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Vol. 13. Núm. 1.
Páginas 84-85 (Enero 2014)
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Discurso del Dr. Armando Fernández Orozco con motivo de la recepción del reconocimiento: Medalla "Dr. Ignacio Millán" 2013, que le otorgó la Sociedad Mexicana de Oncología (SMeO)
Lead Speech by Dr. Armando Fernández Orozco on behalf of receiving the recognition: "Dr. Ignacio Millán" 2013 Medal, awarded by the Mexican Society of Oncology (SMEO)
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Armando Fernández-Orozcoa
a Centro Médico Nacional "20 de Noviembre", ISSSTE, México D.F., México
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Hace poco más de 3 meses, el 8 de julio de este 2013, fui citado por el Dr. Jorge Martínez Cedillo. Me habló por teléfono y me dijo que quería tratar unos asuntos de la Sociedad, me preguntó cuándo tendría tiempo, le dije que el miércoles 10 y que si así lo deseaba, iría a la Sede de la organización. Respondió que no, que me invitaba a comer y que aprovecharía para comentarme algunas cosas.

Llegado el miércoles, acudí al restaurante; ahí pregunté por la mesa reservada a nombre de la Sociedad o del Dr. Martínez Cedillo. Sólo estaban el doctor y Guadalupe Palacios Viveros (Lupita) en una mesa para 4 personas. Me extrañó, ya que pensé que estarían todos los integrantes de la Mesa Directiva. Tomé asiento, platicamos de trivialidades y de repente, sin aviso, me comentó que habían tenido una reunión de Mesa Directiva donde habían considerado que era merecedor de la medalla "Dr. Ignacio A Millán", 2013.

Me quedé estupefacto, "un poco más de la habitual". Múltiples ideas y pensamientos bullían en mi mente aunque el más constante era: ¿Qué había hecho o qué habían tomado en cuenta de mi actuar, de mi trayectoria para considerarme merecedor de este reconocimiento? No tengo ninguna respuesta hasta ahora. A fuerza de parecer ingenuo o de pecar de exceso de humildad -no se me da mucho-, nunca pensé merecer tan gran honor, tan grande distinción.

Estos meses me han permitido reflexionar y procesar lo que implica el recibir este reconocimiento; me han ayudado a hacer, en lo posible, un análisis de algunos hechos clave en mi vida y que hoy en día me tienen aquí ante ustedes; me han auxiliado a realizar un balance de logros, fracasos, metas incumplidas, metas logradas, etc.; y desde luego me impulsan a dedicar una acción de gracias especial a todas las personas a quienes debo lo que soy, desde mis padres, hermanos, mi esposa aquí presente, hijos, amigos y, muy importante, a mis maestros, no solamente a quienes en forma oficial estuvieron en las aulas impartiendo cátedra, sino a todos aquellos que me han compartido -y siguen haciéndologenerosamente sus conocimientos, sus vivencias, sus experiencias.

Abrevar del conocimiento y de la experiencia de muchas personas es lo que nos forma, curte, templa y nos imprime su huella, misma que se expresará en diversas circunstancias a lo largo de nuestra existencia.

Lejanos han quedado los días en que emprendí mi vuelo; cuando salí de ese pequeño pueblo, donde nací y crecí. Había llegado el día en que tenía que salir de aquel oasis de seguridad y sin preocupaciones, que era mi casa, mi hogar, la convivencia con mis padres, con mis hermanos, con los primos, los amigos de la infancia, etc. No eran tiempos de angustias ni de zozobras. Era tiempo de caminar solo y de hacer camino al andar. Había que dar pasos por uno mismo. Había que hacerse hombre, había que hacerse responsable. Había que prepararse en lo profesional y en lo personal para la vida.

Lo que hasta ahora he alcanzado, es consecuencia y debido a la generosidad de muchas personas, familiares o no, que creyeron en mí. No sería yo la persona adecuada para juzgar si he conseguido sus expectativas, pero sí soy la persona adecuada para públicamente hacer un agradecimiento a todos ellos.

Quiero terminar con un pensamiento y un poema (prometo que no son muy largos). En especial me gustan mucho y pienso que son parte de la filosofía de mi vida y que con mucho gusto ahora los comparto con ustedes. El primero es un pensamiento y el segundo, un poema de Constantino Petrou Cavafis, gran figura literaria alejandrina, que en pocos versos delinea algo cercano a un consejo para cuando a cada uno le toca emprender el viaje y hacer su nido.

El pensamiento es el siguiente:

Es preferible pecar por ejecutivo que por ineficaz; es en el balance de los aciertos y errores donde se juzga el valor de una persona, y no sin falta de errores de quien no ha sido capaz de tener aciertos.

Triste cosa es no tener amigos, pero satisfacción más triste debe de ser no tener enemigos.

Porque quien enemigos no tenga, señal es que no tiene:

ni talento que haga sombra

ni carácter con energía

ni valor que le teman

ni honra que le murmuren

ni bienes que le codicien

ni cosa buena que le envidien.

En cuanto al poema del griego Cavafis:

ÍTACA

Cuando salgas hacia Ítaca

ruega que el viaje sea largo

y rico en aventuras y experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al irascible Poseidón;

nunca los hallarás en tu camino

si tu pensamiento es elevado y si una fina emoción

toca tu espíritu y tu cuerpo.

Nunca encontrarás lestrigones ni cíclopes

ni al temible Poseidón si no los llevas ya en el alma

si tu alma no los alza frente a ti.

Ruega que el viaje sea largo,

que sean numerosas las mañanas de verano

y verás con qué gozo y alegría entrarás

en puertos que verás por vez primera;

detente en emporios fenicios y hazte

de hermosas mercaderías, de madreperlas,

de corales, de ámbares, de ébanos

y toda clase de perfumes voluptuosos,

de cuantos más abundantes y voluptuosos

aromas puedas;

ve a muchas ciudades egipcias a aprender,

a aprender de aquellos que saben.

Pero no dejes que tu mente se aparte de
Ítaca:

Arribar allí es tu meta,

no apresures el viaje;

es mejor que dure muchos años

y que llegues a la isla envejecido

y rico de lo que ganaste en la travesía,

pero sin esperar que Ítaca te ofrezca riquezas.


Ítaca te dio el hermoso viaje.

Sin ella nunca hubieras emprendido el camino.

Nada más puede darte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te engañó;

conseguiste ser tan sabio

y adquirir tanta experiencia,

que entenderás entonces qué son las Ítacas.

Gracias.

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