos las aristas de todos los movimientos o adecuaciones que se manifiestan en ese “día a día”.

En contraposición con todo lo anterior, desde la perspectiva del Estado moderno, el territorio es considerado como un simple espacio que debe administrarse y que puede subdividirse o componerse de distintas unidades: región, provincias, ciudades, etcétera. Es sobre este territorio, delimitado claramente por fronteras determinadas, “que el estado ejerce el control y la gestión de la población y los recursos que le conforman” (Bonniec 2002).

Actualmente se argumenta sobre los territorios sin fronteras fijas y multidimensionales, donde caben aspectos culturales, sociales, políticos, económicos, ambientales, etcétera. Los territorios ocupados por descendientes de los pueblos mesoamericanos originarios vienen de una tradición oral que fundamenta la existencia y reproducción de la memoria colectiva, esencial todavía para una porción significativa de su sustento socioeconómico y para la regeneración de su identidad cultural (ibidem).

En este sentido, podemos complementar la anterior definición de etnoterritorio mediante la propuesta de Raúl Molina (1995):

Los etno-territorios constituyen una categoría que da cuenta de los espacios habitados por pueblos indígenas o una parte de éstos, que poseen por característica, encontrarse delimitados por hitos geográficos reconocidos socialmente por una o más agrupaciones de una misma etnia o de otra distinta. Estos territorios son valorizados por los indígenas, al asignarle un contenido político, económico, social cultural y religioso.

De acuerdo con lo anterior, son los propios indígenas de Tehuipango quienes dan valor y sentido a estos espacios, revelando la naturaleza subjetiva de esta forma de territorialidad. Entonces, abordaré la territorialidad desde este marco que considera el proceso de construcción constante, en donde los contenidos han ido cambiando según los sentidos diversos que le han dado sus actores.

Tehuipango: la zona fría de la Sierra de Zongolica

Debido a su situación topográfica, la sierra nahua de Zongolica1 puede dividirse en tres zonas: la primera, identificada como “tierra caliente”, hasta alrededor de los 800 msnm. Aquí se encuentran extensas llanuras con alta temperatura y humedad que posibilitan el cultivo de caña de azúcar, plátano, maíz, naranja, frijol y chile, entre otros. A la segunda zona se le llama “tierra templada”, hasta los 1 700 msnm, en donde mayormente se sembraba el café de mayor calidad o “de altura” para su venta nacional y de exportación y que proveyó materialmente a muchas familias, hasta antes de la extinción del sistema internacional de cuotas, que fuera sustituido por el libre mercado en 1989 (Mestries Benquet 2003; Macip Ríos 2005).

La “tierra fría”, por arriba de los 1 800metros de altitud, posee terrenos más propicios para el aprovechamiento forestal que para el cultivo de granos. Inclusive en la zona alta de Tehuipango (a más de 2 300msnm), la siembra del maíz, primordial para la alimentación, significa en la actualidad un esfuerzo doble con escasa recompensa. En esta zona abundan los suelos quebrados y rocosos y la esterilidad del suelo es histórica, la erosión se agravó en la tierra fría debido a la tala inmoderada ocurrida entre las décadas de 1970 y 1980 en Tehuipango, Tlaquilpa y Astacinga, si bien estos episodios se vienen repitiendo desde mediados del siglo xx (Romero Melgarejo 1989), cuando taladores del estado de Puebla abrieron las primeras brechas hacia territorio veracruzano para explotar la superficie boscosa de la parte alta de la sierra de Zongolica.

La economía de subsistencia: comunidad, agricultura y tradición

El municipio de Tehuipango se encuentra en la región central del estado de Veracruz, conocida como de “Las grandes montañas”. Está ubicado a 2 360metros sobre el nivel del mar y cuenta con una superficie territorial de 94.8km2, lo que representa 0.1 % del total estatal (Cuadernillos Municipales 2011). Tiene 23 479 habitantes (inegi 2010), de los cuales poco más del 50 % sólo hablan el náhuatl (ibidem); asimismo, 99.49 % de su población es indígena (ibidem). Sus límites políticos actuales son: hacia el norte con los municipios de Astacinga y Mixtla de Altamirano; al sur y al oeste con el estado de Puebla y al este con el municipio de Zongolica.

Tehuipango está conformado por el pueblo que lleva el nombre y que funciona como centro o cabecera municipal, el tohcha (“nuestro pueblo” en el náhuatl del lugar). En lo que hace a la población de las localidades, Tehuipango tiene varias que son muy pequeñas: Aguacatla –una de las más lejanas a la cabecera– sólo contaba con 86 habitantes, de acuerdo con el censo de 2010 (ibidem). En los últimos años han surgido nuevas localidades que se han desprendido de otras, razón por la cual de las 36 comunidades que reportaba el inegi para el censo de 2000 –hasta 1988 eran tan sólo 11–, una década después registró más de 50.2 Los datos permiten elaborar el siguiente cuadro:

Cuadro 1.

Comunidades de Tehuipango según su población

Rango  1995  2000  2005  2010 
Menos de 100 
Más de 100  24  23  25  29 
Más de 500  10  11  16 
Más de 1000 

Elaboración propia con datos del Censo General de Población y Vivienda, 2000 y 2010; 1o y 2o Conteo General de Población y Vivienda, 1995 y 2005, respectivamente.

La dispersión de su población dificulta llevar los servicios básicos a todos sus habitantes. Hasta 2004, algunas de las poblaciones carecían de energía eléctrica.

Economía local

La base de la actividad económica dentro de las comunidades de la sierra de Zongolica fue durante generaciones el cultivo del maíz, al que se le fueron incorporando sucesivamente otros productos para dar forma a la milpa tradicional: frijol, haba, chícharo, por ejemplo. Los suelos de Tehuipango y en general de la zona fría de la sierra3 son pobres para la agricultura, y si a ello se aúna la aplicación de técnicas agrícolas rudimentarias, los rendimientos de las cosechas son sumamente cortos en relación con el tiempo y recursos invertidos.

Para 2005, 68.8 por ciento de la superficie de Tehuipango se destinaba a la siembra (Gobierno del Estado de Veracruz 2010), si bien el total no se estaría aprovechando actualmente, pues son varias las parcelas abandonadas por temporadas. Tal abandono ha ocasionado tensiones entre vecinos, pues quienes permanecen en la comunidad permiten a sus animales (borregos y chivos, principalmente) aprovechar los retoños para alimentarse. Al volver, el migrante reclama el acto o incluso sus propios familiares se encargan de iniciar la exigencia en su representación.

La actividad agrícola se resume de la siguiente manera:

Cuadro 2.

Actividad agrícola en Tehuipango durante 2009

Principales cultivos  Superficie sembrada (hectáreas)  Superficie cosechada (hectáreas)  Volumen (toneladas)  Valor (miles de pesos) 
Total  2 327.0  2 292.0  NA  9 728.4 
Maíz grano  2 122.0  2 122.0  2 164.4  9 090.7 
Frijol  138.0  138.0  6.2  472.0 
Café cereza  30.0  30.0  39.0  156.0 
Fuente: sagarpa, Servicio de Información y Estadística Agroalimentaria y Pesca (Gobierno del Estado de Veracruz 2010).

Podemos tomar como referencia la zona limítrofe con Zongolica y parte de Mixtla de Altamirano para ubicar la somera producción cafetalera de Tehuipango. Comunidades como Aguacatla y Tolapa poseen mejores posibilidades para su siembra y cosecha por encontrarse –contrario a la mayor parte de la municipalidad– por debajo de los dos mil metros: 1 586 y 1 642 msnm, respectivamente.

Las familias se han sostenido de la domesticación del maíz, aunque no en todas las comunidades existía la oportunidad de sembrarlo y cosecharlo con éxito, situación que ha sido duradera. El transporte del maíz hasta la zona alta de la sierra ocurría desde principios del siglo xx o al menos es desde esas fechas cuando existe un registro oral:4

Es de Temaxcalapa para abajo, pero allá se cosechaba maíz. Mi papá sembraba por ahí, pedía prestado el terreno y sembraba. Tenía que ir a acarrear. Mi papá aguantaba 12 cajones: como 50 kilos más o menos. Se los traía a hombro, cargando. Eso ya tiene años. Yo ya no acarreo maíz, desde el 68 ya no sembré para allá. El agua te agarra, vienes patinando (migrante de Loma Bonita, Tehuipango, junio-septiembre 2009).

Las condiciones físicas del terreno no son impedimento suficiente para los nahuas que intentan cada ciclo la siembra, buscando las mejores condiciones en estrechos planos o desmontando la superficie forestal. De esta manera la agricultura para el autoconsumo se suma a la cría en pequeño de animales: aves de corral, ganado porcino, ovino y caprino, y últimamente la silvicultura –a través de proyectos productivos financiados por dependencias de gobierno del nivel federal y estatal, principalmente– para completar lo que el trabajo migrante produce:

No, pues aquí andan nomás, cuidan los borreguitos, algunos tienen burritos, ahí los cuidan. También los hijos, los chalanes de la milpa. También trabajan las señoras: siembran chícharo, haba, papa. Trabajan también siquiera pa’ comer.

