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Vol. 22. Núm. 10.
Páginas 8-13 (Noviembre 2008)
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Nuevo grado de Farmacia. Fin de la transición
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Enrique Grandaa
a Doctor en Farmacia.
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Los estudios universitarios de Farmacia se han ido acomodando a los tiempos, aunque dando importantes bandazos en los últimos veinte años. Ahora, por fin, tenemos una nueva carrera (grado) que va a ser más difícil de modificar, porque responde a una definición de consenso europeo sobre los contenidos y funciones del farmacéutico en la sociedad, que se centra sobre el trabajo con el paciente, algo que resultaba impensable hace sólo una generación. En el nuevo grado hay cosas buenas y también algunas carencias que pueden paliar las universidades, ya que un 25% de los créditos se dejan al diseño propio de cada una de ellas.

En términos generales, es la primera vez que puede decirse que algo está bastante bien hecho, porque el debate se ha sacado de los claustros y en el diseño han intervenido no sólo docentes, sino también otros profesionales tratando de buscar una mejor adaptación al mercado laboral.

Tenemos a la vista una buena carrera de Farmacia, que ha soslayado los peligros de una reducción de los años de docencia y que se adapta a las necesidades del mercado laboral

El nuevo grado de Farmacia tiene otra característica favorable que es su estabilidad, ya que responde a una Directiva de la Unión Europea que no puede ser obviada1 y a un intenso trabajo de adaptación recogido en un libro blanco realizado por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). Con la orden ministerial que se aprobó el pasado mes de julio2 quedaron atrás muchas singularidades de cada universidad, luchas de poder entre los docentes, falta de uniformidad en los conocimientos y desconcierto entre los que las han tenido que soportar en los últimos años que son los pobres alumnos.

En este artículo, además de una revisión histórica de los estudios universitarios de farmacia en tiempos recientes, se hace una reflexión sobre los contenidos y las nuevas funciones que espera del farmacéutico la sociedad europea de nuestro siglo.

Años de transición

Desde que en las oficinas de farmacia dejara de prepararse la mayor parte de los medicamentos, como se hacía hace un siglo, la profesión ha vivido unos años difíciles tratando de buscar un camino propio. Sin embargo, también es verdad que lo que parecía imposible es hoy una realidad: hemos encontrado el camino para hacernos imprescindibles a la sociedad a través de nuestra actuación con el paciente, algo que se nos ha negado reiteradamente hasta ahora, pero que ya no es posible seguir negando tras la publicación de la Directiva 2005/36/CE y las propias leyes españolas en la materia, como la Ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud y la Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios que, particularmente en lo que atañe a estas cuestiones, es irreprochable.

Directiva 85/432/CEE

En estos años de transición, hemos tenido frecuentes cambios en los planes de estudio y originalidades varias en las universidades, tanto en el número de créditos con los que se configuraba la licenciatura como en los propios contenidos. Por dar un ejemplo: en la Universidad de Barcelona la carrera constaba de 375 créditos, mientras en otras casi no llegaban a los 300. Los contenidos variaban también de forma sustancial de unos centros a otros.

La primera gran modificación de la carrera vino impuesta por la Directiva 85/432/CEE y en los diez años siguientes ocurrieron muchas cosas, como la apertura de nuevas facultades, cambios en los planes de estudios hasta en dos ocasiones y un aumento sorprendente en el número de alumnos que nos ha llevado a ser el Estado de la Unión Europea que más titulados tiene por 10.000 habitantes (producimos tantos como Francia, teniendo menos habitantes) (figs. 1 y 2).

Fig. 1. Titulados en Farmacia en la Unión Europea (2006)

Fig. 2. Número de estudiantes y número de titulados de Farmacia en la Unión Europea (2006)

Homologación

A partir de ahí se abordaron nuevos planes de estudio tras la Ley de Reforma Universitaria de 1983, pero la carrera de Farmacia seguía formando licenciados de unas ciencias que difícilmente cultivarían en su vida profesional más que desde un punto de vista teórico, mientras que muchas de sus parcelas prácticas tendrían que aprenderlas tras su paso por la universidad. Sin embargo, las cosas podrían haber sido mucho peores si no hubiese habido directivas de la Unión Europea sobre la homologación de títulos de farmacéuticos y ocurriera como ocurre con la ordenación farmacéutica, dejada al arbitrio de las comunidades autónomas (en este caso, al de la autonomía de las universidades).

