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Inicio Revista Española de Geriatría y Gerontología Prevalencia de la depresión en el anciano que vive en residencias
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Vol. 33. Núm. 1.
Páginas 13-20 (Enero 1998)
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Prevalencia de la depresión en el anciano que vive en residencias
Prevalence of depression in institutionalized elderly subjects
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Rev Esp Geriatr Gerontol 1998;33(1):13-20

Prevalencia de la depresión en el anciano que vive en residencias

Monforte Porto, J. A.*; Fernández Rojo, C.*; Díez Boizas, J.*; Toranzo Martín, I.**; Alonso Jiménez, M. M.*** y Franco Martín, M. A.*

* Servicio de Psiquiatría. Residencia Sanitaria «Rodríguez Chamorro». Zamora. ** Director Médico Residencia «Virgen del Canto». Toro. *** Psicólogo.

Correspondencia: M. A. Franco Martín. Servicio de Psiquiatría y Salud Mental. Residencia Sanitaria «Rodríguez Chamorro». Hernán Cortés, 40. 49021 Zamora.

Recibido el 16-2-96; aceptado el 12-11-97.


RESUMEN

La depresión constituye un problema sanitario y social frecuente. La depresión en el anciano es cada vez mayor y afecta directamente sobre la calidad de vida del que la sufre. Por este motivo se realizó un estudio sobre la prevalencia de síntomas depresivos y depresión en ancianos institucionalizados en la provincia de Zamora. Se estudian un total de 558 ancianos a los que se aplica el GDS, Zung-Conde para la depresión e Índice de Barthel para la medición de la autonomía personal. Se encuentra que en torno al 30% de los ancianos padecen síntomas depresivos, encontrándose asociación entre depresión y autonomía personal. Se concluye que es muy importante la existencia de depresión en el anciano institucionalizado y proceder a su tratamiento. Ello mejoraría su calidad de vida.

Palabras clave

Depresión geriátrica. Epidemiología. Actividades de la vida diaria. Calidad de vida.


Prevalence of depression in institutionalized elderly subjects

SUMMARY

Depression is a frequent health and social problem. Geriatric depression is increasingly more common and directly affects the quality of life of the sufferer. A study was made of the prevalence of depressive symptoms and depression in institutionalized elderly persons in the province of Zamora (Spain). A total of 558 elderly persons were studied using the GDS, Zung depression scale, and Barthel Index for activities of daily life. About 30% of the group had depressive symptoms and depression and personal autonomy were associated. It is important to assess and treat geriatric depression in institutionalized elderly persons because this problem affects the patients'' quality of life.

Key words

Geriatric depression. Epidemiology. Activities of daily life. Quality of life.

Rev Esp Geriatr Gerontol 1998;33:13-20


INTRODUCCIÓN

En los albores del siglo XXI las sociedades más desarrolladas contemplan el fenómeno sociológico del envejecimiento de la población, fruto de un aumento de la esperanza de vida y de una fecundidad descendente. En la actualidad, las personas mayores de 65 años representan entre el 12% y el 15% de la población en la mayoría de los países desarrollados, y se espera que en el año 2020 este porcentaje aumente a cifras cercanas al 25% (1). España no ha sido ajena a este fenómeno, registrándose un 13% de la población mayor de 65 años, calculándose que para el año 2000 alcance el 15%, lo que supondría más de seis millones de personas (2).

Uno de los problemas de salud mental más frecuentes en la tercera edad son los cuadros depresivos. Los diferentes estudios epidemiológicos sobre prevalencia de la depresión en población anciana comunitaria revelan una gran disparidad de resultados, oscilando las tasas entre el 5% y el 20%, cifras que pueden duplicarse entre la población anciana institucionalizada (3-6).