Yo aquí ya no voy como cuatro años al corte de caña, yo siempre trabajo por acá, tengo chambita. Como sé sacar madera, quien quiera yo le llevo mi aparatito [sierra a gasolina]. Eso pa’ su gasto, para hacer su casita, si tienen ocotitos, sacan su maderita para hacer su casita (ibidem).

Durante la década de los ochenta Tehuipango fue considerado por el gobierno estatal para la legalización de predios, mediante la entrega de certificados de inafectabilidad por parte de la Secretaría de la Reforma Agraria (sra). Para ello se solicitaba a los interesados algunos documentos tales como el acta de nacimiento, el contrato privado de compra-venta o, en su defecto, la presentación de testigos que justificaran la posesión hereditaria (Méndez López 1988). Aunque el trámite ante los representantes de la sra fue gratuito, los nativos tuvieron que desembolsar para la extensión de un acta de nacimiento extemporánea y para la certificación que incluía la elaboración del croquis de la propiedad. A la fecha, la continuidad en la repartición de tierras y la oficialización de su propiedad por parte de algunos nativos obliga a mantener un sistema permanente para evitar conflictos en las comunidades cuando alguien decide efectuar el deslinde de su parcela, hecho que anteriormente era menos recurrente y que hoy suscita trances que son comunes en cualquier parte del país:

Unos se pasan y agarran más terreno, pero si reclamas, preguntan si tienes documentos [y] hay que volver a medir a huevo. En la comunidad se resuelve con documentos: si tú tienes y el otro no tiene, hay que medir otra vez y vienen del ayuntamiento, viene el síndico, viene el de catastro, viene un juez. Nosotros tenemos que ayudar: hacemos el dibujito de las medidas para pasarlo a la computadora (representante comunitario de Tehuipango, octubre de 2008).

Antecedentes históricos de los nahuas de la zona fría

Se carece de datos fiables respecto a la situación de los nativos de la zona fría de la sierra durante todo el periodo independentista y hasta principios del siglo xx. Acaso podemos encontrar referencias en documentos del gobierno del estado de Veracruz; particularmente el informe de estadística del cantón de “Orizava”, de 1831, da cuenta de algunos números y situaciones que describían entonces a la sierra y a sus pueblos. Respecto a “Santiago Tehuipango” se hablaba sobre su clima “muy frío y húmedo”, razón por la cual la agricultura no era común y tan sólo reportaba una pequeña producción de maíz (Iglesias 1986). Para Astacinga y Tlaquilpa, demarcaciones vecinas a Tehuipango, la situación no era diferente: del pueblo de “Santa María Magdalena Tlaquilpa” se registra únicamente producción maicera; lo mismo se describe de “Santa María Astacinga”, “maíz, pero muy escaso” (ibidem).

Es de suponerse que durante la Colonia, nativos de Tehuipango y pueblos adyacentes hayan participado –de forma individual, en familias o grupos– en el trabajo agrícola de la municipalidad de Zongolica, aunque no existen registros fehacientes de esto. Es posible también que haya habido presencia de nahuas de Tehuipango en el trabajo originado por el estanco de tabaco de Zongolica, durante la Colonia, en el siglo xviii, pero tampoco hay evidencias concluyentes.5 En el territorio del actual municipio de Zongolica existieron varios ranchos tabacaleros, pues contaba con tierras más fértiles en sus llanos, adecuadas para la siembra; en las sierras, “el rastreo lo hacían en las vegas cercanas a los ríos, con pendientes que fueran suaves y no tan inclinadas, para poderse librar de las inundaciones y, a la vez, poder disfrutar de la frescura y humedad del aire” (Morales Vázquez 2010: 126). En los parajes donde se ubicaban esos ranchos se llegó a producir en promedio, de manera legal, entre 3 500 y 5 000 tercios y, de manera clandestina, para contrabando, unas 3 980 000 matas (ibidem: 127). No existe información sobre el origen de los trabajadores, pero el tamaño de la producción y tráfico permite estimar la participación de nahuas de tierra fría en estos lugares.

La unidad familiar en el contexto del territorio de la sierra y Tehuipango

El grupo doméstico es la primera vía social y cultural a través de la cual los miembros de una sociedad se identifican desde temprana edad con su entorno y las formas de interrelación con éste. Conforme cada miembro de la familia cobra conciencia, al ir creciendo y asumiendo pequeñas tareas, reproduce alguno o algunos de los roles que le corresponden según su género, edad y lugar dentro del hogar.

La distribución de tareas continúa hoy en día relacionada también con las posibilidades y bienes de cada familia en lo particular y la comunidad en general. Acaso sean los jóvenes nacidos durante la última década del siglo xx quienes han experimentado cambios significativos en cuanto a las labores en su localidad, en función del inicio en aquellos años de la migración a las grandes ciudades del centro del país y el paso indocumentado hacia los Estados Unidos.

Aun asumiendo lo anterior, los primeros años de cada integrante de la familia permanecen íntimamente ligados al etnoterritorio: conforme crecen, las niñas comienzan a ayudar a sus madres en la preparación de los alimentos, alrededor de los 11 o 12 años de edad ya atienden a sus hermanos pequeños a los que cargan en sus espaldas para transportarlos por la comunidad;6 pocos años después ya se les observa acarreando agua y leña. A las mujeres se les puede ver en su casa y en los terrenos pastoreando borregos y chivos, o en los espacios comunes de las escuelas escardando la lana ovina para después confeccionar prendas (algunas adultas mayores aún se valen del tradicional telar de cintura para esta actividad, como puede observarse en comunidades de Tlaquilpa y Tehuipango).

Los niños también ayudan en el acarreo de leña, si bien conforme crecen y se vuelven más fuertes físicamente se sujetan cada vez más a las indicaciones de su padre, al que acompañan a la parcela o durante la cosecha de café fuera de la comunidad. A través del trabajo foráneo el joven se adapta con mayor facilidad a novedades y adopta aptitudes observadas en las zonas urbanas, lo cual le da ventajas sobre las mujeres, que pueden permanecer ajenas a todo lo que ocurre más allá de la sierra hasta una edad relativamente avanzada.

Cuando un varón se convierte en jefe de familia, las funciones que tradicionalmente asume se relacionan con el trabajo en el campo, en donde el hombre cultiva los alimentos; sobre todo la actividad de limpia y preparación del terreno supone un esfuerzo físico considerable en el cual su esposa no suele participar –la mujer concentra su trabajo agrícola en el cuidado del campo sembrado y en la cosecha. Actualmente el abandono parcial de los terrenos destinados a la agricultura ocasiona que algunas familias ocupen parte de sus recursos económicos para pagar los jornales a un vecino que trabaje como peón, por 50 o 60 pesos diarios; esto es posible si el hombre ausente envía periódicamente remesas desde los Estados Unidos o puede apersonarse en la comunidad con cierta regularidad, trasladándose desde alguna ciudad del centro de México en donde se desempeña como albañil (Martínez Canales 2010).

Condicionantes para que el campesino emigre de la zona

La salida desde Tehuipango y otras demarcaciones colindantes hacia los plantíos de caña y café continúa reproduciéndose a la vieja usanza, con base en la organización de la cuadrilla, aunque algunos cortadores, en el transcurso de la temporada de corte, deciden irse por su cuenta. La cuadrilla contemporánea tiene en el sistema de repartimiento colonial de naturales a uno de sus antecesores y quizás hasta su origen. El grupo familiar migrante identificado por Méndez (1988: 65) en la segunda mitad de los años ochenta estaba conformado por la familia nuclear, acompañada por otros parientes (tíos, primos, entre otros). Esta organización no implicaba que todos los miembros de la cuadrilla habitaran la misma casa. Aun con lazos consanguíneos, las familias extensas no hacen necesariamente vecindad con sus emparentados, sino que es justo la preparación de la salida a los plantíos la que conjunta a todos sus miembros y así se mantiene durante el trabajo foráneo.

La salida hacia las plantaciones pronto dejó de ser un asunto de relaciones entre pequeños y medianos propietarios de tierra con las familias que aceptaban cada temporada trabajar en sus terrenos. La demanda de mano de obra comenzó a crecer al ritmo del notable desarrollo alcanzado por la industria del azúcar y del café en el estado de Veracruz durante la década de los setenta (Zamudio Grave et al. 2004; Mestries Benquet 2003). En un primer momento eran pocos los intermediarios o enlaces. Pronto la dinámica de contratación dio pie a la posibilidad de especificar acuerdos con algunos de los nahuas de las comunidades, que mostraban mejores habilidades para interrelacionarse con los mestizos hispanohablantes:

Comenzaron a conocer y ya nombraban a un capitán que iba primero en estos días cuando no había corte de caña, iban a limpiarla. Y siempre veían al más abusadito y le decían que llevara gente, que cuántos, “pues tráeme dos cuadrillas de 8, de 10, de 12 y aquí les damos casa en una galera” (Migrante de Tlaquilpa, agosto-septiembre de 2008).

