Buscar en
Offarm
Toda la web
Inicio Offarm Reflexiones de un docente. 50 años en la Facultad de Farmacia
Información de la revista
Vol. 28. Núm. 2.
Páginas 54-58 (Febrero 2009)
Compartir
Compartir
Descargar PDF
Más opciones de artículo
Vol. 28. Núm. 2.
Páginas 54-58 (Febrero 2009)
Acceso a texto completo
Reflexiones de un docente. 50 años en la Facultad de Farmacia
Visitas
3950
JOSEP M SUÑÉ ARBUSSÀa
a Catedrático jubilado de la Universitat de Barcelona.
Este artículo ha recibido
Información del artículo
Texto completo
Descargar PDF
Estadísticas
Figuras (1)
Tablas (1)
Tabla 1. Mínimo de módulos y créditos europeos y porcentaje en el plan de estudios
Texto completo
Los planes de estudio de las Facultades de Farmacia incluyen materias que capacitan a los estudiantes para su posterior ejercicio como farmacéuticos en oficina de farmacia, industria, hospital y distribución, pero también, por múltiples razones, incorporan otras materias no estrictamente vinculadas con la práctica profesional. En este artículo el autor, con más de 50 años de experiencia académica como docente, participa en el debate abierto en torno a si los contenidos farmacéuticos son o no suficientes, y si las materias generales son las indicadas o si resultan excesivas.

Octubre de 1944: entro en la facultad para cursar el preparatorio de Farmacia. Enero de 1959: tomo posesión de la cátedra de Farmacia Galénica, Técnica Profesional y Legislación comparada de la Facultad de Farmacia de Granada. Septiembre de 1971: tomo posesión de la de Historia de la Farmacia y Legislación farmacéutica de Barcelona. Septiembre de 1998: me jubilo obligadamente por alcanzar la edad reglamentaria. Total: más de 60 años de vida en la universidad y más de 50 como docente, de ellos casi 40 de catedrático. Creo que son aval suficiente para reflexionar sobre la enseñanza universitaria.

Formación farmacéutica

Hace un tiempo leí un editorial del profesor Esteva de Sagrera en OFFARM y no podía menos que felicitarle por la valentía en el tratamiento de un tema, la enseñanza en la Facultad, siempre de actualidad pero más ahora dada la coyuntura de un espacio europeo y de unas normas de Bolonia que dan mucho que hablar sin unanimidad de pareceres y que gravitan sobre la enésima modificación del plan de estudios de la carrera, que parece próximo a ver la luz y que, nos tememos, será una nueva ocasión perdida de hacer algo realmente acertado y constructivo por la Farmacia.

La experiencia enseña que lo que menos priva en los planes de estudios de Farmacia es la formación farmacéutica del farmacéutico, es decir, formar farmacéuticamente al futuro farmacéutico dándole los conocimientos imprescindibles para que pueda incorporarse con plena garantía de eficiencia y eficacia al mundo farmacéutico en la oficina de farmacia, en el servicio farmacéutico de un hospital, en la distribución farmacéutica y en la industria farmacéutica, sin olvidar las demás modalidades del ejercicio profesional que pueda desempeñar. Y ello, ¿por qué? Por varias razones que se conjuran en el plan de estudios y sobre las que me propongo reflexionar.

Últimamente se ha caído en una nueva tendencia lamentable: el «abaratamiento» de la categoría jerárquica del profesorado, tal vez fruto o consecuencia del «igualitarismo docente»; se está procediendo a la amortización de plazas de catedráticos, menos de profesores titulares, para pasar a contrataciones de profesores asociados o similaresOrganización universitaria