La importancia de la detección y tratamiento de la depresión en centros residenciales de ancianos radica en que es un problema frecuente y, a la vez, infradiagnosticado e infratratado, con la consecuente merma en la calidad de vida del que la sufre. Por otra parte, presenta una elevada tasa de recidivas, y la falta de un reconocimiento y tratamiento apropiados determina una morbilidad y mortalidad mayores, siendo una causa frecuente de suicidio (7, 8).

Por otra parte, la institucionalización en residencias se asocia a factores que pueden favorecer la aparición de cuadros o síntomas depresivos, y que pueden dar lugar a un incremento de la prevalencia de esta problemática: sentimientos de abandono en la residencia (6, 9); dificultades económicas o limitación de la posibilidad del uso del dinero (5); aislamiento o alejamiento de la que hasta entonces había sido su red social habitual, lo cual conduce a un desarraigo y esfuerzo de adaptación relevantes (6, 10, 11); cambios significativos en su estilo de vida con incremento del grado de estrés (12); adaptación obligada a un reglamento y normas que pueden incidir negativamente sobre su intimidad y autonomía y dar lugar a sentimientos de minusvalía, pérdida de libertad o bajo nivel de satisfacción vital (13); falta de objetivos y actividades (14); y, finalmente, incremento de las autopercepciones de déficit de salud e incremento de ansiedad ante la muerte (12, 15). A todo ello habría que unir el que, en muchas ocasiones, los motivos que llevan a la institucionalización es la existencia de una enfermedad crónica que determina una discapacidad importante con pérdida de autonomía, una edad elevada y una falta de apoyo sociofamiliar ­en algunos casos debido al fallecimiento del cónyuge (6)­, lo que también redunda muy directamente sobre el incremento de las tasas de trastornos depresivos (4, 16), así como la carga valorativa de carácter negativo que implica el ingreso en centros residenciales (17).

Además, el que habitualmente los ancianos institucionalizados padezcan con más frecuencia problemas somáticos da lugar a un incremento en el uso de fármacos que tienen, en su mayoría, capacidad depresógena y que inciden en el incremento de las tasas de prevalencia de la depresión en este grupo poblacional (10, 11). Murphy (18) destaca que lo que más influye sobre la aparición de la depresión en el anciano es la disminución de salud y aparición de enfermedad, especialmente los trastornos relacionados con la deficiencia de algún sentido o la incontinencia urinaria (4). Finalmente, hay que significar que la depresión de inicio tardío tiene un menor componente hereditario y esta más influenciada por el entorno social, familiar y vital (19).

El objeto del presente trabajo es determinar la prevalencia de síntomas depresivos en la población anciana institucionalizada, y forma parte de un estudio sobre valoración y seguimiento de la depresión y demencia en ancianos institucionalizados en la provincia de Zamora (Proyecto Valentín).

MATERIAL Y MÉTODO

Población

La muestra está integrada por 558 personas mayores de 60 años que se encontraban en ocho instituciones residenciales: Residencia de la Tercera Edad del INSERSO en Zamora, con 138 casos; Residencia Virgen del Canto en Toro (Excma. Diputación Provincial de Zamora), con 61 casos; Centros Asistenciales San Torcuato en Villaralbo ­Zamora­ (Privada), con 71 casos; Hotel Residencia San Gregorio en Zamora (Privada), con 80 casos; Residencia Tercera Edad Clínica Geriátrica Ciudad de Benavente en Benavente ­Zamora­ (Privada), con 49 casos; Residencia Tercera Edad Los Rosales en Moraleja del Vino ­Zamora­ (Privada), con 71 casos; Residencia Sagrada Familia en Villardeciervos ­Zamora­ (Hermanas de la Caridad ­ONG­), con 32 casos y Residencia Mi Casa en Valladolid (Hermanitas de los Pobres ­ONG­), con 56 casos.