Ya con la carretera, venían los patrones a llevar cortadores. Venían de [los municipios de] Tezonapa, Omealca. Empezaron a ir [al municipio de] Paso del Macho, otros hasta Veracruz donde había cañales. Todavía vienen, pero también ya están los capitanes [contratistas] y ellos son de aquí y se llevan a los trabajadores. Casi siempre 6, normal; hasta 8 o 9. Cuando hay salida por primera vez, no hay cabeza, se organizan entre todos y llegan (migrante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Los contratistas locales son varones cuyo dominio del español sobresale del resto de sus coterráneos; otras habilidades de carácter más subjetivo son “las ganas” y “la iniciativa”, según algunos finqueros (cafeticultores de El Ocote, Huatusco, diciembre de 2005). Estos enlaces reciben una “propina” que llegaba, entre 2008 y 2009, hasta los dos mil quinientos pesos. La propina, sin embargo, es denunciada como un embuste o engaño:

No creas que de veras es propina. Te descuenta en el trabajo, te paga barato. Te apunta en la lista y si ya no vas [al corte], regresa y te acusa en Tehuipango [cabecera] con la policía, con el presidente y ahora hay que devolverle. Antes no firmabas, pero ahora sí vas a Tehuipango y firmas para que no le engañes. Está duro, si no te vas, tienes que regresar esos 2 500 (migrante de Loma Bonita, Tehuipango, junio-septiembre de 2009).

En la actualidad, el migrante indocumentado poco a poco ha delegado su faceta como campesino a aquellos hombres que permanecen en la comunidad por periodos de tiempo más largos. Particularmente quienes tienen hijos jóvenes se encuentran en la disyuntiva de continuar o no con el aprovechamiento agrícola de su tierra, debido al desinterés de sus vástagos por aprender el oficio, quienes sólo alcanzaron a participar en el corte de café de pequeños, cuando debían acompañar a su padre y al resto de la familia a la pixca,7 en municipios del centro de Veracruz, como Huatusco o Zentla (Martínez Canales 2010).

El desinterés señalado no se puede explicar únicamente por un cambio de orientación o perfil de formación y/o laboral relacionado, a su vez, con un cambio generacional. Las condiciones de trabajo, el salario devengado por el corte y la estancia en los municipios donde se ubican los sembradíos, tanto de caña como de café, son sumamente precarios, por debajo de los límites de la pobreza, lo cual asemeja a su situación familiar en Tehuipango. Grandes y medianas galeras dan cabida a varias decenas de cortadores de caña, otras alojan al cortador de café junto con su familia, incluyendo a niños y niñas pequeños, que durante su estancia carecen de atención médica oportuna y de espacios para continuar su educación básica.

Desde la sierra fría proceden los trabajadores, en una zona donde a partir de 1997 se encuentran los primeros beneficiarios del otrora programa federal Progresa –antes Solidaridad, luego Oportunidades– sin que haya en realidad cambios significativos respecto a las condiciones de desarrollo y bienestar de la población:

Cuadro 3.

Indicadores de marginación. Municipios de la zona fría de la sierra de Zongolica

Municipio  Tehuipango  Astacinga  Tlaquilpa 
% población analfabeta de 15 años o más.  67.50  44.76  39.93 
% población sin primaria completa de 15 años o más.  75.58  66.99  64.45 
% de ocupantes en viviendas sin agua entubada.  68.27  25.95  11.72 
% de viviendas con algún nivel de hacinamiento.  89.31  72.36  75.72 
% de ocupantes en viviendas con piso de tierra.  83.06  62.20  79.67 
% de población ocupada con ingresos de hasta 2 salarios mínimos.  67.59  68.75  67.38 
Fuentes: Estimaciones del conapo con base en el II Conteo de población y vivienda 2005 (inegi 2006) y Encuesta nacional de ocupación y empleo (enoe) 2005, iv trimestre (inegi y stps 2005).

Como lo subraya Macip Ríos (2007: 49), debe tomarse en cuenta “que no estamos hablando de poblaciones marginadas en el sentido que este término tiene en las ciencias sociales latinoamericanas […] en tanto son empleados de empresas capitalistas que producen mercancías para el mercado mundial”. Los jornaleros agrícolas de la sierra o “temporaleros” que bajan hacia el centro de Veracruz, a la zona templada y cálida, se encuentran entre los trabajadores menos agraciados, su propia condición de indígenas los hace vulnerables a la discriminación y a los abusos.

El manejo de los peones plantea una paradoja incluso para los cafeticultores y sus administradores (ibidem): a los cortadores se les trata de una forma a la que nadie sometería a un semejante, situación que puede comprobarse tan sólo en la contratación para la pixca de menores y mujeres con embarazos avanzados y su transporte a los cafetales en camiones de carga. Los propios padres y madres inician desde los 6 o 7 años a sus hijos en el corte, de una manera lúdica, encaminada a concientizarlos lo antes posible de su papel de proveedores de su familia.

Las condiciones de trabajo tampoco han tenido cambios significativos. Si bien existe una diferencia en el pago en virtud del paso de los años, las periódicas crisis se añaden a la magra remuneración. Un cortador de caña de 67 años, en 2009:

¡Ese día quién ganaba!: cinco centavos, treinta centavos; cuando te pagaban bien, dos pesos. Dos pesos estaba bien, ya pagaba caro. ¡Me voy con él! Estaba yo chamaco, tenía como catorce, quince años, me llevaba mi papá. Las cañas eran como de un metro, 25 cañitas el manojito. Si te apurabas en un día, hasta 40 pesos. Pero sí rendía, porque cuatro kilos de tortillas, 1.70. Después subió y subió, ¡y ahorita en cuánto está el kilo de maíz! Sacaba 50, 70 manojitos al día (migrante de Loma Bonita, Tehuipango, junio-septiembre de 2009).

Un cortador de caña de aproximadamente 30 años, en 2008:

Voy a Potrero a buscar trabajo en la caña. Están pagando entre 30 y 35 centavos el metro cortado. El que sabe puede cortar entre 120 y 140metros en medio día; sería un metro de ancho y de ahí en línea. Uno puede llegar hasta 600metros por día, si va rápido y sabe (migrante de cabecera Tehuipango, enero-abril 2008).

La situación orilló a algunos migrantes a iniciar de manera precaria actividades comerciales, a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, invirtiendo parte de la paga recibida como jornaleros en la compra de abarrotes. Así, conformaron pequeños expendios improvisados dentro de sus propias casas de madera: azúcar, arroz, aceite, jabón, frijol y enlatados, se colocan cerca de una ventana y por ahí mismo se despachan:

Yo salí diez años a trabajar en Acatlán Pérez, Oaxaca. Cortaba café, me gustó trabajar. Hice unos meses, regresé, otro año me fui a cortar café, caña. En diciembre comenzaba la caña. Yo tenía once años, como 1980, yo nací en el 68. Fui a Tezonapa, Villanueva. Hice mi ahorrito, compré tablas para hacer mi casita. Por principios de los noventa vendía refrescos, pero no había tiendas, la señora de acá junto también los vendía. Por el 2002 compré más tablita y fui terminando la casa (Migrante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Las diminutas tiendas son cerradas temporalmente por sus dueños, pues “no todo el año es negocio” y entonces reproducen la migración temporal de antaño. Son excepción aquellos jefes de familia que pueden enviar a la zafra y a la pixca del aromático a sus hijos mayores, en cuyo caso, mantienen su pequeña miscelánea abierta prácticamente todo el año. Los hijos jornaleros garantizan la complementariedad del nuevo negocio, la agricultura de autoconsumo y los ingresos por la migración para conformar el presupuesto familiar.

La experiencia jornalera en el noroeste hortícola mexicano se ha tenido por elegible en la sierra, pero no ha deparado mejores condiciones para los de Tehuipango:

Fui a Mexicali a trabajar en el espárrago. El camión vino hasta acá a Tehuipango. El contratista arregla y ya se llevan 40 personas. Hay otros, ahorita se fueron unos a Sonora a cortar uva. El contratista es de acá, le llaman y consigue la gente, le dan 5mil pesos por conseguirla. Les dicen aquí cuánto van a ganar allá. Y si llegan allá y no, pues le dicen: “me mentiste”. Yo apenas fui en este mes y me dijo el muchacho: “vámonos, vas a ganar 1 800 a la semana en el espárrago”. Y a la mera hora nomás eran 700 pesos y con [el gasto de] la comida, nomás 500. Me peleé con él, le dije que tenía que ser derecho. Pero dice que hace un año eso ganaban, quién sabe si sea cierto. Uno se regresa, nomás gana lo de los pasajes y se regresa. No les conviene, les conviene más en México o en Tehuacán [Puebla]: ganan 1 200, 1 300 y está más cerca. O en el corte de caña en Tezonapa (migrante de Loma Bonita, Tehuipango, junio-septiembre de 2009).