Reforma

En 1983, como se señalaba, se aprueba la Ley de Reforma Universitaria, adaptada a unos usos que parecen universales en el mundo civilizado, con áreas de conocimiento, departamentos y créditos. Con ella, sin embargo, se produce la entrada de profesores no farmacéuticos en las facultades de Farmacia y comienza una degradación de la que todavía no nos hemos visto libres y de la que también tiene la culpa la selectividad, que introduce un tipo de alumno sin vocación definida, que hace la carrera de Farmacia simplemente porque no ha podido ser admitido en otras facultades.

En el año 1985 se aprueban unas directivas de la Comunidad Europea3 que parecían definitivas para librarnos de muchos males, ya que introducían la obligatoriedad de cursar una serie de materias para alcanzar el título de licenciado en Farmacia. Aquí, sin embargo, se prepara un plan de estudios que clasifica a la Farmacia entre las Ciencias del Mar, con el consiguiente revuelo en el estamento profesional.

Títulos y créditos

En 1987 aparece un real decreto que establece las directrices generales para la obtención de títulos universitarios de carácter oficial y su validez en todo el territorio nacional. A partir de este real decreto, las universidades tienen que obedecer una serie de normas, como que las materias troncales ocupen un porcentaje total del 30% en el primer ciclo y un 25% en el segundo, y que el porcentaje de créditos que los alumnos pueden elegir libremente no sea nunca inferior al 10%. Con ello se reduce mucho el margen de discrecionalidad pero no acaban los problemas y es necesario hacer nuevos planes de estudios en la década de 1990, sólo un poco mejores que los anteriores.

Desde 1990, año en el que se aprueba el marco general de la licenciatura, se da un plazo de tres años a las universidades para la presentación al Consejo de Universidades de sus correspondientes planes de estudios y éstas lo van haciendo de forma desordenada (alguna tarda hasta nueve años en implantarlo). Se aprecian otros grandes defectos en todas ellas, que se pueden resumir en dos: un excesivo número de asignaturas con pocos créditos pero con exámenes y un incumplimiento generalizado de la normativa comunitaria en lo que se refiere a las prácticas tuteladas.

Las 12 y, en ocasiones, más asignaturas anuales resultan imposibles de digerir por parte de los alumnos y la finalización «normal» de la carrera se sitúa en 7,5 años en la mayor parte de las facultades. En el curso 1998-99 hubo que corregir el número de créditos de muchas asignaturas para que, por lo menos, tuvieran 40 horas lectivas entre teoría y practica. Se habló mucho de reducir el valor del crédito, pero al final no se hizo y se empezó a pensar que era imposible que los cursos tuvieran 12 o más asignaturas. A partir de esas críticas y del informe Bricall, que se hizo famoso por entonces, las universidades se apresuraron a presentar nuevos planes de estudios que dieron lugar al plan de 2001 que es el actualmente vigente, antes de los cambios que ahora se proponen y que provienen fundamentalmente de la Unión Europea.

Salvados por la Unión Europea

La coordinación interestatal en la Unión Europea se ha hecho extensiva, como meta importante en la última década, al ámbito de la educación y, muy singularmente, a la enseñanza superior, donde los estudios de Farmacia buscan una diferenciación, por su tradición y por su propia naturaleza. Por suerte la Unión Europea ha separado la carrera de Farmacia, en línea con la de Medicina y otros estudios tradicionales, de los demás estudios superiores, tomando como base la existencia de directivas específicas y la necesidad de llevar a cabo prácticas tuteladas.

Si no llega a ser por la Directiva 2005/36/CE, los estudios de Farmacia tendrían en este momento en España 240 créditos y una duración de cuatro años, con unos contenidos que no se sabe si habrían sido diseñados por las autoridades del ministerio correspondiente o por la universidades, pero era imposible saltarse la Directiva y eso precisamente nos ha salvado, aunque el camino no ha sido fácil. La Ley de Profesiones Sanitarias introdujo importantes dudas que han sido aclaradas finalmente por la Orden en la que se aprueba el grado de Farmacia, publicada el pasado día 16 de julio y que configura una carrera de Farmacia realmente adaptada a las funciones que tiene que desarrollar el farmacéutico en sus distintas modalidades de ejercicio y las que realmente demanda el mercado laboral.

El nuevo grado se divide en siete grandes áreas de conocimiento: Química, Física y Matemáticas, Biología, Farmacia y Tecnología Farmacéutica, Medicina y Farmacología, Legislación y Farmacia Social y, por último, Prácticas Tuteladas y trabajo de Fin de Grado

La Orden que crea el grado de Farmacia

La Orden CIN/2137/2008, de 3 de julio, por la que se establecen los requisitos para la verificación de los títulos universitarios oficiales que habiliten para el ejercicio de la profesión de farmacéutico crea el «grado» de farmacia, que es como se llama a partir de ahora, de acuerdo con Europa, la nueva carrera de farmacia. El número total de créditos del grado es de 300, distribuidos en cinco años. Desaparece la configuración de la carrera en dos ciclos y dentro de los 300 créditos se incluyen 30 para las prácticas tuteladas y un trabajo de fin de carrera.