Diseño del estudio

El estudio está compuesto de dos fases. Una primera de detección, para lo cual se ha aplicado un protocolo constituido por una serie de variables sociodemográficas y clínicas, utilizando como instrumentos de screening dos escalas de depresión: GDS (Geriatric Depression Scale) (20) y Zung-Conde: (Self-rating Depression Scale, SDS), (21); dos de deterioro (Miniexamen Cognoscitivo de Lobo, Escala de Blessed) y una de actividades básicas de la vida diaria (Indice de Barthel). En la segunda fase se tratará de determinar la sensibilidad y especificidad de las escalas, si bien en este artículo no nos vamos a referir a ella.

En el presente trabajo se analizarán los resultados obtenidos al aplicar la Geriatric Depression Scale, la Self-rating Depression Scale y el Indice de Barthel derivados de la primera fase de screening, así como las correlaciones entre dichas escalas y la edad y tiempo de ingreso en la residencia. En un estudio previo ya revisamos las escalas y entrevistas para la valoración de la depresión en el anciano, por lo que en este trabajo no vamos a incidir en ello (22).

Validez y Fiabilidad de las Escalas: La Escala Autoaplicada para la Depresión de Zung (SDS) es utilizada para la medida cuantitativa de la depresión y está constituida por 20 ítems de cuatro alternativas de respuesta en los que se le pide al paciente que indique la frecuencia con la que experimenta el síntoma que se describe. Cada ítem se evalúa en una escala de cuatro puntos. Los ítems hacen referencia a un factor depresivo, un factor biológico y un factor psicológico, a los que se unirá la existencia, detectada por Conde (23), de un factor de contenido psicosocial, si bien es en el factor biológico en el que esta escala se centra especialmente. Esta escala ha sido adaptada al castellano y estudiada por Conde (24-33).

Referido a nuestro medio se analiza la validez predictiva de la escala de Zung con resultados buenos, con una fiabilidad diagnostica (Kw= 0,80) y una probabilidad de acierto elevadas, considerándose esta escala como método de elección por su facilidad de uso para los médicos clínicos no psiquiatras, y considerando, además, su utilidad en la comparación de resultados con otros países debido a su amplia difusión (34, 35). Para España, Ramos (34), ha establecido como punto de corte ideal para población anciana el de 47 puntos, lo cual permitirá obtener una sensibilidad de 0,84 y una especificidad de 0,94.

La Escala de Depresión Geriátrica tiene la particularidad de estar construida específicamente para la valoración de la depresión en personas mayores. Está constituida por 30 ítems, en cuya selección se intentó evitar los de tipo somático. De esta forma se conseguía eludir el problema presente en la mayoría de los autoinformes: la confusión de los síntomas depresivos con los síntomas físicos habituales en las personas mayores.

Los estudios empíricos posteriores apoyaron estas ideas. Así se comprueba que la GDS en una muestra de ancianos que padecían una enfermedad física discriminaba los ancianos deprimidos de los no deprimidos, y, además, discriminaba entre ancianos dementes deprimidos y ancianos dementes no deprimidos (36).

Si se establece como punto de corte el de 11, se obtiene una sensibilidad de 0,84 y una especificidad de 0,95 (37, 38). Al aplicar el punto de corte de 14 se obtiene una sensibilidad de 0,80 y una especificidad de 1 (20).

Finalmente, el Indice de Barthel (IB) fue desarrollado por Mahoney y Barthel en 1965 (39), a partir de la observación por un equipo multidisciplinario que trabajaba con pacientes con patología neuromuscular y/o musculoesquelética en hospitales de crónicos de Maryland. Evalúa la independencia del paciente para realizar 10 actividades básicas de la vida diaria (ABVD): capacidad para alimentarse, arreglarse, bañarse, ir al aseo, trasladarse (o manejar una silla de ruedas), subir escaleras, control vesical y control de esfinter anal. Se puntúa de 0 a 100. Se ha de considerar que el IB no es una escala continua, lo que implica que una variación de 5 puntos en la zona alta de la puntuación ­más próxima a la independencia­ no es semejante a la misma variación en la zona baja ­más cercana a la dependencia­ (40-43). Para facilitar su interpretación, los resultados globales se han agrupado en cuatro categorías de dependencia: Total < 20, Grave = 20-35, Moderada = 40-55 y Leve >= 60 (40, 41, 44, 45).

