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Vol. 23. Núm. 5.
Páginas 306-309 (Marzo 1999)
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Vol. 23. Núm. 5.
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Introducción y fundamentos teóricos
Introduction and theoretical basis
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C. Urbanoa, J. Gascóna
a Escola Universitària de Biblioteconomia i Documentació. Universitat de Barcelona.
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El presente artículo tiene como objetivo ayudar a los facultativos de medicina familiar y comunitaria en el proceso de formación de estrategias personales de búsqueda bibliográfica que respondan a criterios de eficiencia, exhaustividad y actualidad. Para ello se ofrece un análisis de las necesidades teóricas de información junto a un esquema de los principales tipos de fuentes y servicios de información bibliográfica existentes. Se trata del primero de una serie de artículos que se publicarán en próximos números, y por ello sólo se pretende ofrecer el marco teórico sin entrar en detalles de fuentes concretas.

Introducción: la información, ¿para qué?

Cuando queremos resolver una cuestión en la que nos hace falta buscar algún dato, nos enfrentamos a un volumen de información tan ingente y a una variedad tal de formas de acceso a la misma que se hace difícil seleccionar la cantidad de información útil, actualizada y pertinente que una persona o equipo de trabajo puede llegar a digerir. La desinformación se puede producir tanto por defecto como por exceso de información: el riesgo de «dispepsia informativa» puede ser real.

La popularización del acceso a bases de datos en CD-ROM y de los recursos Internet ha consolidado la consulta directa por parte de la persona que necesita información. En estas circunstancias, el papel de intermediario que desempeñaba el bibliotecario-documentalista ha perdido peso. No obstante, esta nueva situación obliga a los usuarios a conocer, aunque sea sumariamente, el sistema de información y comunicación científica, los métodos de control bibliográfico, los productos más adecuados a sus necesidades y las bibliotecas o servicios bibliográficos en los que se puede tener acceso a las fuentes y al apoyo formativo necesario para su utilización. En el caso de los facultativos de atención primaria, a quienes en gran parte no les resulta fácil el acceso a bibliotecas especializadas, las nuevas posibilidades de acceder a la información mediante conexiones remotas justifican todavía más la necesidad de formación en este terreno.

Pero, ¿hasta qué punto necesita acceder a bases de datos bibliográficas, por ejemplo, un médico de atención primaria? El bajo nivel de uso de este tipo de fuentes de información que se observa en el colectivo puede atribuirse más a causas de desconocimiento, formación o disponibilidad de equipamiento, que a la falta de necesidades reales de información. Siempre habrá situaciones en las que realizar una búsqueda bibliográfica será vital para el médico; las más habituales podrían ser: el estudio ­para obtener el «estado de la cuestión» sobre lo que se pretende investigar o escribir­, la actualización profesional ­para estar enterado de las novedades de interés, ya sea como investigadores o como terapeutas­ y la información puntual ­para resolver alguna laguna o duda en el curso de la investigación o del ejercicio profesional.

La materia prima: ¿de dónde sacamos la información?

Las fuentes de información, los documentos, pueden ser variadísimos: desde el vídeo con un parto en directo hasta la casete con la conferencia del eminente doctor Tal grabada o la página web de una biblioteca médica. No obstante, el vehículo de la información científica por excelencia es, aún ahora, la revista, ya sea en papel o en formato electrónico accesible vía Internet. La relativa agilidad en su publicación permite dar a conocer los resultados de una investigación al poco tiempo de haberse realizado. Por otra parte, la suscripción a una revista que se publique regularmente permite al profesional mantenerse al día acerca de la investigación y evolución de la disciplina tratada en la publicación: una revista como Atención Primaria, por medio de sus diferentes secciones, actúa como un mecanismo de selección y de alerta informativa.

Algunas publicaciones, aunque también aparecen periódicamente, ofrecen otro tipo de información: los boletines de noticias comunican avances, eventos, etc., que pueden resultar interesantes para la práctica profesional; en los diarios oficiales (como el BOE o los de las comunidades autónomas) se pueden encontrar desde convocatorias de plazas a legislación sanitaria.

Entre otras publicaciones (informes públicos o de empresas privadas, tesis doctorales, libros, etc.), también se pueden destacar, por su importancia para la actualización de los conocimientos, las actas de los congresos, no siempre fáciles de conseguir.

Finalmente, además de la información publicada, el médico cuenta con una fuente de información inestimable: sus colegas. Encontrar un experto en una materia y poder contrastar opiniones con él puede ser tan efectivo como la consulta de bibliografía. Internet ha facilitado esta posibilidad: el correo electrónico permite el contacto directo y las listas de distribución abren foros de discusión en los que la participación abierta y en tiempo real pueden ser de gran utilidad.

¿Y cómo enterarse de todo eso?

La información, pues, está ahí: en revistas, en informes o en listas electrónicas de discusión. El problema es que hay demasiada. El médico que quiera enterarse de todo lo que puede obtener sobre un tema encontrará tal cantidad de posibilidades que no sabrá por dónde empezar. Afortunadamente para él, existen servicios y productos que le pueden ayudar y orientar. Desde las bibliotecas y servicios de información ­algunos totalmente digitales­, donde trabajan los especialistas en la recuperación de la información, hasta guías de fuentes de información, impresas o disponibles en Internet, que explican cómo abordar una búsqueda.