En los últimos 100 años la universidad ha sufrido una enorme transformación que sólo podemos enjuiciar los que la hemos vivido, no los que llevan décadas fuera de ella y piensan que sigue siendo como la dejaron, ni los recién llegados que desconocen su historia y su evolución. Me remontaré sólo a 1970, a la Ley 14/1970 General de Educación, que promovió el entonces ministro de Educación, químico y farmacéutico, D. Manuel Lora Tamayo, que supuso una ruptura de moldes que todavía vivimos si bien su desarrollo y aplicación dejó mucho que desear. Se reorganizaba la estructura con la introducción de los departamentos para agrupar enseñanzas y profesores afines con el fin de ahorrar esfuerzos y fomentar el trabajo en equipo, que sigue vigente, con deficiencias de desarrollo y organización, muy pocas enmendadas, que en algunos casos han llevado a «amontonamientos» (chusca denominación de un profesor andaluz), que han obstaculizado su eficaz y armónico desarrollo. Se legisló e intentó dotar a la universidad de personal investigador dentro de los departamentos, no necesariamente coincidente con el docente, sin éxito, tendiéndose a unos docentes-investigadores. La balanza «oficial» del proteccionismo se ha inclinado cada vez más hacia los segundos minorando los primeros, de manera que la dedicación a la docencia se ha infravalorado y la dedicación a la investigación se ha supervalorado, lo que ha afectado al profesorado y, lógicamente, a la enseñanza. Si se valora casi exclusivamente la investigación en la selección de profesorado y casi se olvida la docencia, el futuro profesor y el profesor ya consolidado ha de sentirse investigador y abandonar o relajar la dedicación a la formación de los alumnos, esto es, la docencia. No es culpa del profesor sino del sistema. Y no es que defendamos al docente puro, exclusivo, pero sí la dedicación docente frente a la investigadora para el profesor, porque es lo que necesita el alumno medio.

Transformación interna de la universidad

En estos más de 50 años en los que la he vivido y servido, la universidad ha experimentado transformaciones, cambios, casi nunca comentados y menos discutidos públicamente, que han contribuido a una pérdida de eficacia lamentable, pese a que en general se piense que esta universidad es mucho mejor que la de décadas anteriores.

Personal auxiliar

A partir de la década de los sesenta del siglo pasado hubo un largo período en el que se notó la continua mejora en organización, instalación y servicios. Y no me refiero a nuevas Facultades de Farmacia y a nuevos edificios, sino a detalles de organización interna tal vez poco relevantes pero de gran trascendencia práctica: se fue contando en cada cátedra, más tarde en cada departamento (ya empezó la disminución de efectivos), con personal auxiliar como administrativos con funciones de secretarios y bedeles, como mínimo. Más tarde se redujo a uno por departamento, quedando algunas cátedras sin dicho personal. La labor que hacía un secretario/ a atendiendo al teléfono y a las visitas, llevando la correspondencia, el creciente papeleo derivado de una ingente burocracia, las actas, listas y papeletas de alumnos, las convocatorias y avisos, las convocatorias y relaciones de prácticas, tuvieron que repartírselos los profesores, con gran dedicación de tiempo a precio de auxiliar administrativo. La introducción de los ordenadores sólo palió levemente la pérdida de tiempo. Algo similar ocurrió con los bedeles y mozos de laboratorio, que desaparecieron. Su tarea se acumuló también a la de los profesores: atención a las prácticas, a los encargos, fotocopias, recogida del correo, encuadernaciones, atención a las instalaciones y a las averías en las instalaciones, desperfectos y reparaciones, etc.

Si se implantaran correctamente, las reformas de Bolonia permitirían conseguir unos planes de estudios que tal vez fuesen los más acertados de la historia reciente y que formasen a los farmacéuticos que el futuro de la profesión demandaProfesorado