El uso del IB está menos generalizado que el índice de Katz; sin embargo, se está utilizando de manera creciente, siendo recomendado por la British Geriatrics Society para evaluar las ABVD en pacientes ancianos (40, 41, 46). Además, es una escala muy utilizada para la valoración funcional de pacientes con enfermedad cerebrovascular y en unidades de rehabilitación (42), así como en la demencia vascular (47). El IB ha mostrado una alta validez concurrente con otras escalas de evaluación de la ABVD como el índice de Katz o la escala PULSES (44, 48). Igualmente, presenta una alta concordancia con índices que evalúan la motricidad en ancianos en general (49) y un gran valor predictivo sobre la mortalidad, el ingreso hospitalario y la duración de la estancia en unidades de rehabilitación en pacientes con enfermedad cerebrovascular (42).

Recogida de datos

Se llevó a cabo una investigación de tipo transversal en las ocho residencias con la aplicación del protocolo anteriormente mencionado (primera fase de screening) y que fue realizado por el médico de la institución o trabajadores sociales entrenados.

Análisis de los datos

Se ha efectuado una base de datos en un sistema Dbase IV (v. Windows) generador de ficheros DBF, transformando los mismos con el programa estadístico SPSS/PC+ efectuándose los siguientes estudios estadísticos: estadística descriptiva y estadística correlacional.

RESULTADOS

Los límites de edad oscilaron entre los sesenta y dos y los noventa y nueve años, con una edad media de 81,38 ± 7,24, siendo menores de 65 años sólo seis casos. De todos ellos, 365 (65,4%) fueron mujeres y los 193 restantes (34,5%) varones. Respecto al estado civil, existe un predominio de viudos (48,9%) y solteros (30,3%), siguiéndoles los casados (17,6%), separados/divorciados (2,3%) y célibes (0,5%). El 76,7% tienen estudios primarios. El tiempo medio de estancia fue de 62,68 ± 100,92 meses, con una mediana de 23 meses. Finalmente, el 12,2% (n= 68) habían estado en otras instituciones de carácter residencial.

El GDS se pudo aplicar en el 77,59% de la muestra (n= 433) y la escala de Zung-Conde en el 77,41% (n= 432), no realizándose en el resto de los casos bien porque los ancianos presentaban estados demenciales avanzados que desaconsejaban su inclusión, bien por déficits sensoriomotrices o bien por retraso mental. La diferencia de un caso entre la escala GDS y la de Zung-Conde es debida a estar realizada de forma incorrecta.

En la tabla I se reflejan los resultados con la escala GDS aplicando el punto de corte 11 (límite para aceptar la presencia de problemas de carácter depresivo) y el punto de corte 14 (depresión moderada). El punto de corte para la escala de Zung-Conde se ha establecido en 47.

Tabla I. Resultados de las escalas GDS y Zung-Conde

GDS (n= 433)GDS (n= 433) Zung-Conde (n= 432)

Residencia

(Punto de corte 11) (Punto de corte 14) (Punto de corte 47)
m (%)m (%)m (%)

Total223 (51,5)144 (33,25)131 (30,32)
Inserso (m= 133)58 (43,6)36 (27,06)29 (21,8)
Virgen del Canto (m= 46)15 (32,6)9 (19,56)12 (26,08)
San Torcuato (m= 34)13 (38,23)5 (14,7)4 (11,76)
San Gregorio (m= 59)41 (69,49)24 (40,67)23 (38,98)
Ciudad de Benavente (m= 24)19 (79,16)13 (54,16)13 (54,16)
Los Rosales (m= 49)37 (75,51)24 (48,97)24 (48,97)
Sagrada Familia (m= 32)15 (46,87)10 (31,25)8 (25)
Mi casa (m= 56)47 (83,92)23 (41,07)18 (32,14)

La media de las puntuaciones obtenidas en la escala de Zung-Conde, para toda la muestra, fue de 41,14 con una desviación típica de 9,64. El 23,47% de la muestra puntúa 47 o más. El rango es de 23 a 71.

