Como explica el artículo «Telemedicina en países en desarrollo y cooperación internacional»1, a raíz de la pandemia causada por el COVID-19, la tecnología ha sido incorporada como medio imprescindible para la atención médica. La telemedicina pretende facilitar la comunicación médico-paciente, promover las colaboraciones entre profesionales, mejorar la monitorización de enfermedades crónicas y contribuir a la prevención del cáncer, especialmente en los países en vías de desarrollo. Sin embargo, nos gustaría profundizar en las dificultades mencionadas en el artículo para la integración de estas tecnologías en dichos países.
En primer lugar, el artículo señala que muchos países se enfrentan a importantes limitaciones económicas tanto a nivel poblacional como gubernamental, lo que les imposibilita financiar las infraestructuras y dispositivos necesarios para una correcta adopción de la telemedicina. Según un estudio del 2024, mientras que en los países de altos ingresos la población usuaria de Internet es actualmente del 93% y casi universal, se estima que en los países con bajos recursos la media de personas on-line se reduce al 27%. Además, el porcentaje del ingreso medio destinado a pagar una tarifa de datos móviles (2GB) en dichos países es del 7,4%, frente a un 0,4% en los países más ricos2.
Por otro lado, tal y como describe el artículo, las diferencias culturales y sociales son factores que no han de pasar desapercibidos. En algunas comunidades, el rechazo al uso de tecnologías modernas puede estar relacionado con creencias religiosas, costumbres tradicionales o simplemente la falta de conocimiento sobre cómo utilizar estos dispositivos. Otro factor que explica el artículo y cabe destacar es que en territorios en situaciones de conflicto la inestabilidad política supone un obstáculo adicional, ya que dificulta la creación de un marco jurídico que permita un desarrollo adecuado de la telemedicina.
En tercer lugar, el artículo menciona la falta de personal sanitario calificado en este tipo de entornos. En efecto, existe una importante emigración de profesionales de la salud hacia países con mejores condiciones laborales, lo que deja a las naciones de origen con una infraestructura sanitaria insuficiente3. Aunque es cierto que la asistencia remota podría mejorar la atención médica con el apoyo de profesionales de otras regiones, existen dificultades importantes relacionadas con diferencias culturales, étnicas y lingüísticas. En muchos países de baja renta, el nivel educativo medio es deficiente, lo que complica aún más la implementación de la telemedicina como una solución efectiva.
Como conclusión, aunque la telemedicina puede ser una potencial herramienta en un futuro, actualmente existen numerosos obstáculos, bien explicados en el artículo, para su consolidación en los países en desarrollo. En nuestra opinión, antes de apostar por este modelo de asistencia, es imprescindible abordar en primer lugar las desigualdades estructurales que afectan a estos territorios. Solo cuando estas problemáticas sean resueltas, la telemedicina podrá convertirse en una herramienta eficaz para la atención sanitaria.



