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Vol. 14. Núm. 12.
Páginas 7-12 (Diciembre 2000)
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Cuento de Navidad. Transición
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Un año más, nuestro colaborador habitual, Enrique Granda, ha preparado una historia navideña que tiene como trasfondo una oficina de farmacia. En esta ocasión se trata de un curioso flashback que recorre las sensaciones vividas por un farmacéutico entre las cuatro paredes de su establecimiento

en el transcurso de su vida,

personal y profesional.

Miro a través del escaparate que da a un macizo de plantas y veo los árboles pelados del parque y un sol casi cubierto por nubes. Es la imagen del invierno, del frío, pero yo tengo casi un poquito de calor. Oigo en el sótano el leve murmullo del robot afanándose en colocar el pedido. Hay música ambiental. Los clientes hablan bajo, pero algo más alto que los demás días. Entiendo lo que dicen; hablan de la Navidad: dicen que esperan a un pariente; lo que han preparado de cena; dónde piensan ir a pasar la fiesta de año nuevo.

OLOR A LIMPIO SINTÉTICO

La farmacia está adornada con guirnaldas y luces que destacan poco de los indicadores luminosos de los aparatos que hay por todas partes y de las grandes pantallas en las que se suceden los anuncios de cosméticos; de aparatos que casi no sé para qué valen y de especialidades publicitarias. La farmacia tiene un olor a limpio sintético, pero es un olor que no recuerda a las plantas medicinales.

La gente al llegar se sienta ante un mostrador bajo y pone su tarjeta en un rectángulo de color llamativo, mientras no deja de hablar. Alguien atiende a cada persona. De vez en cuando la adjunta consulta una pantalla, hace indicaciones o entrega una hojita de instrucciones recién salida de una ranura que hay en la mesa. Finalmente se oye una ráfaga de viento y los medicamentos aparecen dentro de una bolsa. Oigo la misma frase de siempre: ¡No olvide su tarjeta! ¡Bueno, y a pasarlo bien esta noche!

Cuando no hay muchos clientes todo el mundo revisa las lucecitas de los aparatos. Siempre hay que atender a los aparatos. Ahora se trabaja más. Antes, cuando no había clientes todo el mundo se tomaba un respiro, ahora siempre hay aparatos que atender.

­ ¿Y el pedido?

­ Ya se ha lanzado. Responde una voz femenina que no se sabe de dónde sale.

­ Hay que cambiar el canal de los anuncios de la pantalla del fondo

--dice mi hijo. Están saliendo los mismos en las dos.

Eso hubo que hacerlo en un teclado.

­ Voy a ver el robot dispensador, aunque parece que hoy no está dando muchos problemas.

Los medicamentos no son como antes. Hay pocas cajitas de colores mientras que el robot rellena con toda precisión unos envases blancos todos iguales y les pega una etiqueta.

­ ¿No hay demasiada luz?

­ ¿Hace un poco de calor?

Algunas de estas preguntas son respondidas directamente por los sensores que informan de los parámetros y proponen bajar un grado la temperatura o reducir la iluminación.

Veo cómo se mueven todos por la farmacia, pero yo no doy las órdenes. Veo a mi hijo y a mis nietas que son las farmacéuticas adjuntas. Pienso que soy feliz de nuevo en la Navidad, en la farmacia, rodeado de los míos, y me quedo mirando unos viejos libros encuadernados en piel. Son artículos y cuentos que escribía mi padre. Cierro los ojos...

LEJOS QUEDARON LOS MALOS TIEMPOS

Los libros han desaparecido. Hay un monitor de ordenador que llena mi atención. La farmacia ha cambiado. Oigo el zumbido del ventilador del ordenador, o es del aire acondicionado, no lo sé. Huele a limpio pero muy diferente. Hace demasiado calor, busco el mando del aire acondicionado pero no lo encuentro.

A mi lado, en el despacho hay una mujer joven, muy guapa, con bata blanca, rodeada de recetas rojas y verdes. Hace paquetes. Pone sellos y va haciendo grupos que sujeta con gomas. La gente entra alborotada en la farmacia. Es Navidad y está comenzando a nevar. Todos hablan alto.

Entra una clienta con unas niñas pequeñas, todos salimos a verlas y les ofrecemos caramelos y bombones como ya viene siendo una tradición en nuestra farmacia.