La media de las puntuaciones obtenidas en la escala GDS para toda la muestra fue de 11,32, con una desviación típica de 6,3. El 40,32% de la muestra puntúa 11 o más y el 25,81% 14 o más. El rango es de 1 a 29.

El índice de Barthel se ha aplicado al 99,82% de la muestra (n= 557), no evaluándose un caso por estar inadecuadamente cumplimentado. La tabla II refleja los resultados del IB al aplicar los puntos de corte más comunmente aceptados.

Tabla II. Resultados del indice de Barthel

Dependencia totalDependencia graveDependencia moderada

Residencia

(< 20) (20-35) (40-55)
m (%)m (%)m (%)

Total (m= 557)69 (12,38%)35 (6,28%)37 (6,64%)
Inserso (m= 138)1 (0,07%)2 (1,44%)3 (2,17%)
Virgen del Canto (m= 61)6 (11,47%)8 (13,11%)7 (11,47%)
San Torcuato (m= 71)29 (40,84%)8 (11,26%)8 (11,26%)
San Gregorio (m= 79)9 (11,39%)3 (3,79%)7 (8,86%)
Ciudad de Benavente (m= 49)9 (18,36%)2 (4,08%)5 (10,2%)
Los Rosales (m= 71)15 (21,12%)9 (12,67%)4 (5,63%)
Sagrada Familia (m= 32) 0 0 0
Mi casa (m= 56) 03 (5,35%)3 (5,35%)

La media de las puntuaciones obtenidas en el IB, para toda la muestra, fue de 73,15, con una desviación típica de 32,42. El 25,31 % de la muestra puntúa ¾ 55. El rango es de 0 a 100.

El estudio correlacional entre las puntuaciones GDS, Zung-Conde e IB, así como con la edad y el tiempo de estancia, muestra una correlación estadísticamente significativa entre las diferentes escalas entre sí, y entre las escalas de depresión y tiempo de ingreso (a mayor tiempo de internamiento menos síntomas depresivos), y entre las actividades de la vida diaria y la edad (a mayor edad mayor dependencia del sujeto). Salvo el caso de las escalas de depresión entre sí, en que se alcanzan correlaciones clínicamente significativas (0,72), en el resto, aunque se prueba cierta asociación entre variables desde el punto de vista estadístico, ésta es pequeña desde el punto de vista clínico (tabla III).

Tabla III. Correlaciones

EdadT. ingresoGDS Zung-CondeI. Barthel

Edad­0,225­0,032 ­0,0246 ­0,1251**
T. ingreso ­0,1581* ­0,1796*0,0293
GDS0,7207* ­0,244*

Zung-Conde

­0,1771*

I. Barthel


* p< 0,001. ** p< 0,05.

DISCUSIÓN

Un problema de los estudios epidemiológicos referidos a la depresión es que para efectuar una adecuada valoración de los mismos se debe tener en cuenta «siempre» el método empleado en su realización, y la definición que se ha dado a «caso de depresión» (16), es decir, que la definición y delimitación de «caso» sea lo suficientemente clara y se corresponda con lo que el psiquiatra clínico entiende por depresión (50). Este es un aspecto muy relevante, ya que la aplicación de diferentes instrumentos en una misma población puede dar lugar a resultados diferentes, puesto que en cada uno de ellos se establece una definición diferente de «caso». En nuestra experiencia hemos encontrado diferentes tasas de depresión mediante la aplicación simultánea del GDS y Zung-Conde a una población de 199 ancianos que vivían en residencias según el punto de corte elegido o según la escala empleada (51). Es decir, según se definiese caso depresivo como alcanzar una puntuación superior a una cifra dada en una escala o en otra. Igualmente, la utilización de unos criterios diagnósticos u otros va a variar el concepto que se tenga de caso clínico.