La Ley de 1970 mencionada antes creaba el Cuerpo de Profesores Adjuntos de Universidad para incorporar a los profesores adjuntos hasta entonces nombrados cada cuatro años por la propia universidad y, por tanto, sin estabilidad ni condición de funcionario. Pero, además, creaba el Cuerpo de Profesores Agregados intermedio entre el catedrático y el profesor adjunto, con lo que se establecía un modo de carrera de profesorado universitario que permitía la promoción, a la vez que era acicate o estímulo para quienes sintieran vocación docente. Los pocos años que duró fueron enormemente útiles, despertando vocaciones, permitiendo y alentando la promoción de los que hasta entonces tenían muy difícil el paso de adjuntos a catedráticos, hecho que terminaba en muchas deserciones. Desgraciadamente no duró muchos años y la categoría desapareció pasando automáticamente los profesores agregados existentes a catedráticos, cuando bastantes de ellos nunca hubieran llegado por méritos propios (se llegó a decir que fue una medida de gracia para favorecer a muchos profesores agregados por razones puramente políticas). También desaparecía el Cuerpo de Profesores Adjuntos, sustituido por el de Profesores Titulares, con denominación equívoca (como si los catedráticos no lo fueran). Se comentó que era una especie de «igualitarismo docente » que reducía al profesorado universitario a titular o catedrático, acercando tanto las dos categorías que se permitía que los primeros pudieran ocupar puestos de gobierno como el de vicedecano, decano, vicerrector, rector, jefe de departamento, etc., incluso a los pocos meses de haber obtenido la titularidad. Se han producido sucesivos y nefastos ensayos de acceso a la función docente que no han conseguido encontrar un procedimiento, si no del todo justo, por lo menos aceptable de atender a la calidad docente, a la formación, a la tarea investigadora, a la participación en su justo nivel de las apetencias de las comunidades autónomas y de cada universidad, etc., que nos han hecho añorar los procedimientos de acceso anteriores con todos sus defectos.

Pocas veces se ha pensado en la dotación de plazas de catedrático adaptadas a las necesidades docentes y menos todavía a las materias que se han incorporado a los planes de estudios, sino que más bien se han duplicado o triplicado por motivos poco claros pretendiendo luego la adaptación del nuevo profesor a una materia que se le encargaba. En nuestro caso concreto, la antigua cátedra de Farmacia Práctica pasó a denominarse Farmacia galénica, Técnica profesional y Legislación comparada, y en la mayor parte de facultades se duplicó, triplicó o incluso cuadruplicó (en otras permaneció única o sin dotarse). Luego pasó a denominarse Tecnología farmacéutica sin que apareciera como Biofarmacia y Farmacocinética, ni como Legislación farmacéutica y sólo en dos como Historia de la Farmacia y Legislación farmacéutica o, ya de cara al futuro inmediato, como Gestión farmacéutica o Atención farmacéutica, Últimamente se ha caído en una nueva tendencia lamentable: el «abaratamiento» de la categoría jerárquica del profesorado, tal vez fruto o consecuencia de aquel «igualitarismo docente» al que hacíamos referencia; se está procediendo a la amortización de plazas de catedráticos, menos de profesores titulares, para pasar a contrataciones de profesores asociados o similares. Un ejemplo: el departamento más farmacéutico, el de Farmacia y Tecnología farmacéutica, al que he pertenecido toda mi vida docente, se ha «decapitado» en la Facultad de Farmacia de Barcelona con la amortización de plazas de catedrático por jubilación, una de Historia de la Farmacia y Legislación Farmacéutica y dos de Tecnología Farmacéutica (la Farmacia Galénica de siempre) y varias de profesor titular. No ha sido un caso aislado: en la de Granada se han «amortizado» dos plazas de catedrático de Tecnología farmacéutica y una de Historia de la Farmacia, quedando un solo catedrático de cada, y varias de titulares. En la de Alcalá de Henares se jubiló el único catedrático, el inicialmente de Farmacia Galénica, sin que se haya cubierto la vacante y nunca se ha cubierto ni dotado la de Historia de la Farmacia. En Sevilla se jubiló la catedrática de Historia de la Farmacia sin que se haya cubierto la vacante. En Madrid se jubiló un catedrático de Farmacia Galénica cuya vacante no se ha cubierto, por lo que ha quedado sólo uno, próximo a la jubilación. En La Laguna, Valencia, Salamanca, Santiago o Vitoria nunca se ha dotado plaza de catedrático de Historia de la Farmacia y Legislación farmacéutica. El panorama, como puede apreciarse, es desolador.

