Cada vez que se ha producido un cambio en la cúpula del Ministerio de Sanidad, los farmacéuticos hemos albergado la esperanza de que quizá con el nuevo o la nueva titular las cosas mejorarían. Mejora que no sólo deseamos para nosotros, como profesionales de la salud con derecho a tener una estabilidad que nos permita trabajar para el futuro, sino también para la Sanidad de nuestro país y, por ende, para los usuarios de este sistema de salud.
Actualmente nos encontramos en este período de «flirteo institucional» y, una vez más, las organizaciones que nos representan tratan de que en la actual responsable de Sanidad, Ana Pastor, cale la voluntad de los farmacéuticos de contribuir con su trabajo a la implantación eficaz de todas aquellas medidas encaminadas a hacer de nuestra Sanidad un bien social sostenible. Pero también, y con idéntica vehemencia, nuestros representantes reclaman que se tengan en cuenta nuestro principios y objetivos. En este sentido, Pedro Capilla, cabeza visible de la corporación farmacéutica, no ha dejado, en los últimos tiempos, de aprovechar cualquier oportunidad para abogar por nuestros intereses como colectivo profesional. Así, en el discurso inaugural del XIII Congreso Nacional Farmacéutico recientemente celebrado en Granada, dejó bien claro que algunas de las aspiraciones que la ministra Pastor verbalizó ante el Parlamento en su primera comparecencia en la comisión de Sanidad, no dejan de ser propuestas de los propios farmacéuticos y que como tales han sido presentadas a los anteriores equipos ministeriales.
Una de las prioridades de la ministra Pastor es el desarrollo del mercado de especialidades farmacéuticas genéricas (EFG), pero este objetivo se nos antoja imposible a menos que en el citado «flirteo» intervenga otra institución: la Organización Médica Colegial, que por el momento no se muestra demasiado dispuesta a participar en el baile.
Veremos cómo logra Pastor armonizar las fuerzas que intervienen en este ménage à trois.