En este mismo sentido, Swartz (52) destaca que en los estudios comunitarios sobre la depresión se ha de diferenciar entre aquellos que recogen síntomas depresivos ­como por ejemplo, aquellos que emplean escalas de evaluación­ y aquellos que se siguen de una entrevista clínica psiquiátrica y que realizan un diagnóstico cierto de depresión. En el estudio que se presenta en este artículo se han empleado escalas de evaluación (Zung-Conde y GDS) por lo que se está indicando, fundamentalmente, la existencia de síntomas depresivos en mayor o menor cantidad, hasta una valoración de los mismos que hace pensar que se trate de un trastorno depresivo propiamente dicho, aunque no se haya sometido a la rigurosidad de una entrevista clínica con criterios específicos de trastorno depresivo previamente fijados. En consecuencia, el empleo de escalas va a permitir hallar tasas más elevadas de depresión, ya que en estos casos pueden valorarse como casos de depresión variaciones de humor de personas sanas (16, 53). Esto es especialmente relevante en los ancianos, ya que existen múltiples factores asociados al envejecimiento que pueden parecer síntomas depresivos: pérdida de habilidades cognitivas, motoras y laborales, disminución de la planificación futura, incremento de problemas somáticos (54), empeoramiento de la calidad de sueño (55), disminución de la ingesta alimentaria, disminución de las relaciones sociales y ciertos sentimientos de minusvalía, entre otros (10, 11). Por todo ello, cuando se aplican entrevistas estructuradas o clínicas para la valoración de la enfermedad depresiva, y se exige el cumplimiento de los criterios diagnósticos de sistemas como CIE-10 o DSM-IV, la prevalencia de los trastornos depresivos disminuye considerablemente, frente a la valoración de síntomas depresivos a través de las escalas de evaluación (56). Esta circunstancia es la que ha llevado a nuestro grupo de trabajo a realizar un proyecto de investigación en dos fases. Una primera, que es la que se presenta en este trabajo, en la que se utiliza la primera metodología descrita, es decir, el empleo de escalas de evaluación y, por tanto, se miden síntomas depresivos. Y una segunda fase, en la que el empleo de una entrevista clínica semiestructurada, con el uso de criterios CIE-10 para trastorno depresivo, nos permita acercarnos más a la prevalencia real de este problema en la población anciana institucionalizada, así como determinar la utilidad real de las escalas de evaluación como instrumento de screening o despistaje en población anciana. En cualquier caso, uno de los aspectos más controvertidos y polémicos de los estudios epidemiológicos, y centro de interés actual, es la obtención de instrumentos más válidos, fiables y específicos, especialmente cuando sean aplicados a poblaciones diferenciadas (57).

Todos estos problemas metodológicos, y la diversidad en los tipos de evaluaciones, han dificultado la comparación entre diferentes estudios, especialmente cuando son transnacionales (58). En las tablas IV y V se presentan algunos estudios efectuados en entornos residenciales tanto en España como en otros países. Así, entre los estudios internacionales se encuentran variaciones que van desde un 9% (69) o un 10% (68) hasta otros que hallan un 38% (4), o un 50% (69,3). Igualmente sucede entre los estudios nacionales, en que aparecen prevalencias que oscilan entre un 14% (60) y un 62,67% (6) o incluso un 70% (5). Nuevamente, se comprueba que los estudios que registran prevalencias más bajas como los de Lobo (60), Rojano (10, 11), Lowther (63) o Rouner (68), entre otros, han sido efectuados empleando como método la entrevista psiquiátrica, estructurada o no. Por contra, los que registran mayores tasas de prevalencia como el de Snowdon (69), Pérez Almeida (5), Rojas (6), Livingston (70) o Franco (61) han sido efectuados mediante la aplicación de escalas de evaluación y, con ello, lo que han hecho es recoger la existencia de sintomatología depresiva pero queda la duda de que ello signifique la existencia de una enfermedad depresiva.