En las comunidades de origen, merced a esta circunstancia social y laboral, las remesas procedentes de los Estados Unidos, así como la propia experiencia generada por los migrantes, han obrado en favor de la inversión de los nuevos recursos en la construcción de pequeños y medianos expendios de abarrotes, anexos a sus nuevas casas, también edificadas en mampostería.

En este marco contextual comunitario y regional, existen fracturas, transformaciones y cambios, así como, a la vez, procesos de reelaboración de lo que podríamos denominar “antiguo” o “tradicional” que configuran distintos procesos comunitarios, que al venir ocurriendo durante años, no siempre significan cambios en el sentido de lo novedoso o nuevo, sino una circulación de lo social (Oehmichen Bazán 2005) a través de largos periodos de tiempo, que implican sentidos múltiples y recombinación cultural.

El etnoterritorio regional y local de Tehuipango

A continuación presento los procesos de construcción históricos y actuales con dos visiones complementarias: la primera, que denomino “tradicional” o con una notoria carga histórico-generacional, incluye dinámicas con reproducción continua y otras que han sido abandonadas; la segunda, que muestra la evolución del municipio en lo que toca a su cultura, sobrevivencia y agricultura. Ambas visiones se van entrelazando, según la naturaleza de lo que se describe y analiza.

Por “etnoterritorio regional” me refiero a aquellos elementos y manifestaciones de la cultura que acontecen en el ámbito de la sierra y que identifican a Tehuipango como parte de esa región. Otros aspectos son del ámbito de lo local –municipal y/o comunitario– si bien encuentran referentes en la subregión cultural de Zongolica (Aguirre Beltrán 1992); de ahí que en adelante algunas de las descripciones y análisis de hechos, rituales y creencias traslapen los límites de lo municipal y el resto de las demarcaciones adyacentes.

La sierra de Zongolica poseyó por décadas rasgos identitarios que creaban y recreaban sus concepciones ancestrales sobre la obtención del fruto de la tierra como producto de una negociación entre los hombres, a través de su cultura, con la naturaleza y sus dueños reconocidos como deidades o dioses. Los nahuas concebían la existencia de otra vida que transcurre en el subsuelo paralela a la que se desarrolla en la superficie: el Tlalokan es el paraíso de los animales silvestres y de la fertilidad agrícola y mantiene sus nexos con el exterior mediante cuevas, ríos y arroyos (Rodríguez López 2003: 249).

Asimismo, en el Tlalokan se gesta la aparición del maíz, grano que se reproduce y se convierte en la semilla que fecundará la tierra y proporcionará una nueva fuente de alimentos (ibidem: 253-254). En Tlaquilpa, municipio próximo a Tehuipango, el ritual de Xochitlalli o Xochitlallis, “la tierra que florece”, ofrenda a la tierra para que ésta se deje sembrar y ofrezca buenos frutos. Se describe de la siguiente manera:

A la hora de sembrar se le da agradecimientos a la tierra con la familia Tlaloca, se le llama a todas las personas, primeramente se llama a Tlaloca Teta, Tlaloca Tena, abuelito, abuelita, hija e hijo. El maíz de colores como rojo, blanco, amarillo y azul es como sus vestidos así le dieron de colores Dios le puso y la roja es la sangre de Dios. Antes todos los seres humanos se comían: si tenía un hijo lo lavaba y después lo mataba, lo comían, porque no había nada que comer y por eso les dio un borrego para que comiera la gente y que alcanzara y no tendrían que comer a su hijo. Antes igual había una serpiente que si le daban una persona para comérsela, la serpiente le ardía la cara con fuego y daba luz si no estaba oscuro y estaba en la loma, pues la gente no sabía dónde estaba (Panzo Panzo et al. 2009).

En la narración se mezclan distintos elementos que en su conjunto simbolizan la sobrevivencia del pueblo y cómo ésta se relacionaba con hechos sobrenaturales, no sólo con creencias religiosas sincréticas, sino con historias fantásticas en las cuales destaca el sacrificio o intercambio entre la naturaleza y el género humano.

En Tehuipango, el Xochitlallis no se registra como una ceremonia extendida a todo su territorio. Por supuesto, la poca oportunidad que ha ofrecido desde siempre el suelo del municipio desempeña un papel importante en la falta de relatos al respecto. El Xochitlallis puede ser un rasgo importado a Tehuipango por otros nahuas, incluso en tiempos recientes, y probablemente esta ceremonia no existió en la época prehispánica o la practicaba una élite muy pequeña,8 lo que explicaría su falta de popularidad en un municipio tan conservador en otras costumbres y lenguaje:

En mi juventud nunca lo vi. Había un señor, lo hacía con mi hermano. Empezó como a las cuatro de la mañana. Pero no sé qué suerte: no le habló bien al terrenito, no se dio la milpa y lo mío se dio. Ahí sí es raro, porque siempre donde le hablan al terrenito, yo oía que se daba: ahí le hablan al terrenito, le dan cerveza, pulque; corazón de guajolote vivo: lo partían y se lo arrancaban y se lo daban así, todavía se movía. Le dan sus quelites, le piden que se dé el ejote, que se dé el maíz (habitante de Zacatlaixco, Tehuipango, marzo-julio de 2008).

Aquí se hacía a la hora de la siembra… llevaban veladora, había personas que le platicaban a la tierra en mexicano, le decían: papá, mamá… dos copitas, a mamá y a papá; le hablaban otra vez y ya tomaban ellos, pero primero la tierra. Y lo hacían para que se diera el cuerpo de Cristo, el maicito en la tierra (habitante de Zacatlaixco, Tehuipango, marzo de 2009).

Estas narraciones resultan complementarias sobre la posible apropiación del ritual en Tehuipango como forma a través de la cual se concibe la relación con la naturaleza en general y con la tierra en particular. El sentido de la relación de los nahuas de la sierra fría con rituales e historias que permanecen desde antaño en su cultura, con respecto al trabajo agrícola, se refieren efectivamente al maíz; el permiso específico es para su siembra y la devolución ritual es para que el permiso sea concedido nuevamente para un siguiente ciclo. Tal agradecimiento manifestaría una relación más directa, acaso más compenetrada, entre los habitantes de Tehuipango y su agreste paisaje.9

En Tehuipango se cuenta la siguiente historia sobre la creación del maíz:

Vivía un señor que no trabajaba, tenía dos niños. En ese entonces no había maíz. Llegó un señor en su casa, le dice “ayúdame a trabajar” [y] le pidió a su hija. Le dijo “no, porque no trabajas, eres flojo, no te voy a dar mi hija”. Le dijo “no, ya llegó la hora para que trabaje”. [Le contestó] “Si vas a trabajar, pero dónde vamos traer lo que vamos sembrar”. Le dijo: “no te preocupes, a mí no me vayan a dar de comer, sólo quiero que me pongan tacos y voy trabajar”.

Llegó un día y la hora para ir a espiar si de verdad trabaja y vieron que sí, y sembró 15 hectáreas. Cuando llegó les dijo: “¿por qué me fueron a espiar? Ahora ya no va dar, y ya no seguiré trabajando”. Al paso del tiempo le dijo a su suegro que le consiguiera lo que va sembrar, lo que es maíz, frijol y lo demás, [pero] el suegro no pudo conseguir porque no sembraba maíz ni frijol, sólo sembraban trigo y avena. Le dijo a su yerno que no consiguió. Él le dijo “no te preocupes, yo sé dónde lo consigo, sólo dile a tu hija que me ponga tacos para llevar porque los trabajadores me están esperando”. Cuando le pusieron sus tacos se fue y llegó al campo, lo están esperando sus trabajadores: son los mapaches, tuzas, tlacuaches y todos tipos de animales.

Le ayudaron a cortar leña, lo juntaron en un solo lugar y lo quemaron. Donde se convirtió los diferentes maíces para la semilla como: la tierra amarilla se convirtió en maíz amarilla; la ceniza es el maíz blanco, y el carbón es el maíz azul. Ese mismo día sembraron el maíz. Dos semanas después, le dijo a su suegro “vamos a ver la siembra, para ver si creció bien la milpa”. Al llegar, el suegro se sorprendió porque la milpa [era] grande con unos elotes enormes. Después de unas semanas, el yerno le dijo a su suegro que consiguiera quiénes van a traer la mazorca porque él ya había cosechado. Ayudaron los animales en la cosecha. Por eso ahora seguimos cultivando (Panzo Panzo et al. 2009).