Cuando se van, la joven me mira con cara ilusionada y oigo como me dice:

­ Tenemos que comprar todavía muchas cosas y recoger al niño en casa de tus padres.

­ Hoy cerramos antes, le contesto. Hay tiempo para todo. No te preocupes.

Mientras digo esto, me quedo mirándola embelesado y recuerdo los buenos tiempos de la facultad cuando íbamos a las prácticas, a las excursiones de botánica o salíamos con una gran panda de amigos. Oigo que me dice:

­ Tienes que llamar a la urgencia antes de que se nos pase la hora.

Obedezco sin pensarlo. Me gusta obedecer a algunas personas. Es muy cómodo y además ves la satisfacción que les produce. Mientras llamo veo el parque pelado de árboles y niños que comienzan a jugar con la nieve que se va acumulando en los coches aparcados en la acera.

Va llegando la hora de cerrar. Es mediodía, pero hay que cerrar el programa como si fuera por la noche. Hoy es Nochebuena y no vendremos por la tarde. Hay que dejar todo apagado y cerradas la persianas. Mañana es Navidad. Estamos tan ocupados en la farmacia, que ni siquiera me doy cuenta de que soy feliz. Doy una última mirada a mi alrededor y veo una profusión de colores y formas, pero no medicamentos, que se ocultan en un gran mueble con cajones que abarca toda una pared.

Ahora tenemos todas las farmacias un mismo horario. Ya pasaron los malos tiempos de la competencia en que los medicamentos perdieron su carácter de bienes superiores y se convirtieron en productos de consumo. Hubo que luchar pero ganamos aquella batalla. Nosotros siempre pensamos que la farmacia era como la familia y nuestros clientes también. Pero todo ha cambiado mucho, la mitad de los pedidos hay que llevarlos a domicilio. Tenemos un farmacéutico adjunto que se pasa el día en la calle visitando a la gente, pero le gusta su trabajo.

La farmacia ha cambiado mucho. Ahora hay medicamentos de biotecnología que se hacen para cada persona y hay que encargar al laboratorio como antes se hacía con las vacunas para los alérgicos, pero las especialidades publicitarias siguen siendo las mismas de hace muchos años.

Ahora también la gente sabe mucho. Se estudian los medicamentos en Internet, pero al final es tanta la información que acaban por preguntar en la farmacia qué es lo que más les conviene. Les gusta que alguien se responsabilice de su tratamiento. Les gusta hablar y aprovechan para contar otras cosas. La farmacia siempre ha sido un sitio en el que la gente viene a hablar de sus cosas, quizá porque les escuchamos, lo que no es frecuente en estos tiempos. Y en Navidad se sienten en la obligación de venir todos a agradecérnoslo y a desearnos felicidad.

Me quedo mirando a mi mujer, un breve instante. Veo como se inclina en el teclado y observo fijamente una de las ventanas que se abren en la pantalla...

LA GENTE DE SIEMPRE

De pronto, no veo la ventana en la pantalla; sólo el color negro del fondo y letras verdes. Ella sigue inclinada sobre el teclado pero ya no es la misma persona. Ahora es una mujer de más edad. Es morena. La farmacia ha cambiado y el día también. Huele a plantas medicinales. Es un día muy claro pero muy frío. Entra frío por las rendijas y arrimo los pies a una estufilla de aire caliente que hay debajo de la mesa.

En el mostrador hay un gran revuelo. Todos hablan en voz muy alta contando sus cosas y las auxiliares levantan todavía mas la voz para despedirse de alguien conocido y desearle una noche feliz.

Yo conozco a todos, les he conocido siempre. Por la farmacia pasa la vida de las personas. Mientras estoy terminando la fórmula y poniendo la etiqueta en un tarrito de plástico entra el señor Andrés, un jubilado muy simpático que le ha cogido gusto a la atención farmacéutica porque ve muy poco y quiere que todo se lo expliquen dos veces. Pasamos al despacho. Saco su ficha y comienzo a decirle:

­ Vamos a ver como va esa tensión.

­ ¡Venga!-- y comienza a quitarse el abrigo y la chaqueta.

­ Esto funciona, le digo. Está tomando las pastillas. ¿Verdad?

­ Si, pero con estos días que vienen no sé como voy a arreglármelas. Mi señora hace un pavo relleno que tiene fama.

­ Pues ya sabe, del pavo puede comer, pero del relleno muy poco como no sea de las ciruelas o las manzanas.