Tabla IV. Algunos estudios nacionales sobre depresión en residencias de ancianos


Autor

García Pérez Rojas Fernández Lobo Rojano Franco
Magdalena Almeida Santiago
(55)(5)(6) (59) (60) (11) (61)

Año 1988 1988 1988 1989 1988 1992 1995
Lugar Madrid Madrid Madrid Soria Soria Madrid Zamora
Muestra 28 31 75 80 101 100 199
Edadmedia 82,0784,09 ± 4,53 78,45 79,4 82,9 80,5
SexoM: 78,57%M: 70,96%M: 80%M: 50%M: 55,8%
V: 21,43%V: 29,04%V: 20%V: 50%V: 44,2%
InstrumentosValor generalista GDS GDS ZungCIS, Zung SCID GDS
HamiltonGDS, MMS Zung
Prev. Const. 9%(11-18): 54,82%8% Dep. mayorGDS (> 11):47,3%
Resultados (HAM>18): 17,86%(>18): 16,12%(>50): 25% 14%14% DistimiaGDS (> 14): 22%
(HAM 10-17):71,43%Total: 70%(>14): 62,67%7% T. distímicosZung (> 47):20,3%



Tabla V. Algunos estudios internacionales sobre depresión en residencias de ancianos


Autor

Kay Lowter Teeter Mann Espagnoli Snowdon Lau-Ting Ames Rouner Snowdon Livingston Harrison Phillips
(62)(63)(64)(4)(65)(66)(67)(16)(68)(69)(70)(3)(71)

Fecha1964197419761984198619861987198819891989199019901991
LugarNew-

castle
Edim-

burgo
U.S.A.N.Y./

Londres
ItaliaSyd-

ney
Singa-

pur
N.Y./

Londres
Balti-

more
Syd-

ney
Lon-

dres
Lon-

dres
Melbourne
Muestra78100758027820635639045410034362165
Instru-

mentos
Entre-

vista
Entre-

vista
Entre-

vista
BASEntre-

vista
GDSAutoBASEntre-

vista
GDSShort CAREBASEntre-

vista
Psiquiá-

trica
Psiquiá-

trica
Psiquiá-

trica
Psiquiá-

trica
Cuestio-

nario
Psiquiá-

trica
BAS Psiquiá-

trica
26%
Resul-

tados
17%9%Dep.

Prim.
38%33%(> 14): 26%30%34%10%GDS:

(>14)

35%50%13,3%
24% 50%
Dep.

Secund
BAS: 20%

Nuevamente, parece justificado iniciar una segunda fase del estudio realizado en residencias en el que se trata de identificar, tras la selección de una muestra a partir de la población de 558 ancianos, la relación entre la detección de sintomatología depresiva a través de las escalas de evaluación y la existencia o no de un trastorno afectivo (6, 51, 61). De todos modos, y aunque muchas de estas escalas sólo recojan la existencia de síntomas depresivos que no configuran una enfermedad psiquiátrica propiamente dicha, lo cierto es que identifican la existencia de depresiones menores o subclínicas, difíciles de diagnosticar si no se buscan específicamente, pero que pueden ser de gran relevancia por poder dar lugar o ser manifestación de la existencia de un importante sufrimiento en el anciano, y pueden agravar o dar lugar a enfermedades somáticas (10, 11).

