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Vol. 22. Núm. 6.
Páginas 340-346 (Octubre 1998)
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Vol. 22. Núm. 6.
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Sexualidad y embarazo
Sexual life and pregnancy
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C. Perdiza, JL. Dovalb, E. Sueiroc, P. Gayosocd
a Trabajadora Social del COF Nóvoa SantosProfesora de la Universidade de Vigo.
b Ginecólogo y coordinador del COF Nóvoa Santos.
c Psicóloga del Centro de Orientación Familiar (COF) Nóvoa Santos.Profesora de la Universidade de Vigo.
d Unidad Docente y de Investigación
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Estadísticas

Objective. We intend to describe the sexual behaviour of pregnancies women.

Location. Family Planning Center Nóvoa Santos, of Galician Health Service (SERGAS), of Ourense (SPAIN).

Population. 206 pregnancies women that are attended in a obstetric psychoprophylaxis's programme, during two years (January/93-January/95).

Measurement. We analysed the social economic, of reproduction, of medical attention and psycho-sexuals variables. We use the PRESTA and SPSS statistics programmes.

Results. The average age is 28 years old, is married, has elementary studies and this is the first pregnancy. Her pregnancy is desire and normally developed.

Her sexual desire and intercourse frecuency is the same (1-2 per week); the intercourse is pleasant and the more habitual position is she over. Some times, the couple has relations without coitus and she practises the masturbation, and she enjoy of this practice.

Conclusion. The pregnancies women have differents sexuals behaviours. They are satisfied with all them. The health' professional should favour the complete enjoy of the sexuality during the pregnancy.

Keywords:
Sexual behaviour
Pregnancy

Objetivo. Describir el comportamiento sexual de las embarazadas.

Emplazamiento. Centro de Orientación Familiar Nóvoa Santos del Servicio Galego de Saude (Ourense).

Población. 206 embarazadas atendidas en el Programa de Psicoprofilaxis Obstétrica (PPO), entre enero de 1993 y enero de 1995.

Mediciones. Analizamos variables socioeconómicas, de reproducción, de atención médica y psicosexuales. Para el análisis empleamos el programa estadístico PRESTA y SPSS.

Resultados. La edad media de la embarazada es de 28 años, está casada, tiene estudios primarios y se encuentra en su primer embarazo, que ha sido deseado y evoluciona con normalidad. La apetencia sexual y la frecuencia con que tiene coitos es similar (1-2 veces por semana), disfruta de sus relaciones coitales y la posición más empleada para el mismo es la de ella encima. En algunos casos tiene relaciones sin coito con su pareja y se masturba, disfrutando también de estas actividades sexuales.

Conclusiones. Durante el embarazo se mantienen diferentes comportamientos sexuales, resultando todos ellos satisfactorios para las mujeres. Teniendo esto en cuenta, quienes nos dedicamos al cuidado de la salud, debiéramos favorecer el pleno disfrute de la sexualidad durante el embarazo.

Palabras clave:
Conducta sexual
Embarazo
Texto completo

Introducción

Desde siempre, quienes nos dedicamos al estudio de la vida sexual y reproductiva de las personas hemos tenido curiosidad por saber si la sexualidad y sus manifestaciones varían durante el embarazo en la población con la que trabajamos. Coincidiendo con Vellay1, hemos de afirmar que, en muchos pueblos, el embarazo era y es motivo para restringir o incluso suprimir las relaciones sexuales. Las justificaciones, en muchos casos sin una base científica comprobada, han sido proteger al feto, evitar el aborto en el primer trimestre y el alumbramiento prematuro en el tercero.

Pero la sexualidad no es idéntica para todas las personas, y en la expresión de la misma hemos de tener en cuenta a la mujer, al varón, al feto, a quienes se dedican al cuidado de la salud y las influencias culturales.