Entre los productos más conocidos y usados para encontrar información están las bases de datos (en línea, en CD-ROM, en disquete, etc.). Las que recopilan referencias de documentos (artículos de revista, por ejemplo) no dan la información que contiene la fuente, sino la cita de esta fuente con los datos necesarios para identificarla y así poder buscarla. Muchas veces tienen índices de materias mediante los cuales se pueden recuperar las citas de los artículos que tratan de un tema en concreto, o resúmenes del contenido, cuyas palabras también son recuperables. Medline o Índice Médico Español son ejemplos de bases de datos de indización y de resúmenes, que así es como se llaman.

También son bases de datos referenciales los catálogos informatizados de bibliotecas y centros de documentación. En ellas, a diferencia de las anteriores, las referencias (las «fichas») de los documentos corresponden a los que se ubican en un centro concreto, permitiendo así localizar físicamente el documento buscado.

Aun disponiendo de herramientas como éstas, el incremento de la información continúa siendo excesivo: si alguien se quiere mantener al día, ha de invertir demasiado tiempo comprobando, por ejemplo, qué novedades hay en una determinada base de datos. Los servicios de alerta y de difusión selectiva de la información pueden hacerlo por él. Proporcionándoles un perfil con los intereses de investigación del usuario, estos servicios avisan ­por correo o por correo electrónico­ de las novedades publicadas o de las nuevas referencias introducidas en una base de datos que coincidan con el perfil dado. Bibliotecas, empresas de distribución editorial y productores de bases de datos ofrecen ­unas gratuitamente, otras con una tarifa­ servicios de este tipo.

Una función parecida cumplen los boletines de sumarios: en papel o electrónicamente, publican sumarios de los últimos números de las revistas sobre algún tema o las recibidas en algún centro o publicadas por algún editor. Mediante su consulta, el médico puede mantenerse al día de lo que se va publicando, sin necesidad de recibir o consultar la revista completa.

Por último, un producto utilísimo para la actualización de los conocimientos del profesional son las síntesis y revisiones bibliográficas, publicadas anual o semestralmente. Son volúmenes que tratan de sintetizar, estructurándolas sistemáticamente, las aportaciones y novedades que han surgido en el período transcurrido desde el último número en una disciplina determinada. Citan las fuentes originales, las resumen y evalúan en el contexto del conjunto del ámbito estudiado. Se obtiene así, consultando una sola publicación, una visión global de los avances de la medicina o de alguna de sus ramas. Los títulos de las síntesis abundan en esta idea: Avances en..., Tendencias en..., Progresos en..., Reviews on..., Progress in... o similares.

¿Qué fuente elegir? ¿Cómo consultarla? Estrategias a seguir

Frente a tal cantidad de recursos informativos se impone una selección que se ha de realizar tanto desde el punto de vista de nuestras condiciones de acceso (recursos económicos, proximidad a una biblioteca, conexión a Internet, etc.) como de la naturaleza y calidad de las fuentes.

Así pues, el punto de partida para seleccionar es saber qué queremos, cuánto estamos dispuestos a invertir si fuera necesario y qué hay disponible sobre nuestra materia. Las dos primeras cuestiones entran claramente dentro de la responsabilidad del usuario, mientras que el conocimiento actualizado, crítico y exhaustivo de las fuentes exigen una dedicación profesional.

Es por ello que el concurso de una biblioteca o de un servicio de información resulta altamente recomendable, especialmente en tanto que, por medio de su política de adquisiciones, dichos centros ya habrán evaluado y seleccionado recursos de información pensando en usuarios como el médico de familia, por ejemplo. Por ello, una biblioteca puede ser tanto el lugar desde donde realizar una búsqueda como el centro en el que asesorarse ­incluso a distancia gracias a Internet­ sobre fuentes que se pueden utilizar en casa o en la consulta. En cualquier caso, siempre será conveniente tener una biblioteca «de cabecera» ­situada como muy lejos en la capital de la provincia o de la región sanitaria­ para poder aprovecharla como medio de acceso público a la información ­de «compra socializada», podríamos decir­ y a las redes de bibliotecas biomédicas que existen en nuestro país.

En cuanto a la naturaleza y calidad de las fuentes, su selección comporta en buena medida un conocimiento de las mismas y la consideración de algunos elementos básicos que luego se enumeran. Para poder obtener un rendimiento óptimo es necesario estar al corriente de las principales características del producto concreto que se usa: hay que leer «el prospecto» de la fuente de información (prólogos, introducciones, instrucciones de utilización, menús y pantallas de ayuda, etc.). Sólo así se pueden evitar indeseados «efectos secundarios».