Por otra parte, al analizar los estudios efectuados en residencias de ancianos se debe tener en cuenta que inciden otros factores sobre los resultados obtenidos, como el que se trate de residencias mixtas o de un solo sexo ­con mayores prevalencias en aquellas con predominio de sexo femenino­, la edad media de la población estudiada ­cuanto más antigua sea la residencia la edad media es mayor y ello influye sobre la prevalencia de la depresión­, etc. En este sentido, hay que significar que el estudio de Pérez Almeida (5) parece indicar que los síntomas depresivos se hacen más manifiestos en las primeras etapas del ingreso en los centros residenciales, disminuyendo con el tiempo de ingreso, con lo que siguiendo a estas conclusiones cabría esperar que en residencias de creación más reciente sería previsible encontrar tasas de depresión más elevadas. En nuestro estudio no parece existir relación entre intensidad de la depresión psicométrica y la edad aunque sí con el tiempo de estancia en la residencia (tabla III). En cualquier caso, esta conclusión precisará de futuros estudios para poder ser confirmada y, sobre todo, de estudios de seguimiento que muestren estas variaciones en el tiempo, más allá de estudios correlacionales.

Finalmente, hay que destacar que existe asociación entre el grado de dependencia del anciano y la intensidad de la depresión o síntomas depresivos. No se puede establecer cuál de las dos variables actúa como variable independiente debido a la metodología de estudio empleada. En cualquier caso, se puede establecer que tanto la existencia de sintomatología depresiva puede hacer que la persona sea más dependiente, como que la dependencia puede ser causa de depresión, si bien esta última puede presentarse en personas con completa autonomía. Es decir, la aparición o no de sintomatología depresiva está relacionada con el grado de autonomía personal, por lo que es preciso realizar una valoración clínica cuidadosa para encontrar síntomas depresivos en sujetos con un importante grado de dependencia, ya que en ellos parece existir un riesgo mayor de patología depresiva.

CONCLUSIONES

Parece que la prevalencia media de trastornos depresivos en la población anciana institucionalizada es elevada, situándose entre un 15 y 35% en la mayoría de los estudios, lo que indica que se trata de una tasa muy superior a la hallada en población general anciana (10, 11, 56) y que justifica el efectuar intervenciones directas sobre este tipo de problemática ­que puede afectar a un tercio de la población total de la residencia­ y, sobre todo, desde un punto de vista clínico, al tratar de descartar la existencia de un trastorno depresivo en cualquier anciano que acuda a consulta y que resida en un centro de estas características, especialmente si se tiene en cuenta que una detección precoz y tratamiento adecuado puede dar lugar a una mayor esperanza de vida y mejor calidad de ésta (16).

Se deberán promover entonces programas educativos o de formación para los profesionales de la salud y elaborar estrategias protocolizadas de intervención, lo cual contrarrestaría lo que Barcia (72) ha llamado, siguiendo a Butler, gerontofobia consistente en atribuir a la ancianidad o envejecimiento una serie de síntomas y considerarles normales, cuando en ocasiones se trata de manifestaciones de un cuadro depresivo. Esto justifica el que la frecuencia real de la depresión geriátrica sea alta, tal como se comprueba en los estudios revisados, aunque la detección en la práctica clínica habitual pudiese hacer parecer que la frecuencia es más baja. Además, el progresivo envejecimiento de la población, y el mayor riesgo de padecer depresión en las últimas generaciones, hace que en el futuro la frecuencia de la depresión en los ancianos será aún mayor, y constituirá uno de los problemas de salud pública y/o mental de mayor relevancia. Si a esto se añade que la depresión puede incidir sobre la calidad y esperanza de vida del anciano, se podrá concluir que la disponibilidad de instrumentos de detección precoz, así como iniciar una intervención terapéutica precoz (prevención primaria/secundaria), constituyen aspectos esenciales para el incremento de la calidad asistencial en el campo de la Gerontología y Geriatría.

Existe una asociación estadísticamente significativa entre patología depresiva y autonomía personal del anciano. Serán precisos estudios más detallados, como los que en este proyecto se han planteado, para verificar o no esa relación.

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