Mi madre es la mujer morena --me acabo de dar cuenta-- y está rebosante de alegría. Va y viene por la farmacia. Atiende a todos, sale a saludar a muchos clientes, da caramelos y bombones a los niños.

Mi madre es la que dirige todo. Es la fundadora de la farmacia y la que ha sabido imprimir una cultura sanitaria a todo lo que hacemos. Ha sabido adaptarse a los tiempos, pero nunca ha permitido nada contra la ética profesional. Ella es la que manda.

De pronto anochece y seguimos con la farmacia abierta y veo que llega mi padre con una bata blanca debajo del brazo y una cartera abultada. Dice mi padre a unos clientes que están en el mostrador:

­ Esta vez nos ha tocado guardia. Vamos a pasar la Nochebuena en la farmacia.

­ Lo peor fue cuando nos tocó en Nochevieja, pero eso, por suerte sólo ocurre cada muchos años.

Tenemos que turnarnos para ir a cenar, pero después venimos todos y pasamos la mayor parte de la noche juntos. Estamos solos los de la familia porque hemos dado la tarde libre a las auxiliares.

La noche pasa alegremente. Muchos vecinos de la casa bajan a saludarnos y les ofrecemos una copa de cava. Vendemos bicarbonato y también omeprazol. Tenemos una mesa camilla con un brasero eléctrico en la rebotica y algunos pasan a sentarse un rato. Hay una bandeja con dulces y hemos puesto villancicos. La farmacia está adornada con guirnaldas y para que no falte de nada hay un abeto lleno de luces y un portal de Belén en el extremo del mostrador.

Ya pasaron los malos tiempos de la competencia en que los medicamentos perdieron su carácter de bienes superiores

Estoy haciendo el doctorado en la facultad. Todavía me faltan algunas asignaturas y el trabajo lo llevo regular, pero no hay prisa. Ahora no tenemos prisa, se vive tanto... Hay tiempo para todo, pero yo tengo novia, una compañera de facultad que también está haciendo el doctorado. Mi padre quiere que trabaje en la industria pero a mí me gusta la farmacia y prefiero ayudar a mi madre.

Ahora hace frío de verdad. Noto un ligero escalofrío y me arrimo al brasero...

Entonces me doy cuenta de que llevo zapatos deportivos y pantalón vaquero y oigo a mi madre que me dice:

­ No toques nada y deja el ordenador como estaba que tenemos que conectarnos para hacer el pedido.

Me aburro un poco. He ido a la facultad por la mañana para ver en qué grupo de prácticas de Orgánica me han puesto. Hoy no saldré con los amigos porque es Nochebuena y vendrán los abuelos a cenar a casa. ¡Menudo rollo! Pero tengo un juego nuevo de ordenador.

La farmacia está llena de gente. Mi madre los conoce a todos. Hay un ambiente festivo que me causa extrañeza. Mi madre me dice:

­ ¿Por qué no ordenas un poco los productos en el laboratorio? Limpia la balanza y deja todo bien recogido.

Dejo el ordenador y me voy al laboratorio. Me pongo a mirar por el microscopio de mi padre. Ya estoy en cuarto de Farmacia. Lo que más me gusta es la parasitología, lo que no deja de producir una enorme extrañeza a mis padres. Pero yo veo la parasitología desde un ángulo diferente: me encanta la forma de entender la vida de los parásitos y lo diferentes que son de todo lo que les rodea. Hasta le he puesto nombre a la ampliación: ya la llama todo el mundo en la facultad Alien II.

De vez en cuando tengo que salir al mostrador a que me vea alguna clienta y mientras se admira de cómo he crecido yo esbozo una sonrisa forzada. Pero cada vez que voy al mostrador alargo la mano a la cesta de bombones que ha puesto mi madre. Son de cerezas en licor. Estoy ahora comiéndome uno...

CAJAS DE COLORES

Sabe bien pero no sabe a bombón. Es blandito. Yo estoy en un corralito de colores y mi madre me acaba de dar el sonajero que se me ha caído fuera. Quiero esa caja de colores que hay en la estantería. Quiero la caja, quiero la caja. Alargo los brazos. No llego. Creo que voy a gritar un poco pero prefiero hacerme entender para que me la den.

­ Ta, ta, ka, ta, ta....

Oigo que mi madre dice algo que no entiendo pero que parece muy bonito.

­ Na-vi-dad.

­ Na, na.

Pero yo quiero la caja de colores... *

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