El verano es, para mí, un tiempo provechoso, no sólo porque me brinda algunos días para el descanso (pocos, porque las sustituciones del personal que se halla de vacaciones siempre exigen un esfuerzo extra), sino también porque me permite, precisamente a costa de ese esfuerzo, reparar en cosas a las que el día a día no me deja dedicar demasiada atención. Como cuando realizamos una limpieza a fondo de los armarios y tropezamos con ropa que no hemos usado casi nunca o que redescubrimos con la alegría de estrenar algo nuevo porque ya ni siquiera recordábamos su existencia.
Durante el verano, en la farmacia, me pasa algo similar. El resto del año, la rutina diaria me impide ver el fondo de las cosas (incluidas la situación coyuntural y económica). No me ha dado tiempo a analizar en detalle cómo están afectando todas las medidas fiscalizadoras aplicadas en los últimos meses a la economía de mi farmacia, aunque sí tengo una idea somera de lo que está pasando cada vez que ingresamos la facturación del seguro en el banco. La realidad es que cada vez ingresamos menos a pesar de que el esfuerzo económico, de personal, burocrático, etc. sigue siendo igual o superior.
Y mi capacidad de reacción es escasa, porque la inercia diaria me sigue obligando a centrar mi esfuerzo, de manera prioritaria, en ofrecer la mejor atención posible a mis clientes habituales y a aquéllos que esporádicamente vienen a mi farmacia en esta época del año. Pero ya no puedo eludir la acción: tengo que sentarme a pensar en cómo paliar esta debacle económica.
En esta línea, la «limpieza a fondo» siempre nos depara, cómo no, algún que otro hallazgo poco agradables. Los stocks, por ejemplo, son una fuente continua de sorpresas: medicamentos que se vendieron el mes de agosto del año pasado y que por arte de magia quedaron muertos de risa durante un año; restos de cremas o productos para el control del peso que tuvieron su momento de gloria pero han caído en el olvido, como viejas estrellas de cine ya demodés; recetas que tengo que «comerme» porque se en su día se perdió el tique y un largo etcétera de situaciones que todos conoceréis.
Orden, control, gestión: los propósitos de cada nuevo curso son, hoy, más válidos y necesarios que nunca.
Feliz rentrée.