Aquí nuevamente la correspondencia entre el hombre y la naturaleza. La voluntad humana no alcanza para domesticar la tierra y para “convencerla” de colaborar con la manutención de los nahuas. Nótese en la historia que a pesar de que la agricultura no era desconocida por sus actores, el maíz debía buscarse fuera de la comunidad puesto que la tierra no había sido propicia para el grano. Al final, son nuevamente los animales silvestres, como referencia al señor del Tlalokan, quienes ayudan con la siembra y se presentan además como referentes de la necesaria relación benigna entre el ser humano y el medio físico que lo rodea, aquí reinterpretado desde la visión simbólica que ejemplifica en el relato las vicisitudes, complejidad y soluciones respecto a lo que ese territorio montañoso les ofrece.

El cultivo de la tierra: la mano vuelta y el esfuerzo en la zona fríaEl suelo

Tehuipango está ubicado en una zona con predominancia de suelos “rendzinas” (E+Lo+I/2) y“regosoles” (Re + Ao/2) (sagarpa 1998: 8), que inicia en el extremo noroeste de la región de Zongolica, cerca de la ciudad de Orizaba. Hacia el sur se divide en dos porciones: la primera en el occidente en la que se ubican partes importantes de los municipios de Soledad Atzompa, Atlahuilco y Xoxocotla; y la segunda, porción oriental, es una franja que se origina cerca de Orizaba y termina en Tehuipango (ibidem).

Las características de estas unidades de suelo presentes en la sierra alta son: profundidad menor a los diez centímetros hasta la roca, tepetate o caliche duro. En esta zona predominan las rocas y materiales calizos. Son muy susceptibles a la erosión debido a la topografía y ésta es una limitante para la agricultura; en ganadería soportan un pastoreo limitado (ibidem).

La zona de suelos “regosoles” está superpuesta con la zona de “rendzinas”. La primera avanza de noroeste a sureste y se amplía hacia el occidente, a la altura de la cabecera municipal de Tehuipango (ibidem). El tipo de suelo dentro de esta zona es el “Regosoleútrico” (Re): de color claro, somero, de fertilidad moderada o alta condicionada por su profundidad así como por su pedregosidad. En la región los suelos son delgados, pedregosos y en las zonas de ladera están acompañados por afloramientos de roca o tepetate. Por lo accidentado del terreno, estos suelos son susceptibles a la erosión (ibidem: 8-9).

Mano vuelta

La “mano vuelta” era un sistema solidario entre las comunidades serranas como respuesta a la esterilidad de la tierra. El intercambio de trabajo por alimentos, si se quiere simplificar o sintetizar el sentido, ocurría cada temporada e implicaba un contacto permanente entre los nahuas de tierra fría con otros indígenas de su misma etnia que, por su parte, mantenían relaciones con finqueros y ejidatarios mestizos. El trabajo realizado en tierras prestadas se aprovechaba para la siembra con resultados más favorables:

Iban a trabajar a tierras ajenas que empiezan por ahí por Tecpanticpa [municipio de Zongolica] pa’ bajo… rentan ahí los terrenos y ahí siembran; como es tierra cálida, en unos cuatro meses se da la milpa. Y aquí el que no siembra se van y le dicen: “présteme usted 20 cajones de maíz”, “sí, cómo no”. Nos hacían el favor. Y ya llegábamos a hacer lumbrecito y a desgranar. Son cinco kilos por cada cajón. Y de ahí a desgranar.

Había ocotes, no había luz: prende un ocote y órale. El señor, el dueño, duerme. Ya cuando uno acabó de desgranar, lo despierta. Se levanta a medir, está completo, pues órale. Temprano a las cinco de la mañana ya viene el burrito y a cargar y ahí viene uno [de regreso]. Llega uno a acá: saben muy sabrosas las tortillas, le da uno a los animales. Dos tres días con los animales, se acabaron los diez cajones (Migrante de Zacatlaixco, Tehuipango, marzo de 2009).

Los de Tehuipango bajaban constantemente hacia los municipios serranos de la zona templada, como Tequila, a la comunidad de Poxcuautla; asimismo, a Tecpanticpa, Ixpaluca, Zomajapa, entre otras, del municipio de Zongolica (Romero Melgarejo 1989: 165). La agricultura de subsistencia debía de complementarse fuera del municipio, por lo que la migración no sólo representaba un complemento, sino también la sobrevivencia:

Cuando era yo chico aquí no se daba el maíz, mi papá iba a trabajar por la sierra, le llamaban Tepexilotla, ahí iban a hacer el chapeo del acahual, tumbaban. Ahí sembraban milpa y ya cuando cosechaban traían para acá el maíz. Tepexilotla queda por Chicomapa [municipio de Zongolica]… ahí adelantito le dicen Rancho Nuevo y ahí hay una entrada para Almelinga, ahí suben y llegan a Limonestitla, y de ahí suben para Tlacotepec de Díaz. De ahí pa’rriba iban a trabajar. Está lejos (migrante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Almelinga (o Almilinga, Santo Domingo Manzanares) y Limonestitla pertenecen al municipio de Tezonapa, en los límites con la porción más cálida del municipio de Zongolica; Tepexilotla y Tlacotepec de Díaz pertenecen al estado de Puebla, a los municipios de Zoquitlán y San Sebastián Tlacotepec, respectivamente. Estas localidades, debido a sus características, permitían la siembra y, a la par, acrecentaron la experiencia de los nahuas en el intercambio con gente que vivía en un contexto diferente al de la sierra alta. El dinero no era imprescindible para negociar:

A mí me platicaron algunos señores que, según los patrones, por ejemplo que tú eres mi patrón, ¿no?, entonces yo llego ahí contigo, te pido prestado el terreno. Y tú me vas a decir: “bueno, si quiere trabajar, trabaja, o hágame primero mi trabajo y, ya después, tu trabajo”. A mano vuelta, como le decían (ibidem).

El maíz no se daba, tampoco hasta ahorita. Pero si le echas abono sí se da. El terreno era prestado: si vas a sembrar 10 tareas, hay que darle al patrón también 10 tareas, hay que barbechar. Iba uno a medias, entre que no te cobra renta mejor le pasabas. Mi papacito, gracias a Dios ya no vive, pero más o menos me enseñó ese trabajo y hasta ahorita estoy acá (migrante de Loma Bonita, Tehuipango, junio-septiembre de 2009).

La mano vuelta permitió, además de la subsistencia de las familias de los municipios altos de la sierra, reconocer zonas que de otra manera quizás no se hubieran animado a visitar. Fue sin duda la necesidad el primer motor de la migración, necesidad de trabajo, necesidad de comida.

La siembra en la comunidad

El sistema agrícola tradicional serrano requería del concurso de todos los miembros de la familia en las actividades de la producción, con diferencias particularizadas en función del sexo y edad, lo cual les permitía aprovechar distintos tipos de mano de obra y establecer la complementariedad y cooperación necesarias para cubrir diversas actividades. La práctica tradicional para la siembra en el Tehuipango de antes incluía métodos con ciertas características relativamente sustentables. El ganado ovino era aprovechado para el abono de los terrenos de la siguiente manera:

El maíz no se daba antes por lo mismo de que no había fertilizantes por aquí. Aquí lo que se daba era con abono de borreguito. Pero se hacían los corrales, no como ahora que los amarran. Se hacían los corrales donde estaba la milpa: un corral cuadrado, bien cercadito y ahí hace uno la casita junto al corral para que no entre el coyote. Y alrededor del corralito, por ahí se ponía al perrito que ahí se quedaba sufriendo el agua, ahí le dábamos de comer (habitante de Zacatlaixco, Tehuipango, marzo de 2009).

El corral permanecía en un lugar hasta por ocho días mientras se juntaba la cantidad necesaria de abono, tras de lo cual se movía hacia otro terreno. Al paso de un año y con varios corrales en distintas parcelas, comenzaba el barbecho con azadón y entonces se sembraba, además de maíz, calabaza y quelite. Este método para abonar ya no se utiliza.

El ganado ovino criollo fue desapareciendo paulatinamente de Tehuipango, conforme la siembra del maíz se extendió por los terrenos de varias comunidades. Hoy la mayor parte de los borregos que se ven en las localidades o en el perímetro de las carreteras que van hacia Tehuacán o Astacinga son los que han sido otorgados por el gobierno federal a través de diversos programas productivos coordinados por la sagarpa.

Ya casi no se ven los borregos que aquí había antes. Algunos están encerrados en los terrenos de sus dueños, lo que antes no ocurría. Los animales podían andar por todas partes porque no se sembraba mucho. Incluso el maíz lo traían del lado de Puebla porque aquí no se daba más que después con el fertilizante, y apenas que se empezó a usar la gallinaza (habitante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

El abono de las aves de corral eventualmente sustituyó a la boñiga ovina, cuyo aporte a la siembra de subsistencia desmereció en función de los terrenos sembrados que surgieron con el apogeo de los agroquímicos. Los borregos que hoy deambulan por las colinas llevan forzosamente un bozal, hecho a partir de bolsas de costal o hilo sintético, para evitar que coman en los sembradíos agrícolas y en aquellos que desde hace poco son aprovechados para la silvicultura. Sólo el elevado precio actual del abono fabricado ha mantenido a los borregos como alternativa.