En la mujer, su comportamiento sexual está relacionado con las modificaciones anatomofisiológicas que le ocurren durante el embarazo y con la historia personal y de pareja, esto es, con la educación recibida y con las experiencias personales, y con la evolución de la pareja durante el tiempo que llevan juntos, sus relaciones personales y sexuales y las influencias del entorno sociofamiliar. Además de esto, no podemos olvidarnos de la parte que desempaña la imaginación y las fantasías sobre estas modificaciones corporales y sobre el propio feto.

Aunque parece que el varón se halla menos expuesto a todos estos factores, está claro que le afectan. No hay demasiados estudios sobre la sexualidad de la mujer embarazada, pero aún son más escasos los que hacen referencia a su pareja. Si a esto añadimos lo difícil que resulta acceder a este grupo de población, conocer lo que les ocurre durante este período se convierte en tarea ardua, salvo que lo hagamos de manera indirecta, a través de sus propias parejas2. Su comportamiento sexual queda influenciado también por el embarazo de su compañera, por las respuestas que obtiene de ésta, por el futuro bebé que se está desarrollando y por el medio a que pertenece.

El feto, por su parte, desempeña un papel fundamental. Es el gran desconocido sobre el que, como ya dijimos, se desarrolla la imaginación de la mujer y del varón, sobre quien cada uno de ellos fantasea y proyecta sus propias expectativas e ilusiones. Empieza a ser real para la mujer antes que para el varón, desde los 5 meses en que empieza a moverse; su vitalidad para el varón existe cuando nota el movimiento del niño dentro del abdomen de la madre, o cuando puede oír los latidos de su corazón.

El desarrollo del feto es quien gobierna las relaciones sexuales de la pareja. Al comienzo del embarazo, el temor a que se produzca un aborto o a provocar algún otro problema suele inhibir a las personas que no están preparadas, lo mismo que ocurre hacia el final, si existe el miedo de provocar un parto prematuro. Es durante el segundo trimestre cuando, según se ha comprobado, se da un equilibrio psicofísico para la mujer, que permite a la pareja una cierta libertad en el plano de las relaciones sexuales.

También quienes se ocupan de la atención a la salud pueden limitar o liberar, y de hecho lo hacen, la actividad sexual durante el embarazo, de manera justificada o no, porque tampoco son personas ajenas al medio al que pertenecen, ni a la educación que han recibido.

Y, por último, las influencias socioculturales intervienen de manera importante. La mujer, aunque cada vez menos, está superprotegida por las personas que siguen de cerca su embarazo. La tradición oral y/o escrita influyen negativamente, imponiendo normas de continencia. El sentimiento de culpabilidad, en caso de ocurrir algún accidente, acosa a la pareja insuficientemente informada.

Partiendo de estas consideraciones, nuestra investigación plantea como objetivos conocer el perfil de las mujeres embarazadas y de sus parejas, a la par que la descripción del comportamiento sexual de ambos antes y durante el embarazo. En este artículo sólo vamos a hacer referencia a lo que ocurre en la mujer durante su embarazo.

Material y método

Se trata de un estudio transversal que se realizó sobre una muestra aleatoria de 206 embarazadas (alfa, 0,05; beta, 0,1; error máximo probable, 6%), elegidas al azar entre el total de las 620, registradas desde enero de 1993 hasta enero de 1995 cuando acudieron a prepararse para el parto en el Programa de Psicoprofilaxis Obstétrica (PPO) del Centro de Orientación Familiar (COF) Nóvoa Santos ­dependiente del Servicio Galego de Saúde­, de Ourense, hacia el sexto o séptimo mes de gestación.

La recogida de datos se hizo en ese momento del embarazo, ante la dificultad que tuvimos para realizarla en el primero, segundo y tercer trimestre de embarazo, como consideramos que debiera llevarse a cabo. De esta manera, los resultados obtenidos deberían ser tenidos en cuenta dentro de las limitaciones que comentamos.

A todas las mujeres se les pasa, de forma voluntaria y anónima, una encuesta estructurada, para conocer cuál es su perfil social, su historia reproductiva, la atención médica recibida y su conducta sexual durante este embarazo, variables que se reflejan en la tabla 1.

