Después de leer atentamente el artÃculo «La inteligencia artificial en atención primaria: ¿solución o problema?», de Bonis Sanz y Bravo Toledo1, publicado recientemente en Atención Primaria, veo la necesidad de comentar algunos de los puntos que plantea este artÃculo. En primer lugar, el artÃculo empieza hablando sobre el rápido desarrollo de softwares de inteligencia artificial (IA) como ELIZA o MYCIN y su implemento apresurado en la práctica clÃnica1. Esta implementación señala la necesidad de los profesionales sanitarios de estar completamente familiarizados con la IA antes de usarla como herramienta. Es decir, es esencial entender en profundidad los mecanismos de su funcionamiento, sus limitaciones y competencias.
El rol del médico también es objeto de discusión a raÃz del auge de la IA, dada la capacidad que tienen estas máquinas para no solo proporcionar información médica importante, sino también adaptarla al nivel educativo del paciente, lo cual se ha considerado siempre una de las funciones del médico1. Lo que falla a tener en cuenta es el hecho de que la IA sólo puede tratar con datos. Esto nos lleva a uno de los puntos más importantes de la medicina, que es que deberÃamos tratar personas, no enfermedades. Esto es aún más importante en atención primaria, donde es fundamental integrar no solo la información médica, sino también la social y económica, a la hora de dar un tratamiento que se ajuste al paciente. Otro de los problemas que surgen son las «confabulaciones», que son respuestas incorrectas que parecen ciertas1. Mientras que una persona con conocimiento médico crÃtico puede descartar este tipo de información, este no es el caso de muchos pacientes. Antes de la IA, los profesionales sanitarios ya trataban con pacientes que venÃan a la consulta con «autodiagnósticos», basados en información que encontraban en Internet. Ahora el problema es aún más grave con el auge de la IA, ya que esta información falsa es presentada de forma más creÃble y parecida a la que proporcionarÃa un ser humano.
Los profesionales sanitarios no deberÃan sentirse amenazados por la IA, ya que el objetivo es que su rol en un futuro sea de herramienta de ayuda, no como sustituto del médico2. La IA puede resultar muy beneficiosa para realizar diversas tareas en la práctica médica, asà como la precisión de diagnósticos, la gestión de enfermedades crónicas y, en general, mejorar la eficiencia de la atención sanitaria2. Hay, no obstante, otras cualidades humanas que no posee, como la empatÃa. Esto nos indica que nunca pasará a ser algo más que una herramienta auxiliar, porque el juicio clÃnico y la interpretación de la información proporcionada por parte de un profesional sanitario siempre serán necesarios.
Para concluir, el auge de la IA durante estos últimos años nos obliga a plantearnos si supone un beneficio o un perjuicio para la práctica clÃnica y, concretamente, para la atención primaria. Si bien es verdad que tiene ciertos riesgos y complicaciones, no debemos descartar tampoco su utilidad. Al fin y al cabo debemos tener presente lo más importante, que es ofrecer la mejor atención posible al paciente. Con razonamiento crÃtico y conocimiento extenso sobre su funcionamiento, la IA podrÃa pasar a ser una herramienta útil en la práctica clÃnica.