Los conflictos por la invasión de terrenos socavaron el uso solidario de las ovejas en la fecundación de la tierra y para algunos incluso impactó en la calidad del maíz y la de por sí exigua productividad del suelo de la zona alta de Zongolica:

Nos íbamos a cuidar los borregos, luego ni sabíamos de quién era el terreno [donde los metían a pastar]. Ahora ya comienzan con que: “ése es mi terreno, no puede pasar”. Antes era libre: 40, 50 borregos en el corralito, en ocho días era una bola de abono. Y es criollo, es natural. Entonces ese maíz era natural, aguantaba un año, un año y medio, no se apolillaba. Ese maíz aguantaba limpio. Y ahora no: todavía está ahí en la hoja y ya tiene la polilla.

El frijol si queremos que se dé, le echamos DDT, le dicen “diablito”. Pero si no, nada. Se sembraba 15 de marzo, decía mi papá; marzo-abril. Para mayo la milpa ya viene por aquí así, ya está largo. Para junio, el jueves de Corpus, la calabacita ya hay. Flor de calabaza, un tendedero de guía. Y ahora no (habitante de Zacatlaixco, Tehuipango, marzo de 2009).

El ciclo agrícola del maíz se inicia con la preparación del terreno en marzo, consistente en el desmonte de los terrenos que se han dejado descansar por algunas temporadas hasta su recuperación (acahuales). Luego del chapeo, se tumban los árboles que haya y entonces se procede a la quema. El barbecho se hace con la ayuda de una yunta, ya sea propia o alquilada. La semilla se somete a la tierra poco antes de que inicie la temporada de lluvias a finales de mayo. Méndez López (1988) señala que los propietarios cuyos terrenos no rebasaban una hectárea barbechaban sin yunta y sembraban todos los años sin dejar descansar la tierra en virtud de que no poseían más extensiones de terreno.

En las partes más altas de Tehuipango se comienza a preparar la siembra a finales de marzo, como en los casos de las comunidades de Loma Bonita, Ticoma y secciones de Tlacotepec y Xopilapa. En estas localidades la siembra requiere de mucha dedicación y la tumba del terreno es aprovechada para diversificar la producción y el beneficio mediante el aprovechamiento de la madera para el autoconsumo o el comercio local.

La yunta

Hoy en día las yuntas son cada vez menos debido a lo escaso de los prados para alimentar al ganado vacuno. Hay mayor suerte en cuanto a la observación de estos animales conforme la sierra se vuelve templada y se hallan terrenos más planos y amplios, como en el municipio de Zongolica y algunas zonas de Atlahuilco. En Tehuipango solía haber bueyes que se ocupaban para las labores del campo, a cambio de una renta monetaria o pago en especie. Con el paso de los años, la ausencia de suficiente forraje, el alto precio de la pastura y el deterioro o cambio de uso de los terrenos dispuestos como potrero fueron menguando su presencia. La gente de Tehuipango señala a Tlaquilpa como el único municipio donde todavía hay “yunteros”. Se reportaban para Tehuipango 418 bovinos en 1994, 581 en 1995 y 200 en 1999 (Contreras López 2001: 107). Pero ya en 2005 había poco menos de 200 cabezas de ganado bovino de doble propósito en toda la demarcación, así como ninguna para leche.10

La yunta acaba la tierra. Pero casi ya no hay yuntas, vienen de aquel lado, de Puebla. Ya no hay aquí porque consumen mucho pasto, en dos o tres semanas ya se lo comieron todo de un terreno. Hay que esperar como cuatro años a que crezca [el ganado] para venderlo (habitante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Cuadro 4.

Actividad ganadera y avícola en Tehuipango durante 2009

Especie  Volumen de producción en pie (toneladas)  Valor de producción en pie (miles de pesos)  Volumen de producción de carne en canal (toneladas)  Valor de producción de carne en canal (miles de pesos) 
Total  NA  4 829.7  NA  4 212.3 
Bovino  12.2  247.4  6.2  188.1 
Porcino  146.3  3 207.7  111.5  2 849.5 
Ovino  18.9  468.2  9.5  431.8 
Caprino  15.6  326.4  7.9  358.7 
Ave  13.6  263.2  11.6  289.2 
Guajolotes  8.3  316.8  6.2  295.0 

Superficie dedicada a la ganadería (hectáreas)=420

Fuente: SAGARPA, Servicio de Información y Estadística Agroalimentaria y Pesca (Gobierno del Estado de Veracruz 2010).

El bajo consumo de carne de res en el municipio ahuyenta todavía más las posibilidades para la cría de mediano y largo plazo de vacunos. La carne de puerco tiene mayor demanda, pues su precio es más accesible.11 Respecto a ovejas y cabras, suelen pastorearse por los terrenos de sus propios dueños y es ahí en donde continuarían abonando la tierra como antaño, sólo que de manera más restringida y particular.

Actualmente, agricultores de comunidades vecinas al estado de Puebla contratan a campesinos de Tecpanzacoalco (Ajalpan) para el arado de la tierra. El arado contratado permite al campesino de Tehuipango ocuparse de actividades como la construcción, cuando algún familiar en Estados Unidos envía dinero para que una casa le sea levantada (Martínez Canales 2010). Mientras el nahua poblano dirige a su yunta, su contraparte veracruzana pega bloques o ladrillos.

El maíz

Por arriba de los dos mil metros de altitud la maduración del maíz es lenta. En la zona templada, tras la preparación del terreno a partir de marzo, los últimos siembran todavía en mayo, una o dos semanas antes de que comience la temporada de lluvias. Algunos comienzan a preparar el terreno desde febrero, para así obtener la mazorca “en diciembre o enero”. Llegan a registrarse entre la siembra y la cosecha del maíz periodos de entre nueve meses y un año. En Tehuipango la siembra depende sobre todo del grado de inclinación de las laderas y de la conformación del suelo que en la medida que gana altura se vuelve polvo:

Aquí no, porque no tenemos terreno. Ahí en Apipiczatitla es otro terreno, ahí se da maíz; no se da muy grande pero se da parejo. Aquí en este rumbo en esta loma, estamos en tierra fría. Si lo echas abono, pues un poquito sí te da. Te da unas mazorquitas chiquitas. Allá en Apipiczatitla es otra tierra. Allá sí se da. Aquí estamos muy dejados, pobres (habitante de Loma Bonita, Tehuipango, junio-septiembre de 2009).

Durante julio y agosto se llevan a cabo las escardas o limpias para eliminar la hierba que ha nacido junto a la milpa (Méndez López 1988). El maíz producido se llama “maíz criollo” y tiene que enfrentar serios obstáculos para su crecimiento y para dar fruto: insuficiente acumulación de humedad durante la temporada de lluvias debido a la topografía del lugar, escasa utilización de terrazas en las laderas para disminuir el impacto de la erosión, así como los fuertes vientos que avasallan el territorio durante las llamadas “suradas” de enero y febrero. Además de quienes pueden ocupar una yunta, las herramientas utilizadas han sido las mismas por generaciones:

Aquí nada más el azadón y el cavador, ése yo lo conocí. Se ocupaba más el cavador, pero ya después apareció el azadón para limpiar la milpa; el cavador se hacía con madera de aquí, pero luego ya se compró en Orizaba el metálico como espátula. Usaban machete, le decían mocha, era de otra forma, tenía una como colita, terminaba como en curva (habitante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Tras una época de auge con la entrada de los fertilizantes, las cosechas decayeron otra vez:

Ya después de que yo conocí, y que traían el maíz de fuera, a mi papá le prestaron un terrenito arriba de donde vivíamos. Ahí se barbechó y compró, creo, un bultito de abono. En ese tiempo salió lo del abono, por ahí del 72, 74. No sé quién lo trajo. Era uno de bulto y era el mero bueno, traía una mazorquita [logotipo], le echaban y ya aguantaba así hasta producirse. Pero ahorita se tiene que echar tres veces para que produzca (ibidem).

