El liderazgo clínico enfermero es atribuido a las enfermeras a pie de cama que, desde una autoridad informal, ejercen una influencia significativa sobre otros profesionales del equipo para lograr objetivos clínicos compartidos1. Desde esta posición pueden identificar aspectos de mejora, motivar a otros miembros del equipo asistencial para actuar sobre el cuidado del paciente y liderar iniciativas de cambio para corregir los problemas que surgen en el entorno en el que ejercen su profesión. Además, pueden identificar las ineficiencias relacionadas con las estructuras organizativas, los flujos de trabajo, las políticas y procedimientos para la prestación de una atención óptima al paciente2. La consecuencia más evidente de este tipo de liderazgo impacta de forma positiva tanto en la práctica clínica, en el entorno de la práctica profesional, en la seguridad y calidad de la atención al paciente, así como en la propia satisfacción laboral y retención de los profesionales3.
Para promover el liderazgo clínico enfermero, es importante tener en cuenta que su desarrollo puede variar en función del contexto en el que se ejerza4,5. En las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), donde los pacientes se encuentran en estado crítico, y requieren de cuidados complejos y especializados, se precisa de enfermeras líderes a pie de cama, con capacidad analítica, sentido de control, competencia y autonomía, y que puedan dar una respuesta ágil y efectiva3–7. Entre las competencias clave que las enfermeras de UCI deben desarrollar para ejercer este liderazgo, destaca la comunicación bidireccional y efectiva, tanto con profesionales de la misma o de distinta disciplina, como con el paciente y su familia5,8–10. La influencia que ejercen sobre los demás, aumenta cuando ganan su respeto y confianza, al demostrar sus conocimientos sobre la resolución de problemas y conflictos éticos; especialmente ante situaciones críticas, en las que se requiere de una toma de decisiones diligente y segura9–11. A través de su ejemplo, la confianza que proporcionan transmitiendo su conocimiento, también empoderan a los miembros del equipo a llevar a cabo nuevas ideas, favoreciendo su crecimiento y desarrollo intelectual, y fomentando el sentimiento de pertenencia9. Asimismo, deben ser capaces de brindar apoyo emocional a los miembros del equipo. Y para ello, deben conocer a los profesionales y poseer una adecuada inteligencia emocional que les permita reconocer, comprender y controlar sus propias emociones y las de los demás11.
En este sentido, cabe preguntarse ¿las enfermeras de UCI están preparadas para ejercer el liderazgo clínico?
Las enfermeras de UCI se enfrentan a diario a situaciones que requieren adecuadas habilidades comunicativas, tanto con los pacientes críticos y sus familias, como con el equipo interprofesional en el que tienen un papel imprescindible12, debido, en parte, al conocimiento que poseen del paciente. Como se ha mencionado previamente, la enfermera de UCI debe saber cómo comunicarse a distintos niveles y, para ello, es necesario que posea también una adecuada inteligencia emocional. Ambas competencias “blandas”, unidas a aquellas más técnicas y específicas de cuidados intensivos, abren el camino para el ejercicio de este tipo de liderazgo informal. Este hecho se ha puesto todavía más de relieve durante la pandemia por COVID-19, donde los medios de comunicación se han hecho también eco de la necesidad de enfermeras formadas en el cuidado de pacientes críticos13,14.
La evidencia hallada muestra que, a pesar de la importancia que tiene que las enfermeras de intensivos sean líderes a pie de cama, la mayoría no posee la adecuada formación para ello5,14,15. Son numerosas las ocasiones en las que las enfermeras de UCI muestran su preocupación ante la falta de herramientas para abordar conversaciones difíciles con el paciente, expresar su opinión o comunicarse con otros profesionales16. La carencia de habilidades comunicativas e inteligencia emocional repercuten en el trabajo en equipo y, por ende, en el cuidado y seguridad del paciente17. De hecho, ya en el informe publicado en el 2011 por el Instituto de Medicina sobre el futuro de la enfermería, se vaticinaba la necesidad de contar con: 1) enfermeras altamente formadas para responder a las necesidades cambiantes de los pacientes; 2) un sistema educativo que permita desarrollar competencias avanzadas; 3) oportunidades de aprendizaje permanente; y 4) suficientes enfermeras con las competencias necesarias para contribuir a la calidad del cuidado18. En esta línea, países como Reino Unido y Estados Unidos han regulado la formación de las enfermeras de UCI en la adquisición de competencias técnicas y/o “blandas” para cumplir con unos estándares para la atención del paciente crítico y facilitar, por ejemplo, el desarrollo e implementación de proyectos de mejora en las unidades19,20. De este modo, se puede aprovechar al máximo el talento de las enfermeras para alcanzar los niveles más altos de calidad y seguridad de la atención sanitaria.
España, al igual que otros países de Europa, carece de un sistema obligatorio para la formación de las enfermeras que van a ejercer en cuidados intensivos. Aquellas que se forman lo hacen de manera voluntaria, en parte asumiendo que tienen la obligación profesional y ética de buscar oportunidades de desarrollo profesional21. Dado que se espera cada vez más que las enfermeras actúen como líderes en el sistema sanitario en general, las instituciones sanitarias deberían mejorar la formación de las enfermeras y potenciar las oportunidades de desarrollo profesional. La Clínica Universidad de Navarra, por ejemplo, oferta anualmente diversas titulaciones en cuidados especializados como alternativa a las oficiales existentes. Con ello, pretende ofrecer a las enfermeras formación más avanzada que les permita desarrollar el liderazgo en cuidados intensivos22. Este tipo de formación podría servir de punto de partida para el diseño de programas integrales más ambiciosos que logren, desde el liderazgo, desarrollar todo el potencial de las enfermeras de intensivos en beneficio del paciente crítico y del sistema sanitario.
Ante este reto, y teniendo en cuenta lo mencionado previamente, para impulsar el liderazgo clínico de las enfermeras en UCI se sugieren los siguientes pasos a seguir:
- 1.
Formar a las enfermeras en competencias en las que estamos menos preparadas, como la comunicación y la inteligencia emocional, mediante talleres, podcast, o simulación23.
- 2.
Promover la participación activa de las enfermeras en la toma de decisiones, a través de comités, grupos de trabajo, proponiendo proyectos para mejorar la práctica diaria en las unidades, o teniendo voz en rondas de equipos multidisciplinares e interprofesionales.
- 3.
Dar visibilidad a lo que hacemos dentro y fuera de la organización, a través de medios de comunicación, foros, colegios y asociaciones. Las enfermeras podemos ser agentes de cambio en las unidades de intensivos. Es necesario hacer visible que tenemos esta competencia, que podemos aportar esa especificidad a la que contribuye nuestra disciplina y no otras.
- 4.
Establecer sinergias a distintos niveles: clínico-académico; público-privado; entre unidades y servicios (UCI-hospitalización-ambulatorio). Para alzar la voz, debemos trabajar en colaboración y aprender unas de otras, y adoptar medidas para lograr cambios organizativos.
No ha sido recibida financiación alguna para la elaboración de este estudio.
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