El nuevo grado se divide en siete grandes áreas de conocimiento: Química, Física y Matemáticas, Biología, Farmacia y Tecnología Farmacéutica, Medicina y Farmacología, Legislación y Farmacia Social y, por último, Prácticas Tuteladas y Trabajo de Fin de Grado. Cada una de estas grandes áreas tiene un desarrollo pormenorizado que lógicamente se traducirá en unas cuarenta asignaturas, algunas de las cuales pueden resultar novedosas para los que terminamos la carrera hace muchos años. Pero también registra ausencias de contenidos importantes, que cabe esperar remedien las universidades, recuperándolos como asignaturas obligatorias o de libre elección.

De entrada sorprende que exista un módulo que se llama de Medicina y Farmacología, en el que hay un mandato para conocer y comprender las técnicas de los ensayos clínicos y preclínicos, así como llevar a cabo las actividades de farmacia clínica y social, siguiendo el ciclo de la atención farmacéutica. Y la cosa no acaba ahí: también en este módulo figura el mandato de que los nuevos alumnos tienen que adquirir las habilidades necesarias para poder prestar consejo terapéutico en farmacoterapia y dietoterapia, así como consejo nutricional y alimentario en los establecimientos en los que presten servicios. Todo un logro frente a las teorías «posesivas» del pasado, según las cuales el enfermo era sólo «del» médico.

Dudas y defectos

El nuevo grado tiene, sin embargo, algunas carencias y defectos, como, por ejemplo, que no se cite en el texto de la orden ministerial la farmacia galénica, un factor de diferenciación fundamental frente a otras profesiones y que permite que se reconozca la capacidad del farmacéutico de diseñar fórmulas magistrales. Esperemos que esta ausencia quede subsanada en los créditos obligatorios de todas las universidades. Y algo parecido ocurre con la botánica, una ciencia por cuyo conocimiento los farmacéuticos han sido respetados por todas las profesiones, debido a la profundidad y dedicación a su estudio de otras generaciones y que ahora se limita al estudio de las plantas medicinales, objeto de otra materia que es la farmacognosia, a la que tradicionalmente se accedía tras conocer bien la botánica. La distribución de los créditos en estos módulos aparece en la figura 3.

Fig. 3. Distribución de los créditos en el nuevo grado de Farmacia

Aparte de estas dudas que pueden tener solución por parte de las universidades, cabe otra muy importante y es si se aplicará correctamente el concepto de créditos europeos, ya que los anteriores créditos eran de diez horas lectivas de enseñanza teórica y práctica, mientras que los definidos en el Espacio Europeo son diferentes. El sistema de créditos europeos (European Credits Transfer System o ECTS) nace y se desarrolla con los programas de movilidad de los estudiantes, para dar respuesta a la necesidad de encontrar un sistema de equivalencia y de reconocimiento de los estudios cursados en otros países. La generalización de esta unidad de medida académica para todos los estudiantes es un objetivo fundamental para la creación del Espacio Europeo de Educación Superior, de forma que el trabajo desarrollado por un estudiante en cualquiera de las universidades de los Estados miembro sea fácilmente reconocible en cuanto a calidad y contenido. La diferencia con los actuales créditos, basados exclusivamente en el tiempo de enseñanza teórica o práctica, está en que también se reconoce el volumen de trabajo que el estudiante debe realizar para alcanzar los objetivos educativos.

El nuevo sistema ECTS establece en 60 créditos el volumen de trabajo total de un estudiante a tiempo completo durante un curso académico. Todavía es pronto para saber si esto se va a traducir en más o menos trabajo y dificultad. Lo que está claro es que puede disminuir el tiempo de enseñanza teórico o práctico en favor de un mayor trabajo personal. En este sentido, hay que luchar contra la tendencia general de nuestras facultades a reaccionar ante los recortes de carga lectiva con la concentración de los contenidos, con el propósito de impartir lo de siempre pero en menor tiempo, aumentando la dificultad y ocasionando que la media de los alumnos emplee un plazo superior al considerado normal para la realización de los estudios.

En todo caso, contra esta tendencia el Real Decreto que regula los actuales estudios universitarios tiene una prevención importante, y es que las facultades que no registren una media razonable para la terminación de los estudios pueden verse sancionadas o incluso cabe la posibilidad de que se les retire la habilitación para impartir el grado.