Estos elementos a considerar están relacionados con 4 preguntas que resultan clave para conocer la fuente de información (una base de datos, por ejemplo):

 

1. ¿Qué recoge? La cantidad y el tipo de documentos (revistas, informes, libros, etc.), la materia tratada (medicina en general o alguna de sus especialidades), ámbito geográfico (revistas internacionales o publicaciones españolas) y lingüístico ­tanto de los documentos citados como del producto resultante (la lengua de los resúmenes de una base de datos, por ejemplo)­, cobertura cronológica (fechas de publicación de los documentos citados y frecuencia de actualización de los datos).

2. ¿Cómo lo hace? Se han de conocer las características estructurales internas de la fuente, que hacen posible su utilización, o externas, tales como la calidad de la edición (en papel, electrónica). En el caso de una base de datos, conviene conocer cómo son los registros bibliográficos tipo ­las fichas de los documentos­ y cuáles de sus campos permiten búsquedas elaboradas o filtrar resultados según criterios como la lengua, la fecha de publicación, el lugar de trabajo de los autores, o la utilización de un determinado fármaco.

3. ¿Cómo se distribuye? Formas de publicación: en papel, en línea, por Internet o por otras redes, en disquete o CD-ROM, etc., y los servicios asociados de difusión selectiva de la información (alerta de nuevos registros sobre un tema o los títulos de las publicaciones de interés para un perfil definido). Además, su coste o las formas de tarifar las consultas y la posibilidad, en bases de datos bibliográficas, de acceso rápido al documento original completo.

4. ¿Cómo se interroga? Características que permiten consultar la fuente: índices analíticos, clasificaciones, vaciados, etc. En las bases de datos, su lenguaje de interrogación o los formularios de búsqueda asistida disponibles.

 

En este último caso, el de las bases de datos bibliográficas, es necesario resaltar que la interrogación es un proceso dinámico que tiene por objetivo recuperar un número limitado de registros ­asimilable por nuestra parte­ pertinentes, pero que respondan al mismo tiempo a un barrido exhaustivo de toda la base de datos. Las principales estrategias a seguir para alcanzar ese objetivo son, de menos a más efectivas en función del grado de dominio de la base de datos:

 

1. Formular consultas en lenguaje libre ­tal y como escribimos o hablamos­, buscando palabras que aparezcan en cualquiera de los campos del registro en los que de una manera u otra se representa la materia de los documentos (título, resumen, descriptores) para, posteriormente, ir filtrando el resultado en función de criterios diversos como fecha, lengua, patología, etc.

2. Hacer una cata en la base de datos partiendo de la búsqueda por autor o título de un artículo concreto que sabemos que es pertinente: una cita a pie de página en un artículo leído puede ser el punto de partida. Esto permite observar cómo se ha indizado y clasificado el artículo en cuestión y, buscando los mismos términos de indización, se pueden recuperar otros documentos sobre el mismo tema que estén en la base de datos.

3. Formular consultas complejas en función del álgebra de Boole ­combinando términos: A y B, A o B, A no B­ a partir de los índices y tesauros; se trata de utilizar un lenguaje controlado ­evitando con ello los problemas del lenguaje libre (sinonimia, homonimia, etc.)­ en el que siempre se utiliza un único descriptor para referirse a un concepto, aunque éste tenga otras posibles denominaciones. Además, los diferentes descriptores se relacionan entre sí, remitiendo de uno a otro y permitiendo afinar o ampliar la búsqueda.

En resumen: hágalo usted mismo, pero con la ayuda de otros

En los siguientes artículos que se publicarán en esta sección se proporcionarán pistas y recursos concretos, partiendo de una nueva realidad en la que cada día un mayor número de bases de datos se orientan a usuarios que no son profesionales de la documentación, en este caso, médicos. Pero al mismo tiempo, y como conclusión, se recomienda el contacto con el bibliotecario-documentalista «de cabecera» que puede asesorar al médico tanto in situ, en la propia biblioteca, como, cada vez más, a distancia gracias a Internet. El futuro, pues, ya está aquí para los médicos de atención primaria, que normalmente no disponen de bibliotecas especializadas en su lugar de trabajo... si Telefónica lo permite, claro está.

Bibliografía general

(Se ha de tener en cuenta que en los recursos en línea referenciados hay multitud de enlaces que remiten a otros recursos igualmente interesantes.)

BioMedNet [en línea]: the Internet Community for Biological and Medical Researchers. Biomednet Inc. (http://biomednet.com) [consulta: 22-IX-1998].

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C@P [en línea]: centro de atención primaria. Madrid: semFYC, 1998. (http://www.cap-semfyc.com/home.htm) [consulta: 25-IX-1998]. Revista electrónica: sus secciones (sobre todo "Webteca") proporcionan enlaces interesantes.

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PAPPS-semFYC. Recursos en Internet [en línea]. Madrid: semFYC. (http://www. papps.org/menu6.htm) [consulta: 25-IX-1998].

Pareras LG. Internet y medicina: guía de referencia. 2.ª ed. Barcelona: Masson, 1997.

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Rodríguez Gairín JM. Internet en biomedicina [en línea]. 1997. (http://escher.upc.es/ cursos/biomed/curso.htm) [consulta: 22-IX-1998].

Wyatt MV, ed. Information sources in life sciences. 4th ed. Londres: Bowker-Saur, 1997.

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