Organización de las enseñanzas

Sin duda, la creación de nuevas facultades de Farmacia fue un acierto que ha quedado corto. En la década de los sesenta del pasado siglo, cuando sólo existían cuatro de ellas en España, todas centenarias (Barcelona, Granada, Madrid y Santiago), hicimos con el profesor Cabo Torres campaña a favor de la creación de nuevas facultades de Farmacia, en especial en Valencia, en la que visitamos a autoridades civiles y docentes, impulsados principalmente por el incremento desorbitado del número de alumnos en las existentes, que no respondía sino a la necesidad de farmacéuticos para atender a las demandas de la profesión, que sigue latente porque no se cubren las necesidades pese a la aglomeración de alumnos en las facultades.

La creación de nuevos centros se quedó corta, supliéndose la necesidad de atender a nuevos alumnos con la creación de nuevas facultades con aulas masificadas (ver Facultades de Farmacia: ¿hay en España un número suficiente? Cienc Tecnol Pharm. 2003;13(2):45-7), sin posibilidad de la insustituible atención directa de los profesores, con el fácil pero poco eficaz desdoblamiento de los cursos en dos o más grupos encargados a diferentes profesores, a veces recién licenciados, muy pocas veces coordinados, que tan nefasto se ha demostrado por la tendencia de los alumnos a acudir a los profesores menos exigentes. La división en grupos ha sido fuente de discordia pero especialmente de diferencias notables en formación de los alumnos que nadie quiere reconocer (no existe sustitución del profesor en las ausencias justificadas, no existe uniformidad en el desarrollo del programa de una misma materia, no existe la misma exigencia por parte de los diferentes profesores, etc.). Opinamos que sólo debe existir un profesor, normalmente catedrático, responsable de la docencia de cada materia en uno o dos grupos (no más) con uno o dos profesores titulares para sustituirle en ausencias puntuales y encargados de los seminarios o prácticas que obligatoriamente se establezcan. Estos deberían asistir a las clases dictadas por el responsable, que podría encargarles algunos temas acudiendo a escucharles para hacerles luego las reflexiones pertinentes (formación de futuros docentes). La organización de las enseñanzas debería hacerse de tal modo que no existieran intervalos entre las clases teóricas de 45-50 minutos de duración, sin moverse los alumnos del aula, procurando alternar los horarios de los cursos sucesivos para posibilitar la asistencia de los repetidores. A los profesores se les debería exigir la explicación del programa entero, obligándoles a presentar antes del comienzo del curso el programa adaptado al número de clases previsto y procurando restituir la ficha de clase a presentar al término de ésta, sistema que tan eficaz fue cuando era preceptivo, pero que tan poco gustaba al profesorado que no quiere sujetarse a la disciplina o control de su labor (por ello desapareció).

Nuevo plan de estudios

Los que conocimos, sufrimos y enseñamos el llamado plan de los seis años, reconocemos sus defectos, su concepción demasiado universalista y su tendencia agropecuaria, que quiso llenar vacíos existentes en la enseñanza universitaria pero que no se supo o no se quiso podar cuando aquellos vacíos se fueron llenando con nuevas enseñanzas fuera de la Facultad de Farmacia. También reconocemos que los alumnos que lo cursaron alcanzaron una formación que no han conseguido los de los planes posteriores. La incorporación de asignaturas electivas no fue un acierto ni en su concepción ni en su desarrollo (recordemos las ridículas opciones A y B del primer plan de cinco años, posterior al de seis), ni la de las especializaciones tampoco lo fue en todos los casos, como lo demuestra el que la mayoría desapareciera sin haberse desarrollado.

Estamos a las puertas de la puesta en escena de las nuevas «normas de Bolonia» y como primer paso se ha publicado recientemente la Orden CIN/2137/2008 de 3 de julio (BOE del 19) «por la que se establecen los requisitos para la verificación de los títulos universitarios oficiales que habiliten para el ejercicio de la profesión de farmacéutico» del novedoso Ministerio de Ciencia e Innovación. A tales requisitos deberán adecuarse los planes de estudios que habiliten para el ejercicio de la profesión de farmacéutico «que hayan de presentar las universidades para su verificación por el Consejo de Universidades». Cabe suponer que las universidades han de delegarlo a sus facultades de Farmacia y que ni ellas ni el propio Consejo de Universidades se extralimitarán en sus funciones.

