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Vol. 36. Núm. S1.
Páginas 25-28 (Marzo 2001)
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Tabaco y piel en el anciano
Tobacco and skin in the elderly.
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R. Córdoba Garcíaa, D. Escribano Pardob
a Profesor asociado Unidad Docente de Medicina Familiar y Comunitaria de la facultad de Medicina. Zaragoza. Miembro del Comité Nacional Para la Prevención del Tabaquismo. 
b Médico de familia. Centro de Salud Delicias Sur. Zaragoza.
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El tabaco constituye un importante factor de aceleración del envejecimiento cutáneo, determinando el hábito tabáquico efectos sobre el organismo, tales como mayor sequedad de la piel y propensión más temprana a la aparición de arrugas, pigmentación amarilla de la punta de los dedos y de las uñas, caída de cabello, hiperpigmentación de la mucosa oral, glositis tabáquica, carcinoma de lengua, carcinoma de labio, alteración del color normal de los dientes, gingivitis, halitosis, faringitis seca, disfonía («ronquera del fumador») y alteración en la percepción del olfato. Igualmente produce un retardo en el proceso normal de curación de las heridas, con mayor tiempo de cicatrización y aumento de las complicaciones. Aunque el tabaco no constituya un factor etiológico para el cáncer de piel, el deterioro que produce sobre ésta y concretamente en el sistema inmune, caso del melanoma, hacen que aquellos pacientes fumadores tengan peor pronóstico que los no fumadores. El envejecimiento, con pérdida de elasticidad y de mayor fragilidad cutánea, con un mayor riesgo de traumatismos y heridas, y con menor protección ante agresiones (sol o microorganismos), hace que la piel sea especialmente vulnerable a la acción del tabaco, condicionando una peor situación de la piel en los ancianos fumadores.
Palabras clave:
Tabaco
Piel
Anciano
Tobacco constitues an important factor in the aceleratin of skin aging. The use of tobacco gives different effects over the organism, for example: dry skin and earlier propension to the appearenceof wrinkles, yellow pigmentation in the tipo of the fingers and nails, hair fall, hiperpigmentation of theoral mucose, glossitis of tobacco, cancer of tongue, cancer of lip, colour alteration of the teeth, gingivitis, halitosis, dry pharyngitis, dysphonia and sense of smell alteration. Tobacco produces also a delay in the normal process of cure of injuries, with more time of healing and increase of complications. Although tobacco doesn't constitude an etiological factor for the skin cancer, the deterioration it makes over it and over the immunity (case of melanoma) makes smokers bad prognosis than no smokers. Aging with lost- elsaticity and fragility of kin, with more risk of traumatism and inujries and less protection agains the aggressions (sun or microorganism) makes skin especially vulnerable to the tobacco action, giving worse skin situation in smoking elderly.
Keywords:
Skin
Tobacco
Elderly
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INTRODUCCION

El tabaquismo representa en la actualidad uno de los mayores problemas con que las administraciones sanitarias deben enfrentarse. Concretamente, el hecho de fumar constituye un factor de riesgo conocido para el desarrollo de numerosas enfermedades pulmonares y cardiovasculares, como se ha venido constatando durante los últimos años en múltiples variados estudios, siendo la principal causa evitable de morbilidad y mortalidad prematuras en los países donde dicho hábito esté extensamente difundido. La OMS estima que el tabaquismo provoca en Europa la pérdida prematura de un millón de vidas cada año y el padecimiento de numerosas dolencias para muchos más seres humanos. Sin embargo, el efecto que el tabaco provoca sobre la piel ha recibido poca atención, siendo el objeto principal del presente artículo.

Durante el proceso de envejecimiento se producen una serie de pérdidas funcionales en los distintos órganos y sistemas de una manera muy diferente en cuanto a intensidad y cadencia de unos a otros, existiendo una gran variabilidad individual entre las personas. Dentro de los principales cambios morfológicos de los distintos aparatos en relación con el envejecimiento se encuentran aquellos que afectan a la piel, entre los que cabe destacar la tendencia a la atrofia con pérdida de elasticidad, aparición de manchas y sequedad progresiva. A su vez nos podemos encontrar con cambios fisiológicos-funcionales como una menor protección ante agresiones (sol o microorganismos) y una mayor facilidad para las heridas ante pequeños traumatismos. Recientemente ha venido cobrando interés el efecto que sobre el proceso fisiológico del envejecimiento cutáneo puede tener el hábito tabáquico, así como sus efectos locales a nivel de la mucosa bucal y faneras. De este modo, el comportamiento tabaquista determina la aparición de una serie de efectos sobre el organismo tales como (1):

­ Piel: mayor sequedad de la misma y propensión más temprana a la aparición de arrugas.

­ Faneras: pigmentación amarilla de la punta de los dedos y de las uñas. Caída de cabello.

­ Boca: hiperpigmentación de la mucosa oral, glositis tabáquica, carcinoma de lengua, carcinoma de labio, alteración del color normal de los dientes, gingivitis, halitosis.