Actualmente la cosecha de autoconsumo no alcanza para dar de comer a varias familias. De ahí que varios bajen al centro a comprarlo desde las comunidades más altas, como Loma Bonita y Ticoma, ubicadas entre los 2 500 y 2 700metros de altitud. Cuando el maíz cosechado resulta suficiente para alimentar a la familia durante un largo periodo o inclusive durante todo el año hasta la nueva cosecha, los excedentes se ofrecen en las tiendas de la cabecera municipal. Hasta ahí llegan otros nahuas de la demarcación a comprarlo para completar su reserva. Estos últimos requieren de otras acciones para conseguir el dinero para hacerse del maíz faltante y otros insumos:

Animalitos: cerdo, pollo, para comerse o vas a la plaza a comprar y entonces lo vendes y compras azúcar, sal, cal, lo que necesites. Un guajolote se va a vender en 200 o 300 y de ahí compras el maíz (habitante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Colofón

A pesar de lo demandante de la actividad agrícola en Tehuipango, otros productos se siembran, quizás hasta con mejor suerte que el maíz, tales como el chícharo, frijol, calabaza y forrajes, como la avena, si bien no se trata de algo extendido por todo el territorio. Tanto chícharo como frijol, calabaza y en ocasiones el haba, en conjunto con el maíz, dan forma a la tradicional milpa indígena de la zona. Especial preocupación merecería la aparente extinción de los magueyes que hace décadas poblaban las tierras altas del lugar.12 Hoy se les ve muy poco, algunos aparecen trozados, otros más perdieron sus raíces durante la apertura de algún camino y yacen tirados sobre el asfalto o la terracería:

Aquí antes no se daba la milpa, casi nadie sembraba, aunque barbechaban nomás sembraban cebada que se daba en esos tiempos; había unos magueyes, yo los conocí. Ahorita ya no hay, no sé por qué. Como nadie se preocupa por sembrar y ahorita ya hay azúcar, ya no se ponen a sembrar (habitante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Los magueyes tenían un doble fin: su siembra obedecía al uso que se daba a su penca para la construcción de los techos de las viviendas, junto con el tejamanil que se elaboraba a partir de la corteza de árboles; asimismo, la miel que producía se empleaba como endulzante para el café y para el atole de masa de maíz:

Nosotros crecimos con miel de maguey. Bajaban los señores, las señoras cargando un cántaro de miel. Lo traían para cambiarlo por chile canario, por chayotes. Y esa miel es en lugar de azúcar. Pero ahora no. Mis hijos ya no saben comer de eso. Nada de quelite. Yo, guía de chayote, guía de ejote, de quelite blanco, que ahí tengo unas matas, ése es el mejor (habitante de Zacatlaixco, Tehuipango, marzo de 2009).

Algunas personas ven en el uso del maguey un elemento fundador que construye al Tehuipango antiguo:

Fíjese: en Loma Bonita había una casa de tejamanil ya vieja, y otra de penca de maguey. Y yo sin una cámara, y le decía a un compañero: “eso es lo neto, lo Tehuipango”. Tener el temazcal ahí juntito, la abuelita escarmenando, los niños hablando náhuatl, eso es lo de antes. Pero resulta que regreso a los dos años y ya no está, se perdió; ya pusieron una casa de material ahí. Yo creo que si nos vamos más allá, yo creo que sí encontramos al Tehuipango antiguo: aquél que yo conocí con su casa de madera y techo de tejamanil, la cocina de penca de maguey y, en lugar de tablas, quiote de maguey (habitante de Tehuipango, marzo de 2008).

La silvicultura se ensayó localmente antes de la intensificación de la entrega de plantas y recursos para la reforestación, como ocurrió en Tehuipango a principios de los años noventa. Esta política, a la sazón, derivó en el abandono de algunos pequeños productores de plántulas que vieron en su iniciativa una fuente de ingresos. También han intentado con flores:

De ocote sacaba cada año 25 o 35mil pesos de plantas forestales. Ya no me compran porque el gobierno da programas donde entrega ocote para sembrar. De flor de margarita, sí aguanta el frío, voy en la segunda etapa, ahora cosecho puras flores. También empecé a sembrar azucena, rosa, hortensia; también tengo alcatraz. No muchos siembran, pero si a mí me da flojera chin-garle un día por 50 pesos [como peón en el terreno de alguien más], mejor me voy a lo mío (habitante de Tlacotepec, Tehuipango, septiembre-noviembre de 2008).

Las iniciativas que se distinguen al confrontarlas hoy con la venta de abarrotes buscan precisamente la diversificación de actividades, salir de la agricultura de autoconsumo y combinarla con otra de carácter más comercial. No obstante, en ocasiones los programas de gobierno, al facilitar recursos para proyectos predeterminados, dificultan el desarrollo de afanes más auténticos:

Aquí nosotros estamos pensando de unos proyectos de papa, de pedirle al gobierno. Aquí sí se da la papa: por marzo lo sembramos, cuando llega el agua ya está la papa. Tarda como cinco o seis meses. Pero nomás que nosotros no pensamos [no sabemos] cómo lo vamos a trabajar. Ahorita yo saqué mi idea yo mismo, lo voy a meter un oficio y a ver si hacemos un proyecto, a ver si nos da el gobierno de aquí mismo de Tehuipango. Vamos a sembrar la papa, las chiquitas. Creo que lo van a estudiar los ingenieros para ver; yo pienso así pues, que venga a estudiar de qué abono van a ocupar en la papa (habitante de Loma Bonita, Tehuipango, periodo junio-septiembre de 2009).

En relación con la agricultura, algunos ancianos matizan respecto a las condiciones de la tierra:

Aquí todo se da, lo que pasa es que aquí todos queremos dinero para comprar. Dicen que [es] tierra seca y no se da, pero sí se da. Encerrándole un cuartito, regándole con poco agua, pero sí se da. Pero unos dicen que no van a sembrar tal cosa porque está barata para vender. Pero no se trata de vender, se trata de tener. Tener unos 20 bultos, compro un marranito [cerdo], un poco para mí y un poco para él. Pero no, a veces estamos al revés. Unas personas vienen y me dicen: “ay, pero cómo tiene usted flor”; yo les digo que cuidando. Cuidado con los pollos, eso sí: cerrado, ni perro ni pollo (habitante de Zacatlaixco, Tehuipango, marzo de 2009).

Los adultos poseen aún la cultura agrícola basada en el esfuerzo y el cuidado de su parcela. Parecen retar a las erosionadas colinas con base en el tiempo y esmero que le dedican a su siembra. La mayor parte de estos adultos mayores de 50 años son migrantes retirados vueltos a su comunidad y sin otra perspectiva que reiniciar con la agricultura de subsistencia, intensificando su trabajo en ésta, recuperando su experiencia pasada. Aunque la producción obtenida no deja de ser limitada, la variedad de lo cosechado es consecuencia de la observación puntual del ciclo agrícola local:

Aquí se siembra cebada, yo tengo chicharito, hay habita. También se siembra trigo en agosto y se levanta en enero. Para el maíz se siembra en junio y se levanta en enero; pero algunos ya están sembrando de una vez [marzo]. También hay calabaza, pero casi no se dio ahora; el año pasado sí. Todo es para nosotros, nada se vende, luego ni a nosotros nos alcanza. Hay que usar el abono: de la tienda o de borrego. Está muy caro el fertilizante, 600 y algo. Ya sembramos muy poco.

Estas piedras las pusimos aquí [muro construido] porque estorbaban para sembrar. Antes no se veían tantas, pero como desmontaron, ahora se bajan (habitante de Ticoma, Tehuipango, marzo de 2009).

Apuntes finales

A través de las características formales y simbólicas, se manifiesta y reproduce la historia del territorio de Tehuipango, así como las maneras a través de las cuales esta historia permea la vida de sus miembros y su organización social. Al concretarse la combinación de códigos culturales diversos, como los nahuas regionales, el español como medio de negociación con autoridades y otros actores foráneos, se ponen en juego capacidades aprendidas en el ámbito comunitario, resultantes de las demandas del contexto local, junto con aquellas habilidades y experiencias que se han tenido fuera de la región. Así la realidad se renueva constantemente en ciertos ámbitos (como el económico), mientras que en otros (como el de la lengua náhuatl), un conjunto de elementos persiste en su práctica, asimilando de otra forma la influencia externa, lo cual da lugar a la heterogeneidad de la que habla García Canclini (1990: 15).

Dentro de esta temporalidad diversa de fenómenos socioculturales tenemos la agricultura tradicional, que depende del conocimiento derivado de la experiencia multigeneracional y cotidiana de las familias y comunidades locales. En el extremo opuesto de su paradigma se ubica la agricultura destinada al comercio, derivada de conocimientos surgidos de la ciencia occidental, que se transmite mediante servicios de extensión, fábricas, agentes y ventas a cada agricultor a través de una gran diversidad de medios (Hernández Xolocotzin et al. 1995: 16). Los nahuas que se aventuran por su cuenta en pequeños proyectos agrícolas carecen actualmente de las habilidades y experiencia suficientes para entroncar la centenaria experiencia de su modo de cultivo con las exigencias del mercado en el cual quieren o se les quiere ver participar.

La práctica de su siembra se distingue por lo reducido de la energía de que se dispone para sus agroecosistemas y por la cosmovisión que ha fincado parte de la explicación de las circunstancias de su hábitat y los fenómenos naturales. El usufructo que los nahuas de la parte alta de la sierra hacen de los recursos físicos y bióticos de su medio para la agricultura se basa en el aprovechamiento de los nutrimentos acumulados durante los periodos de descanso de sus terrenos, hecho que genera un sistema de producción móvil.