Recuerda la Orden que la duración del grado será de 300 créditos europeos, de los que el plan de estudios incluirá como mínimo 240 repartidos entre siete módulos, para los que se determina un mínimo de créditos para cada uno (tabla 1). Corresponde ahora a las universidades –es de suponer que a las facultades de Farmacia– la concreción del plan de estudios distribuyendo los conocimientos que han de conducir a la adquisición, por parte de los alumnos, de las competencias señaladas en cada uno de los módulos para alcanzar los objetivos que se señalan. Aparte de los 240 créditos europeos obligatorios, quedan otros 60 que, es de esperar, se utilicen adecuadamente para reforzar las deficiencias en la formación farmacéutica que no cubre la norma legal. Si se hace correctamente, con visión farmacéutica, pueden conseguirse unos planes de estudios que tal vez sean los más acertados de la historia reciente y que formen a los farmacéuticos que el futuro de la profesión demanda. Cuando vayan aprobándose podremos comentarlos e insistir en nuestros puntos de vista.

Tabla 1. Mínimo de módulos y créditos europeos y porcentaje en el plan de estudios

Preocupación de los Colegios de Farmacéuticos

A lo largo de los últimos 50 años, algunas corporaciones farmacéuticas han procurado acercarse a las facultades de Farmacia y en ocasiones se han ocupado, aunque sin demasiada insistencia, de las enseñanzas farmacéuticas. Cabe recordar, a ese respecto, en la década de los sesenta, la constitución en el Consejo General de COF, en Madrid, de una comisión de diez catedráticos y diez farmacéuticos distinguidos para el estudio de los problemas que aquejaban a la profesión farmacéutica y en la que sólo se trató de la enseñanza y se escucharon los más peregrinos comentarios, que no tenían relación con la realidad de la situación en aquellos momentos. En asambleas y congresos se han escuchado opiniones puntuales, pero puede afirmarse que, en general, se ha manifestado cierto recelo a incrementar el número de facultades, con el argumento de que significaba un incremento de alumnos y con ello de futuros competidores, sin pensar que se llegaría al actual déficit de profesionales con sus consecuencias. Menos se ha opinado sobre los conocimientos necesarios para obtener buenos profesionales. Actualmente existe déficit de farmacéuticos en España y no pueden cubrirse las necesidades de adjuntos en las oficinas de farmacia ni los turnos de vacaciones tanto en las farmacias comunitarias como en los servicios de farmacia de los hospitales y en atención primaria. Tampoco hay suficientes profesionales para cubrir puestos de trabajo en la industria farmacéutica, que se nutren de otros profesionales que previamente deben formarse de forma específica (véase nuestro editorial en Cienc Tecnol Pharm. 2006;16(1):1-2).

A principios de año leímos en la prensa profesional (Correo Farmacéutico, 11 a 17 de febrero), que el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Alicante, Jaime Carbonell, insistía ante el rector de su Universidad y el decano de la Facultad de Farmacia en la necesidad de dotarla de catedráticos de Farmacología, Farmacia y Tecnología Farmacéutica, «materias fundamentales en los estudios de Farmacia». Parece inaudito que se ponga en marcha una nueva Facultad de Farmacia sin contar con el indispensable profesorado de las materias específicas y más fundamentales de la carrera (otras pueden improvisarse) y que se pretenda ofrecer docencia sin haber planificado el profesorado indispensable y bien preparado, que existe sobradamente en otras facultades. El caso del Colegio de Alicante es singular y ejemplar. No conocemos ejemplos de otros Colegios, aunque tal vez existan, que hayan insistido en la creación de nuevas Facultades de Farmacia, aunque con cupo limitado de estudiantes, siempre algo superior al de necesidades previstas de profesionales para poder seleccionar, de profesorado idóneo y de enseñanzas adecuadas a las salidas profesionales farmacéuticas que demanda la sociedad. Ahora se presenta de nuevo la ocasión.

Opciones de artículo
Herramientas
es en pt

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?

Are you a health professional able to prescribe or dispense drugs?

Você é um profissional de saúde habilitado a prescrever ou dispensar medicamentos