­ Faringe: faringitis seca.

­ Laringe: disfonía («ronquera del fumador»).

­ Nariz: alteración en la percepción del olfato.

TABACO Y PIEL

Dichos mecanismos del envejecimiento prematuro a nivel cutáneo inducidos por el tabaco son iguales para hombres y mujeres aunque éstas últimas se ven más precozmente amenazadas por la naturaleza propia de su piel, con un riesgo relativo de arrugas del 2,3 en hombres frente al 3,1 en mujeres (2). Aunque estos datos ya se aportaron hace unos 150 años, desde 1965 se relacionó, desde un punto de vista epidemiológico, el consumo de tabaco con la aparición de arrugas faciales a partir de los estudios de Ippen (3). Estos datos han sido posteriormente apoyados por numerosos trabajos que demuestran la asociación entre el hábito tabáquico y la presencia de cambios a nivel de la piel de la cara. Dichos efectos se localizan tanto en su exterior como en su interior, destacando la producción de una constricción de las arteriolas de la dermis (en relación con los efectos producidos por la nicotina contenida en el tabaco) que determina una reducción de la circulación sanguínea que va a provocar una deshidratación crónica de la piel, así como una disminución en su oxigenación. Todo ello favorece un envejecimiento prematuro de la piel con palidez cutánea y aparición precoz de arrugas. A su vez existen una serie de signos clásicos en relación al consumo de tabaco como son la pigmentación amarillenta de las uñas, dientes y punta de los dedos, así como hiperpigmentación de la mucosa oral. Así la coloración amarillenta del índice y/o pulgar es un efecto casi constante y el depósito de nicotina y alquitranes sobre los dientes dan una coloración negruzca de los mismos, provocando a su vez un envejecimiento prematuro de las encías que favorece la movilidad precoz de los dientes y aumenta el riesgo de su pérdida. A nivel de la mucosa bucal y a nivel retrocomisural provoca una queratosis del labio inferior. La presencia de cambios macroscópicos a nivel de la piel de la cara han determinado la aparición del término «rostro del fumador» (4-7), siendo estadísticamente significativa la asociación existente entre ésta y el hábito tabáquico.

Dichas alteraciones clínicas han sido agrupadas en cuatro tipos:

­ Arrugas finas que parten en ángulo recto a nivel de los labios superiores e inferiores y en las comisuras palpebrales externas («patas de gallo»).

­ Líneas profundas y poco numerosas a nivel de la mejillas o maxilar inferior.

­ Aspecto rugoso de la piel de tinte grisáceo.

­ Adelgazamiento de la cara con prominencia anormal de los relieves óseos especialmente de los pómulos.

­ Piel de apariencia pletórica de color rosado o anaranjado.

Respecto a las arrugas, en concreto, algunos autores como Daniel las han clasificado en seis grados clínicos según su intensidad (3). Esta clasificación ha sido utilizada posteriormente, con ligeras modificaciones, por otros autores para ordenar los pacientes a partir de fotografías estandarizadas.

Todos estos signos se presentaban en el 46% de los fumadores de más de 10 cigarrillos al día durante más de 10 años y en el 8% de los exfumadores (entendiendo por tal el abandono del tabaco durante al menos un año después de 10 años de hábito) y en el 0% de los no fumadores.

Dichos cambios se manifiestan a partir de los 35 años de edad, siendo la intensidad de las arrugas directamente proporcional al grado de consumo de tabaco, desconociéndose si dicho proceso es reversible con el abandono del hábito tabáquico (8). No obstante, cabe señalar que estos estudios epidemiológicos presentan en alguna ocasión deficiencias metodológicas y actualmente se acepta que existe suficiente evidencia científica para validar la conclusión de estos estudios, en el sentido de que el tabaco es un factor de riesgo para el desarrollo de arrugas faciales, independiente de la edad, el grado de exposición solar y el color de la piel.

Parece ser que el humo del tabaco provoca una disminución de la vitamina A en la piel, con lo que se pierde su factor protector sobre los radicales libres (9), y a su vez produce un aumento en la actividad neutrófila de la elastasa, dando lugar a una elastina anormal en la piel (10, 11), lo que va a determinar la aparición de las arrugas.

Otros autores han señalado que las arrugas podrían estar relacionadas con los efectos del tabaco sobre la microcirculación cutánea, la cicatrización, los fenómenos de oxidación, la actividad de las proteasas y las concentraciones séricas de retinol (9). Ninguna de las escasas investigaciones desarrolladas hasta el momento han logrado aclarar cuál es el sustrato patológico sobre el que se apoya la aparición de las arrugas cutáneas. A nivel de los folículos pilosos, se produce un depósito de numerosas sustancias contenidas en el humo, lo que hace que el cabello se muestre más frágil y se incrementa el riesgo de su pérdida.