Los datos se analizan mediante el programa estadístico PRESTA, SPSS/PC, obteniéndose la estadística:

­ Descriptiva: media y error estándar de la media (EEM) para las variables cuantitativas y porcentajes con intervalos de confianza para las cualitativas.

­ Analítica: t de Student para comparar variables cuantitativas y ji-cuadrado o prueba exacta de Fisher para variables cualitativas.

Se trabajó con un nivel de seguridad del 95%.

Resultados

Tal como quedó reflejado en un análisis previo, el perfil de la embarazada estudiada es: edad media, 28,098 años (con un EEM de 0,3172), casada, con estudios secundarios realizados ­un 31,88% tiene estudios universitarios­, obrera cualificada de profesión y de ocupación ama de casa, obrera cualificada y parada3.

Las embarazadas estudiadas residen mayoritariamente en la ciudad (87,92%, IC 95% 83,48-92,36) y califican sus ingresos económicos de suficientes (90,82%, IC 95%, 86,89-94,75).

Si hacemos referencia a las relaciones con su pareja, tuvieron un tiempo medio de relación con la misma de 7,029 años (IC 95%, 6,44-7,62) y de convivencia de 4,4 (IC 95%, 3,87-4,93). Si agrupamos el tiempo de relación y el de convivencia con la pareja en menor/igual y en mayor a un año, obtenemos que un 9,6% del total de las embarazadas tuvo un tiempo de relación con su pareja menor o igual a un año y el 24% refirió un tiempo de convivencia menor o igual a un año. Cuando relacionamos estas 2 variables, el resultado es que el 63,2% tenía un año o menos de relación y el mismo tiempo de convivencia, el 19,8% con el mismo tiempo de relación y más de un año de convivencia, el 36,8% con más de un año de relación y un año o menos de convivencia y el 80,2% con más de un año de relación y más de un año de convivencia (ji-cuadrado, 17,89; p<0,05).

Por lo que atañe a su historia reproductiva, la mayoría de las mujeres embarazadas no tienen hijos (78,26%), un 19,32% tiene uno y el 2,42% tiene dos. El 70% se encuentra en su primer embarazo, el 23,2% en el segundo, un 5,3 con el tercero y el 0,5% con el quinto. Un 9,66% tuvo un aborto (IC 95%, 5,64-13,69) y el 1,93% dos (IC 95%, 0,75-4,86). Casi todas manifestaron tener un embarazo deseado (93,24%; IC 95%, 89,92-96,66) y normal (90,82%; IC 95%, 86,89-94,75). Las que afirmaban tener un embarazo de riesgo era porque habían presentado amenaza de aborto o de parto prematuro, mioma, diabetes, elevada edad de la madre o porque tenían placenta previa.

La práctica totalidad de ellas tenían previsto utilizar anticoncepción después del parto (92,75%; IC 95%, 89,22-96,29), aunque un porcentaje importante (36,3%) no había decidido aún qué método, seguido del 25,7% que pensaba emplear el preservativo, del 20,9% que quería tomar anticoncepción hormonal, del 11,2% que deseaba colocarse un DIU y del 5,9% que se haría una esterilización quirúrgica, bien ella o su pareja.

Por lo que respecta a las variables de atención médica, hemos obtenido que al 72,5% de las embarazadas les atiende su embarazo un ginecólogo, al 22,7% un médico de familia y al resto, ambos especialistas.

Es mayor el porcentaje de embarazadas que no preguntan al médico acerca de su actividad sexual (63,3%) que el de las que lo hacen (25,7%), habiendo diferencia significativa entre ambos grupos (p<0,05); un 11% no responde a esta cuestión. Obviando este último porcentaje, en la tabla 2 observamos las preguntas que realizaron a quienes atienden su embarazo y las respuestas obtenidas.

De quienes preguntaron, casi todas volverían a hacerlo porque consideran que quien las atiende es una persona cualificada (32,8%), porque tienen confianza en él (26,42%), por mayor seguridad (13,21%) y por estar informada (9,43%); sólo una de las embarazadas que consultó no lo volvería a hacer por falta de confianza en él, no respondiendo el resto.

