Los últimos días del mes de febrero transcurrieron en mi farmacia en medio de una nube de agobio muy densa, debido a causas varias: por un lado, al desabastecimiento de medicamentos de primera necesidad para mis clientes y al estrés que la situación producía en ellos y en nosotros; por otro, a la obligación, también estresante, de resolver la disyuntiva de pedir o no aquellos medicamentos cuya dispensación, si no se producía antes de final de mes, probablemente ya no podríamos realizar al precio de compra. Y las contrariedades no acababan ahí: había que sumar el trabajo constante de la burocracia que nos ahoga con la facturación de las recetas y la amarga certeza de que, a partir del día 1 de marzo, la economía de mi oficina de farmacia se vería mermada en más de un 4%, según la estimación media de un estudio realizado por el colegio oficial de farmacéuticos de mi provincia.
El agobio se convierte en indignación o la indignación en agobio cuando además te encuentras en la necesidad de explicar a los clientes los motivos que han impulsado al Gobierno a permitir a los laboratorios farmacéuticos eliminar el precio del envase de los medicamentos, porque personalmente, durante el mes de febrero, no vi ningún informativo de ninguna cadena de televisión ni ningún otro espacio de medios de comunicación que hiciese el más mínimo esfuerzo por explicar a la población que a partir del 1 de marzo la mayor parte de los medicamentos que iban a adquirir en las oficinas de farmacia no llevarían el precio impreso. Este hecho crea «mal rollo» entre algunos clientes, porque en mi farmacia, aunque la mayoría nunca pide el tique de caja, sí hay quien, en su perfecto derecho, lo repasa minuciosamente e incluso compara el precio marcado con el del envase dispensado. Estos últimos son los que siempre desconfían de lo que cuestan los medicamentos o del valor de la aportación que les toca efectuar y no va a ser fácil explicarles que es una norma que no les beneficia a ellos ni a nosotros, sino únicamente a la industria. De nuevo nos toca dedicar un tiempo que no tenemos a informar de algo que a nosotros, como empresarios, no nos va a reportar beneficio alguno.
Al llegar estas fechas ya sabes cuáles de los buenos propósitos que te hiciste al iniciar el año vas a cumplir, cuáles no te has molestado siquiera en perseguir y cuáles no podrás alcanzar por mucho que lo intentes. Con la rebaja del precio de los medicamentos y su negativo impacto sobre nuestra economía, tengo claro que algunas cosas son impensables, mientras que otras como, por ejemplo, mejorar la gestión son imprescindibles para no tirar la toalla, seguir trabajando a pleno rendimiento y abrir nuevas vías que permitan seguir manteniendo el nivel de calidad de servicio a que están acostumbrados mis clientes.