Jornada a jornada nos vamos acercando al día D del desembarco de la receta electrónica a nivel nacional. Como seguramente pasó con el desembarco de Normandía, los «mandos» cruzan los dedos y sienten preocupación, aunque de cara a la galería muestran la más absoluta confianza y las «tropas», pese al temor y los nervios, quieren estar confiadas.
Quizás el símil no sea el más adecuado, pero puedo asegurar que yo, como «tropa», me siento bastante preocupada, nerviosa y temerosa de que el día D, a la hora H, en mi farmacia todo funcione correctamente (el ordenador no se bloquee, la conexión a internet no falle y cuando acudan tres abuelitos crónicos con 20 prescripciones cada uno, la escena no se convierta en un caos). Quizá mi mayor preocupación es la falta de información respecto a las pruebas piloto y las experiencias de implantación que ya tenemos en todo el territorio nacional. Es decir, oigo las voces de los «mandos», que me explican que la implantación está siguiendo el curso esperado, que se van solucionando los problemas que surgen, que poco a poco se modifican los errores..., pero no oigo, de primera mano, las voces de las «tropas», que están sufriendo en carne propia los avatares de este despliegue. De hecho, excepto en Andalucía, en el resto de comunidades autónomas la receta electrónica no es un hecho consolidado, porque aún se halla en fase de pilotaje o estudio.
Mientras confío, porque lo hago, no puedo dejar de pensar en lo que puede pasar si todos los farmacéuticos de mi provincia tenemos que acceder a un único servidor para obtener la información del paciente que tenemos delante de nosotros, en nuestras farmacias. ¿Qué pasará cuando tengamos que imprimir las diez recetas de un enfermo crónico o de dos o de tres, que a veces coinciden ante el mostrador, mientras el pobre que tiene anginas y viene a buscar un antibiótico o el que se ha dislocado un brazo y necesita un antiinflamatorio han de armarse de paciencia?
Quizá la solución estará en tomar medidas del tipo «caja rápida» o «dispensación rápida», como en los hipermercados, para los que traigan tres o menos recetas o los que acuden en busca de otros productos.
Sin que me venza el desánimo, lo cierto es estas elucubraciones me acompañan mientras me dirijo confiada hacia el día D.