Podemos caracterizar la agricultura nahua de Tehuipango en el siguiente cuadro:

Cuadro 5.

Agricultura tradicional en la sierra alta de Zongolica

Aspecto  Características 
Ecológico  Ámbito muy limitado: altas pendientes, pedregales, suelo delgado deficiente o irregular. 
Técnico  Prevalencia de instrumentos manuales y/o animales para el trabajo. Sistemas de barbecho, cultivos autóctonos. Bajo uso de insumos industriales. Limitada y coyuntural asesoría técnica. 
Socioeconómico cultural  Producción para el autoconsumo; limitaciones: vías de comunicación, infraestructura y apoyo financiero. 

Elaboración propia, basada en Hernández Xolocotzin et al. 1995: 18.

El sistema depende en gran parte de las circunstancias ambientales y de la estabilidad regional y política que proteja los sistemas de flujo que dan vida a cada ciclo agrícola. A pesar de las pocas o nulas condiciones que una agricultura como la de Tehuipango posee desde la perspectiva comercial, su prevalencia guarda significados culturales y alimentarios que en su conjunto representan un acervo de conocimiento valioso, además de que en la práctica ha permitido la subsistencia de los pueblos nahuas de Zongolica.

Cuando las tierras cesan su vida útil, familias enteras deben buscar alternativas más duraderas que sustituyan el aprovisionamiento de maíz, haba, chícharo, etcétera, por otros alimentos. Esto genera un cambio relevante dentro de su economía: las estrategias de manutención deben voltear hacia la economía monetaria en una medida mayor, ahora tienen que buscar trabajos en zonas no agrícolas para complementar o suplir el trabajo jornalero, invertir algún pequeño capital en la compra de productos perecederos para su reventa local o, incluso, hacer antesala en el ayuntamiento para ser considerado como peón asalariado.

El territorio de la zona fría de Zongolica está sometido a enormes tensiones: la escasez de terrenos aptos, expresada en los minifundios o en la pulverización de la tierra, la creciente emigración de la población masculina, así como el debilitamiento y desaparición de procesos solidarios como el que representaba el pastoreo para el abono de las parcelas. Asimismo, aquellos relatos míticos que propiciaban un tipo de relación ser humano-naturaleza han carecido en los últimos años de referentes locales suficientes, pues su vínculo con la sobrevivencia a partir de la agricultura se matiza hoy en día en función de la elección de las nuevas generaciones: acaso la siembra y cultivo del maíz o actividades cercanas, como las agroforestales, no dependen propiamente de la relación cultural con el sistema biótico, sino con expresiones de las formas de desarrollo y paradigmas de atención social procedentes de distintos ámbitos de gobierno y las expectativas que se tienen sobre el trabajo urbano e indocumentado.

Existe actualmente en Tehuipango un proceso de reelaboración –que alcanza a toda la subregión cultural– de las posturas e imposturas organizativoeconómicas con base en remanentes y adaptaciones del etnoterritorio, en donde se superponen, en efecto, visiones del Tehuipango tradicionalista en las esferas comunitaria, familiar y religiosa, junto con el impacto del trabajo indocumentado, la emergente generación de jóvenes nahuas mediatizados por la irrupción de la televisión vía satélite y el internet, e incluso el incipiente y acallado fenómeno del tráfico y consumo de drogas.

Este gran proceso está en ciernes, en el mediano y largo plazo será posible identificar cómo las interrelaciones actuales, locales y extralocales han pasado a formar parte o no de la cultura de la región y/o de sistemas normativos concretos.

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En adelante utilizaré sierra de Zongolica y Zongolica para referirme a la región en la cual se ubica el municipio de Tehuipango, motivo central de este artículo. Cuando mencione al municipio de Zongolica, lo haré explícitamente.

Todas las fotografías son de Alejandro Martínez Canales, excepto la número 4 (autor no identificado). La fecha indica el año en que fue realizada cada toma.

La estadística básica, disponible en la página del inegi, muestra 58 localidades entre las que se incluye la cabecera municipal. No obstante, el gobierno del estado de Veracruz cita al mismo Instituto como fuente para referir 51 comunidades para Tehuipango, en 2010, a través de sus Cuadernillos Municipales del Sistema de Información Municipal.

La zona fría de Zongolica incluye además a los municipios de Astacinga y Tlaquilpa. No podemos generalizar las condiciones de fertilidad de la tierra en estos municipios, pues debido a lo accidentado de su territorio pueden hallarse en ciertas localidades condiciones más favorables para la agricultura de temporal; es el mismo caso para otras municipalidades, como Texhuacan, Mixtla de Altamirano y Atlahuilco –en la misma región serrana– que poseen tierras en la denominada “zona templada”.

Quienes participaron en las conversaciones que dan origen a este artículo solicitaron el anonimato. La petición no obedece a una circunstancia generalizada de violencia o inseguridad en el lugar, sin embargo, sí está relacionada con la notable desconfianza que existe entre gran parte de la población sobre el destino de su conocimiento y opiniones cuando se comparten. Esta suspicacia se fundamenta en la periódica visita de gente foránea (académicos, funcionarios y técnicos, principalmente) que tras conversar con los lugareños suelen utilizar la información lograda en distintos foros, sin que medie una notificación o acuerdo con los entrevistados. En especial, algún tipo de datos son considerados como “privados” o “familiares” (lugares de trabajo, problemas intracomunitarios, fechas o cifras monetarias) y si bien en ocasiones se accede a compartirlos, el favor que se pide es “no diga mi nombre”. La técnica de entrevista semiestructurada fue la más utilizada para las conversaciones, mismas que por lo regular se desarrollaron en las casas de los informantes o en sus terrenos, a fin de facilitar su apertura y comodidad.

Los nativos de la sierra de Zongolica en general fueron sujetos de los distintos medios que utilizaron los europeos, durante la Colonia, para obtener beneficios económicos de la mano de obra indígena, los productos cosechados y las mercancías elaboradas en sus comunidades de origen. Destacan el establecimiento de las encomiendas y la distribución de trabajo y mercancías –todas eventualmente abolidas–; las encomiendas se repartieron en dos modalidades: peonías y caballerías, según hubiera sido la participación de los beneficiados de tal recompensa en la conquista de América (Morales Vázquez 2010).

Inclusive, a la fecha son varios los casos de maternidad temprana en Tehuipango, lo que hace que menores de 12 o 13 años se ocupen de sus propios hijos. Una costumbre aún arraigada es que el varón –también menor de edad– “se robe” a una niña para de manera forzada o voluntaria convertirla en su concubina.

Palabra nahua que en la zona se interpreta al español como “corte”, principalmente de granos como el maíz o el café; se ha castellanizado como “pisca”.

Agustín García Márquez, comunicación personal, agosto 17 de 2011.

Hoy en día el Xochitlallis precede también la apertura de un camino o la construcción de escuelas y clínicas. La folclorización de esta ceremonia ha originado interés en su implementación como parte de ceremonias de corte político. Es común que parte de las responsabilidades de auto-ridades municipales serranas sea tener listo a un oficiante indígena que encabece la ceremonia de arranque de una edificación u obra similar.

Ganadería y Avicultura de Tehuipango,<www.tehuipango.gob.mx>, consultado el 23 de febrero de 2008.

El total de porcinos y su evidente mayor valor en Tehuipango obedece, principalmente, a la promoción periódica de proyectos de este ganado, auspiciados por dependencias estatales y federales. Las condiciones para su cría son menos demandantes que para la de los bovinos; algo similar ocurre con los ovinos. Sin embargo, estas oportunidades productivas no llegan a cumplir la meta de complementar el ingreso familiar a través de su comercialización, la mayor parte de las veces borregos y cerdos se integran al autoconsumo y acaso algunos pocos son vendidos entre vecinos o en el tianguis local de los domingos. Un tema que permanece sin registros es la pérdida de especies criollas, como en el caso de los puercos y también de los borregos: al presentarse la facilidad de obtener los animales vía recursos públicos, su cría y domesticación local disminuyen, y en casos termina por desestimarse.

Se sabe que la Comisión del Papaloapan hizo siembras de magueyes para evitar la erosión en grandes extensiones de montes durante los años cuarenta del siglo pasado. Por ejemplo, en el municipio de Maltrata –en la misma subregión de las Grandes Montañas, en Veracruz– se encontraron líneas de magueyes “que seguían el contorno pero que se parecían a una técnica prehispánica para retener la humedad de los terrenos”; luego se descubrió que no era prehispánica la siembra. Es posible que acciones similares se hayan ejecutado en la zona fría de Zongolica, sobre todo si tomamos en cuenta que justo a mediados del siglo xx –como he expuesto– ocurrió una sobreexplotación forestal en esa zona (Agustín García Márquez, comunicación personal, 17 de agosto de 2011).

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