TABACO Y CAVIDAD BUCAL

A nivel de la mucosa bucal se ha comprobado que el tabaco es responsable de la queratosis en «pastilla» opalina del labio inferior del fumador, a veces con lesión calcada sobre el labio superior. Las queratosis retrocomisurales del fumador pueden tener diferentes espesuras y están recorridas por unos finos surcos. Las queratosis de la mucosa bucal propiamente dicha son muy frecuentes y dependen del tipo de tabaquismo. Los cigarrillos suelen causar unas queratosis finas y difusas. El tabaco de pipa causa queratosis más espesas. El tabaco de mascar suele causar lesiones en vestíbulo inferior. Cabe destacar el efecto aditivo del tabaco y del alcohol y el efecto especialmente nocivo del tabaco sin humo que se puso de moda en los años ochenta en Estados Unidos y países escandinavos. Las displasias se hallan en relación directa con la permanencia del tabaco dentro de la cavidad bucal. Las neoplasias de la cavidad bucal son debidas en un 75% de los casos al tabaco en los fumadores masculinos y en torno al 20% en las mujeres. Las gingivitis, las gingivoestomatitis y el liquen plano de la cavidad oral se ven favorecidas entre otras causas por el tabaco.

TABACO Y HERIDAS

Ha quedado también demostrada la relación existente entre el consumo de tabaco y el retardo en el proceso normal de curación de las heridas producido por las sustancias tóxicas contenidas en el humo del tabaco como pueden ser la nicotina, el monóxido de carbono y la cianida de hidrógeno. La nicotina es un vasoconstrictor que reduce el flujo sanguíneo cutáneo, lo que da como resultado una isquemia del tejido y un deterioro en la curación del tejido dañado. Por otra parte, la nicotina también aumenta la adhesividad de las plaquetas, incrementando el riesgo de oclusión microvascular trombótica e isquemia tisular. Además la nicotina reduce la proliferación de hematíes, fibroblastos y macrófagos. El monóxido de carbono disminuye el transporte de oxígeno y la cianida de hidrógeno inhibe los sistemas enzimáticos necesarios para el metabolismo oxidativo y el transporte de oxígeno a nivel celular (12).

En un estudio restrospectivo realizado en 1.200 pacientes sometidos a cirugía estética, se encontró que los pacientes que fumaban tenían un riesgo 12,5 veces mayor que los no fumadores de sufrir necrosis de las suturas (13).

También a nivel dermatológico cabe destacar la presencia de una correlación existente entre el hábito tabáquico y la aparición y/o exacerbación de distintos procesos patológicos a dicho nivel, entre los que cabe destacar:

­ Dermatosis seborreica y/o dermatitis irritativas.

­ Cuprosis.

­ Psoriasis, en la que se ha demostrado la existencia de una relación dosis-dependiente entre el número de cigarrillos/día y el riesgo de desarrollar psoriasis, objetivándose que si el número es mayor a 20 cigarrillos al día el riesgo aumenta en 5,3 (14).

TABACO Y CANCER DE PIEL

No es que el tabaco constituya un factor etiológico para el melanoma, pero el deterioro que provoca el consumo de tabaco en el sistema inmune sí que condiciona un peor pronóstico en aquellos pacientes que presenten dicha neoplasia cutánea y fuman. Por lo tanto, actualmente se sabe que:

­ Los fumadores tienen más probabilidades de tener metástasis como presentación inicial.

­ Los fumadores tienen después del diagnóstico una menor supervivencia.

­ Los fumadores tienen mayor probabilidad de tener metástasis viscerales.

­ Es más probable que los fumadores tengan metástasis después del diagnóstico.

­ Es más probable que los fumadores mueran de su enfermedad.

La razón de que los fumadores tengan un peor pronóstico se relaciona con los efectos del tabaco en el sistema inmune (15, 16).

En el futuro se ha estimado útil iniciar investigaciones encaminadas a buscar el paralelismo entre las alteraciones pulmonares y cutáneas atribuibles al consumo de tabaco o una relación entre la intensidad de las alteraciones de la función pulmonar y el grado de deterioro de las fibras elásticas de la piel (17).

En conclusión, podemos considerar que el tabaco es un importante factor de aceleración del envejecimiento cutáneo que, además de los aspectos estéticos, se asocia a una mayor fragilidad de la piel del anciano y a un mayor riesgo de heridas y úlceras cutáneas, al margen de los efectos directamente carcinógenos o cocarcinógenos.

La mayoría de las campañas para dejar de fumar abogan a daños lejanos o diferidos en el tiempo. Para los ancianos estos daños son ya próximos pero incluso en ellos es común la percepción de no vulnerabilidad. Habría que aprovechar la creciente preocupación de nuestra sociedad por la imagen externa, la estética corporal y facial y el deseo de agradar para promover campañas de disuasión en las que el mensaje se centre en que el consumo de tabaco es responsable de mal aliento, mal olor, de la tinción dental y de un aumento claro de las arrugas faciales.

La intervención para dejar de fumar debe realizarse también en los ancianos, pensando no tanto en sus improbables beneficios lejanos y dudosos sino más bien en beneficios reales a corto plazo.

Bibliografía
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