Agradecemos la carta titulada Como se dice en The Lancet Public Health: cualquiera puede ahogarse. Nadie debería1, en la que comenta y complementa nuestro trabajo recientemente publicado en Atención Primaria (Los ahogamientos y la gestión de espacios acuáticos: un problema de salud pública)2. Sus aportaciones resultan de gran interés y contribuyen a enriquecer el debate científico en torno a la magnitud del problema de los ahogamientos y la necesidad de una respuesta coordinada.
Coincidimos plenamente en que la evidencia internacional, recogida en trabajos como el de The Lancet Public Health3, subraya la urgencia de implementar medidas de prevención más ambiciosas y sostenidas. Nuestro objetivo principal fue resaltar la importancia de considerar los ahogamientos no como sucesos aislados, sino como un problema de salud pública de primer orden, que requiere políticas estructurales, recursos y coordinación entre niveles de gobierno y sociedad civil.
El manuscrito de Fernández-Guerrero aporta datos relevantes del Registro Español de Parada Cardiaca Extrahospitalaria (OHSCAR), que permiten dimensionar mejor la carga asistencial que generan los episodios de ahogamiento en nuestro país. Estos datos confirman que la magnitud del problema trasciende al número de fallecimientos y que sus repercusiones se extienden al ámbito sanitario, económico y social. La constatación de que una proporción considerable de las paradas cardiorrespiratorias extrahospitalarias pediátricas están vinculadas al ahogamiento refuerza la urgencia de fortalecer la prevención en la infancia.
En esta línea, nos parece fundamental resaltar dos aspectos complementarios:
De una parte, la necesidad de una ciudadanía formada en primeros auxilios y reanimación cardiopulmonar (RCP). Tal como señala la carta recibida1, en muchos casos las posibilidades de supervivencia con buen pronóstico neurológico dependen de la actuación temprana de los testigos. Sin embargo, las tasas de realización de maniobras de RCP por parte de la población general siguen siendo insuficientes. Esto exige un esfuerzo formativo a gran escala, integrando estas competencias en la educación obligatoria y en programas comunitarios.
De otra, la incorporación de nuevas tecnologías como apoyo a la respuesta. Coincidimos con en que herramientas basadas en inteligencia artificial, biomarcadores y sistemas predictivos abren nuevas oportunidades tanto para la prevención como para la atención temprana. No obstante, consideramos prioritario que estas innovaciones se acompañen de una base sólida de medidas tradicionales: supervisión efectiva, señalización clara, disponibilidad de desfibriladores externos automáticos en espacios acuáticos y campañas de concienciación sostenidas en el tiempo.
En definitiva, los datos compartidos en la carta1 complementan y refuerzan el mensaje central de nuestro artículo2: la reducción de las muertes por ahogamiento exige una acción coordinada entre instituciones y ciudadanía, que combine la implementación de políticas regulatorias, el uso de herramientas tecnológicas avanzadas y la educación en prevención y respuesta inmediata.
Esperamos que este intercambio contribuya a mantener vivo el debate académico y social en torno a la prevención de ahogamientos, y que impulse la adopción de medidas eficaces que, como afirma el lema citado, nos acerquen a la meta de que nadie debería ahogarse.
FinanciaciónEste estudio no ha recibido financiación alguna por parte de organismos públicos ni privados para su desarrollo.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.



