Estamos ante un momento idóneo para poder insistir sobre lo que aporta a nuestro sistema sanitario el modelo del mutualismo administrativo. Y, sobre todo, para poder reflexionar y destacar los argumentos que demuestran que la continuidad del modelo es buena tanto para el propio sistema como para los ciudadanos. A grandes rasgos, me parece necesario hacer algunas puntualizaciones que a veces olvidamos, como por ejemplo la existencia de este modelo desde hace décadas. En realidad, su origen se remonta a los montepíos que se crearon hace 2 siglos para dar cobertura social y sanitaria a los trabajadores de diferentes colectivos. Estos colectivos tuvieron su conversión legislativa en los años 70 en los correspondientes estatutos de las mutualidades de funcionarios, de las Fuerzas Armadas y de los cuerpos judiciales (MUFACE, ISFAS y MUGEJU). Es decir, el modelo se remonta a 50 años atrás, como otras muchas formas de legislación vigentes desde hace décadas, y como otras formas de colaboración público-privada que han funcionado históricamente. Con esto, quiero destacar que lo importante es que sigue vigente desde entonces con un índice de satisfacción de sus usuarios muy alto, ya que los funcionarios siguen eligiendo de forma mayoritaria (más del 70%) la sanidad privada para su atención médica1.
En esta misma línea, merece la pena destacar que los funcionarios tienen este modelo como un referente y como un derecho más de los que adquieren al ganar su plaza. Aun así, hay que matizar que los funcionarios que eligen MUFACE pagan una parte de su cuota y tienen un copago, por ejemplo, de la medicación ambulatoria superior a lo que se paga en el régimen general. Este modelo, permite, además de que los funcionarios elijan dónde quieren recibir su asistencia sanitaria, una descarga de recursos asistenciales del SNS, actualmente tremendamente tensionado. De hecho, el modelo podría ser exportable a otros colectivos que podrían elegir de la misma manera, ampliando esta descarga de recursos al Sistema Nacional de Salud (SNS).
Desde mi punto de vista, otro aspecto que puede considerarse un punto a favor del mutualismo administrativo es que sustenta una de las fortalezas de nuestro sistema sanitario: la variedad de modelos de gestión que existe dentro del mismo y que permite que se dé una competencia real entre unos y otros para mejorar la asistencia a los ciudadanos.
No obstante, considerando las voces críticas con el modelo, es importante refutar aquellas que afirman que el mutualismo y, en general, la asistencia sanitaria privada presenta mayores índices de mortalidad y una peor calidad asistencial. Este argumento probablemente tiene su origen en un artículo publicado en 2012 en el Journal of Epidemiology and Community Health2. Bajo mi punto de vista, no demuestra que la gestión sanitaria privada produzca peores resultados en salud, y mucho menos en España, cuyas conclusiones generales además han sido cuestionadas por sesgadas por una parte de la literatura científica. Existe en nuestro país suficiente literatura, como la investigación de la Universidad de Granada bajo el título «Evaluación de la eficiencia técnica de los hospitales generales del SNS»3, y otros estudios e informes de la Universidad Pompeu Fabra4 y de la Sindicatura de cuentas de la Generalitat Valenciana5, que demuestran que no es así y que ofrecen datos, por ejemplo, sobre los excelentes resultados en la gestión privada de la sanidad pública.
Es necesario incidir también en la necesidad de usar todos los recursos disponibles dentro del sistema sanitario, independientemente de su titularidad, para conseguir la mejor atención a los pacientes. Para concluir, no quiero dejar de mencionar la capacidad de productividad de la sanidad privada y de los centros con gestión privada y/o basada en modelos empresariales. Aunque se dice que las comparaciones son odiosas, resulta imprescindible contrastar la productividad de un sistema sanitario gestionado bajo el régimen laboral con la de aquel que opera bajo el Estatuto Marco. Y es que hay una diferencia perfectamente demostrable, tanto desde el punto de vista de la literatura científica existente como desde la realidad de los pacientes atendidos, en centros gestionados por uno u otro sistema de gestión.
Por todos los motivos expuestos, se puede decir que nuestro modelo sanitario se basa en la coexistencia de un sector público de gran capacidad y alcance con un sector sanitario privado con gran flexibilidad y dinamismo. Es en la combinación de uno y otro en lo que nuestros ciudadanos encuentran lo que consideramos uno de los mejores modelos del mundo.
Deberíamos buscar cómo aprovechar más todavía las sinergias de ambos sistemas, poniendo en común los recursos de unos y otros, a fin de saber qué puede hacer cada uno mejor en función de los mismos. Al final, lo único que importa es dar la mejor atención que se pueda a los ciudadanos, y por ende a los pacientes.



