El 36% del gasto en medicamentos en España (más de 6.750 millones de euros al año) se gestiona a través de los servicios de farmacia de los hospitales, una cifra que, según la
Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, se ha duplicado en los últimos 10 años. Precisamente en el marco del 56 Congreso Nacional que esta Sociedad ha celebrado recientemente en Santiago de Compostela, se señaló que en torno al 20% del gasto de los hospitales es imputable a los medicamentos y se propuso la formulación magistral como un recurso mediante el cual se podría conseguir una reducción de esta partida de aproximadamente el 10%.
Para mí, farmacéutica de oficina de farmacia envuelta en una constante vorágine de cifras, descuentos, «racionalizaciones» y otros vaivenes que van minando mi bienestar físico, psíquico y emocional, amén de mi bolsillo, estas afirmaciones tienen una doble lectura. Por un lado, se está hablando de cifras muy abultadas, de las que desgraciadamente no suelen hacerse eco ni los medios de comunicación de masas ni los políticos de nuestro país en sus discursos. Cuando se habla de «factura farmacéutica» en general se da por descontado que se trata de la factura de medicamentos dispensados a través de las oficinas de farmacia a pacientes ambulatorios, olvidando los medicamentos de uso hospitalario y todos aquellos indicados en el tratamiento de enfermedades crónicas que se administran a los pacientes mientras están en el hospital.
Por otro lado, debemos sentirnos orgullosos de nuestros compañeros farmacéuticos que trabajan en el medio hospitalario, quienes, a pesar de los recortes sufridos, como el resto de los profesionales de la salud, han seguido trabajando en aras a mejorar la calidad de vida de los pacientes a los que atienden. Más aún, han conseguido poner en el candelero una herramienta en cierto modo «arrinconada», la formulación magistral, que ofrece soluciones terapéuticas diseñadas de forma personalizada para cada paciente.
Si bien es innegable que la fabricación industrial de los medicamentos ha permitido la extensión de la prestación farmacéutica a la población de forma generalizada -un logro de la máxima trascendencia para la salud pública-, no es menos verdad que, en muchos casos, la formulación magistral puede recuperar el enfoque de la terapia individualizada o «a medida», un clásico que cobra actualidad al alinearse con las tendencias más actuales de la biomedicina personalizada.
Ayudar a los médicos a conocer las posibilidades de la formulación magistral no solo redundará en el bien de los pacientes, sino también en el de los farmacéuticos. Bienvenidas sean, por tanto, todas las iniciativas que, en esta línea, trabajan por potenciar la faceta asistencial de nuestra profesión, nuestro mejor activo de cara al futuro.