Además, hemos comprobado que no hay asociación estadística entre el nivel de estudios de la mujer embarazada y que ésta haga o no preguntas sobre su sexualidad al especialista, ni entre esta segunda variable y que el embarazo sea normal o de riesgo (en ambos casos p>0,05). Pero esta asociación sí la hay cuando relacionamos la variable referida a las que sí/no preguntaron y la variable relativa a si volverían o no a preguntar al especialista (p<0,05).

Y, por último, los resultados que siguen son los que hacen referencia a las variables psicosexuales analizadas. La apetencia sexual y la frecuencia con que las mujeres embarazadas tienen relaciones sexuales con coito es tal como se refleja en la tabla 3.

Un 37,7% de las embarazadas siente orgasmo siempre que tiene relaciones sexuales, el 16,9% lo siente 3 de cada 4 veces, el 16,4% una de cada 4 veces, el 12,6% 2 de cada 4 veces y el 7,2% nunca siente orgasmo; el resto no respondió. La variable frecuencia de orgasmo en las relaciones coitales se halla asociada con la variable apetencia sexual de la mujer durante el embarazo (p<0,05).

La tabla 4 nos señala la posición más habitual para tener coito que refieren las mujeres embarazadas.

Cuando les preguntamos por otro tipo de relaciones sexuales, el 29% de las mujeres embarazadas manifiesta que casi siempre que mantienen relaciones sexuales durante el embarazo hay coito, un 28% dice que lo hay siempre, el 21% asegura que lo hay la mitad de las veces y el 14% que casi nunca lo hay. La frecuencia con que ocurren otros tipo de relaciones sexuales es como se muestra en la tabla 5.

Con estas relaciones, el mayor porcentaje (34%) siente orgasmo siempre que las mantiene, seguido de las que sienten orgasmo una de cada 4 veces (26%) y ya es menor el porcentaje de las que lo alcanzan 2 de cada 4 (15%) y 3 de cada 4 (13%); nunca alcanzan el orgasmo con las caricias mutuas sin coito un 12% de las embarazadas.

Por lo que se refiere a la masturbación, encontramos que la practica el 13,53% (IC 95%, 8,87-18,19) y un 73,91%, no (IC 95%, 67,93-79,90), habiendo diferencia significativa entre ambos grupos (p<0,05). Un 12,56% no respondió a esta cuestión. El mayor porcentaje de las que se masturban lo hacen una vez al mes (32,14%), el mismo porcentaje se autoestimula 2 y 3 veces al mes (14,29%), estando también en la misma proporción las que la realizan 4 y 5 veces (7,14%). No contestó un 25%. La mayoría de las embarazadas que se masturba alcanza el orgasmo siempre con esta práctica (82,14%) y el resto lo alcanza 1 o 2 de cada 4 veces que la realiza.

Al investigar sobre si había otro tipo de manifestación afectiva, durante el embarazo, diferente del coito y las caricias mutuas con intención de alcanzar el orgasmo, obtenemos que el 30,43% dice que sí las hay (IC 95%, 24,17-36,70) y el 35,75% que no (IC 95%, 29,22-42,28), no habiendo diferencias significativas entre ambos grupos (p>0,05). Un 33,82% no responde. Casi la totalidad se refieren a besos, caricias y abrazos (73,02%) y un 4,76% a las cenas íntimas y paseos. Y esto ocurría en las parejas que los hacían con la siguiente frecuencia: alguna vez a la semana (45,57%), todos los días (43,04%), casi nunca (8,86%) y la tienen el 1,27% de las mujeres embarazadas en alguna celebración. No contestan el 1,26%.

Discusión

Similar al perfil social presentado por otro estudio realizado con embarazadas españolas4, la población de mujeres que aquí estudiamos refleja el siguiente: su edad se sitúa en torno a 28 años, está casada en el momento de asistir al curso de preparación al parto ­de otros estudios sabemos que la mayoría de la población española considera importante o muy importante estar casados antes de tener hijos porque éstos precisan de un hogar compuesto por el padre y por la madre para crecer felizmente5, lo cual puede hacer que, en el presente trabajo, el embarazo motive el matrimonio o que aquél ocurra de forma inmediata tras el matrimonio, según lo confirman otros investigadores6­, cuenta con estudios secundarios, trabaja en las tareas de casa, como obrera cualificada y/o está en el paro, vive en la ciudad y tiene un nivel de ingresos que califica de suficiente.

