Hemos leído con gran interés el artículo titulado «Estreñimiento pertinaz. A propósito de un caso», recientemente publicado en su revista1. Este caso ilustra la complejidad del manejo de la enfermedad de Chagas en su fase crónica avanzada, particularmente en pacientes mayores con afectación visceral significativa, y nos invita a reflexionar sobre los desafíos y las limitaciones del tratamiento con benznidazol en estas circunstancias.
El benznidazol está actualmente recomendado en casos de enfermedad de Chagas aguda, infecciones congénitas o reactivaciones relacionadas con inmunosupresión, así como en infecciones crónicas en niños y mujeres en edad fértil2. Sin embargo, la evidencia sobre su eficacia en la progresión de la enfermedad crónica es limitada. Diversos ensayos clínicos han mostrado que el benznidazol no previene de manera significativa la progresión de la enfermedad o la mortalidad en pacientes con miocardiopatía avanzada por Chagas3. Aunque los datos sobre su impacto en la enfermedad digestiva en Chagas son más escasos, extrapolando los resultados observados en pacientes con afectación cardíaca avanzada se podría inferir que su utilidad en la progresión de la enfermedad digestiva sería también limitada.
El caso descrito plantea además un desafío clínico frecuente: equilibrar los posibles beneficios del tratamiento antiparasitario con los riesgos asociados, particularmente en pacientes mayores con daño orgánico irreversible. La evidencia disponible indica que, en la fase crónica avanzada, el tratamiento con benznidazol presenta limitaciones no solo en cuanto a eficacia4 sino también en su tolerancia. Un metaanálisis reciente señala que los efectos adversos, especialmente dermatológicos, gastrointestinales y neurológicos, son más frecuentes y severos en pacientes de mayor edad5.
Por todo ello, las guías actuales recomiendan individualizar la estrategia terapéutica en pacientes con enfermedad de Chagas avanzada. Factores como la edad, el estado clínico general y el impacto potencial del tratamiento en la calidad de vida deben ser cuidadosamente considerados para garantizar un enfoque personalizado y seguro. En este sentido, y en línea con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, el tratamiento en la fase crónica debe priorizarse en pacientes con menor riesgo de eventos adversos y mayor probabilidad de respuesta terapéutica2. Este planteamiento permite optimizar los beneficios del tratamiento y minimizar sus riesgos, especialmente en poblaciones vulnerables, como los adultos mayores con daño orgánico irreversible.
Este caso subraya además la importancia del diagnóstico temprano y del cribado en poblaciones de riesgo. La evolución prolongada del estreñimiento en esta paciente plantea la cuestión de si un diagnóstico oportuno de la enfermedad de Chagas, antes de la aparición de síntomas evidentes, habría permitido iniciar un tratamiento temprano y evitar la progresión hacia fases avanzadas con daño orgánico irreversible. Identificar y tratar la infección en etapas iniciales es fundamental para mejorar el pronóstico clínico y prevenir complicaciones severas en estos pacientes.
Para ofrecer a los pacientes con enfermedad crónica de Chagas la mejor opción terapéutica, es imprescindible desarrollar enfoques integrales que combinen el manejo sintomático con tratamientos adaptados a las necesidades específicas de cada paciente. Además, es crucial fomentar investigaciones dirigidas a identificar biomarcadores que permitan predecir mejor la respuesta al tratamiento y diseñar regímenes más seguros y eficaces, especialmente para las poblaciones más vulnerables.
Como señalaron los autores del caso clínico, «cada diagnóstico tardío es una oportunidad perdida»1. Casos como este nos invitan a reflexionar sobre la importancia de optimizar la atención y el diagnóstico para mejorar los resultados en pacientes con enfermedad de Chagas avanzada.
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