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Cirugía Española Ricardo Belda Poujoulet (1947-2023)
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Vol. 102. Núm. 1.
Páginas 64-65 (Enero 2024)
Necrológica
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Ricardo Belda Poujoulet (1947-2023)
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Angel Reina Duarte
Servicio de Cirugía G. y Digestiva, Hospital Universitario Torrecárdenas, Almería, España
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El pasado 8 de enero nos dejó, de forma repentina, inesperada e injusta, el Dr. Ricardo Belda Poujoulet, quien fue jefe del Servicio de Cirugía del Hospital Universitario Torrecárdenas durante 27 años.

El Dr. Belda nació en el norte de África, en el remoto pueblo marroquí de «Ain Harrouda» en 1947. Hijo de padre español y madre francesa, creció rodeado de un cosmopolitismo liberal y culto que hizo que su personalidad no se ajustase –para nada– a los patrones habituales de aquellos años y le impregnó de ese tinte sagaz y perceptivo, noble pero implacable del que siempre hizo gala.

Tras realizar sus estudios de Medicina en la Universidad de Granada, Belda se formó como cirujano en el Hospital Clínico San Cecilio de Granada, en el Servicio del Profesor D. Ignacio Arcelus Imaz. Allí estuvo durante diez años, desempeñando al final de este periodo el cargo de jefe de Sección de la «Recu», –ahora Reanimación– que en aquella época era liderada por los cirujanos. En este tiempo se mostró ya como una persona muy activa, sin ser hiperactivo; era eficaz de fondo, por principio e inquietud vital, pero también dentro y fuera del hospital. Esto hizo que fuera pionero en España en el uso de la nutrición parenteral para el paciente quirúrgico, en un momento en el que –a diferencia del tiempo que vivimos ahora– el tema de la Nutrición y Cirugía estaba en mantillas o se consideraba una materia menor. Como cirujanos y médicos, no debemos –ni podemos– olvidar a aquellos visionarios que, como el Dr. Belda, marcaron el camino a seguir.

En 1985, el Dr. Belda recaló en Almería tras acceder al cargo de jefe de Servicio de Cirugía del Complejo Hospitalario Torrecárdenas (hoy Hospital Universitario Torrecárdenas), donde desempeñaría su labor hasta finales de 2012. Allí, apoyado por un excelente equipo de profesionales, siguió con su tónica activa e innovadora y, tras formarse en Lyon con el Prof. Philippe Mouret, potenció el desarrollo de la cirugía laparoscópica en Almería. El mismo año de su acceso a la jefatura, implantó la que sería una reunión científica emblemática, las «Jornadas Quirúrgicas Internacionales de Almería», que alcanzaron la decimonovena edición y que se hicieron muy atractivas, en especial entre los cirujanos jóvenes, dado el talante participativo, ameno y práctico con el que se abordaban todo tipo de controversias quirúrgicas.

El Dr. Belda era el prototipo de «pilar quirúrgico» y el paradigma de «forjador de cirujanos». Su carácter y su personalidad, bruñidas ambas en un crisol hispano-franco-árabe, le daban ese toque especial y cautivador que generaba complicidad, que nos hacía sentir como «su gente». Durante su labor como jefe de Servicio del Hospital Torrecárdenas, fomentó el esfuerzo, así como el reconocimiento a un trabajo bien hecho y siempre tuvo tiempo para ser Médico, con mayúsculas. Ricardo Belda pensaba que, como dice el filósofo Emilio Lledó, «no hay saber sin sabiduría».

Durante todos estos años, dejó su alma y vida por la Cirugía, su Cirugía. Sufrió y disfrutó, con los pacientes y las personas. Fue la raíz quirúrgica de muchos y excelentes cirujanos y también un impulso crucial para todo aquel que, inexperto y ávido de Cirugía –con mayúsculas–, acudió a su Servicio. Fue un jefe –un maestro– generoso, no solo para enseñar, también para algo quizá más importante, para «dejar aprender». Y es que enseñaba a «pensar» la Cirugía de forma lógica y honesta, con firmeza y resolución, con base científica pero sin academicismos. Transmitía una Cirugía «culta» pero sin erudiciones vacuas y, lo que es más importante, lo hacía mostrando siempre una humildad abierta y sincera.

En el trato personal su implicación fue honesta y directa involucrándose de lleno en las vidas de aquellos a los que siempre consideró «su gente». Era un conversador especial: lúcido, perspicaz, de ramificaciones brillantes, casi excesivas y –como afirmó su hijo, el Dr. Ricardo Belda Lozano– repleto de un magnetismo casi misterioso. Le gustaba hablar de todo, de Cirugía y de personas, de lo superficial y lo profundo, siempre aderezando la conversación con un sentido del humor inteligente y campechano, con lo que dejó gracias a ese estilo tan suyo, un regusto agradable, ocurrente y sabio de los que siempre se recuerdan y recordarán. Memorias entrañables de noches y días de cirugías difíciles y compartidas, seguidas de esa paz extenuante tan «quirúrgica».

Como dice un proverbio francés «vivir es recordar». Nuestra esperanza se halla en el recuerdo que el Dr. Belda dejó de sí mismo y en el significado que su vida tendrá para todos nosotros. Y es que en la muerte no hay mayor dignidad que la vida que la precedió. Como dice una emotiva plegaria: «que su memoria sirva de bendición».

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