Si comparamos este perfil con el de otro estudio reciente, realizado en Murcia7, encontramos que las mujeres aquí estudiadas tienen una edad media superior en 2 años, aproximadamente, una estabilidad y tiempo de convivencia con su pareja similar y un nivel de estudios superior al de la muestra de Murcia.

Nuestras mujeres llevan unos 4 años de convivencia con su pareja, y una relación de convivencia menor de 10 años, siguiendo con el estudio anterior, se relaciona con una menor afectación de los problemas en las relaciones sexuales, con una mayor felicidad en la convivencia diaria con la pareja, un superior entendimiento con la pareja en la vida sexual, con pedir a la pareja que la estimule de una manera determinada, con hablar abiertamente sobre sexualidad con la pareja, con una actitud compartida en lo referente a la sexualidad y con el deseo de tener descendencia8.

Esta mujer se halla con su primer embarazo, el cual es controlado por profesionales de la ginecología, ha sido deseado ­afirmación que nos conduce a pensar que, o bien la realidad reproductiva se ajusta a lo planificado, o bien que al ser un dato recogido al final del embarazo, si no era un embarazo deseado, la mujer ya tuvo tiempo de haberlo aceptado y considerarlo como deseado, obteniendo así un porcentaje superior de embarazos deseados a otros estudios9­ y se desarrolla con normalidad. Además, esta mujer ha previsto utilizar algún método anticonceptivo después de dar a luz ­en clara concordancia con los resultados que señalan una mayoritaria posición favorable a la planificación de los hijos y que, además, ésta es independiente de la edad, condición social, nivel educativo y lugar de residencia5­, decidiéndose por el preservativo y las pastillas anticonceptivas, datos que siguen el mismo orden de los obtenidos en la investigación que acabamos de mencionar.

Y no ha hecho preguntas relacionadas con su actividad sexual a quien la atiende durante la gestación, al igual que lo señalan otros estudios10. Cuando es preguntado, en un cuarta parte de las veces establece precauciones y límites para el coito en aquellos casos en que el embarazo se desarrolla con normalidad, cuando lo cierto es que no existe peligro en este tipo de embarazos.

No hemos de olvidar que la cuarta parte de estas mujeres son atendidas por profesionales de atención primaria, quienes no han de obviar este aspecto relacionado con la salud de las mujeres, y esto desde el momento en que realizan el primer control de su embarazo, con el objetivo de desterrar mitos e ideas falsas en torno a la actividad sexual durante la gestación.

Si analizamos el comportamiento sexual de las mujeres estudiadas, encontramos que la apetencia sexual y la frecuencia con que tienen coitos va casi pareja (1-2 veces por semana). Al relacionar ambas variables, para saber hasta qué punto esto es cierto, obtenemos que a mayor apetencia sexual se da una mayor frecuencia de coitos; es decir, que las mujeres embarazadas que estudiamos tienen las relaciones sexuales que les apetece tener.

Aunque no hemos investigado la sexualidad según los diferentes trimestres del embarazo, los estudios indican que el deseo durante el primer trimestre de embarazo no se modifica de manera importante, es variable en el segundo trimestre y desciende en el tercero10,11. Siguiendo con las mismas investigaciones, los coitos disminuyen paulatinamente y de manera brusca en el tercero. Por su parte, López y Lanchares12 afirman que la frecuencia con que la mujer tiene relaciones sexuales con coito está relacionada con la edad de la mujer, la duración del matrimonio y con el número de hijas e hijos.