Lo que falta por hacer

Tenemos a la vista una buena carrera de Farmacia, que ha soslayado los peligros de una reducción de los años de docencia y que se adapta a las necesidades del mercado laboral, sin embargo, quedan cosas por hacer ya que todavía no se han regulado los estudios de posgrado y, sobre todo, no sabemos la situación en que se encuentran nuestros títulos de especialista, ya que no se incluyeron en la Directiva 2005/36/CE, lo que comienza a ocasionar problemas. Recientemente el Reino de España ha recibido dos requerimientos4 en el sentido de que no puede exigir el título de especialista en Farmacia Hospitalaria a los farmacéuticos que vengan de otros Estados, un fallo imperdonable tras los esfuerzos de muchas personas para que tengamos en España títulos de especialista5.

Las facultades que no registren una media razonable de tiempo para la terminación de los estudios pueden verse sancionadas o incluso cabe la posibilidad de que se les retire la habilitación para impartir el grado

Conclusión

Sobre el papel tenemos unos buenos estudios de Farmacia, que pueden ser perfectamente adaptados por cada universidad, respetando su autonomía y sin perder las esencias de una profesión que ha tenido una evolución natural y ha logrado sobrevivir a unos cambios estructurales muy profundos. Hemos logrado soslayar muchos peligros, y el principal es que hubiese bajado la consideración social de los farmacéuticos por una reducción de los años de estudio. Nada de eso ha ocurrido aunque el desenlace comentado no se ha producido por casualidad, ya que para obtener ese resultado muchos farmacéuticos se han tenido que emplear a fondo.

En artículos publicados en esta misma revista hace años, me mostré muy pesimista hacia los nuevos planes de estudio que se proponían, sin embargo, ahora creo que hemos dado en la diana y vamos a construir un grado de Farmacia capaz de responder a las demandas de la sociedad y que va a tener la ventaja fundamental de que va a ser muy difícil de modificar, porque es el resultado de los mandatos de una directiva europea. Quizá alguien diga que soy un ingenuo, pero creo que ahora estamos en el buen camino.

Sólo falta que ese proyecto se ponga en práctica y no lo estropeen los docentes con sus eternas rivalidades o con la tendencia a comprimir los conocimientos, aunque contra estos males ya hay mecanismos defensivos, como los que prevé el RD 1393/2007, por el que se establece la ordenación de las enseñanzas universitarias oficiales y, que como hemos visto, pueden retirar la habilitación para impartir los estudios a una facultad si sus resultados se traducen en una media elevada de años para obtener la titulación. ¡Una gran noticia para los alumnos y también para sus padres, que son, casi siempre, quienes los pagan!


Bibliografía y notas

1. Directiva 2005/36/CE .

2. Orden CIN/2137/2008, de 3 de julio, por la que se establecen los requisitos para la verificación de los títulos universitarios oficiales que habiliten para el ejercicio de la profesión de farmacéutico (BOE 174 de 16 de julio).

3. Directivas 85/432/CEE y 85/433/CEE que regulan las materias para la obtención del título de licenciado en Farmacia y la libre circulación de profesionales.

4 La Comisión Europea ha decidido enviar un escrito de requerimiento a España en el que se pide información acerca de las disposiciones que ha adoptado para cumplir la sentencia del Tribunal de Luxemburgo de 8 de mayo de 2008 relativa al reconocimiento de las cualificaciones profesionales de los farmacéuticos hospitalarios. El TJE condenó a España por no reconocer en su legislación los títulos que permiten a otros ciudadanos de la UE acceder a la profesión de farmacéutico hospitalario. La sentencia estimó que no se había adaptado la Directiva 89/48/CEE (derogada por la 2005/36/CE), relativa a un sistema general de reconocimiento de los títulos de enseñanza superior, por lo que se dificultaba la libertad de circulación y establecimiento.

5. La existencia de especializaciones farmacéuticas en España hay que agradecerla a funcionarios concretos que han luchado denodadamente por conseguirlas: desde el Real Decreto de González Oti, fallecido el año pasado, hasta el impulso dado por Fernando de la Torriente, médico fallecido en 1990, pasando por el interés de personas como Ana Echeverría, farmacéutica, o María Ángeles Monedero, que han mantenido una lucha permanente con las organizaciones médicas e incluso con el antiguo Ministerio de Educación hasta conseguir el desarrollo de las especializaciones, tanto las que requieren formación hospitalaria como las que recientemente se han puesto en marcha referidas a la industria farmacéutica, de la que ha sido impulsor principal José Carlos Montilla.

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