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Vol. 20. Núm. 1.
Páginas 57-58 (Junio 1997)
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J A. Álvarez Mazariegos
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Sres. Directores: En primer lugar, queremos agradecer muy sinceramente a nuestros compañeros el apoyo expresado en su carta. Creemos que la principal fuente de frustración que produce trabajar con toxicómanos viene dada, no tanto por sus características peculiares (las de algunos), como por la sensación de soledad y extrañamiento que vivimos entre nuestros propios compañeros. Connotaciones «morales» y, sobre todo, ignorancia del tema hacen que este grupo de población resulte el peor tratado en el conjunto del Sistema Sanitario. Paradójicamente, los recursos institucionales dedicados a estos trastornos son superiores a los que se emplean en patologías más prevalentes, pero conservando aun hoy una acusada separación del resto del Sistema Sanitario, constituyendo una red paralela. Esta red paralela nos recuerda en algunos casos (salvando distancias y consideraciones) a los sanatorios antituberculosos o, más lejos aún, las leproserías.

La intención de nuestro artículo es proporcionar a aquellos interesados por abordar los transtornos relacionados con el consumo de sustancias, desde la atención primaria, instrumentos desarrollados y validados en nuestro medio. El contacto con la realidad social en sus características más dinámicas, propio de la atención primaria, nos permite percibir precozmente los cambios que se producen en los distintos comportamientos, cambios que pueden representar apenas una moda, o significar tendencias de importancia en el futuro. Nuestra percepción inicial fue la de que algo está cambiando en las características de la población dependiente de opiáceos, de forma que los recursos clásicos pueden resultar poco operativos e incluso perjudiciales en los elementos de «gueto» que contienen. Esta percepción lleva implícita una «obligación» de actuar. Nuestro trabajo y los posteriores que se puedan desarrollar sobre el tema nos irán proporcionando las pautas y criterios más correctos (al igual que en cualquier otro problema de salud emergente).

Para terminar, queremos abordar el tema que más preocupa a los autores de la carta anterior: el abordaje de la población toxicómana «clásica». Este grupo presenta como característica fundamental la dificultad de acceso, junto con la amplia experiencia que tienen en sus recorridos por los diferentes recursos sociosanitarios. Quizá sea imposible ofrecer algo nuevo y que realmente produzca un cambio en sus comportamientos fundamentales. Por nuestra parte, estamos intentando, desde hace 2 años, sistematizar una forma de trabajo operativa, fundamentada en unos objetivos claramente expresados, compatibles con las filosofías de reducción del riesgo, lo que lleva a ser tolerantes con el uso de fármacos (siempre dentro de límites coherentes con el correcto comportamiento sanitario). Esperamos ofrecer en breve, si es posible en esta misma revista, resultados de este trabajo.

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