La cuarta parte de las embarazadas apenas siente orgasmo en sus relaciones sexuales, coincidiendo con los resultados de otros estudios13, aunque resultan inferiores a lo que señalan otros4,10. Esta fase de la respuesta sexual humana ­la del orgasmo­ puede verse alterada durante el embarazo. Así, en este estudio los datos ponen de manifiesto una disminución del orgasmo en el embarazo14, y otros realizados también sobre esta temática indican un progresivo descenso de la frecuencia orgásmica durante todo el embarazo15-18 y, al igual que ocurre con la frecuencia de los coitos, es más acusado en el tercer trimestre11. Remohí19 y Vellay1 afirman que, aunque esto es así, parece que el orgasmo es bastante estable. Cuando relacionamos la apetencia sexual y el orgasmo, vemos que a mayor deseo sexual también se da una mayor frecuencia de orgasmo, lo mismo que ocurre en otras investigaciones realizadas con anterioridad12.

Resultados previos nuestros y de otros trabajos sobre esta temática apuntan a que el interés sexual, la frecuencia de coitos y el orgasmo se reducen en la embarazada14,20-22, percibiendo ésta el deseo sexual y la frecuencia de orgasmo en su pareja significativamente más elevada3. Así, parece que estas 3 variables se hallan relacionadas. En la base de dichas reducciones podría encontrarse una actitud negativa ante las relaciones sexuales, que ocurre según Cuenca y Salvatierra13 en un porcentaje importante de las mujeres embarazadas. Nuestros resultados coinciden con los de otras investigaciones11,12,23 al confirmar que la posición de ella sobre su pareja y la lateral son las más empleadas, seguidas de la de él detrás. La posición del varón y de la mujer durante el embarazo está condicionada por el cambio morfológico que experimenta la segunda, y parece ser que la más utilizada hacia finales del embarazo es la lateral.

Una de las modificaciones que cabe esperar en la sexualidad durante el embarazo es la sustitución del coito por la estimulación manual o bucal1. En esta investigación, más de la mitad de las embarazadas siempre o casi siempre tienen relaciones con coito a pesar de que es éste a quien se teme ante la posibilidad de hacer daño al feto, el que puede provocar mayor incomodidad física ante los cambios anatómicos de la mujer y el que se ha asociado, vaya o no acompañado de orgasmo y de manera poco consistente, con la rotura de las membranas hacia el final del embarazo24. Y de aquellas que sí tienen relaciones sin coito, un 62% siente orgasmo la mitad o más de la mitad de las veces, porcentaje ligeramente inferior al obtenido con coito (67,2%), teniendo en cuenta la misma frecuencia de orgasmo. Otra actividad practicada por las tres cuartas partes de las mujeres estudiadas, durante el embarazo, es la autoestimulación, con una frecuencia de 1-3 veces al mes y disfrutando de ella casi todas12,23; aunque desconocemos la evolución de este comportamiento sexual durante el embarazo, hay afirmaciones contradictorias al respecto: algunos estudios señalan un descenso de la misma, según avanza la gestación25 mientras otros aseguran que aumenta19.

Un porcentaje importante de mujeres no respondió a la cuestión de si durante el embarazo había otro tipo de manifestaciones afectivas, y tenemos un porcentaje similar que afirma que sí y que no. Estas manifestaciones hacen referencia a los juegos amorosos que ocurrían casi todos los días o alguna vez a la semana. Aunque cualquier momento es bueno, quizá el del embarazo sea especial para descubrir otro tipo de sexualidad altamente gratificante, sobre todo cuando existe la necesidad de unión afectiva.

Como conclusión, creemos que el embarazo no provoca una ruptura en una historia de pareja donde la sexualidad y la relación de la misma, con anterioridad, era satisfactoria9. Dicha sexualidad puede prolongarse durante todo el embarazo evitando problemas en la relación de la pareja, dado que existe total libertad para vivirla y se puede ir adaptando a cada momento del embarazo. Y esta armonía y bienestar inciden favorablemente sobre la salud mental y corporal de la pareja. Y son, en este momento, las y los profesionales de la salud quienes deberíamos incidir de forma clara, explícita y sistemática, al hacer los controles durante toda la gestación, en el ejercicio de la sexualidad como comportamiento saludable.

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